《SIN SECRETOS- CYNTHIA RYTLEDGE》Capítulo 4

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—Ese niño es un rival temible —dijo Dan Cuiten con admiración.

—Tiene mucha energía —dijo Jack, y se echó hacia atrás en una de las tumbonas que había rescatado del garaje de su madre—. Me canso con solo mirarlo.

—No me vengas con historias —dijo Dan—. Seguirías allí si te pierna no me hubiese comenzado a molestar.

Habían pasado una hora jugando un reñidísimo partido con los dos niños hasta que a Dan comenzó a dolerle la rodilla que se había herido en un accidente de esquí el año anterior.

—Como te parezca—dijo Jack, tomando un sorbo de té helado. Al mirar a los niños, se inclinó hacia delante—. Esos niños están jugando un poco bruscamente.

Se levantó de golpe en el instante en que Matt, absorto en el juego, marcaba una canasta y luego chocaba con Tommy. Cruzó el patio de dos rápidas zancadas, pero no llegó a tiempo para evitar la caída de su vecino.

—Tommy, ¿te encuentras bien? —le preguntó, arrodillándose a su lado.

Al niño se le llenaron los ojos de lágrimas, pero se las secó de un manotazo y asintió. Jack se dio cuenta de que hacía un gran esfuerzo por no llorar.

—¿Se ha hecho daño? —preguntó Matt, con la preocupación reflejada en su rostro pecoso—. No lo he hecho a propósito.

—Está bien—dijo Jack, tranquilizándolo con una mano en el hombro y mirando a Dan—. Pero creo que por hoy es suficiente.

—Tienes razón. De todos modos, Matt y yo ya nos teníamos que ir —dijo Dan—

. Julie ya tendrá la comida lista.

—Lo siento, Tommy—dijo Matt, sin saber qué decir—. ¿Quieres que volvamos a jugar cuando te sientas mejor?

Tommy asintió con la cabeza, mordiéndose el labio.

Jack esperó a que su sobrino y su cuñado se marcharan antes de volverse hacia Tommy.

—Parece que te has hecho un raspón en la rodilla —le dijo con tranquilidad, como si no tuviese mayor importancia.

—Me duele —dijo Tommy con voz temblorosa.

A Jack se le encogió el corazón, pero quizá peor demostrar demasiada lástima.

—No me sorprende —dijo, mirando la rodilla ensangrentada—. Y me temo que tendremos que limpiarlo.

—Entonces me va a doler más.

Jack miró los asustados ojos del niño con tranquilidad.

—Intentaré no hacerte daño.

pie.

Tommy se lo quedó mirando un rato antes de asentir con la cabeza y ponerse de

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Cuando Tommy entró renqueando a la casa, la canguro levantó la vista.

—¡Ay, Dios santo, le chorrea sangre por la pierna! —exclamó, dando un alarido.

—Generalmente sucede eso cuando te haces una rozadura en la rodilla—dijo

Jack, lanzándote una mirada de advertencia.

—La sangre no me gusta demasiado —parloteó Samantha nerviosamente mientras los seguía al cuarto de baño—. Me desmayé cuando tuvimos que pincharnos un dedo en la clase de Biología.

—No tendrás que hacer nada. Yo me ocuparé de todo —dijo Jack, intentando no mostrar su irritación. ¿En qué estaba pensando Trish cuando contrató a esa niña para que cuidase a su hijo?

Sentó a Tommy sobre la tapa del inodoro.

—Puedes irte —le dijo a Samantha—. Yo me quedaré con él hasta que su madre vuelva.

Samantha titubeó, debatiéndose entre su responsabilidad como su canguro y su deseo de marcharse.

—Es un viejo amigo de mi madre —puntualizó Tommy, repitiendo lo que Jack le había dicho el día anterior.

—Bueno, pues de acuerdo entonces —dijo Samantha, con una sonrisa de alivio—. Dígale a la señora Bradley que me puede dar el dinero que me debe mañana.

Jack metió la mano en el bolsillo y sacó un billete de veinte dólares.

—¿Te alcanza con esto?—le preguntó.

—¡Hala! —exclamó Samantha, arrebatándole el billete—. Sí, está perfecto.

—Adiós, Samantha —dijo Tommy con voz débil. La adolescente le sonrió.

—Adiós, enano. Espero que no te duela demasiado.

Jack contuvo una imprecación. Cuando ella se fue, enjabonó una toallita.

—Puede que te escueza un poco —le dijo al niño, mirándolo a los ojos—, pero tenemos que lavar la herida.

—Ya lo sé —dijo Tommy, con expresión solemne—. Pero yo me aguanto.

Quince minutos más tarde, el gran raspón estaba limpio, desinfectado y cubierto con un apósito que Jack había encontrado en el botiquín.

Acababa de acomodar a Tommy en un sillón con un vaso de zumo de naranja cuando se abrió la puerta de entrada.

—Samantha, ya he llegado.

—Estamos aquí, ma.

Trish entró al recibidor y se quedó da piedra al verlos. El miedo le atenazó la garganta.

—¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Samantha?

—Tenía que irse —dijo Jack y la sonrisa de bienvenida se borró de sus labios ante su tono cortante.

—El señor Krieger le dijo que me cuidaría él —aclaró Tommy rápidamente porque sentía que algo raro pasaba—. Está bien, ¿no?

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Trish cruzó la sala e hizo un esfuerzo por tranquilizarlo con una sonrisa.

—Por supuesto, cielo. Lo que pasa es que tu eras responsabilidad de Samantha, no del señor Krieger.

—Esa niña era demasiado joven para semejaste responsabilidad —dijo Jack.

—Creo que yo sé juzgar eso mejor que tu —le respondió Trish de mala manera.

—Perdóname si disiento —dijo él, cruzándose de brazos. La mandíbula se le puso tensa—. Quizá mientras tú estás por el pueblo haciendo recados...

¡Quién era él para insinuar que ella no esa una buena madre, que ella no sabía lo mejor para su hijo? ¿Qué sabía él si no había estado allí para darle el biberón de las dos de la mañana o cuidarlo cuando temía el sarampión? Mientras él se ocupaba de pasárselo en grande, ella iba a la universidad, estudiaba y además se ocupaba de su hijo.

—... pero no es lo bastante mayor para resolver una emergencia.

¿Emergencia?

—¿Qué emergencia? —dijo finalmente.

Jack miró a Tommy y ella se dio cuenta del esparadrapo en la rodilla.

—¿Qué te ha sucedido, cielo? —exclamó corriendo a su lado.

—Me caí—dijo Tommy, incómodo ante la muestra de preocupación de su madre—. Pero no pasa nada.

—¿Cómo sucedió? —preguntó, mirando a Jack acusadoramente.

—Los niños chocaron jugando —dijo Jack, con un encogimiento de hombros.

—¿Los niños?

—Matt Cullen —dijo Tommy—, el de la clase de natación.

—Ah, ya recuerdo —dijo Trish. Miró a Jack—. Pero eso no explica por qué estás tú aquí.

—Jugamos al baloncesto —dijo Tommy coa el rostro tenso de preocupación—.

Lo pasamos bien.

—No pasa nada, campeón —le dijo Jack para tranquilizarlo—. Tu madre intenta averiguar lo que pasó.

Antes de que Trish pudiese decirle que ella solita se podía ocupar de consolar a su hijo, prosiguió:

—El padre de Matt es mi cuñado, Dan —dijo Jack—. Pensamos que estaría bien si jugábamos dos contra dos con los niños.

—Me hice una rozadura en la rodilla —dijo Tommy—. Y el señor Krieger me puso desinfectante.

—¿Fue muy serio? —preguntó Trish, calmándose. Dejando de lado sus sentimientos por Jack; parecía que él se había ocupado de su hijo.

—No es nada grave —dijo él, dirigiéndole una rápida sonrisa a Tommy—. Pero me parece que quizá le duela unos días.

—Parece que no podrás jugar a la pelota, por ahora—dijo Trish.

—¡Venga, ma! —exclamó Tommy, haciendo un gesto de exasperación—. No es tan serio. ¿No puede venir Matt y...?

Trish se puso seria y Tommy se interrumpió.

—Patty...

Trish miró a Jack.

—Quiero decir, Trish —dijo Jack carraspeando y esbozando usa sonrisa—. Matt es un niño bueno. Le hizo daño a Tommy sin querer. Cosas de niños.

—Tommy es mi hijo, Jack —dijo Trish con firmeza—. Yo decidiré con quién juega y con quién no.

—¡Pero mami! —se quejó Tommy.

Una sola mirada bastó para que el niño se callase. A veces, Trish se preguntaba si no era demasiado dura con el niño, pero había visto demasiadas madres solteras dominadas por sus hijos y estaba decidida a que no sucediese con ella.

—No tengo inconveniente en que venga Matt —dijo dirigiéndose a su hijo—. Lo que pasa es que no sé si podrá ser este fin de semana. Quiero acabar la mudanza y dejar todo ordenado antes de comenzar a trabajar, y necesitaré tu ayuda. ¿Puedo contar contigo?

Tommy asintió a regañadientes con la cabeza.

—¿Has conseguido el trabajo? —le preguntó Jack—. Tommy me dijo que tenías una entrevista.

Aunque Trish estuvo por decirle que aquel tema no era de su incumbencia, su pregunta era probablemente más por cortesía que curiosidad.

—Creo que tengo posibilidades —dijo.

—Mamá trabajará en un banco —dijo Tommy.

—¿De veras? —preguntó Jack, alerta—. ¿Cuál?

A Trish no le gustó demasiado la expresión de interés de sus ojos.

—El First Commerce, en Kansas City. Están expandiendo el Departamento de Relaciones Externas.

—¿El First Commerce? —Jack sonrió—. Un amigo de mi abuelo pertenece al Consejo de Administración. Si quieres, le pido a mi abuelo que te recomiende. A veces, con eso es suficiente...

—No, gracias —dijo Trish, forzando una sonrisa—. Prefiero hacerlo por mi cuenta.

—No sería molestia —dijo Jack.

—Quiero hacerlo por mi cuenta —insistió Trish, manteniendo la mirada firme y directa. Aunque deseaba el trabajo, no quería que Jack se involucrase en su vida en absoluto. Ya había cometido el error una vez.

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