《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 35.3 - Cuentos de la manada

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—¡Esta es una oportunidad única! —exclamó Ead— ¿Cuándo vamos a poder disfrutar de algo así otra vez? ¿Qué historias contarán?

—Me hago una idea —admitió Nero, más jovial que nunca, pero sin querer desvelar nada.

Aquella era de las pocas ocasiones donde un hechizo para silenciar a Ead no les vendría mal. Ante la perspectiva de algo tan nuevo como reunirse alrededor de la hoguera, no paraba de volar emocionado, preguntándose qué historias contarían y cuantas podría recordar para compartir una vez regresara a casa.

—¿Con esa memoria que tienes? Cada una de ellas —replicó Aer.

Y aunque el elthean no ocultó ni una pizca el sarcasmo en su voz, su compañero colibrí estaba demasiado emocionado como para tenerlo en cuenta. Al menos consiguieron tranquilizarle al sugerirle que pensara en algo que pudiera compartir. Que no le quitara el buen humor a Nero también influyó, pues el lobo no estaría comentado nada, pero su cola no paraba de moverse, tan entusiasmado como los demás.

—Muy amables, ¿no? —dijo Blanche, encantada con aquello también.

—Y tanto. Me muero de ganas de que empecemos —admitió Finnian con una sonrisa.

La reunión fue distinta a las que habían tenido hasta ahora. Los lobos no tuvieron reparos en acercars, mostrándose bastante más tranquilos que en el pasado. Un reducido grupo, con Aer incluido, generaron un círculo de piedra con su magia. Blanche y él se acercaron, dejando la leña que habían recogido en el centro. Era la habitual para su grupo, pero no los presentes. Cuando estuvo listo y se hubieron apartado, los lobos alzaron la cabeza hacia el cielo nocturno. El aullido conjunto prendió la madera de un fuego con todo tipo de colores, pero la verdadera maravilla no fue solo esa, sino la manera en la que las llamas tomaban diferentes formas según lo que estuvieran contando.

—Guau —dijo Finnian en cuanto el primero de los lobos terminó—. Me encantaría hacer algo así.

—Ya somos dos —dijo Aer, tan entregado a lo que veían como si ambos estuvieran en el cine.

—Es fácil. Os enseñaré la próxima vez que acampemos —dijo Nero.

Si en su momento pensó que la mayoría de lobos no les querían cerca, ahora empezó a verles de una manera distinta. Con voces que iban de graves y tocas a tan melodiosas como una flauta, se turnaban para aportar sus historias cortas, las batallas que habían vivido y otros conocimientos. Entonces le llegó el turno a Nero.

—¿No crees que se muestra más hablador que antes? —dijo Aer.

—¿Tú también te has dado cuenta? —dijo Finnian.

—¿Pensáis que estamos siendo una buena influencia? —dijo Leith, justo cuando Blanche chasqueó con la lengua.

—Cualquiera puede oíros —les recordó Rune.

Apretando los labios, aguardaron en silencio, dándole tiempo para que empezara. Así, con voz firme, Nero inició la historia que algunos conocían como “Lobos unidos por el destino”.

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“Frida y Aedion eran hermanos del lobo alfa cuya manada existió en tiempos turbios como el actual.”

Las llamas se retorcieron, formando la imagen de dos lobos casi idénticos, aunque de colores diferentes. Frida, algo más grande que su hermano, denotaba los rojos y naranjas, mientras que Aedion brillaba con azules y blancos.

“Los Colmillos Rugientes era su hogar, el único que habían conocido, hasta que llegó el Señor de la Calamidad y se lo arrebató.”

Aunque las montañas parecían todas iguales, aquellas se asemejaban al nombre que poseían. Altas, puede que comparables a Everground, las llamas pronto se volvieron inestables en cuanto les llevó a esa parte oscura de la historia.

“Frida y Aedion perdieron más que su hogar, pues muchos miembros de su manada no lograron salir con vida. Por ese motivo se prometieron que pelearían para que otros no experimentaran una historia similar.”

Lucha, determinación. Los lobos del pasado no se diferenciaban mucho de sus actuales acompañantes, aunque la manada de Braunah no había conocido un hogar estable como tal. Siempre en movimiento, siempre actuando. Tenían lugares que utilizaban para descansar, pero su casa se encontraba con aquellos que les rodeaban, y no un lugar.

“Entonces, dos Signos llegaron a Elthea, listos para enfrentarse a su enemigo”.

Blanche y él se miraron. No hicieron comentarios, pues no querían perderse nada de lo que el fuego fuera a ofrecerles, pero aquello era algo más que una historia de los Signos que les procedieron. Era parte de su legado. Las llamas adquirieron un matiz blanco al principio, para después ofrecer todos los tonos posibles para representarles.

“Abandonaron a su familia, la misma que necesitaba de su ayuda, por un bien mayor. Frida y Aedion, junto a sus compañeros, lograron derrotar al Señor de la Calamidad, poniendo fin a la muerte y destrucción que le predecían. Sin embargo, cuando regresaron con su manada, algo había cambiado.”

La pareja de hermanos, para ser exactos. Aunque las llamas volvieron a mostrarles tal y como era al principio, ellos sabían los cambios que experimentaban tanto los Signos como sus compañeros. Podía no percibirse con los ojos, pero estaba ahí para el que prestara atención.

“Sus antiguos amigos les veían de forma distinta, le trataron como si no pertenecieran a la misma familia. Habían evolucionado, usado el poder del Signo para dejar de ser lobos y adquirir nuevos aspectos. Entonces intervino el alfa, su padre.”

Un lobo plateado surgió entre las imágenes del resto de elthean. Antiguo, grande, poderoso, pero también sabio.

“No importa cuánto cambiéis o lo que piensen otros. Siempre tendréis un sitio aquí porque no dejáis de ser familia.”

Los elthean evolucionaban, la gente también lo hacían. Eso asustaba a muchos hasta el punto de rechazarlo. ¿Por qué aceptar lo que les era desconocido? ¿Tanto miedo les daba lo que no comprendían que preferían tenerlo lejos? Aquella historia iba con un mensaje. Quizás la disputa con Sköll dictara que debían dejar el pasado atrás, pero con lo que mostró Nero les hizo ver que no llegarían lejos si continuaban atacándose por sus diferencias.

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El silencio volvió a ellos, pues la historia de Frida y Aedion había terminado. Asimilaron lo que les trasmitió, agradeciendo a Nero por una intervención así.

—¿Querrá alguno de los Signos honrarnos con una de sus historias?

Incluso cuando era noche cerrada y madrugarían al día siguiente, la manada parecía incansable. Braunah permanecía tranquila, tanto por su voz como por la mirada que le lanzó. Y es que, sin quitarle los ojos de encima, esperara una respuesta de él o de Blanche.

—Preferiría no hacerlo. Estoy muy cansada y no creo que la contara bien —Blanche negó con la cabeza, retrocediendo un par de pasos.

—Cobarde. Estabas disfrutando tanto como los demás —masculló Finnian, sintiéndose vendido una vez más.

—Quizás deberíamos de terminar por hoy. Mañana aún tenemos mucho camino que avanzar —sugirió Aer.

—No pasa nada. También quiero aportar algo —dijo Finnian—. No nos llevará mucho tiempo y será una buena forma para terminar todo esto.

—¿De qué se trata? —dijo Braunah.

—Es… Una historia corta, más bien una canción —balbuceó Finnian.

—¿Una canción? ¿Te vas a poner a cantar ahora? —murmuró Blanche, dejando de molestarle en cuanto los demás elthean la chistaron.

La manada se esforzaba y ellos no podían ser menos. Nero le había pedido que pusieran de su parte y Finnian haría lo posible para mejorar la relación entre ambos grupos. Ni siquiera planeó aquello, aunque fue genial ver cómo desaparecía la sonrisa de superioridad de Blanche por una de fastidio al no conseguir amedrentarle. Inspirando hondo, esperó a que los ruidos nocturnos le acompañaran. Y entonces comenzó.

Eres la estrella luminosa destinada a brillar

Lejos de aquí encontrarás tu lugar

Pero todos los días tienen su fin

El camino es tuyo por descubrir

En la blanca luz, una mano te alcanza

Tu corazón se parte en dos

Los sueños despiertos desaparecen

Abraza el nuevo día

Con cada palabra que recitaba, las llamas no adquirían formas, pero reaccionaban a ellas. Los colores bailaban al ritmo de su voz, aunque no fue lo único que cambió. Las estrellas y la luna desprendían una luz distinta, tintada por los colores del mismo fuego que habían convocado.

Canta conmigo una canción de héroes y villanos

La luz se dispersa en el cielo frente a ti

El amanecer atraviesa la penumbra

Eres la estrella luminosa destinada a brillar

Lejos de aquí encontrarás tu lugar

Pero todos los días tienen su fin

El camino es tuyo por descubrir

La tierra aceptaba su peso, el viento le envolvía, haciéndole sentir que no era el único que cantaba. Pues el resto de la manada acompañaban sus palabras, sus compañeros también, formando parte de su historia. Por un breve instante escuchó la voz de su abuela y de su abuelo acompañándole, igual que cuando estaba triste o antes de dormir. También sus padres, quienes se la aprendieron de todas las veces que la repetía. Esa familia que hacía tanto que no veía, pero que no olvidaba. Alguien le dio un par de toquecitos en el brazo, devolviéndole a la realidad. Aer le observaba a su lado con ojos iluminados y emotivos.

—Es la canción de los Signos —dijo Ead, volando raudo y veloz a su lado.

—A nosotros nos las cantaba Ailfryd antes de dormir —explicó Rune—. Es la que nos recuerda que vendréis cuando más os necesitemos.

—Supuse que sería una buena manera para que descansáramos esta noche —dijo Finnian, encogiéndose de hombros.

—Esta no es nada más que otra señal de tu verdadera naturaleza. Digan lo que digan o piensen lo que piensen, no dudes de ti, Finnian —dijo Flicka con solemnidad.

Era más fácil decirlo que hacerlo. Agachó la cabeza y se limitó a asentir, dando por terminada aquella velada. Sin embargo, fue la misma Blanche quien desapareció, entrando en la tienda sin despedirse ni ayudar a apagar las llamas. Por muy particular que fuera, hasta un comportamiento así era poco habitual en ella.

—¿Va todo bien? —dijo Finnian, viendo cómo se removía en su saco de dormir.

Ni siquiera ella fingiría estar durmiendo no tan rápido.

—¿La aprendiste cuando estabas en el Galya?

—Claro, ¿por qué? —dijo Finnian.

Quizás sus compañeros le ayudaron en aquella mentira, aunque no iba a ser él quien desvelara toda su historia. Sin embargo, la mirada de disgusto de Blanche era lo contrario a la calma y calidez que el resto habían experimentado.

—¿Tú no? ¿Kali no te la enseñó? —dijo Finnian.

—Supongo que hay muchos secretos que desconozco, ¿no? —dijo Blanche.

Por primera vez en lo que era capaz de recordar, vio tristeza en la chica. No era cansancio, de eso estaban todos servidos, sino de una resignación que Finnian no comprendía. Igual que no eran unos libros abiertos con Blanche, sucedía a la inversa. Lo acordaron al salir del desierto, pero ahora tenía un significado distinto que, a aquellas horas de la noche, no averiguaría.

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