《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 31.1 - Subiendo a los cielos
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Existían un par de detalles a tener en consideración si cualquiera quería usar el Camino de las Nubes. Para empezar, estaban vigilados y protegidos por las ciudades en las que se encontraba. Cualquier elthean con capacidad de vuelo podría llegar a la misma altura sí descubrían la ruta, aunque no tendrían la posibilidad de utilizar las nubes porque entraba en juego una magia que no estaba al alcance de cualquiera.
—Sería bastante más sencillo que nos explicaras como utilizarlas de principio a fin —dijo Blanche.
—Eso no te lo crees ni tú —Avira soltó una carcajada que logró torcerle el rostro a la chica—. Tendréis el mismo trato que cualquier otro viajero. Aprenderéis cómo controlar estas nubes, pero ni más ni menos.
No solo era por el conocimiento, sino por los acuerdos trazados entre las diferencias regiones involucradas para no emplearlos en ningún enfrentamiento. Al fin y al cabo, los Caminos de las Nubes ofrecían una serie de posibilidades que pondría al resto en desventaja. Podría considerarse una violación de estas normas porque cambiarían un poco su uso.
—Lo importante es que no pensamos atacar a nadie —dijo Aer.
—O no mientras estemos allí arriba, salvo que sea necesario —admitió Rune.
—Y tampoco es que vayamos a dar un viaje completo —añadió Finnian.
Otro de los aspectos a tener en cuenta es que se necesitaba cierta maquinaria. Que la entrada estuviera cerca del castillo de Kiyeira, pues eso les ofrecía una manera de protegerlo y evitar su mala utilización. ¡A saber quien había pasado por allí autorizado por Cinder! Aunque ese era un problema al que la Princesa Avira tendría que hacer frente, no ninguno de ellos.
Tras recorrer los pasillos, llegaron a uno de los extremos más apartados de la fortaleza, allí donde la mirada del pueblo no alcanzaba ni por medios mágicos. Protegido por un hechizo de camuflaje, la Estación de Nubes se asemejaba mucho a una de las orfebrerías que había visto en el Galya, ya encendida para su uso.
—Última oportunidad —dijo Avira, poniéndose frente a ellos—. En cuanto estéis dentro de la ruta, no podré garantizar vuestra seguridad, ni que Calamidad las tenga vigiladas desde el cielo.
—El peligro siempre va a estar ahí —admitió Finnian.
—Pero nadie se esperará si llegamos a Everground antes del anochecer —dijo Leith.
Ni tampoco la ruta que tomarían. Desde allí podrían ir al norte, al este ignorando Hawell para llegar hasta Armecia, ir hacia el oeste o más al sur. Avira comprendió el por qué prefirieron no desvelar tanta información, pues hasta ella no podía garantizar que su conversación no hubiera sido escuchada o llegara a oídos enemigos. Incluso Blanche, quien no era una gran admiradora de las alturas, había dejado de hablar con la sola idea de lo que iba a ocurrir.
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La orfebrería de nubes estaba acumulando energía para generarles, lo que llevaría menos tiempo de lo esperado, aunque necesitarían una de buen tamaño que garantizara su seguridad. La seriedad de Nero era para preocuparse, en especial porque temía si tanta nube no fuera capaz de contener su tamaño actual. Avira trató de disipar sus temores frente a eso, en especial porque otros mayores que el lobo lo habían utilizado.
—Además, usaremos un hechizo de agarre entre todos, solo por si acaso —dijo Aer.
Se trataba de un encantamiento sencillo que tenía la misma función que su nombre. Lo practicaron en el Galya por la tendencia que habían adoptado a meterse en problemas en los peores momentos, y contar con un método que les permitiera unirse nunca les vendría mal. Si alguno se caía, el resto podrían recogerlo. El lado positivo es que no funcionaba del todo como una cuerda normal, pues su magia les ayudaría a la hora de “tirar del resto sí llegara a ser necesario, aunque tuviera sus límites, claro.
—Bueno, viendo que este viaje es todo lleno de novedades… ¿Por qué no incluir el volar entre mis nuevas experiencias? —dijo Nero.
—No te preocupes, no dejaré que caigas —dijo Leith, pronunciando una gran sonrisa.
Y aunque sus palabras tenían cierto tono de burla que la dragona fue incapaz de ocultar, ni siquiera el gran lobo iba a contestarla por lo convincentes que eran. Durante los próximos minutos hicieron lo único que pudieron, prepararse con lo que tenían a su disposición. Al contrario que Blanche o él, los elthean no necesitaban ropa de abrigo. Resultaba una suerte que hubieran podido hacerse con cosas así antes de encontrarse, y aunque tenía serias dudas de si llegarían a congelarse o no, en especial por lo cerca que estarían los unos de los otros, ser cuidadoso era una costumbre más en su repertorio.
Así, poco a poco, comprobaron cómo se formaba una nube sobre la única plataforma que había cerca. Casi podía pasar por un helipuerto, lo que haría todo aquello más sencillo. Los técnicos e ingenieros mágicos encargados de su mantenimiento no les permitieron ni acercarse ni tocarla, pues cualquier cambio podría desajustarla y que dejara de funcionar cuando menos se lo esperaban.
—Claro, no queremos acabar en medio de la nada, a miles de metros de altura, sin nada a lo que agarrarnos —masculló Nero sin apartar los ojos de la nube.
—Tranquilo, Gran Lobo —dijo Aer, dándole un par de toquecitos en la espalda—. Es una nueva experiencia, tú mismo lo has dicho.
—No te preocupes, siempre podemos aullar al mismo tiempo, muertos de terror —dijo Finnian, algo que, para su asombro, su compañero accedió.
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Al menos no serían ellos, sino Aer, Rune y Leith quien se encargarían de todo. Moverse por el Camino de Nubes implicaba poco esfuerzo. Tal y como se lo explicaron, se subían en una que iba a un sitio en concreto, similar a los trenes de su mundo. Sin embargo, que pretendieran alterar su rumbo haría más complicada su tarea, pero si seguían las indicaciones que les daban, podrían llegar a Everground antes de que anocheciera. El aterrizaje, sin embargo, sería complicado. O la parte más sencilla, si ignoraban a las nagas que estarían por esa zona.
—¿Volverás a Aurean en cuanto acabes aquí? —dijo Finnian.
—Dependiendo de cuanto tarde, pero esa es la idea —admitió la princesa—. Hay demasiados problemas como para que los solucionemos todos, aunque eso no nos impide actuar de vez en cuando.
—¿Por qué Kiyeira y no los demás? —dijo Blanche—. Hay muchos en Hawell que les hubiera venido bien vuestra ayuda.
Por los recursos y la estrategia que esa ciudad les ofrecía. Del mismo modo que Ariel se hacía con aquello que le viniera bien tanto a corto como a largo plazo, Aurean debía de funcionar de una manera similar con su reino. No podrían cuidar a los demás si no garantizaban su seguridad primero, y eso era un asunto bastante grande si tenían en consideración los enemigos que había fuera. Además, Kiyeira era un lugar de relevancia por su localización, pues conectaba con el mar y el Camino de las Nubes, pero también estaba cerca de la frontera con Issey como para que permitieran que cualquiera controlara ese paso.
—Necesitamos un cambio cuanto antes —dijo Avira—. Tarde o temprano alguien tomará la ventaja, y por ahora esa es la peor incógnita que aún nos hemos disipado.
No quería respuestas, sino resultados, y en eso entraban ellos. Quizás se debiera a su estatus, a la presencia tan fuerte que poseía la princesa o las prisas de los últimos días, pero le habría encantado darle la seguridad de que pronto las cosas cambiarían. Sin embargo, antes de que diera ese paso, incluso cuando se tratara de una profesa que aún no pudiera cumplir, su transporte estaba más que listo para que fuera utilizado.
A simple vista, la nube podía equipararse a un coche familiar en tamaño. Dando un pequeño salto, el tacto sobre sus pies era una mezcla de sólido, pero blando según la presión que le estuviera haciendo. Incluso resultaba reconfortante sentarse sobre ella, lo que al menos haría su viaje algo más cómodo. Nero la olisqueó durante un rato, y por lo que podía leer con su forma de moverse, aquel medio de transporte le resultaba tan incómodo como difícil para adaptarse. Sin embargo, no tuvieron que presionarle, pues terminó subiéndose junto a los demás.
—Se parece a la nieve… Una extraña, nada fría y blandita nieve —dijo Nero, aún no convencido con aquello.
—Mejor no pienses demasiado en lo que es e intenta descansar —dijo Finnian.
Mientras menos vueltas le diera a ello, mejor. Al fin y al cabo, el miedo a las alturas no le era desconocido. En cuanto estuvieron instalados, una ligera sonrisa apreció en los labios de Avira.
—Supongo que ahora puedo decir que he visto a los Signos con mis propios ojos.
—¿Hemos cumplido tus expectativas? —dijo Finnian.
—Sois más numerosos de lo que esperaba, pero aún está por ver si las leyendas son ciertas —dijo Avira.
—Tendrás noticias de nosotros, ya lo verás.
—Antes de que se me olvide, esto os vendrá bien —dijo Avira.
Les lanzó un vial de tamaño medio cuyo contenido era una mezcla de azul y verde. Se trataba de un potente antídoto para hacer frente al veneno de las nagas. Los planes nunca salían como pretendían, y si iban a meterse dentro de un nido de serpientes, cuantos más cosas tuvieran a su disposición, mejor.
—Y es aprueba de golpes, salvo que lo aplasten con su cola, por supuesto —repuso la princesa.
—Lo mantendremos a buen recaudo —dijo Finnian, guardándolo con rapidez en su mochila.
—Tenlo bien localizado. Es probable que vayamos a necesitarlo e imagina no encontrarlo rápido. ¡Con todo lo que tienes ahí dentro! —exclamó Blanche.
—Ni que tuviera un caos entre mis cosas, al contrario que tú —replicó Finnian.
—¿Queréis concentraros por un instante? —añadió Rune, imitando su mismo tono de voz.
—Estamos a punto de partir. ¿No preferiríais agarraros a algo, por si acaso? —sugirió Aer.
Y aunque Nero contuvo las ganas de soltar un resoplido, casi tanto como Finnian un comentario, el viaje dio comienzo. La nube comenzó a elevarse con lentitud, e incluso sin saber la ruta que trazarían, no hubo palabras para agradecerle a Aer que creara una cúpula para protegerles de un frío que podría calarles hasta los huesos.
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