《Naranja y Mora》07.- Esgrima

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

698.

Marinette se sentó en las gradas dispuesta a disfrutar de aquel espectáculo de esgrima. Sólo era un entrenamiento como tantos otros que había visto antes, pero vería a Kagami enfrentarse de nuevo a Adrien. Estaba emocionada y aterrada, porque, siendo sincera, Kagami podía destrozarle sin piedad. Esperaba que se contuviera y no lo matase.

Adrien con su uniforme blanco, Kagami con el rojo frente a frente, como si fuese un recuerdo del instituto. No los había visto entrenar muchas veces, pero recordaba que sus combates siempre eran espectaculares.

Marinette apoyó los codos sobre las rodillas y la barbilla entre las manos con una sonrisa en los labios. Los estoques entrechocaban entre guardias y ataques, estaban muy igualados, casi como el día en que Kagami apareció en sus vidas.

—¡Machácale, Kagami! —gritó Marinette ignorando la mirada severa que el señor D'Argencourt, que estaba al fondo del gimnasio, le lanzaba por hacerlo.

Kagami esquivó el envite y la punta de su florete se afirmó sobre el corazón de Adrien doblando la hoja.

—Estás en forma —declaró Adrien quitándose la máscara.

—No puedo decir lo mismo de ti, tienes la guardia baja.

—El grito de Marinette me ha desconcentrado un poco.

La nipona se quitó la máscara también y le miró con los ojos entrecerrados, Adrien no supo ver si estaba molesta o de acuerdo con él.

—Ya, es demasiado... efusiva.

—Os habéis hecho buenas amigas, sabía que os llevaríais bien.

Kagami le hizo un gesto con la mano para que se les acercara. Marinette obedeció bajando con gracia de las gradas, sorprendida porque ambos estuvieran manteniendo una conversación civilizada.

—No somos amigas —replicó enredados sus dedos con los de Marinette—. Es mi novia.

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Adrien las miró sorprendido como si fuera la primera vez en su vida que las veía. Las mejillas rojas de Marinette le confirmaron que era cierto.

—Enhorabuena —musitó no muy seguro de si era eso lo que debía decir—, bueno... ¿cómo...?

—La gente se enamora cada día, Adrien —soltó Kagami cortante.

—Sólo ha pasado —contestó Marinette con voz dulce.

Parecía en shock, a Marinette le dio un poco de pena, pero tampoco podía hacer nada para cambiar la situación.

—Mari, cariño, ¿por qué no te cambias y machacas a Adrien?

—La esgrima se me da fatal —musitó moviendo las manos frente a ella.

—Sin embargo, hiciste las pruebas el mismo día que yo y no se te dio tan mal.

Adrien le sonrió tranquilizador y asintió.

—No sabía que te gustaban las mujeres —siseó Adrien cuando Marinette fue a cambiarse.

—Me gusta ella, es...

—¿Única?

—Rara.

El modelo rió, no era el mejor modo de describir a Marinette, pero no esperaba otra cosa viniendo de Kagami.

—Siento mucho haberlo hecho tan mal, Kag.

—No te ofendas —replicó mirando a la puerta de los vestuarios—. No tengo ningún interés en ser tu amiga, estoy aquí por ella.

—Ya, agradezco la conversación civilizada.

—Estoy ridícula —se quejó Marinette saliendo del vestuario.

Kagami fue hasta a ella y la dirigió con delicadeza hasta plantarla frente a Adrien. Le puso su máscara roja, la hizo tomar el florete y le corrigió la pose mientras Adrien se ponía la suya.

—Mantén las piernas separadas, las rodillas relajadas —susurró en su oído—. Vista al frente. No dudes. Si dudas, estás acabada.

—De acuerdo.

Kagami se hizo a un lado dejándoles la pista libre.

Marinette esquivó con torpeza, manteniendo el equilibrio.

—Rodillas flexionadas y relajadas, Mari.

Adrien volvió a atacar, Marinette contraatacó golpeando en el centro de su pecho.

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—Muy buen ataque —se admiró Adrien.

—Mejorable —masculló Kagami.

—No soy esgrimista, te lo recuerdo.

—No le hagas caso —musitó Adrien—. Lo has hecho muy bien.

»Me ha gustado volver a luchar contra ti, Kagami, pero voy a ducharme, tengo que asistir a una reunión.

Las dejó practicando entre ellas, las oía desde la ducha, las pullas, el sonido metálico de los estoques al chocar, el chirrido de las suelas de goma sobre el linóleo.

Cuando volvió a salir se las encontró comiéndose a besos. Era extraño verlas de aquella manera, pero si eran felices para él estaba bien así. Se marchó sin hacer ruido dejándoles la intimidad que necesitaban.

¡Hola! Y con esto acabamos, me ha dado mucha pena llegar al final, porque las adoro, pero todo tiene un final. Volverán más adelante, aunque no sé cuándo. Gracias por haberme seguido hasta aquí.

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