《SIN SECRETOS- CYNTHIA RYTLEDGE》Capítulo 12

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Jack acababa de meter los palos de golf en el maletero cuando sonó su teléfono móvil. Sonrió.

Trish ya lo había llamado dos veces y todavía no eran las nueve de la mañana. Aunque aún disponía de cinco minutos antes de salir para la casa de ella, seguro que lo llamaba para cerciorarse de si ya estaba en camino.

—Ya voy —dijo al atender la llamada.

—Jack, soy yo —dijo Missy atropelladamente—. Derek acaba de llamarme. Está en el pueblo y dice que viene hacia aquí.

—¿Has llamado al sheriff? —preguntó Jack, alarmado al percibir el miedo en la voz femenina.

—De poco me ha servido —el disgusto no lograba tapar el miedo—. Se ha ido con Howie a un accidente que ha habido en la carretera. Me preguntó si Derek me había amenazado y le dije que no, al menos esta vez no. Me dijo que vendría en cuanto pudiese, pero...

—¿«Pero...»? —dijo Jack cuando ella se interrumpió.

—No comprende que la otra vez Derek tampoco me amenazó y recuerda lo que sucedió —dijo Missy con voz temblorosa—. Tengo miedo, Jack. Estoy sola con Kaela.

—Voy para allá —dijo Jack, sentándose en el todoterreno y poniéndolo en marcha.

—¿Estás seguro?

El alivio de su voz era evidente. Jack pensó en el golf. Sabía que Trish quería que fuese con ella, pero ya habría otras reuniones de empresa. Aquello era una emergencia. Seguro que ella comprendería que no podía dejar a una amiga en la estacada.

—Algunos de nosotros nos preguntamos si este novio tuyo no será imaginario

—dijo el pesado de Joe, el de Contabilidad, en la fila para servirse la comida después de pasarse la mañana jugando al golf.

Su tono era de broma y Trish se forzó a sonreír, aunque no le hiciese ni pizca de gracia.

—Pues es muy real —dijo con voz fría y calmada, como si el hecho de que Jack no apareciese hubiese sido una mera anécdota. Cuando la llamó por la mañana con la estúpida excusa de una emergencia, se sintió desilusionada, aunque en realidad no le causó ninguna sorpresa.

—Trish, aquí.

Trish recorrió el fresco comedor del club repleto de gente con la mirada. Ron Royer la llamaba desde a una mesa. Sonreía señalándole un sitio vacío.

Aunque a Trish no le apetecía en absoluto sentarse con el amigo de Jack, la única otra alternativa era junto a Joe, así que le dijo a esta adiós y se dirigió a través de la gente a la mesa de Ron.

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Ros hizo las presentaciones. Sorprendentemente, el nombre de Jack no surgió hasta bien avanzada la comida. Y luego lo mencionó Jane Royer, que había dejado que su marido llevase la voz cantante.

—Alguien me dijo que traías a Jack Krieger de pareja. ¿Cambió de opinión?

—Jane —dijo Ron, lanzándole a su esposa una mirada de desaprobación—, basta.

—Jack tenía intención de venir —dijo Trish por enésima vez ese día, preguntándose cuántas veces antes de que acabase el día tendría que explicar que había surgido una emergencia—. Pero...

—No es necesario que digas nada —dijo Ron—. Le dije a Jane la semana pasada que Jack y Missy estaban saliendo juston nuevamente. Está claro que no ha hecho la conexión. Siento que haya sacado el tema.

Trish se quedó sin aliento. ¿Jack y Missy juntos otra vez? Imposible.

—Nunca me dijiste que Jack y Missy salían juntos —dijo Jane, mirando a su esposo fijamente.

—Desde luego que sí —dijo Ron, esbozando una sonrisa que no suavizó en absoluto la aspereza de su voz—. Fue la noche de la cena de la Cámara de Comercio. Te dije que Jack estaba allí con Missy.

—Mencionaste que ella estaba allí. Y que Jack era maestro de ceremonias —dijo Jane—, pero no que estuviesen saliendo juntos.

—Dije que habían llegado juntos, ¿o no? —dijo Ron—. Y que se fueros juntos,

¿no?

Trish apretó los puños bajo la mesa, clavándose las uñas en las palmas de las

manos.

—Pues sí—concedió Jane.

—¿Lo quieres más claro, mujer? Dime.

Jase hizo una mueca ante el tono duro de la voz de su esposo, pero no le respondió.

Un incómodo silencio se cernió sobre la mesa. Trish no tendría que haberse sorprendido de la nueva traición, pero lo hizo. Y si esperaba que te hiciese menos daño que la primera vez, estaba equivocada.

Sentía tanto daño o más que entonces.

—¡Jack! —exclamó la señora Krieger sorprendida, sentada a la mesa del comedor—. Pensaba que Trish y tú estaríais ya en Kansas City.

—Surgió una emergencia y no he podido ir. Trish se ha ido sola.

—Espero que haya sido por algo importante —dijo su madre, preocupada—.

Trish estaba realmente ilusionada con que fueses.

—Ya lo sé —Kujo Jack con un suspiro—, pero no hubo más remedio.

Derek se había comportado como un caballero, pero ¿quién sabía lo que hubiese sucedido si se hubiera encontrado a Missy sola?

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Aunque Derek había estado solo un momento, cuando Jack quedó libre ya era demasiado tarde para reunirse con Trish. Presa de una extraña inquietud, fue a casa de su madre.

—¿Qué haces? —le preguntó. Cubrían la mesa álbumes y cajas.

—Tommy me está ayudando a organizar las fotos. Ahí viene —dijo su madre, mirando hacia la puerta. Jack se había olvidado de que Tommy había quedado a su cargo—. ¿Te costó trabajo encontrarlas?

—No —dijo Tommy, poniendo la caja sobre la mesa junto a la madre de Jack—. Estaban en el trastero al lado de la máquina de coser, tal como usted había dicho —le echó a Jack una mirada de sorpresa—. ¿Y tú no ibas a ir a esa cosa del golf con mi madre?

—Surgió algo inesperado —dijo Jack encogiéndose de hombros.

—¿Tienes tiempo para echar unas canastas?

Jack señaló la pila de fotografías qué su madre acababa de sacar de la caja.

—Me gustaría, pero parece que vosotros tenéis mucho trabajo aquí.

—Prefiero jugar al baloncesto contigo —dijo Tommy.

—¿No prometiste ayudar a mi madre?

Tommy dirigió una mirada de ruego a la señora Krieger, pero esta no pareció notarlo. Toda su atención se concentraba en la foto que tenía en la mano.

—Mira qué precioso eras cuando bebé, Jack. Tommy se acercó a mirar mejor.

—¿A ver?

—Pero si era una bola de grasa —rió Jack.

—No eras gordo —se defendió su madre—. Eras un bebé enorme, eso sí.

¡Pesabas más de cuatro kilos!

—Yo pesaba cuatro kilos —sonrió Tommy.

—Pero ¿no eras prematuro, tú? —preguntó Jack extrañado.

—¿Y eso qué quiere decir? —preguntó Tommy.

—Que naciste antes de tiempo —explicó la señora Krieger.

—¡Qué va! —dijo Tommy, negando enérgicamente con la cabeza—. Si yo nací más tarde. Mi madre me ha dicho que tuvieron que darte una medicina para hacerme salir.

—¿Estás seguro? —preguntó Jack mirándolo fijamente. Tommy titubeó, claramente confuso ante el escrutinio de Jack.

—Eso es lo que mi madre me ha dicho.

Jack sintió una terrible opresión en el pecho.

—Jack, no atosigues al pobre chico —dijo su madre, con un ligero tono de advertencia—. Antes, después..., ¿qué importancia tiene?

Jack quiso decirle que sí que importaba, que si Tommy no era prematuro, quizá el niño era su nieto. Pero se mantuvo callado. Quizá Tommy se había equivocado, así que decidió no decir nada hasta no estar completamente seguro.

—Mira esta foto, Jack —dijo su madre, tomando otra foto para cambiar de tema—. Tendrías más o menos la edad de Tommy. Estabas monísimo con tu uniforme de Boy Scout.

Jack recibió la fotografía que le daba y la miró. Recordaba perfectamente que se la habían tomado el día después de su décimo cumpleaños. Miró las facciones del niño de la foto y luego dirigió su mirada a Tommy. Se quedó sin aliento. El niño se parecía tanto a la foto de sí mismo cuando tenía diez años que no pudo comprender cómo no se había dado cuenta antes. El parecido era pasmoso.

En ese instante se desvanecieron todas las dudas que Jack había tenido sobre la identidad del padre de Tommy.

—Déjame ver—dijo Tommy mirando la foto—. ¡Hala! ¡Cuantos premios!

—Sí, conseguí muchos —dijo Jack, sin poder despegar la mirada de su hijo. Se pregustó cómo su madre no se había dado cuenta del parecido.

—Yo fui Cub Scout una vez —dijo Tommy—. Me gustaba mucho, pero nunca llegué a Boy Scout.

—Si te gustaba, ¿por qué lo dejaste? —preguntó Jack.

—No, sé —dijo, nervioso ante la mirada fija de Jack.

—Debiste tener una razón —dijo Jack. De repente, cualquier detalle de la vida de Tommy, por insignificante que fuese, cobraba importancia y quería oírlo.

—Supongo que fue porque comenzaron a hacer un montón de cosas con los padres —dijo Tommy—. Y como yo no tenía...

Jack sintió deseos de gritar que sí, que tenía padre, un padre que lo hubiese dado todo por ir de campamento con él. El pesar se mezclaba con su creciente rabia. Se había perdido tanto... Años que nunca podría recuperar. Un tiempo precioso perteneciente a Tommy y a él. ¿Qué motivo podría haber tenido Trish para esconder semejante secreto? No tenía sentido.

Cuando Trish volviese de Kansas City tendría que darle algunas explicaciones.

Hasta ese momento, no diría ni palabra.

La mirada de Jack se dirigió a Tommy, deseando poder decirle en aquel momento que era su padre y asegurarte que nunca más se tendría que preocupar por

no tener padre. Porque ahora Jack pertenecía a su vida y allí era donde tenía intención de quedarse.

Nada y nadie se interpondría entre ellos nuevamente.

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