《La Mafia: Una Mentira Para Una Traición [Español]》Cap: 3
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El Jefe Sokolov no podría estar más eufórico, era de por sí el primer arrestó bajo su mando de algunas de las mafias desde que tenía el caso, y en el primer día, no podía ser mejor, miró a sus dos subordinadas con ojos totalmente conformes con la situación.
—Ahí comenzarán, vayan a interrogarlo. —Su voz y la enorme sonrisa en su cara denotaba su estado—. Tengo que decirle esto a los jefes de Brigada. —Exclamó con emoción mientras las muchachas se iban, sin despedirse al ver como Sokolov comenzó a hacerles señas para que se vayan, o sea, las estaba echando del lugar.
Ignacia y Dominic pasaban a toda prisa por los pasillos grises, estaba casi vacío, ni siquiera eran las diez de la mañana, pero eso no era raro en la brigada, todos estaban en lo suyo, lo raro era la noticia del arresto, eso no se lo esperaban, y cuando doblaron a la izquierda por un pasillo hasta llegar al interrogatorio inspeccionaron el lugar con rapidez, solo dándose miradas de inseguridad y confusión.
—Por fin llegan, estaba esperándolas. —Saludó un chico alto con el cabello claro en las puntas, tenía las manos en los bolsillos de su pantalón, estaba justo en frente impidiéndoles el paso, no con intención, claro—. No ha querido decir nada, lo encontramos en medio de un tiroteo, en el tercer distrito, al parecer él no pudo escapar, no fue hace mucho tiempo, el segundo al mando estaba dando un patrullaje y se encontró con el espectáculo. —Miró el sobre en las manos de una de ellas y sonrió avanzando un paso— ¿Ese no es el expediente de las mafias? Nos será útil. Deberíamos ver si tiene un tatuaje, y creó que podemos...
—Nosotras lo haremos Lucas, estamos a cargo de ahora en adelante. —Interrumpió Ignacia mientras escondía el sobre detrás de su espalda, mientras con la otra mano le hacía señas a Dominic.
—Si. —Habló no tan bruscamente Dominic, dando una pequeña zancada al frente interponiéndose entre ambos—. Por eso necesitamos que nos dejes solas con el acusado. —Artículo esta vez en un tono convincente, asintiendo a sus palabras.
—Bueno... —Se notaba desconcertado pero su sonrisa no se borró, y Lucas al fin cedió y se corrió a un lado—. Bueno, si me necesitan estaré en mi oficina, puedo hacer un retrato del acusado, aunque ya les sacamos las fotos correspondientes.
—Si, esta bien, nosotras veremos el informe, y si te necesitamos te llamamos. —Ignacia dijo lo último con sarcasmo, uno bien disimulado.
Cuando avanzo por el pasillo ambas esperaron que Lucas diera la vuelta en la esquina para tomar el informe del archivero, este decía todo acerca del acusado, o todo lo relacionado a la persona y que se pudo recolectar en el corto tiempo de arresto, estaba en un mesón al lado de la puerta, y solo cuando los ocasionales compañeros que pasaban por el pasillo desaparecieron fue que ambas entraron.
La sala de interrogatorios tenía un enorme espejo en el lado derecho que daba a la habitación contigua -donde procuraron que no estuviera nadie-, las paredes blancas al igual que el techo, junto con una mesa de metal en el centro, ahí esperaba un hombre cabizbajo, de cabellera negra y ropa ligeramente sucia, la puerta siendo cerrada fue suficiente para que levantara la mirada a las dos chicas, sonriendo, pero esa sonrisa no llegaba a sus ojos, que oscuros y sin dejar escapar nada, analizaba todo lo que ellas hacían.
—Me podrían quitar las esposas, me duelen las muñecas. —Comentó en tono lastimero fingido, acompañado de una mínima cara de sufrimiento.
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Ignacia esbozó una sonrisa y miró a su compañera, seguido prosiguió a avanzar y hacerle frente al mafioso.
—No. —Su voz resonó fuerte y claro en la habitación, quizás demasiado— ¿Por qué debería hacerlo? —Dicho esto, se acercó a la mesa y le dio un fuerte golpe a está, quedándose unos segundos en esa posición, suficientes para que el hombre que tenía la espalda encorvada se enderezara y pusiera ambas manos en la mesa después de levantarlas con ambas palmas abiertas—. Ahora lo que necesito es que me digas quien eres y de cuál mafia.
—¿Por qué debería hacerlo? —Respondió él, haciendo enfurecer a Ignacia que volvió a su posición inicial y se cruzó de brazos.
—Te puedo hacer mucho daño y creó que lo sabes. —Amenazó en voz baja mirándolo a los ojos por varios segundos.
—Déjalo. —Dijo Dominic a la chica a su lado, mucho más calmada y tranquila, mientras apartaba una silla y se sentaba frente a él—. Y no hagas preguntas sugerentes.
Ignacia aún parada bufó levantando el mentón y se movió por la habitación despacio, deteniéndose en una de las esquinas, pero no apoyándose en la pared, en la misma postura inicial.
—Si no quiere, no lo podemos obligar, así que. ¿Nos vas a decir algo? —Preguntó ahora dirigiéndose a el hombre—. ¿Un abogado, tú nombre, una llamada, o algo así?
—Podrían traerme un café, tengo sed. —En su cara se podía apreciar satisfacción y diversión mientras pronunciaba esas palabras—. Y que sea con crema por favor, también me gustaría ir al baño, de paso me sacan las esposas, si no es mucha molestia, prometo no escapar.
—Y a mi me gustaría saber qué hacías en medio de un callejón disparando.
—¿Esa no es una pregunta sugerente oficial?
Dominic se mantuvo impasible mirando a los ojos al sujeto esposado, mientras Ignacia apretaba la mandíbula queriendo sonreír.
—Yo creó, que no es en sí una pregunta, ¿o acaso no es eso lo que estabas haciendo? —No iba a dejar que le ganara en ese juego, Dominic era orgullosa, demasiado.
—Por lo que dice el informe había muchas personas involucradas. —Habló está vez Ignacia acercándose a la mesa y tomando dicho documento, revisando superficialmente sin estar realmente atenta al sujeto.
—Solo peones. —Él seguía con los ojos en Dominic y su voz era baja.
—¿Y tú no lo eres?
Ignacia se detuvo detrás de su compañera dejando las hojas en la mesa y viendo como Dominic escribía en la libreta, un poco desconcertada por la respuesta de su compañera.
—¿Entonces quieres decirme tú nombre? —Volvió a hablar ella—. Me llamó...
—No me interesa como te llames oficial, lo que me interesa es que me traigan por lo menos un café cargado.
Ella pasó su lengua por el interior de su mejilla y respiró con lentitud, volviendo rígida su postura y cerrando de golpe su pequeña libreta.
—Eso está bien, querrás saber que por ley estás acusado de...
—Y... Volvió a equivocarse oficial, en realidad eso tampoco me interesa. —Su rostro mostraba diversión interrumpiendo a cada segundo y sus manos entrelazadas se apretaban entre sí cuando las señaló otra vez—. De verdad que las esposas están apretadas, me ayudaría que las aflojara un poco.
—Esperó que dejen marca y que para cuando vengan nuestros compañeros. —Revisó su reloj de pulsera—, en unos diez minutos estés un poco más dispuesto a cooperar.
Fue lo último que dijo antes de levantarse y ambas se dirigieron a la puerta con rapidez, desde allí miraron por última vez hacia adentro donde el hombre estaba sonriendo, bajando ambas manos de la mesa donde se habían mantenido todo ese tiempo, y sin más se fueron del lugar.
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[. . .]
Decidieron ir a su oficina procurando pasar por el pasillo principal, que era adornado por dos escaleras a ambas esquinas, y una recepción donde saludaron a la persona que es encontraba ahí, al caminar no dijeron nada, pero al pasar por los lugares y puertas del establecimiento Ignacia procuro mirar a cada cámara que se encontraba, poco más y un par de puertas fueron suficientes para llegar a su destino, su oficina, cerraron y se sentaron a distintos lados del único escritorio que había, tenían suertes de que su departamento tuviera oficinas propias para los menos de veinte que trabajaban ahí, y cuando estuvieron con todas las fotografías distribuidas en la mesa asintieron intentaron encontrar algo.
—Bien. —Dijo Dominic tomando las fotos una por una—. Todas son recientes o de hace pocas semanas. —Observó las fechas, y sin prestarle atención siguió mirando las demás, todas eran personas algunas más borrosas que otras, pero cuando paso por la última resoplo rodando los ojos, la tomó y bufo mostrando a Ignacia que al ver bien de qué trataba arqueo las cejas y negó.
Estuvieron unos minutos mirando todas las fotos detenidamente cuando la chica de pelo ondulado dio un respingón al percatarse de un pequeño detalle.
—Ahí. —Exclamó, dirigiendo su índice a una imagen de un hombre hablando por teléfono y unos lentes de sol en plena calle, parecía que había sido tomada detrás de un automóvil, solo se veía el rostro del hombre con una mascarilla, una parte del cuello, y el fondo, lo demás era borroso.
—¿Qué? —Dominic decía sin interés—. Yo no veo nada sospechoso.
—Mira el reflejo de los lentes compañera, se ve un nombre. —Sonrió divertida y se levantó—. Vamos al laboratorio.
—Está bien.
—No te pregunté. —Miró a Dominic guiñando su ojo izquierdo, para después adelantarse.
—Dios. —suspiró—. Es una niña...
[. . .]
Cuando Dominic llegó al laboratorio minutos después, que se encontraba un piso arriba del de ellas, estaba Ignacia con Abigail, una de las hacker, en frente de un computador, o bueno, uno de los tantos que se encontraba en el lugar.
—Hasta que por fin llegas. —Le espetó con una ceja alzada.
—Cállate. —La miró con aparente enfado para luego sonreír y asentir de forma disimulada— ¿Qué encontraron?
—Es una farmacia. —Dijo Abigail mirando fijamente la pantalla y tecleando con velocidad, tenía el cabello largo negro azulado, y un rostro alargado con unos ojos acaramelados, al rededor de ella habían diversos cubos Rubik esparcido por todo el lugar, eran lo único que la divertía además de ver molestas a sus amigas—. Estoy buscando la ubicación ahora mismo. —No pasaron ni diez segundos cuando exclamó y se giró aún en la silla, sacando de la impresora un papel que le entregó a Ignacia, todo para luego seguir jugando—. Si necesitan algo más vienen para acá, pero eso sí. —Se detuvo y las increpó—; Quiero comida, no trabajo gratis. —Y soltó una pequeña risa.
—Está bien. —Cedió Dominic también riendo—. Te traeremos comida.
[. . .]
Bajaron por las escaleras al estacionamiento después de sacar la orden de cateo, lo que le tomó unos treinta minutos, siendo que era la más básica, allí, en el primer subterráneo se podían apreciar una diversidad de autos y motocicletas, algunas más nuevas que otras, y una atmósfera fría, pero esto era porque la luz se cortaba a ratos, desde que habían llegado allí eso sucedía y era el motivo por lo que el aire acondicionado no estaba prendido y la temperatura realmente se sentía, esa también era la razón por la que solo había una cámara en esa sección, Ignacia tomó el codo de Dominic y la llevó deliberadamente por el lugar donde la cámara las pudiera ver a ambas, cuando pasaron por el lugar caminaron unos metros hasta llegar a estar en frente de dos automóviles.
—¿Dónde vamos? En mi auto. —Dijo, más bien, exigió Dominic.
—¿Por qué no el mío? Es un Camaro y...
—No, es muy llamativo, el mío es negro y va más rápido.
—Pero si es un Audi ¿R2? Estoy segura que el mío es mas rápido. —Comento no muy convencida Ignacia, mirando con desagrado el otro auto estacionado a unos metros.
—¡Audi R8! Ya déjate de molestar, y sube por favor. —Dicho esto, se acercó al asiento del piloto y puso su huella, dentro espero a que Ignacia hiciera lo mismo y estuviera sentada con el cinturón asegurado para salir del lugar, pero claro, no podían estar en silencio más de cinco minutos, más bien Ignacia no era la mejor en eso.
—¿Puedo poner música?
Estuvieron bastantes minutos andando, calculando, ya llevaban aproximadamente quince minutos, y claro ella estaba aburrida y había hecho un gran esfuerzo para no molestar a la otra chica, manteniendo el silencio lo más que pudo.
—No
—¿Por qué no?
—Porqué es mi auto. —La miró ceñuda aprovechando un semáforo en rojo y agregó—. ¿Qué te dije? Déjate de molestar.
—Pero pudimos haber venido en mi auto y tú no quisiste, —Alegó Ignacia y se cruzó de brazos mirando por la ventana.
—Te dije que no, mira además ya casi llegamos. —Finalizó la discusión, aunque aún les faltaban un par de minutos.
Cuando pasaron un par de calles y distritos vislumbro la intersección donde debía doblar para llegar a la farmacia, en un lugar para nada bueno, o más bien limpio, o quizás fiable, suspiró, alrededor estaba todo cerrado, las tiendas y los edificios parecían abandonados, ese lugar no era el más seguro del país y estaba convencida que Ignacia pensaba lo mismo, estaciono el Audi cuando vio su destino, para luego bajarse observando el lugar con desconfianza, seguida de Ignacia que iba haciendo muecas y diciendo por lo bajo "diji qui ni".
La puerta de la farmacia se abrió con un tintineo avisando la llegada de un nuevo cliente, la persona que se encontraba tras el mostrador se volteó a ver a las recién llegadas, dejó de ordenar los remedios y le dio su total atención a las dos chicas.
—¿En qué puedo ayudarles? —Preguntó el chico cordialmente, tenía el pelo ligeramente largo, casi a la altura de los ojos, y al parecer la misma estatura de Ignacia, usaba una bata con su nombre y parecía aburrido.
—Somos agentes de policía. —Mostró su placa para luego agregar—. Necesito que me digas si recuerdas a esta persona y que es lo que quería. —Dominic le paso la fotografía del misterioso hombre con lentes.
—Que compro, como era su comportamiento y todo lo que nos puedas decir. —Agregó Ignacia, mostrando la orden.
—No puedo hacerlo, se supone que ustedes deberían poder entender que soy un simple empleado y es mi jefe el que se encarga de esas cosas legales, por políticas de la tienda, soy nuevo además, y aunque pudiera tampoco podría ya que no recuerdo.
—¿Y tu Jefe? —Ignacia otra vez, miraba alrededor con cautela.
—Ahora mismo no se encuentra, debería llegar en no más de dos horas. —Miro el reloj, pero al ver las caras inconformes, agregó—. Puedo llamarlo...
—Creo que no lo pedí como debía. —Habló nuevamente Dominic y acercó su mano a la chaqueta de cuero abriéndose y mostró su revólver—. Quiero que me digas todo lo que sabes con respecto a este hombre. —Apuntó con autoridad.
—¿Enserio ¿que quieren que diga? Además yo no...
Dominic levantó la mano dando a entender que se callara mientras Ignacia le señalaba las cámaras de seguridad.
—¿Qué me dices de las cámaras? —Su rostro era serio y su mirada le decía que no estaba jugando.
—Pero mi Jefe tiene la llave de la bodega y... —Está vez fue Ignacia la que lo amenazó, no sólo mostrando su arma, si no que, le apuntó directamente a la cabeza.
—¿Jonathan cierto? —Preguntó con burla viendo el pequeño nombre en el bolsillo de su uniforme, él asintió temeroso con ambas manos alzadas a la altura de su rostro—. Bien, porque no nos muestras las cintas de los días anteriores —Con su dedo índice hizo el amago de apretar el gatillo.
—¡Está bien! —Exclamó asustado bajó la mirada divertida de la chica que comenzó a reír.
—No estaba cargada...
Dominic puso los ojos en blanco y se acercó a la entrada para poner el letrero de cerrado y siguió a Jonathan por un pasillo a la derecha, como la puerta estaba cerrada la abrió Ignacia con un pin, allí se encontraba un computador y las pantallas de las cámaras de seguridad alineadas, mirándolas con miedo el chico tecleo y estuvo buscando las grabaciones.
—Tienen que revisar ustedes si quieren, yo no recuerdo exactamente qué día vino ese homb...
—En la foto sale la fecha del día que la sacaron. —Interrumpió Dominic observando la fotografía en sus manos—. Fue hace seis días.
Con rapidez Jonathan busco el día indicado, y luego de unos minutos en la pantalla apareció el misterioso hombre de lentes, se veía completamente de negro con una gorra que cubría parcialmente su rostro, por lo que no pudieron apreciar de quien se trataba, hubo un intercambio de algunas palabras, cuando Jonathan volvió traía consigo una botella café de mediano tamaño.
—¡¿Qué es eso?! —Preguntó con brusquedad Ignacia.
—Creó q-que clorofo-ormó. —Temblaba ligeramente con los ojos cerrados, se encontraba muy nervioso.
—No me sirve un creó, vamos párate y ve a buscarlo, Nacha acompáñalo.
—No me llamo "Nacha". —Hizo comillas y agarró a Jonathan del cuello de su camisa y se lo llevó.
Mientras tanto Dominic se quedó observando un poco más y diviso que el hombre se iba hacia la derecha antes de ponerse otra vez la mascarilla, le pareció extraño, como si lo conociera, después de eso se perdía de vista, al comprobar que las cámaras de la calle no le dieron ninguna información, con un suspiro decidió ir en busca de su compañera, y cuando los encontró Ignacia se acercó hacía ella.
—Si, era cloroformo. —Afirmó.
—Bien, hay que ver hacia donde fue. —Apuntó con la cabeza la salida y ambas se dirigieron hacia allá.
Se giraron ya en la puerta y se miraron e Ignacia asintió.
—Gracias por cooperar. —Fue lo último que dijo con sarcasmo, otra vez, y se fueron ambas del lugar.
Ya afuera de la farmacia las dos se dirigieron hacia la dirección donde se había ido el hombre buscando alguna cámara.
—Tu te encargas de eso, más tarde. —Dominic solo vio que ella asentía, comprendiendo lo que quería decir.
—Oye compañera. —Habló con cautela Ignacia.
—¿Qué?
—Hay alguien observándonos por el Noreste, fíjate, detrás de los contenedores de basura en aquel callejón.
Dominic se dio vuelta disimuladamente y efectivamente había una persona mirándolas.
—No hagas nada... Solo sigue comportándote como ahora...
Pero de la nada la persona empezó a correr adentrándose al sucio callejón, ambas chicas rápidamente lo siguieron pero estaba bastante lejos.
—¡Hey alto! —Gritó Dominic, corriendo de cerca—. ¡Policía!
Ignacia se detuvo, sacando su arma y cargándola le disparó al sospechoso. Desafortunadamente la bala solo alcanzó a rozar el brazo cuando el hombre desapareció en una esquina.
—Maldición. —Exclamó Dominic agitada.
Ignacia, intentando calmar su respiración, llegó hasta donde había perdido de vista a la persona, al divisar en el suelo, a un lado de las gotas de sangre, una caja de fósforos con el nombre "Bar Pool" escrito con letras extrañas, creía conocer ese lugar.
—Hay que examinar la sangre y ver si está en los registros. —Dice y después le muestra la caja a su compañera—. También creó que encontramos una pista.
—Bien, vamos.
[. . .]
Ya nuevamente en el estacionamiento de la Brigada estaban a punto de bajar del auto cuando suena un teléfono deteniendo todo movimiento, procuraron no ser vistas por la cámara, ya que, en ese momento era el cambio de turno del guardia, por lo que no había nadie allí, pero podría alguien estar fumando.
—Diga —Contestó Dominic en voz baja mirando alrededor, y pasados unos segundos hizo unas señas a su acompañante—. Bien, vamos para allá. —Y cortó para luego mirar a Ignacia y asentir—. El Jefe nos llama...
Y sólo bastó eso y ambas volvieron a subir sin mirar atrás.
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