《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 40.2 - Una traición no muy sorprendente
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Así que las sospechas de Braunah estaban bien encaminadas. La loba, antes de separarse, les avisó sobre lo que había percibido de Blanche durante el tiempo que permanecieron juntos. Aunque cada uno siguió por su camino, la manada se encargaría de vigilarla a una distancia prudencial, todo para averiguar si sus dudas sobre la otra Signo eran ciertas o no.
—¿Ahora se te ocurre hablar? ¿En serio, Kali? —exclamó Blanche con enfado, mirando al hada—. ¿No había un mejor momento?
—Oh, déjate de dramas, Blanche. Ya se han dado cuenta, ¿y qué más da que yo hable? —dijo Kali.
—De Sensible no tienes nada, ¿verdad? —dijo Nero preparado para la acción. Si antes esa elthean no le dio buenas vibraciones, ahora menos.
—Ni somos tan indefensas. ¿Queréis ver nuestro auténtico poder? —sonrió Kali soltando una risita.
Lo que no era una pregunta a la que buscaran respuesta. Hada y Signo intercambiaron miradas y en cuanto una luz envolvió a Ark, contuvieron el aliento mientras evolucionaba. El pequeño zorro de siete colas desapareció ante sus ojos, cambiando su aspecto y adquiriendo uno más estilizado. Siendo de la misma estatura que Finnian o Blanche, los brazos y piernas eran musculosos y definidos, conservando ese toque animal que vieron antes. Sus intensos ojos rojos no les dejaban de mirar, pero lo que más le había perseguido en sus pesadillas eran esas dos cuchillas acopladas a sus brazos.
Antes de que la pelea comenzara, sus compañeros hicieron aparición. Aer, Rune y Leith aterrizaron frente a ellos, creando humo y haciendo que el suelo temblara. Bastó con ver a los cuatro en su nivel Campeón (ángel, águila, dragona y lobo) para comprender que era eso de lo que su visión le había estado avisando.
—¿Lucharás contra mí, Finnian? ¿Incluso cuando buscamos lo mismo? —dijo Blanche con una sonrisa de autosuficiencia.
—No vayas de inocente. Esa bicha con alas ha sido la primera en amenazarnos —dijo Nero.
—Relájate, lobito. No engañas a nadie con ese aspecto. Eres un blando por dentro, por eso nadie te quería en la manada —se burló Blanche, haciendo que Nero gruñera.
—¿Esperabas que sería distinto? —dijo Finnian.
—¿Por nuestra amistad? Desde luego. Nunca he querido hacerte daño, Finnian. Pensaba que estaríamos unidos en esto —admitió Blanche.
¿Amistad? ¿Qué mentira era aquella? Nunca habían sido amigos, no de verdad, por lo que sus palabras le hicieron soltar una carcajada nerviosa, gesto que no fue bien visto por ella.
—¿Unidos? ¿Igual que lo que intentaste hacernos en Alta Espada? —exclamó Aer.
—¿O en el río Esandil? —añadió Rune.
No había pasado ni un día en Elthea cuando fue a por ellos. Incluso después de salir del Bosque de Ellery no dudó en perseguirles. ¿Quién podría confiar en alguien así?
—Oh, ¡venga! No seguiréis enfadados por eso, ¿verdad? —dijo Blanche con fingida decepción.
—A los hechos nos remitimos. Has querido acabar con nosotros desde el principio —dijo Finnian.
—Cierto —sonrió Blanche, encogiéndose de hombros—. Aunque en cuanto averigüé quién eras, preferí cambiar de plan. No puedes empezar algo nuevo sin romper un par de cosas antes.
—¿Eres tú la que habla, o esa enana con alas quien te manipula? —dijo Finnian.
—Estúpido —dijo Blanche, extendiendo un brazo para que ninguno de sus elthean interviniera.
—Guau. ¿Te ofendes con tanta facilidad que empiezas con los insultos? ¿Eso es todo lo que tienes que ofrecer? —respondió Finnian con sarcasmo—. ¿Por qué no dejas tus planes de conquista para nunca, y seguimos tan amigos?
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—Siempre tan sarcástico, pero hasta ahora ni te diste cuenta. No eres tan listo como te crees, ¿eh, Finnian?
—¿Ves? Esa siempre ha sido tu debilidad —dijo Finnian, siendo el quién sonreía en esta ocasión—. Buscas quedar por encima de los demás, porque en el fondo sabes que no mereces la pena.
La calma de la Signo, si antes parecía sobrenatural, cambió de golpe en cuanto terminó su frase. Era una mezcla de rabia y odio porque los acontecimientos no se estaban desarrollando como Blanche hubiera preferido. No se trataba de la primera vez que Finnian tenía que verla así, aunque la situación fuera distinta.
—Tan fuerte e ingenuo, Finnian, y aun así quieres hacerte el héroe. ¿No crees que todos esos libros te han llenado de tonterías la cabeza? —volvió a burlarse Blanche.
La tensión de sus compañeros iba en aumento. Que Ark o Kali no hubieran actuado ni intervenido no les alejaba del peligro. Algo planeaban, en especial para que decidieran aparecer en un momento así.
—¿De verdad quieres dar ese paso? ¿Contra mí? —dijo Blanche, soltando una desagradable carcajada, para que después su rostro se convirtiera en piedra, destilando solo una emoción: odio—. Te arrepentirás.
Rugiendo con ganas, Leith fue la primera en intervenir para lanzar una llamarada. Ark se interpuso, bloqueándola con sus cuchillas y disipando el fuego con un gesto en el aire. En cuanto Blanche chasqueó los dedos, Ark golpeó a Leith dos veces. La primera en el torso y la segunda en la cabeza, dejándola en el suelo inmóvil y aturdida. En cuanto hizo amago de acercar una de sus cuchillas al cuello de ella, los demás elthean intervinieron. La velocidad de Rune fue superior en esta ocasión, invistiendo a Ark justo cuando este puso distancia entre ambos grupos.
—Si quieres hacerlo por las malas, que así sea —dijo Blanche.
—Titanus, ¿es que no ves que eres siempre la que inicia los problemas? —dijo Finnian, soltando un quejido.
A pesar de la reticencia de Nero a que se bajara, Finnian comprendía el peligro al que se exponía como para darle a ella lo que pretendía. Una oportunidad para que Ark estuviera cerca de él. Y es que bastó con ver los siguientes segundos para que se tensara. Conocían parte de las habilidades de aquel elthean, por lo que un enfrentamiento a corta distancia era su mejor y peor opción al mismo tiempo.
Canalizando su energía, trató de fortificarles con magia. Quizás hubieran estado una semana sin dormir o sin comer, y aunque no lo sintieran como tal, todavía tenían fuerzas para darles guerra. Blanche no necesitaba ordenarle a Ark que continuar, ni él tampoco. Puede que no tuviera el aspecto tan adorable de antes, pero bastaba con ver esa fe en ella y la determinación del elthean para comprender el por qué estaban juntos.
—Nunca has sentido la llamada de Elthea, ¿verdad, Finnian? Yo sí, desde hace años sé que existía un mundo como este, pero no me creían mis padres.
—¿Vas a contarme lo triste que estabas en casa? ¿Qué nadie te entendía ni encajabas? —dijo Finnian—. Ahórratelo. Conozco esa historia. Es parte de la mía y la de muchos otros, hasta que solo algunos valoramos lo que tenemos.
—¿Entonces sabes lo que podemos cambiar aquí? Somos Signos, Finnian. Tenemos el poder de moldear este mundo como queramos. Tuve mis dudas al principio, pero podemos quedarnos aquí, Finnian. No hace falta que regresemos a la Tierra.
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—¿Es que no te das cuenta lo aburrida que eres al repetir lo mismo? —masculló Finnian.
—Allí no soy nadie. Jamás volveré a eso. Y nada me lo impedirá —dijo Blanche con dureza y sin pestañear—. Teniendo a Ark a mi lado, no habrá quien me detenga, ni siquiera tú.
Un hueco se abrió en aquella pelea en la que ningún elthean se permitía el lujo de contenerse. La fuerza de Ark se vio incrementada, logrando apartar a sus compañeros para ir directo hacia él. Entonces, Finnian realizó un golpe con su bastón, generando un bloqueo de aire que logró repelerle.
—¿Por qué crees que no te detendré? ¿Solo te uniste a nosotros para intentar llevarme a tu lado? —dijo Finnian.
—¿No es evidente? Queríamos ver de qué eras capaz. Un Signo como tú rompe todas las normas —dijo Kali.
—Te quiero a mi lado, Finnian. Contigo nadie podrá hacernos frente —dijo Blanche.
—¿Y cómo pretendes conseguirlo? Dudo que con darnos de la mano se solucione todo.
—¿Nunca te cansas de ser tan sarcástico? ¿O es que es un mecanismo que tienes para ocultar lo aterrado que estás?
Puede que la pelea se hubiera interrumpido, aunque ambos bandos habían demostrado de lo que eran capaces de hacer. Tampoco se podía olvidar con facilidad lo que Ark conseguía cuando entraba en calor. Blanche aguardó una respuesta, pero al ver que Finnian no aceptaba su propuesta, negó con la cabeza y suspiró.
—Todo habría más fácil, y sin ti… Bueno —sonrió Blanche—. Tendré que causar el mayor desequilibrio posible para cambiar Elthea. Y necesito ese huevo que tanto ocultas.
—Tú me lo pides, yo me niego… Podemos seguir así toda la noche y no llegaríamos a nada.
—Serás un héroe hasta el final, ¿verdad? —dijo Blanche, mirándole con fingida lástima—. Podrías ser un dios y te limitas a eso.
—¿Un Dios? —repitió Finnian, riéndose por una tontería así.
—Tu poder llega a todos. Tú decides a quien se lo das, te siguen sin dudarlo. Lo que daría por algo así, aunque no sepas aprovecharlo aún.
—¿Has perdido la cabeza? —exclamó Aer, cansado de tanto discurso.
Entonces Ark volvió a moverse, pero esta vez mucho más rápido que antes. Mandó volar a Aer bastantes metros lejos de ellos, mientras que Rune, enfurecida, trató de atacarle y terminó en el suelo también. Lo mismo intentó con Leith y acabó reunida con Aer en la distancia. Siendo Nero el último en quedar en pie, trató de recuperar el terreno para sufrir como ninguno al recibir golpes rápidos y continuos, retrocediendo de nivel al instante.
—Te lo dije —sonrió Blanche, mirando al lobito—. Ahora eres un blando por fuera y por dentro.
Y con varios flashes de luz, el resto de sus compañeros cambiaron de aspecto tras los daños recibidos.
—Podrás hacer esto y mucho más una vez te enseñemos. ¿Verdad, Kali?
—Solo tendrás que seguirnos para cambiar las reglas de este modo y hacer lo que queramos —le aseguró el hada.
—¡Despertad! —gritó Finnian.
—Somos Signos, Finnian. Elegidos por este mundo con poderes que otros no poseen —le recordó Blanche—. ¿Crees que vinimos solo para arreglar sus problemas? Podríamos quedarnos aquí todo lo que quisiéramos. Y sé que tú querrías quedarte con ellos.
—Por favor, ¡decid algo!
Su grito de pánico pudo alcanzarles, pero estaban demasiado aturdidos como para recuperarse, aunque su temor iba por lo que pudiera sucederles sí continuaba negándose. Aer trataba de mantenerse en pie, mientras Leith intentaba regresar hasta a él. Y allí estaba Blanche, sonriente y saboreando la victoria. Insistía demasiado en necesitarle a pesar del poder que ya poseía. Porque le faltaba algo, y eso era a él. Entonces, alguien más se unió a la pelea.
Con una altura similar a la de Anwil, pero distinto en aspecto, su pelo blanco se encontraba suelto y con algunas trenzas. Sus tatuajes morados brillaban tanto en su rostro de piel clara como en sus fuertes brazos que sujetaban un arco. Llevaba una armadura ajustada color azul oscura y se interpuso entre ambos, lanzando una flecha contra Ark que por una vez le hizo retroceder.
—¿El Guardián de la Orquídea Plateada? Has tardado mucho en dejarte ver. ¿Tú qué opinas, Kali? —dijo Blanche.
—Hay una energía distinta en este. Aunque no supondrá ninguna diferencia —se lo aseguró el hada.
En lugar de permitir que Ark se encargara de él, Kali se acercó al otro Guardián, envolviéndolo en una corriente de rayos púrpuras. Su arco terminó en el suelo y este lanzó un grito desgarrador, presa del dolor.
—¡Eh! La pelea no es contra él —intervino Finnian, usando su bastón para controlar el aire, aunque el poder que desprendía el diminuto elthean no se vio alterado por su ataque.
—Voy a hacer algo que llevo días con ganas —dijo Blanche.
De sus manos emanó energía morada-rojiza y, tras unas palabras que no alcanzó Finnian a escuchar, su bastón acabó envuelto en esta y fue directo hacia Blanche, quien lo redujo a cenizas en cuestión de segundos.
—Qué molesto era verte practicar con orgullo cada día —dijo Blanche, poniendo los ojos en blanco.
—Pagaréis por lo que habéis hecho —dijo el Guardián entre gruñidos y jadeos.
—Puede, pero tú no estarás aquí para verlo —dijo Blanche—. Cuando terminemos con este sitio, no será necesario otro Guardián.
Las palabras de Blanche iban más allá de la locura. No tenía reparos en causar todo el caos que quisiera, con tal de conseguir lo que ansiaba. Si en su mundo le pareció una chica caprichosa, el poder la había corrompido. Uniéndose al hada, tanto ella como Ark pretendían acabar con el guardián en un instante, sumando sus fuerzas en aquel rayo mágico. O así fue hasta que él se interpuso, extendiendo sus brazos hacia el frente.
Apenas tuvo tiempo de alzar un escudo, uno efímero, para que sus manos no se vieran desintegradas por aquella magia eléctrica. Ni siquiera Finnian era capaz de moverse, no mientras usaba todo lo que tenía para que ni él ni los demás fueran destruidos.
—Nunca te lo permitiré. ¡Esta lucha no ha terminado!
Una nueva energía gritó en su interior, haciendo que sus palabras sonaran como un auténtico rugido. Un escudo fantasmal rodeó sus manos, logrando que brillaran y desprendieran todo el poder que su cuerpo era capaz de almacenar. Aquel choque había sido el último que tenían, y cuando la fuerza de ambos se vio anulada, ni Blanche, ni Ark, ni tampoco Kali se encontraban allí. Habían huido, pero no sería la última vez que se verían.
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