《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 25.3 - Reflejos de la noche
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Descansar allí fue diferente a lo que habían vivido hasta ahora, similar a su tiempo en el Galya, aunque con un clima demasiado distinto. El desierto era duro, pero mientras se mantuvieran dentro de los límites del santuario, la arena no era un problema. Sin embargo, el calor resultaba tan agobiante incluso en la sombra, lo que les llevó a permanecer menos activos de lo que harían en cualquier otro lugar.
—No te gusta este sitio —dijo Finnian al mirar a Nero.
Este le observó con sus ojos carmesíes, no contestando al instante, para después dar un largo trago de agua y regresar a la sombra.
—El terreno aquí es menos duro y difícil de controlar —respondió el lobo.
Podía ser un elthean conectado con la Tierra, pero se alejaba mucho de manejar la arena como los habitantes del Ikeleia. Tan frágil y maleable, si no tenían cuidado podrían verse devorados por el desierto sin dejar rastro. Leith había salido a reconocer el terreno, pues al ser una dragona de fuego, aquel elemento la afectaba de una manera distinta al resto. La fortalecía hasta el punto en el que sus escamas estaban más brillantes que nunca, por lo que no dudaría que su fuerza se vería incrementada mientras fuera de día.
—Que no tengamos que preocuparnos por el gusano o los remolinos es un alivio —dijo Finnian, asintiendo con calma.
—Aunque a saber sí habrá otros de su especie con malas intenciones —dijo Blanche.
Pero si siempre esperaban encontrar enemigos a la vuelta de la esquina (o la duna), nunca terminarían de luchar. Resultaba extraño que siempre estuviera en guardia, pero que luego tuviera momentos en los que colaborar con Calamidad no la pareciera tan descabellado. Sin embargo, bastaba con sacarle el tema para que se encogiera de hombros y se limitara a responder una única frase:
—Solo considero otros puntos de vista, pero tengo claro lo que debo hacer.
Tras ello, no había mucho más de lo que hablar. Pasaron la mayor parte del tiempo durmiendo, bebiendo agua y recuperando energías. Casi podría asemejarse a unas pequeñas vacaciones no planeadas mientras él leía, tratando de afinar sus habilidades.
—¿Por qué miras todo con una sonrisa? —dijo Blanche, cruzándose de brazos.
—Es la primera vez que veo tanta arena —dijo Finnian.
—¿Es que nunca has estado en la playa?
Y lo añadió refunfuñando, porque enfadarse era algo habitual.
—Mis padres son más de ciudad. Ni siquiera conocía las montañas hasta que llegué aquí.
—No eres el único —admitió ella—. En mi casa no son mucho de vacaciones. Esto es lo más cercano que he tenido a algo así.
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—Demasiadas cosas han cambiado en muy poco tiempo —dijo Finnian, soltando una carcajada.
—¿Por qué crees que hemos sido elegidos? Anda que no es casualidad que seamos nosotros dos de entre toda la gente de nuestra clase.
—O de la Tierra.
—Es por vuestro potencial —dijo Ead.
El colibrí iba de aquí para allá, pero siempre parecía aparecer en el momento más apropiado. No era el único que les vigilaba incluso aunque no estuvieran en grupo. Tanto él como Blanche terminaron con los pies en el agua, justo cuando el sol comenzaba a dejar de molestarles.
—No se limita solo a lo fuerte que es vuestra magia, sino el papel que podéis tener. Ese potencial es lo que os hace más proclives para que vengáis aquí —continuó explicando y añadió con picardía—. ¿Qué esperabais? Necesitamos Signos que sean capaces de cumplir su misión. Aunque sí, es mucha casualidad que llegaran dos amigos tan íntimos.
—Tampoco es que fuéramos tan cercanos —comenzó a decir Blanche.
Tras sacudir la cabeza, Finnian hizo lo único que se le ocurrió dada las circunstancias: meterse en el agua. Desconocía la naturaleza de aquel cristal, salvo la positividad que desprendía con su mera presencia. Dudaba que de él proviniera aquella visión momentánea que tuvo horas antes, pero había tanto que desconocía de la magia que trataba de no cerrar ninguna puerta.
Cenaron una mezcla de fruta y biadhe mientras charlaban y su entorno se oscurecía. Habían encendido una pequeña hoguera en la que se reunieron, algunos hablando más que otros, pero asimilando que estarían allí un poco más de tiempo mientras trazaban un plan de salida.
—¿Cómo lo haces? —dijo Blanche.
—¿El qué? —Finnian frunció las cejas, confuso ante aquel cambio tan repentino.
—El tener esa seguridad —respondió Blanche, lanzando una mirada hacia el cielo—. Mantuviste la calma mientras estuvimos secuestrados, cuando nos rescataron. ¡Hasta con los fantasmas o la manada!
—¿Bromeas? Casi me lo hago encima —admitió Finnian, soltando una carcajada.
—Ya, claro. ¡Como si me fuera a creer eso! —se burló Blanche.
—Es como si me preguntaras por qué somos Signos. No tendría ni idea qué responderte —dijo Finnian.
¿Por qué habían sido elegidos? ¿Quién les había visto como verdaderos Signos para que fueran invocados a Elthea? Ninguno sabía la respuesta a esas preguntas, pero suponía que alguien, tarde o temprano, podría dársela. Solo necesitaba seguir buscando. Por mucha casualidad que hubiera sido juntar a dos compañeros de una misma clase, no podían ser más distintos.
—Se llama instinto. Elthea le recuerda lo que es, pero Finnian también tiene algo que decir y es así como actúa.
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En esta ocasión fue Aer quien tomó el relevo, consiguiendo que una corriente eléctrica le recorriera desde el cuello hasta la punta de cada una de sus extremidades. Habían terminado por apagar su hoguera, permitiendo disfrutar del cielo estrellado de la noche. Una fría y preciosa, pero segura en aquel lugar tan idílico.
—Le hemos visto desde que llegó aquí y, a pesar del miedo que pueda tener, siempre encontraba una salida —continuó hablando Rune.
—Trata de mirar el lado positivo, da igual la situación en la que esté —dijo Leith.
—Esa seguridad es la que nos hace tener fe en él —dijo Nero.
—Aunque siempre tenga algo nuevo que aprender —dijo Ead.
—Y es la que tengo yo en vosotros —dijo Finnian—. Sé que llevamos poco tiempo juntos.
—Un par de días y ya nos han secuestrado. ¿Así es como rompes el hielo? —dijo Blanche, soltando una carcajada— Eres más interesante aquí que en nuestro mundo. Al menos en Elthea no tenemos que escondernos.
—¿A qué te refieres con “escondernos”?
La pregunta de Finnian no la pilló desprevenida y la respuesta que dio tampoco le sorprendió a él, o no al completo. Blanche venía de una familia conflictiva y adinerada hasta el punto que no todos querían acercarse a ella. Sin embargo, había logrado convertirse en alguien popular, pero también la que creaba de vez en cuando jaleo. Finnian, en cambio, era considerado como un empollón, el típico al que la mayoría miraban por encima del hombro porque hiciera las cosas de manera distinta a los demás. Ni siquiera se consideraba alguien interesante o diferente a cómo era allí, pero en Elthea al menos tuvo la oportunidad de hacer amigos, lo que decía mucho tanto de él como de la otra Signo.
—El año que viene iré a otro distinto y al menos no tendré que aguantar a las interesadas de turno —admitió la chica—. Quizás así tenga amigos de verdad y pueda ser yo misma.
—Te entiendo demasiado bien —asintió Finnian—. Será raro no verte por allí después de todo esto.
—Pero aquí al menos no es así —sonrió Blanche—. Ya no estamos solos.
—¿Crees que Ark y tú os uniréis a la lucha la próxima vez que sea necesario?
Porque por mucho que hablara de ellos como equipo, no participaba como los otros elthean. Sabía más bien poco del compañero de Blanche y tampoco es que ella les contara mucho. Sus heridas estaban sanadas, tanto las de esa pelea como las recibidas cuando Ariel les capturó. Si había aguantado todo aquello es que era tan fuerte como su compañera, aunque esta no se apartaba de él ni en aquel instante.
—No nos necesitáis. Sois fuertes sin que Ark se una a la lucha también —dijo Blanche, señalando con la mirada al resto de elthean.
—Eso no lo sabes —dijo Finnian.
—Eres una Signo y él tu compañero —les recordó Leith—. No podéis seguir huyendo de vuestro destino.
—Quizás no puedas hacer lo mismo que Finnian, pero vuestro poder también es importante —dijo Rune.
—Es por la camaradería —interrumpió Nero al ver que la chica no respondía—. Luchar juntos fortalece los vínculos, aunque pienses que no puedas aportar nada en una pelea.
—Y te vendría genial algo así —dijo Aer, soltando una carcajada.
Y le empujó al manantial. Las risas de los demás llenaron el ambiente, haciendo que se olvidara de sus preocupaciones y pudiera centrarse en un solo detalle. Le dio un tirón a Aer para que sucediera lo mismo, repitiéndolo después con Rune. Leith se tiró en modo bomba, iniciando una guerra de agua entre ellos incluso cuando hubiera horas mejores en las que hacer algo así.
—¿No se os ocurre otra cosa? —exclamó Blanche en cuanto empezaron a mojarla.
Sin responderla, los cuatro terminaron empapados al completo cuando Nero entró de un salto. ¿Quién dijo que no podían divertirse después de todo lo que había pasado? Nadie, eso desde luego, pero disfrutarían lo mejor que pudieran. Las preocupaciones continuarían allí al día siguiente. ¿Por qué seguir machacándose con ellas? Además, ¿cuándo volverían a tener un cielo tan estrellado y hermoso como el del desierto?
No obstante, aquel momento se vio interrumpido cuando la poca luz que la noche les ofrecía se extinguió. Una figura colosal se había colocado encima de la cúpula del santuario, haciendo que sus intenciones de una larga noche de sueño se vieron interrumpidas por un nuevo problema.
—¿Es que no vamos a tener ni un rato de tranquilidad? —dijo Finnian, consciente que aquello no podía ser más oportuno.
Resultaba demasiado grande como para que se tratara de cualquiera de sus enemigos conocidos, pero tampoco sabían de nadie con la fuerza o la audacia necesaria para atreverse atacar un santuario. Al fin y al cabo, ¿quién trataría de lanzarse contra un lugar donde nadie con malas intenciones podía entrar?
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