《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 34.1 - Cambiar para sobrevivir

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Necesitaban mejorar, pero ante todo, tiempo para lograr luchar con una mayor sincronía. Aer, Rune y Leith habían tenido la oportunidad de acostumbrarse los unos a los otros, en especial el tiempo invertido en el Galya. Estuvieron juntos casi desde el principio, e incluso evolucionaron por primera vez luchando juntos, por lo que todo influía a que supieran moverse los unos con los otros. Nero era un asunto distinto, aunque el lobo conectó tan bien como si hubiera viajado más tiempo con ellos.

—Tener alguien en tierra nos facilita las cosas —dijo Aer.

—Ni se os ocurra usarme como cebo, o no convertirlo en una costumbre —les avisó Nero.

Tras su encuentro con el yuan-ti, aquel encuentro no se complicó de mala manera por pura suerte, pero eso no les impedía que cambiaran su manera de luchar. El lado positivo es que el vínculo no les sobrepasaba, ni siquiera con la incorporación del lobo, quizás por la fortaleza que ofrecía. Al contrario que el resto, Nero permanecía en el nivel Campeón. Este le confirmó que Finnian compartía su energía con él, pero se encontraba tan acostumbrado que no le resultaba ningún esfuerzo mantener su actual forma.

—Aunque vosotros tres contáis con tanta fuerza como la mía. ¿Por qué será? —dijo Nero.

Según Ead, esto se debía a que el potencial de los Signos les influenciaba más allá de la evolución. En efecto, era una capacidad que muchos ansiaban, pero cambiar de nivel con tanta frecuencia no resultaba un acto tan sencillo para la mayoría. Además de las peleas constantes y lo que se habían fortalecido, no debían de ser subestimados por sus diferentes aspectos.

Después de abandonar aquella fortaleza, el paso por Everground corto y largo al mismo tiempo. Apenas era medio día cuando por fin pudieron ver las llanuras que les rodeaban, las que pertenecían al Mar de Hierba. Aún les quedaba un largo trecho hasta alcanzar la Orquídea Plateada, pero ya no les resultaba tan lejanos llegados a esas alturas.

—Es imposible que no me traiga malos recuerdos —dijo Blanche, frotándose los brazos.

—Han pasado días desde entonces —dijo Finnian.

—Lo sé, pero basta con escuchar ese nombre para sentir que vagamos de un lugar a otro.

No iba mal desencaminada, aunque el paisaje era diferente. En efecto, había muchas llanuras cubiertas de una hierba tan verde que les daban ganas de tirarse sobre ellas, disfrutando el buen tiempo que les acompañaba. Lo habrían hecho de no ser porque decidieron aprovechar aquel impulso y comieron mientras caminaban. Al fin y al cabo, ¿por qué detenerse cuando podían avanzar más y no encontrarse expuestos?

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—Ese es el menor de nuestros problemas —dijo Nero.

El aire traía una esencia diferente a la que hasta ahora habían percibido. No pertenecía a la flora o fauna de sus alrededores, menos aún del almuerzo que disfrutaron en silencio, sino de algo que se movía. La posibilidad de encontrarse con nuevos elthean nunca desaparecería, igual que podría suceder al desplazarse por una ciudad. Sin embargo, no destilaba caos como su más reciente enemigo, sino un aroma lupino demasiado conocido para su compañero.

—¿Más lobos? —dijo Blanche.

—¿Hay otras manadas en Hawell? —dijo Rune.

Al igual que los dragones, u otra criatura, la manada de Braunah no era la única en aquella región. Existían otros que habitaban en la frontera con Issey, mezclándose con los lobos del norte en la mayoría de los casos. Aunque estaban, en teoría, cerca de dicha región, no conocían a ningunos otros elthean a quienes hubieran dejado alrededor del mismo lugar por el que ahora pasaban.

La tierra temblaba, avisándoles de que pronto se encontrarían con aquel grupo numeroso. Lo que sucedería aún estaba por decidir, aunque por la manera que tuvo de tensarse el pelo de Nero, quizás habían dado en el clavo. Entonces, el mismo sonido que llegó hasta ellos desapareció, aunque eso no les alejaba del peligro. Poco a poco, diversos lobos comenzaron a aparecer sin ser vistos y les rodeaban. Uno de estos sobresalía, no solo por su tamaño, sino porque otros dejaron paso para que este se adelantara. De pelaje marrón oscuro, la familiaridad que inundó a Nero iba acompañada de presión.

Se trataba de su manada, ahora no había la menor duda.

—¿Por qué has permitido que el humano te use como una vulgar montura?

Soltó aquellas palabras por un gruñido, pero uno más profundo y potente logró cortarlo. El pelaje blanco y grisáceo característico de Braunah no tardó en hacer acto de presencia, consiguiendo que el mismo impertinente retrocediera ante la orden de su alfa.

—¡Ha deshonrado a la manada!

—Sköll, no sigas con esto —le advirtió Braunah una vez más.

Había agitación, resentimiento. Al fin y al cabo, eran los Signos que se dejaron capturar con tanta facilidad, el mismo que se negó a darles más fuerza y que les había llevado a una derrota. Resultaba irónico que les culparan de lo sucedido en Alder cuando se negaron a escuchar sus recomendaciones. ¿Tan ciegos estaban como para llegar a esas alturas?

—Si tan frustrado estás, zanjemos este asunto en el círculo —dijo Nero.

No tuvo que acercarse para que el resto retrocedieran, conociendo aquellas palabras mejor que ellos. Según lo que Nero les susurró a su mente, se trataba de una costumbre que había entre las manadas para situaciones así donde los desacuerdos podían fracturarlas. Los elthean en disputa se enfrentaban y quien ganaba, decidía el desenlace de aquello. No era mortal, o no por regla general, pero era una manera de que la situación no continuara empeorando.

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Braunah miró a su hijo, después al resto de sus nuevos compañeros. Ignoraba que estaría pasándole por la cabeza en aquel instante, pero su semblante no cambio.

—Acepto tu desafío —dijo Sköll, avanzando hasta él—. Y cuando te derrote, no tendremos que volverte a a ver ti, a tus problemas, ni a esos falsos salvadores.

—Guau, mira quien es el rencoroso ahora —dijo Aer, logrando un gruñido como respuesta

—¿Quién secunda este enfrentamiento? —dijo Sköll.

—Yo misma.

Fue Braunah quien lo permitió, un gesto que logró alterar el ritmo de aquel encuentro. Incluso cuando antes pretendiera evitarlo, que lo hiciera ella y no cualquier otro miembro de la manada reafirmaba su autoría y liderazgo.

—Pero solo los dos lobos podrán pelear. Nadie interrumpirá en esta lucha —dijo Braunah.

Aquello prevenía que se sumaran o evitaran que Nero acabara siendo derrotado. Por mucho que les fastidiara, no tuvieron más remedio que acceder, en especial por cómo de rápido avanzaba todo aquello.

—Es lo mejor para la manada, ¿verdad? —dijo Finnian.

—Braunah estaba lista para algo así, ¿no? —dijo Aer.

Les habían dejado prepararse durante unos minutos, aunque su vínculo impedía que aquella conversación pudiera ser captada por nadie más. La situación de la manada era inestable, sobre todo desde que se encontraron, pero que se había agravado tras los últimos acontecimientos.

—Sköll siempre ha sido muy polémico, pero desde que empezaron los problemas, su actitud ha cambiado a peor —dijo Nero.

No le estaba justificando, sino explicando el por qué de todo aquello. Conocía a ese lobo desde que era una cría, ambos habían aprendido a cazar, a luchar y a rastrear, pero sus personalidades distintas y la manera en la que veían el mundo acabó separándoles.

—Si gano, este problema debería dejar de afectarle a mis madres —dijo Nero.

—Y si pierdes, Braunah reafirmaría su posición como alfa al exiliar a su propio hijo —dijo Finnian.

Una alternativa desoladora. Finnian ignoraba lo que habría hecho en una situación así, el tener que escoger entre su destino y su familia, pudiendo perder a ambas en el proceso. Sabía que venían de lugares distintos, pero ver algo así tan cerca lograba removerle por dentro. Sin embargo, por muy tenso que estuviera su compañero, no se veía sorprendido.

—Lo esperabas —dijo Rune.

—Sabías lo que pasaría al marcharte con nosotros y volvíamos a encontrarnos con la manada —dijo Leith.

—No tenía otra opción —dijo Nero—, y hasta lo sabe.

Con aquel comentario, en cambio, se refería a su madre. Sus costumbres habían sido pasadas de generación en generación, adaptándose a los tiempos, pero siempre manteniendo aquello que les fuera de utilidad. El círculo de los lobos ayudaba a que los juegos de poder no se dieran con tanta frecuencia, además de ser una manera bastante directa de hacer frente a los problemas.

—¿Qué necesitas de nosotros? —dijo Finnian.

—Alguien deberá de ser mi segundo, por si las cosas se tuercen —dijo Nero.

No podían ser ni Rune ni Leith. Que ambas pudieran volar hacía que la mayoría les viera como una amenaza.

—¡Menuda tontería! —exclamó Rune, incapaz de ocultar su indignación.

—Por eso tengo que ser yo —dijo Aer, soltando un resoplido—. Porque soy estrella.

—Bueno, hay prejuicios de todo tipo —dijo Leith, tan frustrada como los demás.

—¿Quieres que le dé un picotazo? —añadió Rune.

—Le daría un puñetazo hasta yo mismo, si pudiera. Que levante la mano quien le tenga ganas a ese lobo impertinente —sonrió Finnian, alzando la mano mientras el resto le imitaban.—. ¿Por qué no les enseñáis a ese lobo de lo que este grupo es capaz de hacer?

Las opiniones eran tan diversas como los colores. No siempre iban a coincidir, tampoco les gustarían. Cada uno resultaba único a su manera, ¿y qué había de malo en eso?

—Además, hay algo que no han incluido en las “reglas” del duelo —dijo Finnian.

Ni siquiera necesitó explicarlo para que lo entendieran. Se trataba de un detalle tan sutil que estaba a su lado de manera permanente. Con cada respiración, con cada acto que realizaban. Nunca podrían hacer que los otros les miraran con mejores ojos, ni tampoco permitieran que sus prejuicios les impidieran continuar con sus vidas. Por eso juntaron sus manos y patas, porque eran un equipo que se crecía ante los desafíos, incluso cuando otros no tuvieran fe en ellos. No necesitaban que otros le aplaudieran para alcanzar sus objetivos. ¡Poseían la fuerza necesaria para hacerlos realidad!

—¿Quién quiere darle una lección a ese lobo tan impertinente como pesado? —dijo Finnian, alzando la voz para llegar a todos los que estuvieran cerca—. Equipo Signo, ¡a trabajar!

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