《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 36.1 - Lo que no se ve a simple vista

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Aquella noche fue la primera en mucho tiempo en la que soñó. No es que dejara de hacerlo desde que llegó a Elthea, pero el cansancio y los constantes cambios lograban que durmiera con tanta profundidad que no lo recordaba. Sin embargo, esa fue una ocasión distinta porque era consciente de ello.

Se encontraba en casa, en ese desayuno en el que se torció su mundo. Ni siquiera podía hablar o agarrar a sus padres antes de que todo fuera engullido por la oscuridad. En cuanto abrió los ojos, no se encontraba en ningún lugar, sino suspendido en un vacío en el que vio a sus padres. También estaban sus abuelos, quienes desaparecieron al instante. Aer, Rune, Leith, Nero y Ead aparecieron del mismo modo, al igual que otros amigos que hicieron durante las últimas semanas.

Pero todos, uno tras otro, desaparecieron.

Cuando volvió a abrirlos soltó un suspiro, aliviado porque hubiera terminado. Pero fue al buscar a los demás cuando vio que algo había cambiado. Estaba solo, y ni sus amigos, ni los lobos, ni nadie estaba a su alcance. Los colores se habían desvanecido, siendo sustituidos por diferentes tonos de grises. La única excepción era él y su ropa. Bueno, y la pequeña criatura que tenía frente a él.

A simple vista se le asemejó a un cachorro de perro, aunque más por el tamaño, pero era difícil describir a algo que desprendía luz. De cuatro cortas patas, todo su cuerpo era blanco , siendo complicado averiguar cómo era con precisión, con la excepción de un par de ojos morados, más llamativos que lo demás.

—Quién… ¿Quién eres tú? —dijo Finnian, agachándose para estar a su altura.

El elthean ladeó su cabecita, casi como si estuviera esperando su reacción. Entonces dio unos pasos hacia él y con una de sus patas tocó su colgante, ese que siempre llevaba consigo. Se iluminó en cuanto entró en contacto con el elthean de luz, momento en el que no solo le escuchó hablar, sino que el color regresó a su alrededor.

—¿Puedes oírme? —dijo el elthean.

—Tu voz —dijo Finnian al instante. Era dulce y aguda, como de alguien más pequeño que él, aunque no fue el único detalle que percibió—. ¿Por qué han vuelto los colores? ¿Lo has hecho tú?

—Estaba llamándote. Llevo mucho haciéndolo, pero no conseguía alcanzarte. Y ahora intentaban llegar a ti.

Lejos de la tristeza de sus palabras, se mostraba contento al tenerle allí. Le resultaba familiar, como si no fuera la primera vez que se veían, pero a la vez lo era. Aquello no terminó de extrañarle, no cuando todo a su alrededor era bastante peculiar.

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—¿Estoy soñando? —dijo Finnian, aunque sabía la respuesta.

—En parte, pero eso no hace que sea menos real lo que ves ahora.

Finnian giró la cabeza en cuanto percibió un nuevo ruido que provenía de un gigante (también de luz) que les pasó sin hacerles temblar con sus pisadas.

—No te preocupes. Es un grandullón muy apacible, aunque no lo parezca —dijo el pequeñín, justo después de que el gigantón se esfumara.

—¿Dónde se ha metido? —exclamó Finnian.

—¡A saber! Igual tenía hambre o va a visitar a otro amigo. Tú quédate a mi lado y todo irá bien.

—¿Dónde estamos?

—En el mundo de los sueños, claro.

—Pero se parece a Elthea —dijo Finnian.

—Aquí todo se encuentra conectado. Además, ¡este paisaje es normal porque ambos estamos en Elthea!

—Pero no es la primera vez que estoy aquí, ¿cierto?

El elthean sonrió (o al menos eso le pareció) y salió corriendo, mirándole de reojo para que le siguiera. Ignoraba si era un golpe de suerte o no, pero si alguien intentaba llegar a él y acabó así, algo le decía que era mejor no quedarse parado.

Fue entonces cuando su entorno cambió y el escenario natural de árboles, plantas y flores se convirtió en uno montañoso. El terreno, lleno de rocas y recovecos, hacía más difícil que avanzara, aunque no estaba cansado. Sus pasos eran más livianos que nunca y se sentía con una fuerza distinta a la de cada día. Además, el elthean no avanzaba demasiado como para alejarse de él.

—¿Empiezas a recordar?

Negó con la cabeza esperando que no decepcionarle, pero en lugar de ello saltó sobre sus hombros, igual que hacía Aer a veces. Resultaba suave y cálido al tacto, acelerándole el pulso al sentir el cariño de la criatura. Esbozó una sonrisa, incapaz de contenerla, pero negó con la cabeza.

—No te preocupes, tarde o temprano lo harás —le aseguró el elthean.

—¿Y qué hago aquí? ¿A dónde vamos?

—Donde tienes que ir.

Cuatro palabras tan sencillas como misteriosas les hicieron moverse una vez más, con el elthean saltando al suelo para ir por delante. De ese modo llegaron a un lago donde vio nuevas criaturas en la orilla parecidas a su acompañante, aunque eran borrones de energía con formas más concretas.

—Cuidado. Estos son pesadillas. Pueden complicarnos las cosas un poco —dijo el pequeñín, parando de pronto.

—¿Por qué a ti te veo así y ellos tienen un aspecto más definido? —preguntó Finnian.

—Porque los miedos siempre están ahí, aunque cambien de forma. En cuanto a mí, hay decisiones que no han sido tomadas aún.

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—¿Decisiones?

Aquello que Finnian ignorara. Creía que había sido bastante decidido con su misión, con aquello que tenía que hacer para ayudar a Elthea. ¿En qué estaba fallando?

Las pesadillas se asemejaban a monos con pelaje gris y verde fosforito que no paraban de pegarse entre ellos. A cada golpe desprendían energía negra y morada tan volátil como los que la generaban. No era un experto, pero si necesitaba una forma para diferenciar a las pesadillas de los elthean, esa debía de ser la clave. Su compañero le miró, preguntándole si estaba preparado, a lo que Finnian asintió, justo cuando los monos repararon en ellos.

Antes de que llegaran a rozarles, una espada brilló al aparecer en su mano. Su brazo se movió sin pensarlo, dando un tajo justo frente a ellos y haciendo que los monos desaparecieran. Demasiado sencillo, pero lo sentía muy real.

—Hay algo con lo que dudas, pero debes decidirte —insistió su compañero.

—Antes hablaste de que me has llamado y no llegabas a mí. ¿Por qué ahora es diferente? —dijo Finnian, agachándose ante la luminosa criatura.

—Alguien está interfiriendo, ¡y no es nadie bueno!

—¿Cómo lo consigue? —dijo Finnian.

—Yo solo sé lo que tú sientes. ¡Estamos conectados!

¿Qué era lo que aquella criatura veía que él no? ¿O lo que necesitaba hacer para que esa venda que tenía en los ojos desapareciera de una vez?

—¿Ves lo que hay más adelante? Es la Orquídea Plateada.

Señaló con una de sus patitas hacia el nuevo camino que acababa de surgir, incluso cuando no estuviera mostrándole cómo era la dorean, que unas letras doradas aparecieran flotando era suficiente, ¿no?

—Es hacia donde voy ahora —admitió Finnian.

—No puedes entretenerte más. Necesitas saber todo lo que pasó aquí.

—¿Por qué no me lo cuentas tú?

—No lo sé. ¡No estaba ahí entonces! —exclamó el enano.

—Espera un momento.

—Nian, el tiempo se acaba. Confía en tus compañeros, confía en mí y en nadie más. No dudes. Los cinco podréis llegar aquí sin problemas.

Todo su alrededor se difuminó. El paisaje que antes pudo apreciar con mayor precisión se volvió borroso, haciendo que centrara su atención en una gran puerta que permanecía cerrada. Sin embargo, aunque no hubiera ningún cambio aparente en ella, sabía que era la que debía de abrir.

—Ahora debes despertarte, antes de que nos descubran.

—¿Quiénes? ¿Ariel? ¿Es él quien intenta atraparme mientras duermo? —dijo Finnian.

—Tienes las respuestas frente a ti.

—¿Por qué? ¿Qué es lo que no estoy viendo?

—Espero que la próxima vez que nos encontremos sea distinto. De ti depende si nos podremos ver o no.

El elthean de luz le abrazó, consciente que su tiempo allí se estaba terminando. El sueño llegaba a su fin, aunque no porque ninguno lo quisiera. Su entorno volvió a cambiar, su guía desapareció y Finnian se vio suspendido en el vacío, percibiendo una nueva presencia que intentaba abrirse paso, más malvada que lo que había conocido hasta ahora.

Llevándose una mano al pecho, allí donde no solo descansaba su Marca, sino la llave que tantos quebraderos de cabeza estaban dando. Era un acto reflejo, pues no los necesitaba para usar su magia, pero le insuflaba una confianza que en el pasado no había tenido.

—¡Qué eres! —gritó a pleno pulmón.

Nadie le respondió, o no de la manera que él hubiera preferido. La presión de un hechizo continuaba ahí, tratando de afectarle de cualquier modo. Empleó su propia energía para combatirlo, negando aquella presencia desconocida. Entonces se incorporó de golpe, regresando ahora al mundo real y mirando a su alrededor, buscando lo que estuviera amenazándole.

—¿Qué problema tienes?

Fue Blanche quien había hablado. La encontró en el suelo, mirándole con enfado.

—¿Por qué has conjurado una barrera? ¿Es que no me escuchabas llamarte?

—¿Llamarme? —repitió Finnian, todavía aturdido.

—¿Qué bicho te ha picado? Estaba gritándote, parecía que tenías una pesadilla —dijo Blanche.

—No es así —exclamó Aer—. Solo querías desayunar, y no te podías manchar las manos para hacerlo.

—¿Y para eso ha tenido que utilizar su magia para apartarme? —dijo Blanche.

Aquella sí era una buena manera de despertarse.

—Además, te dijimos que le dejaras dormir. Se acostó más tarde que tú —dijo Ead.

—Y está llevando él solo todo el peso de la lucha —añadió Rune.

—¿Cómo que él solo? —exclamó Blanche, cruzándose de brazos—. Os protegimos del Bandido y fuimos nosotras quienes logramos salir de allí.

—Le hubiéramos derrotado. Y Kali no habría conseguido sacarnos de no ser por Finnian —dijo Leith.

—Vaya, ¿es que no hemos hecho nada? —dijo Blanche.

—Lo que has oído —dijo Aer, encarándose contra ella.

—Así no hay quien duerma —carraspeó Finnian, dando un trago de su cantimplora para quitarse el desierto de su garganta—. ¿Es que no podéis dejar ni una discusión así para después de desayunar?

No tenía fuerzas ni ánimos suficientes para afrontar algo así de no devorar cualquier cosa en los próximos minutos. Bastaba con verles para cerciorarse que aquel sería un día mucho más largo que cualquiera de los anteriores que habían tenido hasta ahora.

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