《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 39.1 - Estrellas, luces y corazones

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Su guía, aunque ignoraba el cómo lo hacía, convertía aquellas pruebas en una carrera de velocidad. Si acababa de ver el amanecer, la noche apareció de golpe, devolviéndoles a una oscuridad donde no estaba del todo cómodo. Las estrellas se convirtieron en sus espectadores, unos silenciosos, lejanos y pacientes, ofreciendo un ligero brillo que palidecía con la gran luna llena que cautivaría los ojos de cualquiera.

No se cansaba de visiones así, en especial porque las noches en Madrid no podían ser más distintas. Vivir en una ciudad tenía sus ventajas, pero en cuanto oscurecía, la luz de esta impedía que se disfrutara el cielo que la naturaleza les ofrecía. Ese era un detalle que solo empezó a apreciar allí, y que esperaba con ansias por hacer lo mismo una vez regresara a su hogar.

—Ni el mejor reloj del mundo sería capaz de seguirte el ritmo —dijo Finnian.

Aunque su abuela no era de las personas más charlatanas, o no en aquel instante, la puerta de las Estrellas sería la quinta a la que debería de enfrentarse. Bastante evidente por el paisaje que tenían ante sus ojos.

—Se centra en la verdad y está bloqueada por las mentiras. Aquellas que te cuentas a ti mismo.

A lo que Finnian quiso comentar que no eran pocas.

—Eres un Signo, el elegido a salvar Elthea. ¿Por qué te cuesta tanto creer en lo que te decimos?

¿Cuántas veces le habían dicho lo importante que era y cuántas prefirió no darle relevancia? ¿Quién haría que un crío de once años fuera el salvador de todo un mundo, cuando apenas conocía algo de este? ¿Por qué seguía susurrándose esas preguntas a las que no tenía respuesta?

—Porque nunca me he considerado valioso —admitió Finnian queriendo cerrar los ojos con más fuerza aún—. A nadie le había importado y no creía que pudiera hacer nada. Siempre he sido invisible.

—No puedes mentirte sobre tu propia naturaleza. Debes aceptar que eres un Signo, que eres tú quien les salvará a todos. No estarías aquí si no fuera cierto.

Esto no tenía que ver con su magia o sus capacidades. Su abuela le dijo en una ocasión que los héroes no lo eran por cómo de poderosos fueran, sino por lo que se encontraba en su corazón. Inspirando, concentró todo su ser en esas palabras. Recordó cada ocasión en las que estuvo en peligro, cuando lucharon. Su escapada de Alta Espada, en el Bosque de Ellery o contra Ailfryd. ¡Incluso cuando Ariel le secuestró! Cada uno de esas experiencias aparecieron ante él, recordándole que había mucho de lo que era capaz.

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—Muy bien, Finnian. Estás muy cerca. Observa tu alrededor.

Abriendo los ojos, pronto comprendió a qué se refería. Estrellas fugaces cruzaban el cielo, ofreciéndole un espectáculo que no todos habrían vivido. Le daría puntos por belleza, pero allí donde no era directa con sus palabras, lo era con sus actos.

—La Puerta de la Luz se centra en la percepción y está bloqueada por la ilusión. La mayor creencia es la separación. Aspectos que consideras que son distintos forman las piezas de una única imagen.

—¿Como los Signos y los elthean?

—Exacto. Quizás puedan parecer diferentes en la superficie, pero todos tienen un corazón que late. Seguro que hay más cosas que te vienen ahora a la cabeza.

Amor, compasión. Theri y los Pequeños Guerreros eran una gran familia. Ailfryd cuidaba de los suyos con todo su cariño, mientras que Braunah y Flicka podían ser las jefas de la manada, pero también eran madres. Ariel no era tan distinto a ellos e incluso él, un Signo que parecía poner en duda todo lo que este mundo había visto, caminaba en Elthea como uno más. No eran tan diferentes, aunque algunos prefirieran ver solo eso. Podían estar divididos, pero estaban conectados.

—Incluso los elementos son una ilusión, Finnian. Si abres tu mente verás que son una energía en realidad. ¿Qué es el espacio, sino el conjunto de todos ellos? ¿Y el tiempo?

Aquello que todo lo mueve. Quizás en Elthea nacieran con una energía, pero existía mucho más en su universo, sin importar donde se encontraran, que no se podía organizar en esas categorías.

—Son cinco, hemos hablado de seis puertas, pero comentaste siete —dijo Finnian.

—Es la que nos falta ahora, paciencia.

—Como si no lo hubieras dicho ya antes —masculló Finnian, esbozando una sonrisa sarcástica.

La última puerta era la de la mente, la de su corazón. Una vez consiguiera abrirla, obtendría algo más que el huevo que todos codiciaban.

—¿A qué te refieres?

—Desde que llegaste aquí por primera vez has logrado hacer cosas que otros no podían, o eso te han dicho.

No tenía un compañero, sino cuatro, quienes podían evolucionar sin problemas, respondiendo a su magia. Todos le miraban distinto por eso mismo y lo comprendía. Había visto el poder que despertaba en sus compañeros, siendo algo que los demás también ansiaban. Pero no todo se limitaba a eso y había otros detalles que no se le escapaban. ¿Cómo era capaz de defenderse? ¿Por qué parecía estar más conectado a Elthea que Blanche, otra Signo como él?

—Serás consciente de tus poderes y podrás controlar las acciones que tomes.

—Hagámoslo —dijo Finnian, deseando acabar con aquello.

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—Esta última se centra en toda la energía que nos rodea y se encuentra bloqueada por apegos emocionales.

—¿Apegos emocionales?

—Piensa en aquello que te ata a este lugar.

¿Sus compañeros? No, no eran solo ellos. Los quería con locura, pero había algo más. También estaba la posibilidad de conocer lo que pudiera de un mundo mágico con el que siempre había soñado. Tenía una oportunidad única y no iba a desaprovecharla. ¿Quién lo haría? Allí donde miraba, o cualquier sitio que visitaba, le hacía querer conocerlo como mejor pudiera. Las amistades trazadas, todo aquello que no había terminado y esperaba tener la oportunidad de ello, sabía que su tiempo en Elthea se acabaría en algún momento, aunque no quisiera afrontar algo así. O no hasta ahora.

—Ahora, deja que todos esos apegos emocionales fluyan como un río.

La lluvia de estrellas se convirtió en una aurora boreal. El cielo se vio cubierto de diferentes colores, similares a las corrientes de agua que acababan de describirle.

—Permite que se marchen. Olvídalos.

—¿¡Qué!? —gritó tan alto que su corazón casi se le salía de él. Irónico el momento, ¿verdad? — ¿Por qué voy a olvidarme de mis compañeros? ¿De todos los elthean que he conocido o lo que he vivido aquí? ¡Eso era algo bueno!

—Tienes que aprender a dejarlos ir —dijo la anciana—. Si no eres capaz de renunciar a esto, no solo no cruzarás la última puerta, sino que tampoco conseguirás lo que necesitas.

—Se acabaron los enigmas. ¿A qué te refieres? —exclamó Finnian.

Estaba más que enfadado. Se sentía engañado, manipulado. Muchos habían intentado convertirle en una pieza de sus juegos, alguien del quién pretendían aprovecharse por lo fuerte que era, pero también por su juventud, aunque no era estúpido.

—Los tuyos perdieron contra Azazel —dijo la anciana. ¡Por fin una respuesta!

—Eso ya lo sé, pero lo arreglaron —resopló Finnian—. Solucionaron ese problema. Salvaron Elthea.

—Puede que sí, en aquel instante. Aunque hay heridas que tardan en sanar y eso alteró el equilibrio natural. ¿Por qué crees que salió un huevo de entre toda esa desgracia?

—Buena pregunta. Pensaba que tú tendrías la respuesta —dijo Finnian.

—¿Por qué fuiste elegido para venir a este mundo? —continuó ella.

Si bien antes hablaba con calma, por primera vez desde que se vieron cara a cara demostraba sentimientos. Quizás no fuera furia, sino preocupación, puede que miedo.

—¿Por qué has soñado con Elthea incluso antes de que fueras invocado? ¿Por qué has soñado con este lugar, y con el huevo que buscas?

—¿Cómo lo sabes? —dijo Finnian, pero la anciana mantuvo la mirada—. ¡Contéstame!

Ser joven tenía sus cosas buenas. Todas las obligaciones de los adultos no iban con él. Debía de centrarse en la escuela y en poco más. Pero ser controlado, manipulado hasta el punto de que le lleven a un sitio desconocido y le metan en una situación que él no ha pedido, era algo que no tenía nombre.

Las ganas de marcharse de allí nunca le abandonaron, pero la necesidad de responder a todas las preguntas que la anciana acababa de pronunciar no desaparecerían si lo hacía. Por eso se mantuvo en su sitio, para así añadir:

—¿Quién eres? ¿Qué eres?

—Soy un recuerdo de antaño, y al mismo tiempo no lo soy —respondió ella—. Soy la que empezó todo. Soy el motivo para que los tuyos debieran de existir.

—¿Eres… la creadora de los Signos? —murmuró Finnian.

Sin embargo, esta negó con la cabeza, aunque el poder que había en su interior se encontraba a niveles mucho mayores de los que él poseía en la actualidad. No obstante, algo le hacía confiar en sus palabras. Cada paso que habían dado, cada indicación y puerta que abrió, todo estaba cargado de emociones humanas que parecían serle ajenas. Quizás, en el pasado, fuera como él. Mágica, de carne y hueso, mortal. Lo que tenía ahí delante era un ser antiguo.

—Ahora lo entiendes.

—Tú misma lo has dicho, en todo momento —admitió Finnian—. No eres elthean, tampoco humana, pero formas parte de ambos mundos y no puedes arreglar lo que está sucediendo. ¿Por qué?

—Porque no fui capaz de dejar que lo más querido se marchara.

—¿Por eso se encuentra tan protegido el huevo? —dijo Finnian, a lo que esta asintió—. ¿Por qué nuestros destinos están entrelazados?

Las preguntas no eran solo esas. ¿Sería capaz de renunciar a todo lo que había aprendido? ¿Era ese el misterio por el que sus abuelos nunca le hablaron de Elthea, pues solo recordaban retazos de sus aventuras?

—¿Importa lo que te conteste? —dijo Finnian, logrando que la anciana alzara las cejas, por primera vez no comprendiendo a lo que se refería—. ¿Tengo que dejar ir a mis seres queridos? ¿Despegarme de todos mis amigos aquí? Ambos sabemos que eso es imposible. Cuando quieres a alguien, sea quien sea, se encuentran dentro de tu corazón. Esos vínculos se mantienen, estés donde estés.

—¿Aunque implique olvidarlos?

Incluso cuando algo así sucediera, había hecho las paces de que tendría que separarse de sus amigos en algún momento. El cómo lo ignoraba, pero ni la magia más poderosa podría romper los lazos que compartían.

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