《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 26.2 - Un teletransporte arriesgado

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En lugar de recuperar sus armas pareció convertirse en una sola al cambiar su estilo de combate. Mientras más energía emanaba de su armadura fragmentada, con más fiereza actuaba. Con esos cuatro brazos que le servían tanto para pelear como para moverse en la tierra le daba una ventaja injusta. ¡Y eso que tres de ellos podían volar!

—Sus niveles mágicos están aumentando —dijo Ead.

Y, sin embargo, no estaba evolucionando. No necesitaban sus ojos para sentir el poder que desbordaba, pudiendo ser uno de los elthean de nivel Campeón más fuertes contra los que se habían enfrentado hasta ahora. De hecho, ese era el problema. Pudieron acabar las peleas porque lograban dejar sin sentido a sus contrincantes o terminaban huyendo, aunque esta situación no sería similar. Ignoraban qué estaría pensando el bandido o sus intenciones, pero pretendía continuar con aquello hasta el final.

Así tendría que ser cuando hicieran frente a Ariel y al Erosionador, ¿no?

—Concéntrate en lo que tienes delante, no lo que sucederá después —le urgió Aer.

Distraerle no funcionaría, menos aún intentar reducir sus movimientos. ¿Cómo era posible que lograra mantenerse en pie a pesar de los daños que había sufrido?

—Está desesperado —dijo Nero—. En ocasiones eso despierta este tipo de poder.

Un enemigo se vuelve más peligroso cuando más acorralado se encuentra, pues ignoras hasta dónde llegaría con tal de prevalecer. En esta ocasión, para ser más concretos, se refería a una capacidad superior para luchar contra ellos, incluso cuando fue él quien lo inició todo. Sí antes no hubiera servido intentar el diálogo, ahora solo les haría perder el tiempo. Llamarle bandido quizás no fue del todo acertado, aunque se pareciera más a un robot enfurecido expulsando un láser por el agujero del pecho.

Debían aguantar, aunque pensarlo era más sencillo que hacerlo. El espectáculo de luces había convertido su enfrentamiento en una lucha por evitar aquel mortífero rayo y no acabar reducidos a cenizas, o aplastado por el elthean. Su velocidad había aumentado hasta el punto de ser impredecible. En cuanto se descuidaban volvía a lanzar el rayo del pecho, saltaba para intentar golpearles con sus puños o ambas cosas a la vez.

—¿Cómo le detendremos? —dijo Finnian, incapaz de pensar en otra idea que no fuera acabar convertido en una tortilla.

—No lo haremos —replicó Nero.

Había momentos en los que esquivar resultaba crucial, pero solo estarían perdiendo fuerzas y dándole terreno a su contrincante, dos cosas que sus compañeros no estaban dispuestos a permitir. Justo cuando un nuevo rayo se dirigía hacia ellos, en lugar de evitarlo y alejarse de él, Nero fue directo, saltando a su alrededor para no ser dañado. Sus garras desprendían un brillo blanquecino, generando unas más grandes de energía. Cuando estuvieron cerca, lanzó un tajo con ellas, desapareciendo allí donde golpearon en la armadura.

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El rayo no fue interrumpido, impactando en la arena y levantándola, haciendo que su visión se viera deteriorada. Aquel instante fue aprovechado por el bandido, pues intentó aplastarles con todo su cuerpo. Sin embargo, unos brazos de arena intervinieron. Los brazaletes de Aer, desprendiendo luz dorada, dejaban en evidencia la magia que había hecho para que bandido no les alcanzara.

—Quizás no sea tan dura como el terreno al que estamos acostumbrados, aunque es tan maleable como el agua o el aire —les recordó Aer.

Pero no era suficiente. Tras un estruendo, un espectáculo de rayos rojos iluminaron el cielo, convirtiéndose en una peculiar lluvia que les alcanzó a todos. Entonces, antes de que bandido pudiera atacarles una vez más mientras se incorporaban, alguien le detuvo, aunque no de la manera que ninguno imaginó.

Un elthean de pelaje rosado le defendió, pero no era el Ark que parecía una nube de azúcar el que vio. Se trataba de un pequeño zorro de siete colas que absorbió la explosión, impidiendo que fuera más allá o que llegara hasta ellos. El pelaje del elthean brilló durante unos segundos, para después adquirir el mismo tono rojo creado por el Bandido. Entonces Ark generó una pequeña esfera rosada que causó una explosión rojiza, similar a la de su oponente.

—¡Ha absorbido el ataque! —exclamó Ead—. No todos los elthean son capaces de hacer algo así y devolvérselo al enemigo.

Por ese motivo siempre estaba tan herido. Era probable que tuviera otras maneras de luchar, pero una habilidad así implicaba que debía de recibir los golpes enemigos. Adquirir su fortaleza, o una similar, le convertía en un contrincante impredecible incluso en circunstancias como aquellas.

Levantándose con torpeza, Nero se puso delante de él al mismo tiempo que Leith mientras Blanche corría hacia ellos. Habían visto al Bandido caer y levantarse una vez más, aunque eso no implicaba que le hubieran derrotado por completo. Continuaba moviéndose, incluso disparaba su láser de pecho hacia el cielo.

—¿Nunca se cansa? —exclamó Finnian al incorporarse.

—¿Es que vais a dejarle que siga con esto más tiempo? —dijo Blanche.

Qué fácil era decir eso cuando acababa de aparecer, ¿verdad? Y aunque tomaran la iniciativa para continuar la pelea, bastaba con ver al elthean para comprender que no se dejaría derrotar con tanta facilidad.

—¿Por qué no se rinde? —dijo Blanche.

—Ya te lo he dicho. ¿Por qué no me escuchas? Hay algo distinto con ese elthean —dijo Finnian.

—¡Es una armadura animada! Alguien la controla desde lejos —exclamó Ead, centelleando por el descubrimiento.

—¿En pleno desierto? —dijo Blanche—. ¿Quién haría eso?

—¡Las ruinas! —dijo Finnian.

Los elementales surgieron para protegerlas cuando estaba Ariel por allí. El Bandido podía ser muy distinto, pero era la única explicación lógica que se le ocurría. La misma civilización que guardaba sus entradas debió de considerarles una amenaza como para atacarles dentro del santuario o pretendieran que se alejaran de su hogar para llevarse los problemas de ellos.

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—Eso es absurdo —dijo Blanche.

—¿Tienes alguna idea mejor, Blanche? —dijo Finnian.

Ni le respondió, no porque por los ojos de Aer percibió a Bandido verse inmovilizado por completo. Un aura púrpura le había atrapado, impidiendo que se moviera o que continuara atacándoles. Incluso el rayo de su pecho se encontraba contenido en aquel campo de fuerza, logrando someterle. Confusos, pronto sintieron que alguien más se sumó a la pelea y era tan diminuto como el propio Ead. El hada Kali hizo una aparición estelar no solo al encontrarles allí, sino por lograr en nada lo que a ellos les había costado un gran esfuerzo.

—Marcharnos. Eso es lo que propone Kali —dijo Blanche, siendo la única con quien se comunicaba la elthean.

—Como si fuéramos a desaparecer tan rápido —dijo Aer, aterrizando junto a ellos.

—Con Kali es posible. Solo debemos ayudarla un poco.

Y por la sonrisa que le lanzó la Signo, aquello era una idea a la desesperada. El llegar hasta allí y detener al Bandido había mermado las fuerzas de Kali como para permitir que se transportara a otro lugar. Esta rara habilidad consumía mucha energía, demasiada si querían marcharse todos.

—Cuando dices “debemos” te refieres solo a mi, ¿no? —dijo Finnian, alzando una ceja.

—Solo necesita que la des un empujoncito para que nos saque de aquí —dijo Blanche.

¿Por qué todo el mundo quería utilizarle como generador humano? ¿Es que no se daban cuenta del esfuerzo y el estrés al que se le sometía cuando intentaba cosas así? Con sus compañeros eran distinto, resultaba una comunicación natural entre ellos como para que resultara menos peligroso. Pero las intenciones de Blanche y Kali no podían darle peor sensación.

—Te has hecho más fuerte, Finnian. Ellos no estarían luchando de esa manera si fuera distinto —le recordó Blanche.

Algo no encajaba, aunque no entendía el qué era. Tampoco es que tuviera mucho tiempo para averiguarlo, pues el campo de fuerza se rompería y volverían a estar en el mismo punto de antes. Sin embargo, en lugar de insistirle o preguntarle una vez más, Kali voló hacia él y le tocó con su diminuta mano en la frente. Un segundo después, el hada le succionó su energía. Al contrario que con los demás, aquel acto se asemejaba a como si alguien le arrebatara una parte de su ser, o al menos lo intentara. Fue un instante tan breve que no supo reaccionar, pero lo que sí tenía claro es que hacerlo sin su consentimiento no se lo perdonaría.

Sus compañeros reaccionaron antes, interponiéndose entre la hada y evitando que volviera a intentar algo así, aunque tampoco debía de tener intenciones de ello. En cuanto Kali les sobrevoló, dejó escapar un polvo brillante que les envolvió. Antes de que se dieran cuenta su visión se volvió morada y tanto el desierto como Bandido desaparecieron de pronto, encontrándose ellos en un nuevo lugar.

—¿Quién ha pedido un viaje express? —dijo Blanche.

—¿Dónde nos has llevado? —dijo Leith, dirigiéndose al hada sin conseguir que le contestara. ¿Por qué se comunicaba solo con Blanche y no con todos ellos?

—Eso no es lo que debería preocuparnos —admitió Ead.

Nero lanzó un gruñido, justo cuando los demás le cubrían, interponiéndose entre él y ellas. Sabían lo que sintió y eran conscientes que no había aceptado llevar a cabo un plan así. Blanche retrocedió, colocándose al lado contrario junto a Kali y Ark.

—Estamos a salvo, ¿no? —dijo Blanche, calculando sus palabras ante la nueva tensión que surgió en su grupo.

—¿A qué precio? —dijo Finnian.

Utilizaba a Nero como apoyo, pues sus manos le temblaban casi tanto como las piernas, aún mareado por el súbito cambio de escenario. Quizás Kali no tomara todas sus energías, pero el hacerlo sin su consentimiento le hizo daño. Incluso cuando les hubiera alejado del peligro y sacado del mismo desierto que tantos problemas iba a darles para abandonarle, importaban las formas. Habría aceptado si le hubieran permitido considerarlo unos segundos más.

—Volved a intentar algo así y os arrepentiréis —dijo Aer.

—¿Es una amenaza? —dijo Blanche.

—No, es un recordatorio —intervino Finnian—. Te lo dije antes y te lo repetiré ahora. Eres una Signo de la cabeza a los pies. Usa lo que está a tu disposición y deja de contar con lo que tienen los demás. Porque no pienso volver a ser utilizado como habéis hecho ahora.

—¿No eras tú el que decía que estamos en el mismo equipo? —dijo Blanche.

—Desde luego, pero las cosas no son como en la Tierra y no lo serán —dijo Finnian con dureza—. ¿Quieres hacer magia? Hazla tu misma y no me conviertas en una mera batería. ¿Me he expresado con claridad?

Ese era el problema. Blanche y él pudieron ser amigos en el pasado de no ser porque ella siempre quería controlarlo todo, sin importar lo que tuviera que hacer para conseguirlo. Pero Finnian no pretendía seguir con sus juegos, aunque eso hiciera más complicado su viaje.

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