《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 41.3 - Un vínculo tangible

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Dormir no parecía ser una opción sobre la mesa. Cualquiera tendría sueño si permanecía despierto de madrugada, en especial después de todo lo que habían comido. Sin embargo, tanto él como sus compañeros comprendían que el tiempo se convirtió en un bien escaso que no podían malgastar, y Leander lo sabía mejor que nadie.

—Lo que has experimentado fuera, ese escudo fantasmal que surgió para protegernos, representa tu magia y la conexión con el cristal.

—¿No es una Valiant? —preguntó Finnian, todavía sin comprender bien a qué se refería.

—Claro que lo es —respondió Leander, pasándose una mano por la nuca—, aunque con un aspecto distinto.

La forma etérea era lo que había experimentado en otras ocasiones y lo que acababa de definirle el guardián. No es que fuera más débil, aunque su eficacia resultaba menor pues no era sencilla de manejar ni en las mejores circunstancias. También podía considerarse como la manera en la que aparecía en alguien que no controlaba aún el poder de su valiant, como era su caso.

—Es posible que esa hada sepa reconocer lo que has hecho —les recordó Ead.

—Conociendo a Blanche, es probable que quiera tener una propia —dijo Finnian.

—Le llevaría un tiempo y un esfuerzo que usaríamos a nuestro favor —dijo Nero.

—Y en el remoto caso de que consiguiera uno, por eso no creo que se arriesguen ante algo así —dijo Leander.

Aquellos que conocían las costumbres sobre los cristales primigenios sabían que no se recibía uno por buen comportamiento, menos aún por las maldades que estaba haciendo ella. Según explicó Leander, la recolección es una misión en solitario que muchos no completan al no encontrar ningún cristal que reccionara con ellos. Suponían que algo así le sucedería a Blanche, aunque no tenían los medios para averiguarlo, pero si sus propios planes.

Los búhos gemelos, así es como llamó a los cristales que ahora poseían cada uno, habían sido tallados para que tuvieran esa forma, pero también expuesto a magia para fortificarlo, sin necesidad de un receptáculo donde guardarlo.

—Eso no implica que sea indestructible, así que no lo blandas como una espada —recomendó Leander—. Debes protegerlo y cuidarlo. ¿Notas cómo acepta la magia que le ofreces?

—Es como una batería extraña —admitió Finnian, mordiéndose el labio—. Solo que soy yo el que le da energía.

—Y es ella quien te permite luchar, aunque no de la manera que has hecho hasta ahora —dijo Leander.

El cristal primigenio era lo que se necesitaba para que una valiant surgiera, aunque con el tiempo se habían desarrollado otros métodos para aprovechar su poder. Igual que sus compañeros aceptaban la magia que les ofrecía, o que su Marca le ayudaba a canalizar su fuerza y amplificarla a través de ellos, necesitaba un amuleto para que su valiant adquiriera forma física.

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—¿No puedo quedarme como hasta ahora? —dijo Finnian—. Tampoco es que la use mucho y aparece cuando menos me lo espero.

—Eso es lo que pretenden que hagas —dijo Leander, ahora con un tono de voz más severo—. No es un juguete, sino una representación física de tu poder, o casi. Sí hubieran logrado romper tu escudo, el golpe que habrías recibido sería peor de lo que te imaginas.

Porque igual que utilizar hechizos para combatir otros podía agotarle, una valiant estaba tan conectada a él que seguiría sufriendo daños, sobre todo si alguien intentaba usarla en su contra. Un amuleto materializador le permitiría aprovechar su fortaleza, limitando la magia que diera a su valiant, aunque al mismo tiempo protegiéndole.

Leander les llevó a uno de los extremos de la casa, allí donde tenía su gimnasio. Se iluminó en cuanto entraron, arrojando luz que a altas horas de la noche rara vez se vería, mostrando su equipo, una zona para entrenar con pesas y máquinas tan similares a las de su mundo, e incluso armas.

—Tenemos un edificio dedicado para fortalecernos, aunque este es mi lugar privado —explicó Leander.

Lejos de llevarles para entrenar, fue directo hacia uno de los extremos, allí donde tenía bajo llave ciertas cosas que no estaba a la vista de cualquiera. Su casa, como imaginaron, se encontraba abierta a quien le necesitara, por lo que algo de privacidad nunca estaba de más. Lo que le pareció un cerrojo que abrió con rapidez, se encontraba configurado para que solo él o Anwil pudieran abrirlo, pues en su interior hallaron su colección de amuletos materializadores.

—Pocos no son —señaló Ead.

—Algunos los he fabricado yo, otros Anwil —dijo Leander—, aunque también otros son regalos.

Muchos no eran mágicos, o no por lo que sus sentidos podían captar. Aquellos amuletos tenían diseños diferentes, siendo únicos a su manera. Pero lo importante no era cómo fueran, sino el valor que les pudieran darles.

—Porque con ellos le das forma no a un arma para defenderte, sino al vínculo con el elthean que te entregó el amuleto, o el sentimiento por el que fue creado. Esa práctica es lo que las hace tan versátiles y difíciles de manejar.

Vínculos, conexiones. Resultaba curioso que tuviera algo así, en especial por cómo era él. Quiso añadir más, pero no era una capacidad que comprendiera, ni mucho que estaba en su vida.

—Escoge uno, el primero que te llame la atención —dijo Leander.

—¿No te importa? —le preguntó Finnian.

A lo que este se limitó a negar con la cabeza, esperando a su decisión. No era distinto a Ailfryd, aunque a Finnian le costara aceptar esos gestos. Por regla general, nadie, salvo sus padres o abuelos, se interesaban en él. Tampoco es que tuviera mucha familia o amigos para los cumpleaños, y aunque no tenía problemas para compartir, tampoco era de los que le gustara quitarle a otros sus cosas. Sin embargo, sus ojos captaron uno de esos amuletos. Quizás se debiera a que no destacaba por su tamaño, y aunque ignoraba con qué material había sido fabricado, aquella estrella fugaz dorada y plateada fue la que señaló.

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La reacción de Leander fue curiosa. Por un instante le observó y después cerró los ojos, mordiéndose el labio para contener las ganas de reír.

—Tenía la sensación que escogerías ese.

Era el que crearon Anwil y él para los cristales gemelos, utilizando metal seraphen, o él poco que encontraron para diseñar amuletos casi idénticos. Su dureza le hacía perfecto para armaduras o escudos de lo más resistentes, pero su capacidad para fortalecerse al verse expuesto a magia, siempre y cuanto no lograran quebrarlo, hacía que cualquiera quisiera tener algo así para defenderse. Sin embargo, en este caso era distinto.

—Las propiedades de seraphen se trasladan, en parte, a las valiant, haciendo que sean resistentes incluso cuando cambien de aspecto.

Y aunque Finnian solo buscó algo que le llamara la atención, quizás su instinto estuviera captando más de lo que él sabía. Tras tener aquello decidido, Leander le enseñó un par de trucos para evitar que cualquiera viera dónde guardaba el cristal o el amuleto. Con un hechizo, hizo que su pulsera djinn desapareciera a los ojos que no fueran los suyos, haciendo más difícil que identificaran el cristal. En cuanto al amuleto, Leander lo llevaba oculto en sus guanteletes, de tal modo que nadie pudiera verlo ni identificarlo, aunque bastó con que aprendiera a conectarlo para que su Marca lo guardara.

—Ya, no sé por qué ha empezado a hacer esas cosas, pero reacciona con mis pensamientos —admitió Finnian.

—Tampoco se está apretado ahí dentro —respondió Rune, logrando que el resto de elthean le miraran en silencio durante unos segundos—. ¿Qué? No me entusiasman los lugares estrechos.

—Sea como sea, te vendrá bien utilizar esto —dijo Leander.

Le tendió un par de guanteletes, algo más grandes que los que había estado empleando ahora, de un gris oscuro que podría camuflarse con el ambiente. Aunque el tacto era suave, los notaba más reforzados que los anteriores, pero contaba con una cualidad más. En las palmas había un símbolo sobre ellas por el hechizo que contenía y que, cuando tuviera práctica, podría mover su arma con solo pensarlo de una mano a la otra.

—Creo que es mucho pedirme en tan poco tiempo, ¿no te parece? —dijo Finnian.

Por muchas esperanzas que tuvieran depositadas en él, todos tenían sus límites. Entonces, cuando fue a añadir algo más, volvió a saborear lo que era experimentar una visión después de bastante tiempo. El sonido de sus voces se distorsionó junto a su vista, ofreciéndole un nuevo escenario que ya conocía. Se trataba de los límites de la Orquídea, justo por donde habían llegado. El cielo nocturno continuaba presente, haciendo aún más eterna la noche y la figura del Señor de la Calamidad permanecía frente a él. Iluminado por los focos, era incapaz de entender qué le decía, aunque tampoco tuvo tiempo para descifrarlo.

El césped, las montañas y todo su alrededor desaparecieron. Incluso la luna y las estrellas dejaron de verse. Una cúpula oscura les rodeaba y antes de averiguar quién hacía eso, regresó a la realidad. Aer le había agarrado del brazo con los ojos llenos de preocupación, igual que los demás. El silencio reinaba en el gimnasio, hasta que Finnian logró tomar aire para contar lo sucedido.

—Hacía bastante que no tenías ninguna —dijo Rune.

—Quizás se deba a que no están ni Blanche ni Kali para interferir —dijo Leith—. ¿Creéis que es eso lo que ha interferido con las visiones? ¿O con lo que nos avisó Idelya sobre algo que estaba afectándonos?

—O se debe a que todo avanza más rápido —dijo Finnian—. También que Calamidad se está acercando.

¿Había algo más que el universo tuviera reservado para ellos? ¡Esperaba que no! Porque ausentarse una semana logró que todo Elthea se pusiera patas arriba. ¿Qué más podría suceder que ni siquiera su mente sería capaz de prever?

—No está aquí, o no aún —dijo Leander, poniéndole una mano en el hombro—. Aprovecharemos bien el tiempo, ya lo verás.

Después de todo, ¿podría esconderse debajo de una cama hasta que la tormenta hubiera pasado? ¡Desde luego que no!

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