《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 28.3 - Un mal presagio

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Su campamento se vio poblado de risas, juegos, de aromas a comida exquisita y de todo tipo de conversaciones. Incluso aprovecharon el tiempo para reponer sus provisiones y actualizar su mapa. Ignoraban cuánto les llevaría alcanzar la Orquídea Plateada, por lo que no querían quedarse sin alimentos sí se prolongaba demasiado su viaje. En lo que se refería a su mapa, aunque era el más actualizado cuando lo compraron, el poco tiempo que permanecieron fuera averiguaron que ciertos pueblos habían desaparecido, mientras que otros formaban parte de los territorios dominados por Calamidad.

—Nunca está de mal conocernos, por lo que pueda suceder —le aseguró Aer.

La experiencia de Alder les hizo ver que cualquier sitio podría convertirse en una trampa mortal si no eran cuidadosos. Tampoco es que fueran a volverse paranoicos, pero mientras más información tuvieran, mejor preparados estarían. Después, decidieron lanzar varios hechizos alrededor del santuario. Formaban parte de sus “trampas para descansar”, conjuros que desvelarían la presencia de extraños si se acercaban sin llamar demasiado la atención. Incluso tenían una alarma mental que les despertaría de golpe si hubiera problemas cerca del santuario. Habían aprendido por las malas que incluso allí podrían molestarles, por lo que ser precavidos nunca estaría de más. Sin embargo, la lectura de runas de Idelya le mantenía demasiado inquieto para que lograra conciliar el sueño.

—Todavía es pronto. ¿Por qué no tomas el aire y te estiras un poco? A mí siempre me sirve cuando estoy así —le sugirió Aer.

Sus compañeros se encontraban en mejor estado que antes, pero no sería él quien les privaría de un sueño más que merecido. El cambio de localización también se aplicaba al clima. Dejando atrás el desierto, tuvo que sacar la poca ropa de abrigo que tenía para no pillar un buen resfriado, y eso que no estaban a mucha altura. El Camino de Flores Glacial recibía ese nombre porque su flora no solo reducían la temperatura de su alrededor, sino también porque eran empleadas para hechizos gélidos o como ingredientes para pociones. Se habían hecho con un par de ellas, pues nunca estaría de más contar con algo así, aunque a la larga no tuvieran intenciones de utilizarlo. Pensar en pociones, en hechizos o en cualquier otra cosa le trasmitía en el pasado una calma que ahora no le ofrecía. Lo que cambia la perspectiva de uno cuando la fantasía se convierte en tu realidad, ¿verdad?

—Es normal que te sientas así, saber detalles del futuro pueden alterar a cualquiera.

Nero decidió permanecer fuera de su tienda, cerca de ellos, pero con mayor espacio a su disposición. Incluso cuando pudiera entrar con los demás, el lobo aún prefería quedarse fuera, quizás por que fuera una costumbre el dormir teniendo el cielo sobre él, pero también por lo que había vivido hasta ahora. Ni siquiera Finnian negaría que permanecer en el exterior le ofrecía una visión distinta. Despertarse con el amanecer era más reconfortante de lo que habría imaginado, aunque allí no quisiera arriesgarse a ponerse enfermo.

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—Lo mismo te ha pasado a ti cuando comentaban del Camino de las Nubes, ¿no? —dijo Finnian, alzando ambas cejas.

—¿Puedes saber lo que pienso? ¿Hasta el último detalle? —dijo Nero, no muy complacido con una posibilidad así.

—Solo aquello que quieras compartir conmigo, aunque hay ligeras excepciones.

Existían detalles que se le escapaban, pues el vínculo del Signo y sus compañeros no es que estuviera en cualquier libro. Compartían poder, conectaban sus mentes para hablar sin necesitar de decir las cosas en voz alta, pero resultaba un acto voluntario. Todo lo que pasaba por su cabeza no era escuchado salvo que él quisiera. Con los sentimientos funcionaba de manera similar, aunque Finnian tenía la teoría que podían entenderlos con mayor facilidad. Era como conocerse mejor los unos a los otros, aunque hubiera detalles de sus vidas que no compartieran, pero en lugar de ser un problema, formaba parte del encanto de cada uno de ellos.

—Sintieron mi miedo cuando Ariel nos capturó, lo mismo sucedió con la idea de surcar las nubes —sonrió Finnian.

Fue nombrarlo y el lobo se sacudió, tratando de no pensar en cómo sería aquello cuando aún no estaba nada decidido. La vida en la manada podía ser monótona, o eso le comentó, pero ninguno de los suyos se planteó la idea de volar. Ni siquiera Aer, Rune o Leith añadieron nada en su momento, conscientes que Nero había tenido experiencias distintas a las de ellos.

—¿Es que ninguno puede?

—No los que yo conozco, aunque nunca se sabe —dijo Nero, sentándose junto a él cerca del fuego—. Estás preocupado.

—¿Te lo dice nuestro vínculo? —repuso Finnian, mordiéndose el labio.

—Para nada —dijo el lobo, negando con la cabeza—. La magia no es una respuesta a todo. No me hace falta para verlo en tu mirada.

—Siento que he contribuido en eso.

Aquellas seis palabras provenían de Idelya. Titubeando en un principio, terminó por unirse a ellos, sentándose junto al fuego para mantener el calor mientras Finnian se encogiera de hombros. Por mucho que ella se ofreciera, aceptaron de buen grado, conociendo las consecuencias de una práctica así. Quizás él no fuera capaz de hacer lo que ella, o no de la misma manera, pero ese no era motivo para culparla. Cada uno hacía lo que podía con lo que tenía, y como bien le dijeron el día anterior sus compañeros, estaba en sus manos el cómo reaccionara a las acciones de los demás.

—Eres de los más complicados que he tenido, eso puedo asegurártelo —dijo Idelya—. Tu destino se encuentra sujeto a demasiadas variables como para saber con certeza qué ocurrirá.

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—No sé si me sirve de consuelo o me preocupa más —admitió Finnian—. Es un mal presagio, ¿verdad?

Pillándole desprevenido, había recibido un suave golpecito en la cabeza por parte de Idelya.

—¿Es que no has prestado atención? Tu destino no está escrito, y por eso mismo no debes pensar que algo malo va a suceder —dijo Idelya.

—Aunque se avecina —dijo Finnian— No es por ser negativo, sino por lo que influenció en la lectura.

Por no hablar de lo que estuviera afectando a sus visiones, o parte de ellas. Su intuición le decía que la misión no había cambiado, pero que había sido modificada, aunque los detalles se le escapaban. Tampoco es que confiara a ciegas en Idelya y debía de ser cuidadoso con cualquiera que apareciera en su camino. Sin embargo, era aquello que desconocía, pero que le seguía de cerca lo que le preocupaba. ¿Quién tendría una influencia tan grande como para crear un bloqueo de tal calibre? ¿Por qué era él quien tuviera que enfrentarse a algo así, cuando había aprendido lo básico de la magia?

—Lo sabrás cuando tengas que saberlo, así funciona la vida —dijo Idelya.

—Por eso debéis de cambiar vuestra ruta y no acercaros hacia el este —repuso Finnian—. Nada que esté cerca de la Orquídea Plateada.

Aquello sí sorprendió al mercader, pues no pudieron ser más crípticos sobre hacia donde se dirigían. La posibilidad que dicha información acabara en malas manos siempre existiría, por no hablar que si Ariel conocía la historia de su predecesor, podría estar esperándoles por dicho territorio. Y donde estuviera Calamidad, el otro demonio no andaría tampoco muy lejos. La caravana de Idelya se había portado bien con ellos, pero no podía dejarles a ciegas.

—¿Por qué lo desvelas ahora?

—No sois malos elthean, al contrario —dijo Finnian—. Tampoco quiero que sufráis por compartir el camino con nosotros.

La imagen de Alta Espada destruida o Alder conquistada era demasiado para que volviera a sucederle. Era consciente que cosas así pasaban por todos lados, pero si podía ayudar en algo para evitarlo, por poco que fuera, no dudaría. Ni cuando eso implicara que su propia travesía se volviera más peligrosa.

—Entonces necesitarás saber que las cosas allí han cambiado —dijo Idelya—. La vida es distinta, aunque continúa siendo una dorean más. Su guardián trabaja duro para que vuelva a brillar como antes.

Quizás ella desconociera los verdaderos motivos para que la Orquídea Plateada hubiera sufrido tales daños. No obstante, sí los otros elthean eran capaces de sentir que lo que cambió en su interior… ¿Qué podría hacer él? ¿Cómo se suponía que debía arreglar algo, lo que fuera, si en su grupo reinaba la discordia?

—Confiando en nosotros —dijo Aer.

—No estás solo, eso ya lo sabes —dijo Rune.

—Aunque nunca está de más que te lo recordemos, ¿no crees? —dijo Leith.

No tenían ni que salir para escucharles, mente con mente, corazón con corazón. Sus dudas les afectarían. Tampoco es que tuvieran todas las respuestas, ni siquiera ellos, unos nativos de Elthea. Ni él tenía esa capacidad en la Tierra, pues siempre había algo nuevo que aprender. Aunque allí estaban de su lado, y eso les daba una fortaleza que no todos poseían.

—Ahora, hora de ir a la cama —dijo Nero, dándole un suave golpe con el hocico—. No esperarás que te lleve yo, ¿verdad?

—Creo que te faltaría agarrarme de la ropa para meterme en la tienda —admitió Finnian.

—No me des idas.

Un comentario que le hizo reírse por la mera posibilidad de algo así. Quien se lo imaginaría, un lobo haciendo de niñera. ¡Sería lo último que le faltaba! Entonces, cuando entró una vez más, fue interceptado por Blanche.

—No te habré despertado, ¿verdad? —dijo Finnian.

—Para nada, no podía dormir —admitió Blanche—. He estado pensando en los últimos días. Quiero que los dos estemos bien, ¿vale? Tengo la sensación que ahora se complicará más todo.

—Yo también —dijo Finnian, poniéndole una mano en el hombro—. Por eso debemos hablar las cosas. No coincidiremos, ni estaremos contentos, pero somos nuestros mejores aliados.

—Puedes contar con nosotros.

Decirlo era sencillo. Sus padres solían expresar que las promesas se las llevaba el viento, las palabras podían ser escritas, pero eran los actos los que permanecían en la piedra, mostrándolos tal y como eran. Quizás su negatividad fuera lo que estuviera afectándoles, pero a lo mejor si cambiaban las cosas entre ambos, su suerte también lo hiciera.

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