《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 38.2 - Miedos y culpabilidades de un héroe

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No se marcharon de allí ni buscaron refugio. La réplica de su abuela no parecía verse afectada por los elementos, al contrario que él. En lugar de ello, esta le pidió que se sentara frente a ella en el suelo. Frío al tacto y algo reconfortante para su sorpresa, la tranquilidad de las alturas y el silencio de allí dejaron de ponerle nervioso. Resultaba un lugar donde, incluso estando ellos solos, su mente se mostraba más despierta y despejada que nunca.

—Hablaste de siete puertas. ¿Son de verdad? —dijo Finnian.

—Aunque no puedas palparlas con tus manos, ¿las harían menos reales?

—¿En serio vamos a empezar con los acertijos? —dijo Finnian.

—¿Qué recuerdas sobre las fuerzas primigenias de este mundo?

Y por la manera que tuvo de torcer su rostro, no parecía tener la misma paciencia que su abuela. Las fuerzas primigenias eran los elementos, aunque también una especie de signos astrales, pues cada elthean nacía con uno de ellos. Fuego, viento, agua, tierra y estrellas, cada cual tenía sus afinidades y debilidades, además de predisposición a emplear un tipo de magia concreta.

—La brujería abarca más aspectos que los que has nombrado. Las protecciones van más allá de ellos y determinarán si tienes lo necesario o no.

—¿El qué? —dijo Finnian.

Sin embargo, su guía no iba a desvelarle todo tan pronto. Así pues, guardó silencio, esperando a que continuara, no queriendo perder más tiempo.

—Primero es la Puerta de la Tierra. Se centra en la supervivencia y está bloqueada por el miedo —dijo la anciana.—. Dime, Finnian. ¿Qué es lo que más temes?

¿Por dónde empezar? Desde que estaba allí intentaban devorarle, atacarle o secuestrarle, aunque no en ese orden en concreto. No era nada comparado como si hubiera aparecido en Nunca Jamás y luchara contra los piratas junto a Peter Pan. ¡Elthea sitio era mil veces más peligroso! Aunque no era solo eso.

—Respira. Aclara tus miedos.

No encajar. Temía no encontrar su lugar. En su mundo no es que tuviera muchos amigos. Había gente de su colegio que se metía con él por ser distinto, por disfrutar más leyendo que pateando una pelota. Incluso sus padres estaban mucho tiempo trabajando y no formaba parte de su mundo. Pero no todo era tan simple.

En Elthea no era un Signo normal. Se lo habían repetido tanto por motivos que conocía y otros ignoraba, pero despertaba muchas cosas malas que ni entendía por qué era así. Además, ¿quién le ayudaría contra el Erosionador? Aquel demonio a veces le acosaba en sus pesadillas, aunque no era el único. También la de Ariel que trataba de echarle la zarpa con esa sonrisa salvaje que tanto le caracterizaba. Ambos le acechaban, pero era una gran mano quien conseguía atraparle. La misma oscuridad que no le abandonaba y que ahora intentaba sumergirle.

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—¿Finnian? Tu visión no es real. Estás centrado en tu supervivencia, en lo que podría ser, pero no es. Quédate en el presente. Debes dejar ir esos miedos. Permite que se vayan con el aire. No pueden hacerte daño.

No podía ganar una batalla cuando aún no había empezado. Se prometió preocuparse de lo que pudiera cambiar, de lo que tuviera delante y no intentar adelantarse tanto. ¿Difícil? Por supuesto, aunque llevaba enfrentándose a ello desde que llegó a Elthea. Inspirando hondo una vez más, abrió los ojos, sintiendo como si parte de su peso desapareciera. Nada había cambiado a su alrededor, pero era por dentro donde estaba esa lucha.

—¿Qué…? ¿Cómo…? —murmuró Finnian, incapaz de terminar una frase cuando tenía la urgente necesidad de preguntar demasiadas cosas y saber que no estaba allí para ello.

—Te avisé antes que sería una experiencia intensa. Y esta solo ha sido la Puerta de la Tierra.

—Sigue siendo extraño —dijo Finnian, flexionando las manos—, y al mismo tiempo no.

—Sabes hacer algo más que guiarte por tus sentidos. No estás en un mundo en el que debas fiarte solo de lo que veas.

—Me he dado cuenta de ello —balbuceó Finnian entre avergonzado y satisfecho.

—Han sido tus primeros pasos, en realidad…

Casi parecía que fuera a decir algo. Mantuvo el silencio sin apartar la mirada, gesto que había hecho desde el principio. Sin importar de quién se trataba, no debía estaría allí si fuera enemiga o quisiera hacerle daño. Entonces, recuperando su semblante y la misma paz de antes, añadió:

—¿Continuamos?

Sin esperar a su respuesta, chasqueó los dedos y variaron de escenario. Ya no se encontraban en el exterior, sino en una cueva con una cascada. Un cambio tan brusco hizo que su estómago se resintiera, logrando marearle durante unos segundos, aunque agradeciendo tener algo con lo que calmar sus nervios. La plataforma de roca era similar a donde se sentaron fuera, lisa y sin nada que pudiera incomodarles. El sonido del aire se vio acompañado por un agua que se mostraba furiosa y alterada, exponiéndole a un lugar más húmedo que el que le hubiera gustado. El líquido elemento parecía estar acumulándose en el interior, y eso no podía ser nada bueno.

—La siguiente es…

—¿La Puerta del Agua? —dijo Finnian.

—Espléndido —sonrió ella—. Quizás en un futuro puedas guiar a otros.

—No creo que sea imposible, aunque… —Finnian miró a su alrededor, señalando lo evidente—. Tampoco es que estemos en el mar, pero con toda esta agua era lo más lógico.

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Mejor estar allí que verse en lo más profundo del océano. No era buen nadador y dudaba que al estilo perrito llegara hasta la superficie.

—Esta puerta se centra en el placer y es bloqueada por la culpabilidad. Ahora dime, Finnian —continuó ella, ensanchando su sonrisa—. ¿Qué es por lo que te sientes culpable? Piensa en todo el peso que llevas sobre ti. ¿De qué te culpas?

Desaparecer. Durante mucho tiempo había soñado con la magia, deseado que existieran mundos como ese. La sola idea de encontrarse algo así hacía que sus días fueran menos difíciles. ¿Por qué tendría que preocuparse por unos padres que no le entendían?

Frente a él encontró una visión de su casa, de su cocina. Era la mañana en la que todo empezó. Se veía a él mismo con sus padres, hablando entre ellos mientras desayunaban, molesto por tener que irse a la playa, para entonces verse congelados. Vio desde fuera el miedo que sintió al comprobar que el mundo se había detenido, la desesperación cuando la oscuridad lo engulló y le dejó solo.

—Deseé con todas mis fuerzas encontrar un sitio como este y mi mundo fue consumido.

¿Les habría hecho daño? Y aunque sabía que estaban bien, esa carga no había desaparecido. ¿Estarían preocupados? Aer y los demás le aseguraron que no se angustiara, que les encontraría igual que siempre. No era el primer Signo en llegar a Elthea y aunque no sabían cómo los demás aparecieron allí en su momento, pensar en lo peor no le ayudaría.

—Acepta la realidad. No tienes el control sobre todo lo que pasa y aunque eres consciente de tus actos, no permitas que esto envenene tu interior.

—¿Cómo puedo llegar a eso? —exclamó Finnian—. ¿No se supone que los Signos tenemos que mantener el equilibrio? ¿Cómo acepto esa realidad cuando tengo esa responsabilidad sobre mí?

—Porque no alcanzarás esa meta si no eres tú quien tiene ese equilibrio. Y no habrías sido llamado de no tener esa capacidad en ti.

—¿Entonces debo aceptar eso? ¿Contentarme con lo que yo pueda hacer? ¿Qué pasa con todos los que han sufrido por mi culpa?

Escuchar su voz amplificada por el eco logró que mirara a su alrededor, más incómodo que nunca.

—Los actos de uno afectan a muchos o a ninguno, Finnian. Pero dejar que eso te paralice no te ayudará ni a ti ni a quien te rodea. Si quieres ser una influencia positiva, no importa si es en este mundo o en el tuyo, debes perdonarte, aprender a aceptar esa culpa y hacer lo que esté a tu alcance.

Inspiró con ganas, sintiendo el frío de la cueva entrar en sus pulmones. Entonces recordó a Braunah, a la manada y a todo lo que habían vivido con ellos. Su viaje, sus intentos para que “les ayudara” y las circunstancias en las que terminaron por separarse. Nero decidió seguir su camino, a pesar de que eso implicaba dejar marchar a su familia. Él era responsable de sus actos, de sus decisiones, igual que los demás. Cuando se reencontraron con la manada, ambas partes se esforzaron en enmendar los errores que cometieron.

Con solo vivir, uno puede equivocarse a cada momento que pasa, pero eso no debe impedir que sigan hacia adelante. Entonces, el nivel del agua dejó de subir, un gran sonido de algo abriéndose permitió que continuara su curso y regresara a la calma que había tenido. Quizás fuera por ello, por la sensación de ahogarse o por lo que estaba sucediendo, pero su corazón no parecía querer tranquilizarse.

—Eres un Signo muy particular y tus compañeros no se quedan cortos tampoco.

—¿Cuántos has visto? —dijo Finnian.

—Algunos —se limitó a responder.

—¿No vas a decirme ni siquiera cómo conoces mi nombre? ¿O por qué estamos haciendo esto, en lugar de algo más activo?

—¿Una pelea? ¿Creíste que debías de demostrar tu fuerza para ser valeroso? —dijo su abuela, negando con la cabeza—. Ya has mostrado de lo que eres capaz de hacer al llegar hasta aquí. Es lo que hay en tu interior lo que determinará si la última puerta se abrirá.

—Y aun así, no desvelas si has conocido a otros de los míos —dijo Finnian.

—Nunca te das por vencido, ¿verdad?

—Me enseñaron a hacer preguntas y a escuchar las respuestas —dijo Finnian, encogiéndose de hombros—. Quizás muchos te ignoren, o que no te guste lo que averiguas con ellas, pero es la única manera que se tiene de aprender.

Su abuela, o como demonios se llamara aquella persona, le miró durante unos segundos sin expresar ninguna palabra. El tiempo que pasaría allí terminaría por desvelándole más de su futuro inmediato, pero si algo había dejado claro ella es que no se adelantaría a los acontecimientos, no si podía evitarlo.

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