《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 37.3 - Siempre hay una puerta

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No hubo ceremonias, ni siquiera Anwil les llevó a una gruta escondida donde pudieran encontrar la misteriosa puerta. Se lo habrían esperado, en especial por todos los quebraderos de cabeza que les había estado dando. ¿Cómo no iba a encontrarse bien protegido y alejado de los curiosos? Sin embargo, en lugar de ello ni se movieron de su casa, permaneciendo en aquella salita. Suponía que no siempre era necesario acudir a ruinas antiguas con símbolos a cada cual más complejos que descifrar, aunque no le importaría visitar algo así cuando tuviera oportunidad de ello.

—La llave fue creada para proteger ese mismo huevo y evitar que nadie, salvo su verdadero compañero, pudiera alcanzarlo —dijo Anwil.

Se ocuparon para que no volviera a suceder lo mismo en la Orquídea Plateada ni en ninguna dorean, pero un huevo así podría animar rumores que no les beneficiaban. Por ese motivo, los hechiceros de Myrd ayudaron a los anteriores Signos a producir la llave que ahora él poseía. De ese modo contaban con una manera de protegerlo y alejarlo de los espectadores o de cualquiera que tuviera malas intenciones con el huevo.

—¿Por qué? No les serviría si no se abre, ¿no? —dijo Finnian.

—Ni te imaginas lo que hacen algunos con los huevos —dijo Anwil.

Y por la manera en la que asintieron todos sin añadir nada más, no se refería solo a cocinar. Los huevos de elthean poseían un poder importante, y ciertos individuos incluso trataban de arrebatárselo a los no nacidos. Los consideraban como fuentes de energía, como ingredientes para hechizos complejos, y eso era solo rascar la superficie.

—Por eso os tomasteis tantas molestias en protegerlo —dijo Finnian.

—No sabemos qué podría nacer de él, en especial si cae en malas manos. En las tuyas, en cambio, tendría un destino distinto —dijo Anwil.

—Sin presiones, ¿no?

Aunque sonrió, los nervios le encogieron el estómago, sintiendo un peso mayor del que ahora experimentó. Ya se había hecho a la idea de la misión de los Signos, de su papel en ese mundo. Sin embargo, todo aquello se encontraba a un nivel que iba más allá de sus once años de edad. Ni sus padres, ni la escuela, ni nada hasta ahora le había preparado para algo así. Aunque improvisar podía estar bien, empezaba a angustiarle tanta incertidumbre. Además, lo que Lelile les explicó era cierto, aunque su preocupación iba más allá. ¿Cómo supo el Erosionador que Myrd estaba custodiando el artefacto? Porque les había atacado, casi habría logrado la llave, pero incluso teniéndola en su poder no le hubiera servido. Quizás desconociera su utilidad y solo buscara fuerza, el mismo que Lelile blandió y que por poco la consumió.

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—No te preocupes —le recordó Aer, dándole un par de toquecitos en el hombro.

—Estamos contigo hasta el final, ya lo sabes —añadió Leith a su lado, justo cuando Rune hacía lo mismo y Nero movía el rabo.

—No me gustaría que fuera de ningún otro modo —admitió Finnian.

Quizás dependiera demasiado de ellos, sobre todo en momentos como aquel. Pero por eso eran compañeros, ¿no? Se ayudaban, estaban tanto en lo bueno como en lo malo, en lo divertido y en lo aburrido. Aquello era más que una misión, si no una aventura en sus vidas que siempre recordarían.

—Entonces no perdamos más tiempo. ¿Me permites? —dijo Anwil.

La llave reaccionó a la presencia de Anwil, reconociéndole como el guardián de la Orquídea. Resultó un espectáculo distinto a lo sucedido en el Bosque de Ellery, pues aquel artefacto mítico brillaba de forma tenue, casi como si acompañara al atardecer del día. En lugar de absorber luz, magia o energía, la desprendía de manera constante y segura. Lo que al principio parecían partículas de un pulverizador, el poder que emanaba pronto comenzó a tomar fonda. Anwil se tambaleó durante un instante, pero extendió una mano, haciendo una señal de que se encontraba bien.

—Estoy apurando el tiempo, eso es todo.

—¿A qué te refieres? —dijo Aer.

—No tienes muy buena cara —admitió Nero.

Un cosquilleo le recorrió la espalda, su corazón se aceleró mientras un marco de luz apareció donde estuvo la llave. Resultaba curioso que solo bastara con llegar hasta allí para encontrarla, sobre todo por la cantidad de sueños en lo que esta fue la protagonista. Aunque había más, unos sentimientos tan distintos que ni Finnian comprendía. Emoción ante lo desconocido, pero miedo por lo que pudieran encontrar. Ignoraba a que lugar les mandaría dicho portal, aunque resultaba muy evidente que debían de atravesarlo si pretendían avanzar. Bastaba con mirarlo para sentir la llamada de algo, o de alguien, puede que la misma criatura que le visitó en su sueño. Sin embargo…

—No hay nada de lo que preocuparse —insistió Anwil mientras les sonreía, aunque por la expresión de su rostro, daba la impresión de estar esforzándose para mantenerse en pie—. Solo vosotros podréis cruzarla. Nadie más que el Signo portador y sus compañeros tendrían acceso.

—Cuando nos aseguremos que estás bien —dijo Rune.

—El reloj ya se ha puesto en marcha. Sería lo mejor si atravésais el portal ahora. No es algo que se pueda abrir con solo quererlo —dijo Anwil.

Quizás no tuvieran un tiempo límite, pues la llave permaneció junto a él durante días sin que la magia fuera activada. Sin embargo, el bienestar de un elthean no podía compararse con los de todos de aquel mundo. Elthea ya estaba sufriendo bastante como para que les hicieran esperar más. Además, cualquiera con un poco de lógica comprendería que algo así no podría repetirse con frecuencia. Si todo iba bien, volvería a abrirse cuando hubieran terminado.

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—Yo me quedaré con él —dijo Ead—. Entrad tranquilos.

—Te mueres de ganas por saber qué ocultaba la llave desde que la encontramos —dijo Leith.

—Eres parte de nosotros, te guste o no —añadió Nero.

Era cierto que no compartían el mismo tipo de conexión, pero eso no hacía que su relación fuera distinta o de menor importancia. El colibrí no solo contribuyó a su supervivencia, sino que se había convertido en un amigo fiel que siempre estaba de su lado. Le conocían, comprendían la curiosidad que tenía por entender y vivir todo aquello, pero hasta el frionach sabía cuál era su posición en esa aventura, y no era el único.

—Te contaremos la experiencia cuando salgamos —le prometió Finnian, mientras el resto le miraron—. Alguien se tiene que quedar atrás, ¿no?

—Más os vale estar atento a todo. ¡Querré detalles! Los mismos de lo que os informaré cuando regreséis —dijo Ead, tan seguro de que volverían a verse. ¡Ni que se fueran al fin del mundo!

—Sobre todo porque Leander tendrá preguntas, y yo no podré contestárselas como de costumbre —dijo Anwil.

Entonces sucedió lo que ninguno se imaginó. Anwil acabó en el suelo en cuanto la luz del sol se desvaneció. Sin aguardar ni un segundo, fueron en su ayuda, conscientes de que algo más le sucedía al guardián que no les había desvelado. Su pulso era estable, respiraba sin problemas, pero daba igual lo que hicieran para despertarle, pues no lo conseguían. Había una magia en él que no comprendía, algo que le hizo dormirse para que ninguno de los presentes lograra alcanzarle.

—Marchaos —insistió Ead—. Yo me encargaré de él.

—Lo que pasa aquí no es ni normal —comenzó a decir Aer.

—Lo sé, pero ahora mismo no podéis solucionar los problemas de los demás —dijo Ead.

Habían llegado a ese punto donde debían centrarse en ellos y en nadie más, incluso cuando significaba dejarle tirado en medio de su casa. ¿Encontraría Ead alguien para que le ayudara?

—Supongo que hemos llegado aquí para entrar, ¿no? —dijo Finnian.

—Claro. Recuerda cuando nos encontramos la primera vez —dijo Rune.

—Un par de gatos intentaron comerme. Esas cosas no se olvidan —sonrió Finnian.

—¿Y qué pasa con el Bosque de Ellery? Salimos bien parados de esa también —dijo Aer.

—Allí nos conocimos. No pensaba que pudiéramos escaparnos de esa, o no yo al menos —dijo Leith.

—Pero lo hiciste y no nos convertimos en festín para arañas. ¿Ves que nunca hay que perder la esperanza? —dijo Ead.

Ni en momentos así, menos aún cuando hubiera tantas cosas que desconocían y que no podían controlar.

—Vuestras historias terminan siempre con secuestros o intentos de convertiros comida. ¿Cómo lo conseguís? —dijo Nero, negando con la cabeza.

—Talento natural —sonrió Aer con bravuconería.

—Ni me habría imaginado que terminaría retando a Sköll a un duelo —admitió el lobo—. No sé yo si sois una buena influencia o no, visto lo visto.

—Depende de a quien preguntes —asintió Finnian.

—Pero estuvimos juntos en todas ellas, por eso confiamos en ti —dijo Rune.

—Lo hemos hecho desde el principio —dijo Leith.

—Y ahora no será distinto —dijo Aer.

No podía pedir nada mejor que tenerles a ellos. Cada uno de los elthean eran únicos a su manera. Le habían enseñado muchas cosas desde que llegó allí y de no ser por ellos ni estaría en la Orquídea ahora. Entonces, antes de que volviera a perderse en sus pensamientos, los presentes carraspearon y le sonrieron en cuanto alzó la vista.

Tenía literalmente la puerta de su destino delante de ellos. Ese era el punto de no retorno y todo, hasta su presencia allí, sería distinta a lo que había vivido hasta ahora. Colocándose frente al portal, la luz les cegaba para averiguar lo que se encontrarían, pero caminaron al mismo tiempo, atravesándolo sin demorarse más.

Porque si algo habían aprendido es que, fuera lo que fuera, siempre tenían que esforzarse para conseguir lo que uno quería. Y aunque en su caso en concreto se complicara todo, ¿qué no podían superar mientras siguieran juntos? Sin embargo, en cuanto abrió los ojos, ninguno de los elthean estaba a su alrededor, ni siquiera era capaz de percibir su presencia.

¿De quién había sido aquella fantástica idea? ¿Es que alguien se estaba riendo a su costa? ¿Pensarían lo mismo si tuvieran que experimentar todo aquello ellos mismos?

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