《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 39.2 - La última puerta

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—¿Esa es tu respuesta?

Una pregunta sencilla, aunque su significado iba más allá de lo que sus palabras ofrecía. Finnian asintió, convencido de que no podría hacer nada más llegado a ese punto. Volver atrás acarrearía estancarse y no poder ayudar a Elthea. Incluso cuando algo así implicara olvidar a sus amigos, estaba dispuesto.

El mundo alrededor de ellos se detuvo. No desapareció la aurora boreal, pero dejó de desprender la misma intensidad de antes. Sin embargo, de ellos emanaba una luz que iluminaba aquel templo como si se tratara de un faro.

—Mi nombre es Nana. No soy una elthean, pero tampoco soy una Signo.

—Dime algo que no sepa —respondió Finnian.

—Soy algo más. Alguien que vio lo que pasaba en Elthea hace demasiado tiempo e intentó enmendarlo como pudo.

No hizo hincapié en sus detalles jugosos por mucho que insistiera. Ya había dejado claro que no conseguiría nada por ese camino, lo que dio pie a una explicación distinta. No le ofreció visiones del pasado de Elthea ni tampoco de sus orígenes. Lo único a lo que Nana insistió fue a algo que ya conocía, pero con más detalles. Y eso era el ciclo de Elthea y su equilibrio.

—Sin embargo, alguien vio el poder que aquí encontraría y decidió romperlo.

—¿Calamidad? —dijo Finnian.

—Por aquel entonces no había nadie a quien se llamara así, pero sí sería el inicio de lo que tú conoces —continuó explicando Nana.

Con una fuerza sin igual, los propios elthean se vieron divididos en tres grupos: aquellos que cedieron a este poder, aquellos que perecieron y aquellos que se opusieron. Entonces es ahí cuando llegó la primera Signo.

—Se trataba de algo que nadie supo prever, menos aún su vínculo con un elthean —dijo Nana.

—¿Fuiste tú la que nos creó? —dijo Finnian.

—Ella fue solo una espectadora.

Ninguno de ellos fue quien habló. En lugar de ello, aquella voz surgió de su interior. Del mismo brillo que desprendía, una especie de fantasma salió de él. Era una chica de piel morena y cabello castaño, aunque toda ella desprendía la misma luz que los presentes. La reconoció al instante, incluso cuando solo la hubiera visto en una ocasión.

—Estabas en el desierto, en el santuario —exclamó Finnian—. ¿Por qué fui capaz el único de ello?

—Porque eres el aliento de los mundos, el encargado de mantener le equilibrio, igual que lo fui yo en su momento.

Se llamaba Nova. De manera similar a él, nació en un mundo donde la magia no era vista con buenos ojos y solo unos pocos podían utilizarla. Sin embargo, alguien acudió a ella buscando auxilio.

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—Mi magia apenas se había desarrollado, pero un espíritu me pidió ayuda, avisándome de un peligro que podría propagarse a otros mundos si alguien no le ponía fin.

—¿Alguien como tú? —dijo Finnian, dirigiéndose a Nana en esta ocasión.

Y aunque no le contestó, limitándose a mirar al espíritu de Nova, su instinto le avisaba que no iba mal encaminado.

—La unión de mi magia con la de mi compañera me permitió derrotar al primer Señor de la Calamidad, aunque no por completo.

Lo que le contó Anwil. Nova desveló que acabó por encerrarle en el infierno, un plano oscuro alejado de Elthea, pero al mismo tiempo muy cercano. Solo aquellos que perecían y habían sido malvados en su vida, terminaban allí. Resultaba una prisión eterna para aquellas almas, pues no podían renacer y ni abandonar ese lugar.

—Sin embargo, la fuerza de Calamidad era mayor de lo que cualquiera había esperado. Por ese motivo me uní con el mismo espíritu que me convocó —dijo Nova.

—¿Unirte?

—Nos convertimos en uno, asegurando que otros Signos llegarían a Elthea cuando fuera necesario.

El ciclo de Calma y Calamidad. Aquella era una historia que se había repetido en cientos de ocasiones, pues así era ese mundo. Los Signos como él eran escogidos porque su magia era pura, aún sin explorar, haciéndoles aptos para ir a un mundo necesitado para después regresar al suyo.

—La unión entre Signo, alguien de fuera, y elthean, alguien de aquí, fue clave para que se detuviera el conflicto, al menos durante un tiempo —dijo Nana.

—Hasta que llegaron mis predecesores —dijo Finnian.

—Es ahí cuando todo cambió —prosiguió Nana.

Perdieron y ganaron. Peor aún, eso alteró el orden cósmico que existía allí desde sus inicios. El equilibrio se había roto.

—¿Por qué crees que Calamidad tiene ese poder? ¿O la presencia del que llamáis Erosionador? La pérdida de la Orquídea Dorada abrió la puerta a que el caos saliera de su prisión —dijo Nana.

—Pero todo sigue entero. Quiero decir… no veo a muchos Señores de la Calamidad por ahí sueltos.

—Aún. Tú eres el único que está en medio de todo esto, y el huevo que te reclama —dijo Nana—. ¿Por qué piensas que no tienes solo un compañero?

—No es algo que me haya parado a pensar mucho —contestó Finnian con sarcasmo—. Tampoco es que nadie fuera a darme la respuesta.

—Naciste con magia, Finnian —dijo Nova.

Con una medio sonrisa, le miró con bastante más cariño que Nana. Quizás fuera la segunda vez en la que coincidían, pero su instinto le decía que estaban conectados por algo más que ser Signos.

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—Incluso aunque no lo supieras, desde que eras un bebé has poseído magia, más que ningún otro Signo en muchas generaciones —continuó Nova—. Y hay una habilidad única que vino contigo.

Le tocó en el pecho, un gesto que notó, a pesar de lo translúcida que era ella, para señalarle lo que había en su interior. La capacidad de conectarse con otros corazones, en especial con aquellos con los que estrechaba vínculos.

—El huevo apareció como consecuencia del daño recibido en la Orquídea Dorada —dijo Nana—, pero necesitaba de alguien con la fuerza suficiente para manteneros a ambos con vida.

—¿Yo?

—Esa facultad que tiene te permite adquirir más poder del que otros serian capaces. El huevo se conectó a ti, y tú hiciste lo mismo con la misma fuente de la magia —dijo Nova.

Eso explicaría sus sueños, la familiaridad que le despertaba o todo lo que le rodeaba. Ni siquiera era capaz de recordar cuándo sucedió, pero Nova no era alguien en quien fuera a dudar, llegados a ese punto. Por ese motivo poseía mayor energía o era capaz de darles magia a cuatro compañeros a la vez. Su capacidad podía superior, pero dependía de cómo fuera utilizada. Y ahí entraba el huevo.

—Somos importantes.

—Juntos y separados, si —asintió Nana—. Tus predecesores hicieron todo lo que pudieron para protegerlo, a sabiendas de que cualquiera intentaría aprovecharse de él. Por eso la llave solo reaccionaba a ti y dañaba a todos los demás.

—¿Un huevo nacido de la muerte de un Calamidad y el sacrificio de un compañero? Eso no es algo que fuera a ser ignorado por nadie. Su muerte y su vida pueden afectar en todo ahora más que nunca —dijo Nova.

—Si quieres solucionar esto de una vez, enmendar los errores de los Signos del pasado y evitar que el mal se extienda… Sí, tus opciones están limitadas, aunque hay una posibilidad de que eso que tanto temes no ocurra —dijo Nana.

—Pero hay más. Blanche no pudo verte —dijo Finnian.

Nova torció el gesto, no añadiendo nada, aunque ambos conocían la respuesta.

—Y no solo eso, sino lo que me espera en casa —continuó Finnian.

La canción. Se la enseñaron de pequeño y había permitido enmascarar su magia. ¿Sus padres estarían al tanto? ¿Por qué se lo habían ocultado, cuando formaba parte de él desde siempre?

—Ojalá pudiera contestarte a eso —dijo Nova—. Aunque puedo prometerte una cosa. No estarás solo en ningún momento.

Los Signos estaban conectados a un nivel más allá de lo que muchos comprenderían. De todos modos, lo más importante no era eso, sino por lo que sucedió a su alrededor. Seis esferas de luz le rodearon, cada una de un color diferente, simbolizando las puertas que hasta ahora había abierto. En el centro se encontraba él, aún desprendiendo luz cuando la última fue cruzada, y apareció un huevo del tamaño de un melón, justo cuando Nana y Nova dejaron de ser visibles.

—Tranquilo, pequeñín. Ya estás a salvo —dijo Finnian, acariciando el huevo.

La sorpresa vino cuando su Marca brilló, y de ella surgieron sus compañeros. Aer, Rune, Leith y Nero aparecieron frente a él, estirándose, igual que si se acabaran de despertar. Aunque ninguno comprendía bien qué había pasado o los motivos para ello, se encontraban a salvo dentro de su colgante. Siempre al lado de su corazón.

—Creí que os había perdido —murmuró Finnian con un hilillo de voz y la mirada brillante, cargada de emoción—. Ni siquiera podía sentiros.

—Una magia extraña lo impedía, aunque nosotros continuábamos conectados a ti —dijo Rune.

—Ni la distancia ni los hechizos podrán separarnos —exclamó Leith.

—Ni aparecer en sitios extraños que ninguno ha visto hasta ahora —dijo Aer, soltando una carcajada.

—¿Dónde estamos? ¿Cómo se supone que vamos a regresar? —dijo Nero, nada cómodo con verse a tanta altura.

La respuesta vino en forma de portal. El mismo que les llevó hasta allí apareció, ofreciéndoles un medio para regresar a la Orquídea Plateada. Al menos consiguió lo que necesitaban, pero eso no le acercaba más a cumplir su misión.

—¿Habéis escuchado todo lo que ha pasado? —dijo Finnian.

—Cada palabra —dijo Aer.

No tendría ni que ponerles al día, lo que era un alivio. Le hubiera encantado ahorrarles el miedo a que se olvidaran, a esa incertidumbre que iba hacia ellos a una velocidad cada vez mayor. Ya habían hablado de que en algún momento tendrían que separarse, incluso cuando fuera algo que no quisieran ver en un futuro inmediato. Sin embargo, antes de cruzar el portal, un escalofrío le recorrió el cuerpo, justo cuando la voz de Nova llegó hasta él.

—Hay algo más que debes saber, y es crucial si quieres sobrevivir.

—¿Por qué todo tiene que ser a vida o muerte? —contestó Finnian.

—En conflictos así, hay pocas soluciones que no incluyan una de esas opciones —respondió ella.

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