《BOSS | LayChan/ChanLay》| 6 |

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Diciembre fue un mes pesado para Yixing.

Eventos, álbumes y sesiones de fotos navideñas; olor a galletas de jengibre y un excesivo uso de la vainilla en las cocinas de su compañía; los regalos del amigo secreto comenzaban a correr; los rumores sobre su situación sentimental aumentaban, pero él estaba dejando que la noticia se cocinara lentamente, porque lanzaría la bomba a principios del próximo año y vería el mundo arder con mucho gusto.

Lo haría para que dejaran de buscar donde no debían. Lo haría porque no quería tener a Chanyeol entre las sombras. Lo haría porque, a pesar de llevar un poco más de un semestre juntos, sentía que en cualquier momento los te quiero serían reemplazados por intensos te amo, y siendo sincero, jamás pensó que lograría amar a alguien cuando estaba en esa terrible industria del entretenimiento.

Sin embargo, ahí estaba, queriendo a Chanyeol con gran intensidad mientras los días se convertían en semanas y éstos en meses, engordando su corazón de bellos recuerdos, palabras que endulzaban su corazón y momentos que enriquecían su alma de mil formas diferentes. Chanyeol le hacía sentir tan especial y único, tan increíble. Tan querido. Lo engordaba de tanto amor que a veces deseaba renunciar a su puesto, carrera y todo lo que conocía solo para vivir tranquilamente a su lado, porque la vida junto a Chanyeol era lo suficientemente enriquecedora como para no desear nada más.

― ¿Sería muy intenso decirle que lo amo?

―Sí. No lo hagas.

―Pero, Minseok...

Es el día antes de Navidad, donde todos se irían a sus casas y tendrían unos días de paz antes de regresar a la rutina. Yixing giraba en su asiento mientras el chocolate caliente lleno de malvaviscos se enfriaba en su escritorio y Minseok lo miraba con cara de pocos amigos, no lo culpaba. Chanyeol había dado vueltas su mundo y se comportaba como un maldito idiota enamorado que solo quería llenar de besitos a su gigante con complejo de niño.

―Lo vas a espantar.

― ¿Así espantaste a Jongdae, mh? ―cuestionó curioso, pero bastante burlón, fingiendo inocencia cuando Minseok lo miró con un millón de emociones pasando por su rostro y brillo de sus ojos.

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―Te odio. Jódete. No es gracioso ―y se fue enojado.

Yixing giró felizmente en su asiento, disfrutando de ser el Grinch por un momento.

Ahora iría a fastidiar los demás tórtolos que viera por los pasillos de Balance Entertainment.

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A la media hora de hacer enojar a su secretario, Yixing mandó todo al diablo y dejó que todo el mundo se fuera temprano a casa.

Entonces, cuando todo parecía maravilloso y el sol parecía brillar con gran intensidad entre las grises nubes de contaminación y las blancas por el invierno, se detuvo en medio de la calle al darse cuenta de un gran detalle: no tenía ningún regalo para Chanyeol. Nada. Y regalarle su corazón no era opción, tampoco su cuerpo porque Chanyeol ya lo tenía. Quizás haber hecho el amor tan pronto había sido mala idea, porque justamente ahora lo necesitaba como regalo, pero ya no se podía.

Se espantó cuando escuchó que le tocaban la bocina y condujo una vez más mientras apretaba el manubrio y se mordía el labio inferior con ansias.

¿Qué se le daba al hombre perfecto?

¿Qué se merecía Chanyeol?

Tuvo la intención de llamar a Minseok y preguntarle sobre cursilerías y asuntos románticos, pero recordando que lo había hecho enojar, suponía que terminaría siendo mandado al infierno con una gran cantidad de groserías que siempre lo sorprendían.

Su secretario se veía muy dulce y educado, pero las personas realmente no sabían que Minseok era una víbora. Y, ajá, tampoco le había dado un regalo, maldita sea, pero a Minseok le podía dar un par de calcetines y se debía conformar con eso; sin embargo, Chanyeol merecía el mundo entero y él no tenía dinero suficiente para gobernar el mundo y llamarlo Planeta Park, luego nombrar la vía láctea como vía Yeoláctea y a la Galaxia como Galaxingyeol.

Nop.

Maldijo entre dientes mientras escuchaba la radio a un volumen bastante imprudente y paseaba por las calles de Seúl en busca del regalo perfecto, porque su hombre se merecía algo digno y, mierda, estaba tan malditamente enamorado de ese patas-chuecas que su corazón amenazaba con estallar si no llegaba con algo. Sabía que Chanyeol sería feliz solo con pasar la fecha juntos porque sería la primera vez, pero Yixing realmente quería darle algo.

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Y se detuvo abruptamente cuando vio la primera tienda de música.

Compraría una guitarra, luego un chocolate y regresaría al departamento donde su novio ya debería estar esperándolo. Sí, sí, sí.

Era el plan perfecto hasta que casi atropella un perrito.

Los animales nunca le han interesado tanto como a Chanyeol, el cual podía vender su alma con tal de que todos los animalitos tuvieran una vida digna mientras que él, bueno..., entre más lejos de uno, mejor. No los odiaba, solamente no se llevaba bien con ellos, pero por culpa de Chanyeol y unos cuantos videos de animalitos siendo rescatados que había encontrado en Instagram, sentía que su corazón se había ablandado un poquito. Y por eso, no había dudado en recoger al pequeño perrito, meterlo al auto y llevárselo con él luego de dar una vuelta en caso de encontrar a la madre o al dueño.

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Media hora después, llegó a su departamento.

Apenas entró sintió la calidez en el ambiente, el olor a galletas recién hechas y una profunda voz cantar por algún lugar de su departamento convertido en hogar. Dejó la guitarra guardada en el estuche bajo el arbolito de navidad y caminó hacia donde Chanyeol estaba con el cachorrito entre sus brazos, el cual temblaba a pesar de ir durmiendo.

Encontró a Chanyeol en su estudio mientras los perritos jugaban entre ellos en un rincón, los cuales se le acercaron cuando lo vieron llegar y chilló asustado, porque todavía no se acostumbraba a que cuatro pequeñas bestias fueran a él. Sin embargo, Chanyeol fue rápidamente a su rescate y llamó a los perritos para que nuevamente fueran a jugar; entonces su gigante novio fue hacia él y le dio el beso más dulce del mundo entero.

―Llegaste antes, ¿pasó algo? ―preguntó, mirando a Yixing a los ojos.

―Mandé a todos al diablo.

―Como todo un jefe. Eres terrible, Xing.

Yixing asintió estando muy de acuerdo con las palabras de su novio, y antes de que éste lo pudiese rodear con sus brazos, soltó una seguidilla de no-no-no que sorprendió al gigante que andaba en pijama. Entonces, tomando una onda respiración y dando un paso atrás, dejó ver al pequeño y peludo cachorrito que dormía envuelto en la chaqueta de su traje, llenándolo de blancos pelitos que luego odiaría.

―Yo... yo te quiero presentar al nuevo integrante de la familia Zhang-Park.

Chanyeol, sorprendido, no dijo nada. Sabía la relación de su novio con los animales, así que el hecho de verlo con uno era bastante extraño, sorpresivo, pero también dulce, incluso significativo. Saliendo lentamente de su trance, se inclinó para mirar más de cerca al pequeño perrito que lucía bastante descuidado y lo acarició con cuidado, ganándose un suave quejido del animal.

―No lo compraste, ¿verdad? Sabes lo que opino de eso, es...

―No-oh, es de calle ―lo interrumpió, no queriendo escuchar el sermón sobre la compra de perros otra vez―. Casi lo atropello.

―Oh, pobre bebé ―Chanyeol se lo arrebató para llevárselo al pecho―. Debemos comprarle comidita especial y leche y...

Yixing, al escuchar todo lo que debían hacer, ya estaba dando media vuelta para irse.

―Bueno... tú sabes de esas cosas... ¡Suerte!

Sin embargo, no alcanzó a escapar. Chanyeol lo tomó por el cuello de su camisa para que lo mirara y formó un puchero, sintiéndose regañado por su gigante solo con eso.

―Cuando una persona recoge un perrito, debe ser responsable. No es solo sacarlo de la calle, señorito Zhang. Así que sea responsable y hágase cargo de su cachorrito, sea un buen padre.

El joven refunfuñó y le quitó al perro.

―Pero yo ya soy padre, Chanyeol...

― ¿De quién? ―preguntó con curiosidad, sin entender.

―De ti. Soy tu papi.

Chanyeol chilló avergonzado por las descaradas palabras de Yixing y lo golpeó suavemente en el brazo, sintiendo que sus mejillas y la punta de sus orejas ardían de un intenso rojo. ¿Acaso Yixing no sentía pizca de vergüenza por decir algo así? Se veía tan tranquilo con aquella picarona sonrisa en sus labios, la cual le quiso quitar a besos; sin embargo, se aguantó, Yixing tenía una pequeña responsabilidad por cumplir.

―Te haré una lista e irás a comprar todo lo necesario.

Yixing frunció el ceño.

― ¿Yo solo?

―Alguien debe cuidar al perrito.

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