《Señor de la fortaleza [Spanish]》Ciudad 2

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Por la gran cantidad de comerciantes que entraban y salían de la ciudad uno ya podía hacerse a la idea de lo que te esperaba al ingresar, pero al entrar todavía te sorprendería con la gran cantidad de energía que irradiaban sus habitantes.

Los comerciantes se esforzaban anunciando sus productos, intentando atraer la mayor cantidad de gente a sus tiendas. Las mujeres que eran atraídas por ellos se batían en intensos regateos con los vendedores, causando que la ya ruidosa plaza lo fuera aún más, los niños correteaban alegremente por la ciudad, provocando un gran ambiente de alegría en los alrededores.

Adrion y Atsuki como extranjeros que eran, deberían ser especialmente influenciados por la energía del lugar. Pero un sentimiento totalmente opuesto a la alegría envolvía sus corazones, este sentimiento no era algo ajeno a la alegría de la ciudad. Fue algo que solo ellos eran capaces de percibir, una mancha negra que solo sus ojos podían ver.

Un hombre mayor tropezó y dejo caer los vegetales que cargaba.

―Maldito anciano, ¿qué crees que haces?

El hombre que venía acompañado el anciano lo pateo en el suelo y señalo que recogiera rápidamente lo que había tirado, las personas en los alrededores no parecieron darle importancia en lo más mínimo, y siguieron con sus propios asuntos como si nada hubiera pasado.

Algo como eso no era un asunto que pudiera ser ignorado, no era algo que las personas de buen corazón aceptarían, pero, aun así, no se hizo nada. El hombre que daño al anciano no lucia especialmente amenazante, ni alguien de una gran autoridad, entonces, ¿por qué las personas no hicieron nada?

Solo había dos cosas que diferenciaba al anciano del resto de las personas, la respuesta a la pregunta anterior estaba ligado a esas pequeñas diferencias. Lo primero que destacaba en él, eran unos pequeños cuernos que sobresalían en su cabeza, era claramente un miembro de la raza nomiad. Lo segundo era un objeto que se encontraba alrededor del cuello del anciano, no era un accesorio ni nada que se le pareciera, era un tosco collar hecho de una combinación de cuero y hierro.

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Si, el anciano que llevaba este collar era un esclavo, la razón del por qué las personas no mostraban ninguna compasión al hombre viejo, era porque no la consideraban como una persona, él era un objeto, y como objeto que era, no era necesario sentir lastima por él.

El anciano tenía unas profundas marcas en su cuello, causadas obviamente por la inmensa cantidad de tiempo que habría llevado el collar, este hombre como muchos otros, no había cometido ningún crimen para merecer un castigo tan severo como perder su libertad, el simplemente había cometido el terrible pecado, de no nacer humano.

―Sopórtalo.

Adrion toco el hombro de Atsuki, ella había empezaba a mostrar su enojo.

―Si.

Con esto logro que Atsuki se tranquilizara y bajara su mirada.

En el Imperio Suiset todos los seres no humanos eran considerados inferiores, y si eran capturados, bien terminarían muertos o convertidos en esclavos por el resto de sus vidas.

Adrion ya había recibido la información sobre los esclavos en la ciudad, pero verlo de primera mano seguía siendo un duro golpe. Él ya había leído anteriormente sobre esta clase de trato en los libros de su antiguo mundo, no podía imaginar cómo era posible que los humanos pudieran tolerar esa clase de comportamiento, y en su momento, había sentido un inmenso desagrado por esto. Y esos sentimientos regresaban a él, mucho más fuertes que antes.

―Suki, nos movemos.

El objetivo de dirigirse al mercado justo al llegar, era conseguir el dinero necesario para mantener una vida normal dentro de la ciudad. Si bien Adrion contaba con una basta fortuna, no podía usar el dinero perteneciente al juego, al comparar las monedas del juego con las usadas en el imperio, fue bastante obvia la diferencia entre estas dos, aunque estaban hechas de los mismos materiales, uno simplemente no podría hacerlas pasar como tal.

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Por suerte el juego contenía la solución a este problema, durante un tiempo la acumulación de monedas por parte de los jugadores había sido un tema bastante molesto, así que los desarrolladores implementaron un sistema para resolver el problema. La solución fue la creación de una forma de moneda más valiosa y fácil de transportar.

Estas eran las piedras preciosas, había una gran variedad de ellas, las más valiosas eran: esmeralda, rubí, zafiro y diamante.

También existían otras piedras semipreciosas como: ágata, aguamarina, alejandrita y amatista.

Existían muchas otras más, pero cumplían con la misma función, todas ellas tenían un valor mucho mayor a las monedas comunes. Adrion había traído consigo una cierta cantidad de ellas, planeaba buscar una casa de cambio, en la cual podría venderlas para conseguir la moneda común.

Una ciudad de este tamaño fácilmente contaba con una ubicación donde realizar el cambio, o al menos eso pensó Adrion, después de deambular un tiempo por el mercado y dar varias vueltas parecía que no sería una tarea tan simple. Los negocios en estos tiempos no estaban bien referenciados, no había un mapa ni carteles luminosos que indicaran claramente la disposición de los diferentes negocios, cuando Adrion comenzaba a maldecirse por no pedir la información precisa en su momento, apareció su salvador.

―Buenos días forasteros, ¿necesitaban ayuda?

La persona que los saludo era un niño, no parecía tener más de ocho años, era delgado, de pelo y ojos negros, su piel estaba bronceada por la extensa exposición al sol y bestia ropa ligera pero limpia, daba la sensación de un adorable vendedor en miniatura.

―Se podría decir que si, ¿de casualidad conoces un sitio donde podamos cambiar algunas joyas crudas por monedas?

Adrion respondió sinceramente al pequeño vendedor, era difícil sospechar de un niño de esa edad.

―Conozco un lugar, síganme.

El niño comenzó a caminar hacia una dirección, pero se detuvo de repente y dio media vuelta.

―Mis disculpas, mi nombre es Robert.

Parecía que había olvidado dar su nombre a sus posibles clientes.

―Soy Dorian y ella Suki.

―Un placer, por favor síganme.

Volvió a dar media vuelta y dirigió el camino.

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