《Naranja y Mora》04.- Armario

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

715.

El apartamento de Marinette era pequeño, pero muy luminoso, con un balcón amplio y vistas a Notre-Dame. Le sorprendió que el espacio fuese abierto casi tanto como que estuviese prácticamente dedicado por completo a la costura. Había un enorme mueble en el que se acinaban rollos de tela de múltiple colores y estampados.

—Siento el desorden —susurró Marinette dejando un par de vasos con hielo sobre la mesa junto a unas latas de refresco—. Mi taller siempre es un caos.

—Mientras se limite a tu apartamento.

—¿Qué tipo de fiesta es? —preguntó cambiando de tema.

—Elegante y aburrida.

—¿De tarde o de noche?

—De noche.

Marinette asintió vaciando el contenido de la lata en su vaso y bebió, volvió a asentir.

—Entonces debería ser algo largo y formal.

—Yo no entiendo de estas cosas.

—Para eso me tienes a mí —declaró con orgullo caminando hacia la otra punta del taller—. Estarás espectacular, aunque habría preferido que me avisaras con tiempo para hacerte algo con influencia japonesa...

—Es para una sola noche, no vale la pena tanto esfuerzo en algo que no voy a volver a usar.

La modista le dedicó un breve mohín infantil, no era que no fuese consciente de que Kagami era una persona directa y práctica, pero le dolía que considerase "tanto esfuerzo" diseñarle algo especial.

—¿Es alguna fobia extraña como la de que te prepare comida?

—Lo siento —musitó consciente de que la había herido sin pretenderlo.

—Es mi trabajo —replicó abriendo el armario empotrado revelando muchas fundas para trajes oscuras perfectamente colgadas—. Veo a la gente y le diseño algo que sea adecuado. No me supone un esfuerzo.

»Además habría hecho algo espectacular y sexy para que todo el mundo se cayera al suelo de culo al verte.

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Kagami sonrió viéndola pasar las perchas con delicadeza en busca de algo concreto. ¿Para qué querría ella un vestido así si ya tenía la atención de la única persona que importaba?

—¡Ah! ¡Aquí está! —exclamó alegre descolgando la percha de la barra—. Tendremos que hacerle algunos arreglitos, pero quedará perfecto. Desnúdate.

—¿Todo esto es una excusa para que me quite la ropa?

Marinette hizo una mueca de fingida sorpresa, tapándose los labios con la mano, como si acabasen de pillarla robando galletas de la panadería. Kagami rió.

—Jamás haría algo así —siseó haciéndose la ofendida.

Kagami desabrochó, uno a uno, los botones de su camisa, moviéndose con sensualidad, con sus ojos castaños clavados en los azules de ella que la observaban casi sin parpadear. Dejó caer la prenda blanca al suelo con delicadeza revelando un bonito sostén blanco de encaje. Bajó la cremallera de falda con breves tirones hasta que quedó floja sobre sus caderas, la soltó y resbaló siseando hasta el suelo. Marinette tragó saliva viendo aquellas braguitas que hacían conjunto con el sostén y las preciosas medias negras firmemente sujetas con un liguero de encaje a juego.

—Oh... —susurró parpadeando.

—¿Ves algo que te guste, Mari?

Ella asintió absorta en su piel blanca salpicada de pecas, su cuerpo esculpido por la práctica de la esgrima. Sacudió la cabeza saliendo de su ensimismamiento y bajó bruscamente la cremallera de la funda. Sacó un vestido granate de falda larga, con un corpiño finamente bordado y con pedrería engarzada que se alargaba hasta el hombro izquierdo con una flor de tul decorándolo.

—Tendrás que quitarte algo más, porque ese tirante... —musitó señalando sus pechos y el fino sostén.

Kagami sonrió traviesa llevando sus manos a la espalda como si fuese a soltar ambos corchetes, pero no lo hizo, se encogió de hombros.

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—Se me ha olvidado cómo se hace —susurró juguetona.

Marinette decidió caer en su trampa. Todo aquel espectáculo le había subido la temperatura y se moría por tocarla. Dejó la funda con el vestido sobre la mesa de trabajo y se plantó frente a su novia, pasó los brazos por debajo de los de Kagami para alcanzar el cierre mientras la besaba. Se deshizo de la prenda, la acarició con mimo y soltó un jadeo cuando la mano de Kagami se coló en sus pantalones.

—¿Por qué no te quitas la ropa y buscamos un vestido en ese armario para ti también?

—Los vestidos y el armario pueden esperar, ¿no? —inquirió encogiéndose de hombros.

—Diría que sí.

¡Hola! Cuarto día, ya sólo nos quedan tres para acabar. Empiezo a pensar que tendría que escribir algo largo sobre ellas cuando acabe todo lo que tengo a medias.

Hoy se le ha disparado la temperatura a la parejita. Mañana más.

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