《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 28.2 - Una mirada a las runas

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Las horas que estuvieron viajando fueron tranquilas, algo incluso poco habitual para ellos, pero de lo que Idelya y el resto no le sacaban pegas. Existían días buenos y días malos, por lo que no podían evitar encontrar problemas de vez en cuando, aunque siempre hubiera modos de prevenirlos en la medida de lo posible.

—Depende mucho de lo rápido que necesites avanzar, pero existen otros factores a tener en cuenta —dijo Idelya.

Nero era el que más podía aportar a ello. Conocía más caminos que el resto de sus compañeros, y sus dotes de rastreador le permitían ver detalles que escapaban a los de la mayoría. Podía captar con su olfato sí había otros elthean cerca, por no hablar que tenía un oído tan fino que sería complicado pillarle desprevenido por métodos normales. El lobo no tardó en sumarse a la conversación, aportando su granito de arena. Estaban los caminos habituales, aquellos conocidos por la mayoría y que se encontraban en los mapas. Sin embargo, eran los menos transitados los que se ansiaban como si se trataran de un rico manjar.

—Mientras más conozca el terreno por el que te mueves, más posibilidades tendrás accesibles —dijo Nero.

Nunca se sabía lo que podía ocurrir. Además, conocimientos así no siempre estaban en los libros, sino en la sabiduría de otros como aquellos mercaderes. Así, sin desvelar el punto exacto del este al que se dirigían, se animó a pedirles consejo, por lo que pudieran ofrecer.

—Aún queda mucho territorio de Hawell hasta llegar al este, Armecia. O Issey, al norte, o a cualquiera de las tierras del sur —dijo Idelya, pensativa mientras miraba el mapa.

—Tenemos asuntos que resolver por aquí —dijo Rune.

—Aunque nunca está de más conocer por dónde se mueven nuestros enemigos. Quizás nos lleven a lugares que ninguno hemos visitado hasta ahora —admitió Aer.

Y eso eran palabras grandes en alguien que como él. Puede que Blanche no viera con buenos ojos el desvelar hacia dónde podrían dirigirse, en especial por lo cuidadosos que fueron con ella. Sin embargo, no estaban allí para complacerla en todo lo que pudieran, una tarea demasiado complicada para cualquiera, por no hablar que tenían sus motivos para hacerlo.

—Pensando que Calamidad y el Erosionador se mueven con rapidez, no se puede asegurar un camino seguro, aunque… —comenzó a decir Idelya.

Con el dedo siguió el mapa, justo avanzando hacia el sur de donde se encontraban, para después mirar al cielo y, tras usar su brújula, señalar hacia unas grandes montañas.

—El monte Everground tiene caminos que son empleados por la mayoría, aunque es probable que encontréis a bandidos —dijo Idelya.

—No sería un problema —admitió Leith.

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—Siempre podéis retroceder un poco más y atravesar el Mar de Hierba. Quizás añadan más días a vuestro camino, pero es la ruta más segura.

Además de la predecible, aunque dependía de cómo se mirara. No empezarían a lanzar teorías sobre los siguientes movimientos de sus enemigos, en especial porque aquello no les haría nada más que perder el tiempo.

—La Cueva de las Nagas va por debajo del Everground, aunque ese es un camino que ni hemos recorrido ni te recomendamos —dijo Idelya.

—¿Nagas? ¿Serpientes gigantes con rostro de humanos? —dijo Finnian, conteniendo un escalofrío.

—¿Cómo sabes eso? —dijo Blanche, para después poner los ojos en blanco, pasarse una mano por la frente y añadir—. Claro, tus libros.

—¿Nos impedirían el paso? —dijo Aer, haciendo igual que su compañero al ignorar a la otra Signo.

—Quizás intenten comernos, no sería la primera vez —dijo Rune, torciendo el gesto.

—Son inteligentes, pero eso no implica que puedan convertirse en aliados —dijo Leith.

—Además, os olvidáis de algo fundamental —dijo Ead.

—Los túneles les pertenecen —añadió Nero.

No es que hubiera un cartelito en el que firmaron con sus colmillos, pero se hicieron con aquel territorio hacía mucho tiempo y continuaron manteniéndolo. Idelya les observó a todos, esbozó una sonrisa, para después proseguir con el mapa.

—¿Qué te hace tanta gracia? —inquirió Blanche.

—En absoluto, pero vuestro grupo es tan variado que me resulta imposible no sacarle parecidos.

Su caravana no era muy distinta, aunque tuvieran tareas que sí lo fueran. Daba igual el mundo en el que se encontraran, pues todos sus habitantes trataban de poner etiquetas o diferenciarse los unos de los otros. No es que fuera algo malo, pero bastaba con ver a sus compañeros elthean para recordarle que lo que les hacía diferentes también les unía. Así, vino una recomendación extra, una que no supieron muy bien cómo tomar.

—Conseguir acceso al camino de las nubes es complicado. No todos los elthean aguantan algo así —dijo Idelya—. Estaríais perdiendo el tiempo mientras buscáis el acceso, en especial porque varios de vosotros podéis volar.

Aunque su grupo ahora no es que estuviera para ser exquisito con las rutas a seguir, no le faltaba razón. Ya en el pasado contemplaron la posibilidad de aprovechar esa ruta que Valifall les ofrecía, pues les habría ahorrado días de viaje. Y aunque hasta Nero pudiera utilizarlo, pues eran tan sólidas que aguantarían su peso, la posibilidad de encontrarse a tanta altura, alejado de la tierra firme, le producía una ansiedad que trataba de ocultar.

—Opciones tenemos. Supongo que pronto decidiremos alguna —dijo Finnian, produciendo una ligera sonrisa.

Y aunque Kiyeira estuviera cerca, la caravana no dudó en detenerse en un santuario donde pasar la noche. Podía ser media tarde y hacer un temporal óptimo para viajar, pero comprendían que no se precipitarían en una ciudad donde fueran descubiertos con facilidad. Así, tras instalar el campamento sobre una gran explanada de roca, el primer descanso desde hacía horas les hizo respirar tranquilos.

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—Solo espero que no vuelva a aparecer algo gigante a observarnos mientras estemos aquí —balbuceó Blanche, ensimismada con sus pensamientos.

Una suerte que el resto no la escucharan, o que no preguntaran a qué se refería. La tarde progresaba, el sol se ocultaba y cada uno tenía sus tareas. Sin embargo, su anfitriona le ofreció un plan distinto.

—Hay algo en lo que podremos ayudaros.

—No nos vendría mal ver vuestras mercancías —admitió Ead.

—Deberíamos de reponer ciertas cosas, ahora que tenemos oportunidad —dijo Aer.

Algo que Idelya recibió con una carcajada, casi como si se hubiera olvidado de su propio trabajo.

—Eso no lo poníais en duda, pero quizás pueda ofreceros algo más de guía.

Haciéndole señas, Finnian no tardó en sentarse frente a ella en la mesa. Sobre esta había colocado un tapete blanco, mientras que al lado sujetaba un saco cuyo contenido aún no le desveló.

—El leer las runas es una de nuestras especialidades. No ofrecen detalles concretos de lo que va a suceder, pero puede abrirte la mente.

—¿Estás segura de que quieres compartir algo así con nosotros? —dijo Leith.

—No seréis los primeros al que les hago una lectura —sonrió Idelya.

—¿Serviría de algo? —dijo Blanche—. No es por ser negativa, pero de qué puede ayudar un método de adivinación en una situación como la nuestra.

—Lo has dejado claro —dijo Aer—. Es un método de adivinación. No hay nada que esté escrito por completo, aunque siempre puedes irte a descansar si no te interesa esto.

Aplaudir a su compañero no habría mejorado la relación con Blanche, eso lo tenía bastante claro. Sin embargo, ninguno de los presentes iba a tirar oportunidades solo porque su mente fuera corta de miras. Por suerte, ella no tardó en acceder, prefiriendo retirarse al interior de su tienda de campaña con la esperanza de dormir lo que pudiera.

—Tiene mucho carácter —dijo Idelya.

—No te haces una idea —respondió Finnian, mordiéndose el labio.

—¿Empezamos?

A grandes rasgos, le explicó que existían diferentes maneras de leerlas, todo dependiendo de cómo quisiera enfocarse aquella práctica. Resultaba similar a las cartas, algo en lo que se encontraba versada, pero prefirió no aburrirle con detalles que a aquellas alturas solo le hicieran dudar más de su camino. Por ese motivo decidió leerle lo que les influenciaba y los posibles obstáculos que pudieran tener.

—Quizás ya sabéis quienes son, pero no en la forma en la que vendrán.

Tras decir aquello, introdujo su mano en la bolsa y sacó cinco runas fabricadas en cuarzo, colocándolas en modo de rombo. La de abajo representaba lo que influencia su pregunta. A la izquierda se encontraban los obstáculos que superar. Arriba los beneficios; en la derecha estarían los desenlaces, y en el centro todas las futuras influencias.

—Berkano, la runa de las nuevas aventuras, actividad y energía. Debiste de tener un inicio bastante… movido —dijo Idelya, señalando la de abajo.

—Bastante es poco —dijo Finnian, encogiéndose de hombros.

A la izquierda, Ingwaz era la runa de la protección, significando energía y en su caso, una lucha inevitable. Arriba se encontraba Isa, la runa que simbolizaba la existencia estática que ralentiza el progreso ante algo.

—¿Comentabas antes que hace tiempo que no tienes ninguna visión? —dijo Idelya.

—Al principio eran más habituales, pero ahora… —dijo Finnian.

—Eso se debe a que algo o alguien está interfiriendo.

Idelya trató de no buscar respuestas concretas sobre lo que estaba por venir, solo pequeñas ideas que pudiera ayudarle, porque un Signo se encuentra en el centro de la tormenta. Muchas vidas dependen tanto de él como de sus compañeros, por lo que cualquier fallo podría tener consecuencias catastróficas.

La runa de la derecha era Nauthiz, desvelándole uno de los posibles finales que tendrían, aunque dependía mucho de cómo se interpretara.

—Hay una necesidad que te está reteniendo, pero también tienes la fuerza para tomar tus decisiones. De ti depende.

Apretando los labios, se limitó a asentir, escuchando lo que le contaba. No era la primera que algo así le decía, y aunque no le ofrecía una información temprana de sus próximas batallas, tampoco desvelaba nada nuevo. Las técnicas de aquel tipo no son precisas, y por mucha fuerza que tuviera, siempre debía de ser cuidadoso. Sin embargo, fue la última runa, aquella que estaba en el centro, la que logró que Idelya titubeara con su lectura.

—¿Tan mala es? —dijo Finnian, frunciendo las cejas.

—Ansuz invertido. Engaños, falta de comunicación.

La mirada ambarina de Idelya no necesitó palabras para referirse a nadie, pues ambos conocían la respuesta.

—¿Eso es lo que influencia mi futuro? ¿Mi relación con Blanche?

—Sois Signos, no parece una idea tan descabellada, aunque no he podido sacar nada en claro —dijo Idelya.

Porque algo interfería en la lectura. Dudaba mucho que el destino de Elthea estuviera en peligro porque Blanche y él no se llevaran bien, y era aquello que más ignoraba lo que podría cambiar el significado de toda su misión.

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