《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 30.2 - Un mensaje al alcance de la mano

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Avira fue muy directa: no abriría ningún portal para ellos. El grupo que viajó con ella tenía energía mágica para crear uno nuevo en caso de buscar un rápido regreso a Aurean, por lo que les tocaría caminar. Nada de lo que fueran a quejarse, no teniendo en cuenta la mala experiencia que tuvo con Kali y que no pensaba repetir de ninguna manera.

—Quiero que vayáis a la Orquídea Plateada y le deis esto a un elthean llamado Anwil.

La princesa le tendió a Finnian lo que en un principio parecía un colgante circular, sencillo, pero con símbolos alrededor de este. Contenía una magia que le era desconocida, por no hablar que tampoco podría activarla. Según le explicó, había sido diseñado para que reaccionara con el receptor, aunque alguien con suficiente fortaleza podría romper dicha cerradura.

—El mensaje está en el interior, como podéis imaginaros.

—¿Tan solo hay que hacer eso? —repitió Finnian, observando el objeto con atención.

—No muchos quieren visitar esa dorean, incluso cuando esté recuperando el brillo de antaño —dijo Avira.

—Los comentarios que hemos recibido han sido… —comenzó a decir Leith.

—Diversos —dijo Rune.

—Más bien tan exagerados que no sabíamos ni qué pensar —admitió Aer.

—Mejor juzgadlo con vuestros propios ojos cuando estéis allí —dijo Avira.

—¿Por qué no vas tú? —dijo Blanche—. Tienes los medios para hacerlo.

Aquel cometido era personal, mientras que su trabajo allí no. Además, incluso teniendo recursos para trasladarse de un lugar a otro, no era el momento de algo así. En cambio, ellos ya habían desvelado que estarían cerca y no alteraría demasiado su misión, lo que les llevó a su siguiente paso.

—Cinder habló de la cueva de las nagas, ¿no? —comentó Nero—. ¿Creéis que tendría algún tipo de control sobre ellas?

—Es probable. Se han mantenido en la montaña durante generaciones, solo atacando a viajeros que pasaran por el territorio —dijo Avira—. Aunque Cinder teniendo un trato con Calamidad, no es descabellado pensar que estuvieran aliados.

—Voy a decir una estupidez de la que me arrepentiré luego…

—Eso no es novedad, Finnian —respondió Blanche.

—Su número sería preocupante, ¿verdad?

Y frunció las cejas, mirando a la otra Signo. Estaba en lo cierto al comentar que su número podría convertirse en un problema, aunque era su localización lo que les volvía una amenaza. Podían habitar los túneles de Everground, pero las montañas abarcaban un terreno importante, por lo que incluso sus caminos eran considerados por mucho como su dominio.

—Solo un grupo de elthean de considerable fortaleza se atrevería a ir por allí.

—¿Como el mismo en el que habéis venido, princesa Avira? —dijo Ead.

—En efecto, Maese Frionach.

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La relación de aquel par era de lo más curiosa. En Aurean respetaban el trabajo que los sensibles como Ead realizaban, aunque en aquel isntante todos se estuvieran tratando de igual a igual.

—Deberías dejarnos a nosotros encargarnos de Everground —dijo Finnian.

—No me entusiasma la idea de ir por allí, pero al menos es mejor que las nubes —admitió Nero.

—Además, aún no tienen noticias del encarcelamiento de Cinder —dijo Aer—. No se esperarán que alguien intervenga, da igual quien sea.

El tiempo, una vez más, corría en su contra, aunque no era una novedad. La princesa le observó durante unos segundos, aún con sus ojos tan ardientes como zafiros de fuego. Ignoraba qué estaría pensando, pues la conversación que habían estado manteniendo iba más allá a controlar los daños causados (o los que estuvieran por venir) que su presencia. Cada cual tenía puestos distintos, y se centraban en aspectos diferentes.

—¿Te ofreces a un cometido sin conocer el plan que preparé para contenerlos? —dijo Avira.

—Tal y como yo lo veo, alguien debe ir para averiguar de qué lado están —dijo Finnian.

—Haremos lo que sea necesario para que no se sumen a las filas del Señor de la Calamidad —asintió Rune.

—No son pacíficos como nosotros. Dialogar implicará que acabéis en sus estómagos —dijo Avira.

Una lenta digestión, aunque si eran numerosas, su reducido grupo no sería suficiente para alimentar a las nagas que vivieran en Everground. La sola idea le provocaba escalofríos, algo que sus amigos compartían también. Incluso Nero, quien estaba más que contento con la idea de ir por la montaña, preferiría dar un rodeo y evitar a dichas serpientes en lugar de enfrentarlas.

—De todos modos, estáis de suerte. Solo necesitaréis esto —dijo Avira, haciendo aparecer en su mano una canica de hierro—. Que no os engañe la vista, es un artefacto peligroso si no sabéis utilizarlo.

Lo llamó orbe atemporal. Era un objeto que atraparía a cualquier elthean que estuviera a su alcance, manteniéndolo en su interior durante un tiempo indefinido hasta que la energía mágica que lo alimentara se agotara.

—Una idea así suena genial, pero tendríamos que atraerles a todos o a la mayoría, ¿no? —dijo Finnian.

—¿Con la suerte que tenemos? —dijo Aer, mirando de arriba a abajo a su compañero y ambos asintiendo—. Lo harán.

—Pondremos un pie allí y saldrán de la tierra —dijo Rune.

—Eso, sin embargo, es lo sencillo —dijo Avira.

Para que funcionara de verdad necesitaban algo de las nagas, aunque fuera una escama o una gota de sangre. El orbe podría absorberlo y, de ese modo, solo los elthean que compartieran esas características acabarían en su interior. Resultaba una prisión bastante eficaz, aunque no estaba al alcance de cualquier reino como para que se usara en todos los enfrentamientos.

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—Parece mentira que vaya a decir esto —dijo Leith, poniendo los ojos en blanco—. ¿No se morirán de hambre?

—El tiempo en el interior es distinto. Lo que allí será cuestión de minutos, en el exterior serían meses o puede que años —dijo Avira.

—El suficiente para que no se unan a nuestros enemigos —dijo Nero.

—Esa es la clave. Porque no me apetecería que acabáramos encerrados en un artefacto así —admitió Ead.

¡Ni el colibrí ni ninguno de los presentes! Por un momento, la posibilidad de que algo así acabara con sus vidas le produjo un tal sentimiento de rechazo que apretó los labios. Y aunque no confiaría en la princesa de manera ciega, pues preferiría analizar el orbe en cuanto no hubiera otros ojos observándoles, era lo más cercano a un plan que habían tenido ante una misión así.

—¿Por qué nos ayudas? Tengo que preguntarlo —dijo Finnian.

—Muchas cosas han estado cambiando en Elthea, y ahora necesitamos vuestra ayuda más que nunca —dijo Avira.

Por muy sinceras que pudieran parecer sus palabras, hubo un mensaje oculto que no percibió, ni tampoco comprendió. Todo giraba en torno a aquel amuleto que le había dado Avira, el mismo que debían de dar al llamado Anwil. Que este reaccionara ante el receptor haría más sencilla la entrega, en especial por si alguien intentaba engañarles.

—Quizás por eso está interesada en que resolvamos esto —señaló Aer.

—Lo dejó claro, ¿no? Usarnos de mensajeros se trataba de algo personal —dijo Rune.

—Quien sea ese tal Anwil, debe de ser importante para ella —dijo Leith.

¿Podía ser una trampa? ¿Estaban jugando con ellos el Reino de Aurean, igual que Cinder lo intentó? ¿Habían quitado de en medio a un tirano y decidían ayudar a otros que acababan de conocer? Puede que confiaran en su instinto, pero eso no impedía que pudieran equivocarse, daba igual lo tranquilos que estuvieran Aer, Rune y Ead sobre ella.

—Hay algo que quiero a cambio —dijo Finnian, logrando que Avira alzara una ceja.

—No esperaba menos.

—Y está a tu alcance —remarcó Finnian, antes de que la princesa pudiera añadir nada más.

Algo más que información. Los Aurean habían sido de los pocos en hacerle frente al Erosionador y sobrevivir en el proceso. Su reino se encontraba intacto, o bastante más que todas las ciudades arrasadas que ahora figuraban marcadas en su mapa.

—Hay poco que pueda contar al respecto, en especial porque no estuve en persona —dijo Avira.

—Pero habrá otros elthean que puedan darnos datos de utilidad —intervino Nero.

—Aunque no es lo único que nos interesa —añadió Finnian—. Queremos acceso a Aurean. No ser tratados como enemigos sí llegamos a pasar por allí.

Eran Signos, pero en Kiyeira se demostró que no todos estaban dispuestos a ayudarles. Contar con el apoyo de los líderes de Hawell podría facilitarles las cosas si la situación se torciera, algo que ninguno podía adivinar. Avira accedió, aunque solo lo conseguirían una vez entregaran su mensaje.

—En cuanto a la información… Vosotros os habéis enfrentado contra ese monstruo —dijo Avira.

—Pero no hemos vuelto a encontrarlo, y por lo que sabemos, está continuando sus taques por un motivo —dijo Finnian.

Fortalecerse. Asimilando a otros elthean no solo debilitaría a los territorios e incluso a Ariel, sino a cualquiera que tratara de plantarle cara. Buscaba poder ante cualquier costa, pero debían de saber lo que otros aprendieron de dicha experiencia.

—Su poder para uno en el nivel Campeón es elevado. Casi me atrevería a decir que, sí sigue a este ritmo, alcanzaría el nivel Maestro cuando menos no lo esperemos —dijo Avira.

—Aunque debería de matar a muchos más elthean para conseguirlo —admitió Ead.

—Y eso le obligará a moverse —dijo Finnian.

Las grandes ciudades tendrían más medios para impedir que les destruyera. Estaría cambiando su manera de actuar, pero tarde o temprano haría algo tan descabellado como su intento fallido de acabar con los aurean. Aún existían territorios y lugares que no había tocado y que tampoco tendrían noticia de ello. Estaba dañando Elthea de tal manera que tardaría mucho tiempo en recuperarse, y por eso mismo debían de pararle los pies cuanto antes.

—Eso es fácil decirlo, pero… —comenzó a murmurar Blanche—. Por mucho que trabajemos juntos, o lo fuerte que te hagas, nunca seremos capaces de estar a su altura.

—Siempre hay alternativas, aunque ahora no sepamos verlas —dijo Finnian.

Puede que sus compañeros no pudieran evolucionar más, o no por el momento, pero dudaba que fuera así de sencillo. Sin embargo, su mayor problema era sobrevivir a un territorio plagado de serpientes. ¡El mejor lugar para irse de vacaciones! Sí es que eran capaces de llegar a tiempo, claro.

—Hablando de eso, quizás no deberíamos de rechazar el usar el Camino de las Nubes —dijo Aer.

—¿Por qué tengo la sensación de que me arrepentiré con todo esto? —dijo Nero, sacudiendo la cabeza.

—¿Estás pensando lo mismo que yo? —dijo Rune, chocando las manos casi al instante.

¿Qué habría de malo en emplear dicha ruta y alterarla sin que nadie más lo supiera?

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