《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 38.1 - Al otro lado

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Atravesar el portal fue como entrar por cualquier puerta. Su vista se vio cegada, pero no sintió nada más. Ni una corriente de aire, ni cambio de temperatura, ni siquiera un sentimiento de familiaridad, el mismo que percibió en cuanto se abrió. Sin embargo, los nervios comenzaban a extenderse por su interior al no saber dónde se encontraban sus compañeros. ¿Por qué había sucedido eso, cuando la atravesaron al mismo tiempo que él? Sin embargo, no se sentía solo, ni siquiera un vacío allí donde percibía su vínculo. Continuaba de manera sutil, recordándole que su amistad no se vería afectada ni en un entorno así. No lo hizo Ariel, tampoco sucedería con aquella extraña prueba.

Girarse y mirar a su alrededor le permitió apreciar, de hecho, el cambio de escenario que había tenido. Lo que pudo recordar de la Orquídea Plateada no era nada comparado con aquel lugar, en especial porque le dio la sensación de que se encontraba a considerable altitud. Se trataba de un conjunto de templos construidos en lo más alto de unas montañas, conectados por puentes, por lo que pudo ver desde el observatorio donde se estaba, aunque suponía que habría otros caminos.

Lejos de encontrarse en ruinas, se veía en perfecto estado, o al menos en lo que pudo apreciar. Incluso podía sentir las nubes más cerca que nunca, y hasta ahora solo había tenido una experiencia así, aunque ya fuera de noche y no encontrara ningún otro detalle que captara su atención. Una ráfaga de frío viento logró que se estremeciera, por lo que se frotó los brazos y abrochó su chaqueta.

—¿Ha funcionado bien la llave? ¿Es aquí donde se supone que debo estar? —dijo Finnian, consciente de que no habría nadie que le escuchara, tampoco que le contestaran.

Porque aquel templo resultaba impresionante, hermoso, pero ignoraba quién decidió levantarlo en un lugar así, alejado de la vista de cualquiera. O quizás ese fuera el propósito para mucho esfuerzo. Todo allí rebosaba tranquilidad, tanta que incluso le ponía nervioso. Entonces, justo frente a él, apareció algo. Con apariencia humana, sus rasgos no podían ser descritos con precisión porque se asemejaba a un fantasma. Efímero, transparente, pero al mismo tiempo se encontraba allí, dejándole una estela. De ese modo, tras seguir aquel rastro, se vio en una de las zonas superiores, expuesto a los elementos, pero donde también se podía disfrutar del paisaje. El suelo, aunque en un principio le pareció que era de piedra, poseía acabados cuidados. Incluso encontró bancos del mismo material allí, y en uno de ellos había una figura esperándole.

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—Para llegar a tu destino necesitas abrir todas las puertas.

Se trataba de una mujer de avanzada edad y abundante pelo gris domado por una diadema de muchos los colores. Sus gafas redondas ocultaban unos ojos marrones, tranquilos y serenos, igual que la sonrisa que le lanzó. Y su ropa… su ropa era sencilla, con una blusa blanca y unos pantalones caqui, pero acompañados de unas zapatillas arcoíris que balanceaba desde su asiento, pues sentada apenas rozaba el suelo. La conocía o más bien creía hacerlo. Era su abuela, o el aspecto que tuvo ella antes de que él llegara a Elthea.

—No eres mi abuela —susurró Finnian, incapaz de añadir nada más por el nudo que tenía en la garganta.

—Estás en lo cierto.

Hasta su voz era idéntica, lo que le aturdía demasiado como para ocultarlo. Su mera presencia resultaba física, igual que a la de él, pero al mismo tiempo captaba unas hondas que le avisaban de que sus ojos no estaban viendo la auténtica verdad. ¿Una ilusión? ¿Puede que algo más?

—¿Por qué te pareces a ella? —añadió Finnian.

—Necesitabas una cara amiga para lo que tienes que afrontar. Alguien que tú conocieras y a quien no te costara escuchar.

Porque solía oía a su abuela, aunque siempre fuera una voz que le animara a probar cosas distintas y a que aprendiera de sus errores. Aquella anciana era distinta, desprendía una energía mágica que percibía, pero que le intimidaba en el interior, aunque no lo suficiente como para morderse la lengua.

—¿Esto es una broma? ¿Dónde están mis compañeros? —exclamó Finnian, con un tono que aún le temblaba, pero no sabía si era por miedo o furia.

Entonces ella le miró. No con severidad, sino porque no parecía entender el motivo de su reacción. Su aspecto cambió en un parpadeo, mostrando el de alguien más joven, de cabello castaño oscuro y ojos del mismo color. Su madre, en esta ocasión, tal y como la vio en el desayuno, antes de marcharse.

—¿Mejor?

—Basta —pidió Finnian.

El cambio se dio una vez más, apareciendo como su padre. Alto, con una mezcla de severidad incluso cuando fuera joven, aunque poseía la misma sonrisa que cuando estaba relajado y de buen humor.

—Puedo ver en tu corazón que tenéis una relación complicada —continuó ahora, hablando incluso del mismo modo que él—. Quizás sea a quien necesitas escuchar.

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—No sigas con esto —pidió Finnian.

Volvió a transformarse, ahora teniendo el aspecto de su abuelo. Con más pelo que la mayoría de su edad, aunque tan blanco que podría pasar por nieve. Sus ojos eran una mezcla de marrón con verde, y su rostro estaba cubierto de arrugas de tanto sonreír. ¿Cuántos abrazos había recibido de él, para que ahora un extraño utilizara su aspecto?

—¡He dicho que ya es suficiente!

Finnian gritó con ganas, logrando por fin que esa tortura se detuviera. El viento a su alrededor reaccionó a sus palabras, tomando forma para cortar aquella conversación de golpe. Quizás su fuerza no fuera suficiente para que dejara de jugar con él, aunque no era un muchacho indefenso porque estuviera solo. Ignoraba a quién tenía delante, sí formaba parte de su prueba o no. Sin embargo, hablaba y se comportaba casi como cualquier otro humano, aunque le faltara algo fundamental: Empatía, tacto. Nadie cambiaría de forma para que solo quisiera que le escucharan, al menos no si habían olvidado lo que era ser humano.

—Muéstrame tu aspecto, no el de nadie más —dijo Finnian—. No te atrevas a usar la cara de las personas a las que quiero, sean de mi mundo o de este. Estoy aquí para reclamar mi destino, pero no a participar en juegos retorcidos.

—No puedo. Perdí mi aspecto hace mucho tiempo, tanto que apenas lo recuerdo.

¿Cómo podía suceder algo así? ¿Qué era lo que tenía delante? ¿Humano? ¿Espíritu? Ni su magia era capaz de determinarlo, por lo que salvo que hablase, no encontraría las respuestas que necesitaba. Aunque no era elthean, al menos eso lo tenía claro.

—La primera está bien —dijo Finnian, serio, pero convencido de que podría soportar aquello—. ¿Dónde están mis compañeros?

—Se encuentran a salvo, más cerca de lo que crees —le prometió “su abuela”—. Cuando termines lo que has venido a hacer aquí, volveréis a veros.

—¿Debería de confiar en tu palabra? —dijo Finnian.

—¿Qué te dice el instinto?

Por mucho que desconfiara de ella, estaban los dos allí por un motivo que el mismo ya había nombrado. Finnian asintió, tratando de relajarse a pesar de no saber dónde se encontraba metido, un gesto que fue respondido con una sonrisa. Ser cuidadoso formaba parte de él, aunque había fuerzas en todos los mundos que escapaban a su control. Eso era la vida, e incluso cuando la magia afectara sobre ella, no se alejaba mucho de lo que conocía.

—Has venido hasta aquí buscando lo que te pertenece. Algo que ignoras y que necesitas averiguar. Pero antes debes probar ser digno.

Cinco energías primordiales mueven la creación. Existen de manera constante y forman parte de todo. El Aire, el agua, la tierra, el fuego y las estrellas. Estas fluyen en armonía hasta que algo las bloquea.”

—Pero si eliminamos lo que impide que esto funcione como siempre…

—Sin Calamidad, todo volvería a ir como antes —murmuró Finnian.

—Exacto —sonrió la réplica de su abuela—. Pero no te enfrentas solo a eso, ya no. Algo más malvado ha llegado a Elthea. Ni estarías aquí si todo fuera como siempre. No eres un Signo como los demás.

—¿La llave solo me abría el camino?

Era la respuesta más lógica. Por mucho que fuera lo que le permitiera abrir el portal o que reaccionara de manera apropiada a él, no todo habría sido tan sencillo a poseerla y llegar a la Orquídea Plateada. Su vida siempre sería complicada, no importaba lo que hiciera o lo que buscara, y aquello no sería distinto.

—Pero a ti y a nadie más. ¿Entiendes el por qué? —dijo ella, a lo que Finnian negó con la cabeza—. Lo harás. Si consigues abrir las siete puertas conseguirás algo más de lo que buscas en realidad.

—¿Por qué eres tan misteriosa? ¿Tanto te cuesta decir las cosas claras? —masculló Finnian.

—Porque hay detalles que debes descubrirlos por tu propia cuenta.

La réplica de su abuela suspiró, esta vez sin que la misma sonrisa que vio antes seguía mirándole. Tenía que ser alguien poderoso para lograr crear tal santuario. Continuaba en Elthea, debía de seguir allí, aunque aquel lugar fuera menos accesible aún que cualquier otro que hubiera conocido.

—Una vez empieces el proceso no podrás parar hasta que estén todas o fallar. ¿Listo? —dijo su abuela.

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