《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 23.1 - Un villano demasiado civilizado

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Les había derrotado usando música. La magia podía suceder de muchas maneras, y se necesitaba conocerlas como poco en su nivel más básico para intentar contrarrestarlas, aunque eso no te aseguraba inmunidad completa. El poder de Ariel fue canalizado por algo más que por su micrófono o los altavoces, e hizo más que derrotarles. Les drenó la energía a aquellos que no estaban en su bando, arrebatándoles su capacidad para defenderse. Lo de su ataque furtivo en Arden sería un recordatorio más de que no podía fiarse de las apariencias.

Ariel era poderoso, eso lo sabía desde hacía tiempo, pero no invencible. Ignoraba hasta qué punto les afectaban sus melodías, pero el león pudo llevarle como un saco de patatas sin preocuparse porque nadie más fuera a interponerse en su camino. Podía respirar e incluso parpadear, lo que era un alivio, pero el resto de su cuerpo y sentidos estaban adormecidos, como si de verdad se hubieran ido a dormir.

Tras lo que le parecieron horas atrapado en su tráiler, le había dejado justo en el lado contrario al que tenía a Blanche. Quizás temiera de lo que pudieran lograr si estaban cerca y prefería evitarse sorpresas, aunque eso no hizo que aquella dulce pesadilla fuera menos insufrible. Porque lo peor no fue que les secuestraran, o que dejaran a sus compañeros atrás, sino que le ignorara desde el momento en el que les metió allí, demasiado inmerso en su trabajo y en la información que sus pantallas le proporcionaban.

—Nunca te rindes, ¿verdad? ¿Viendo qué puedes conseguir que te dé ventaja, Signo? —se burló Ariel sin darse la vuelta.

Tampoco es que hubiera disimulado mucho, o que tuviera la posibilidad de hacerlo. ¿Esperaba que se durmiera con tal de no prestarle atención? No podría cerrar los ojos incluso aunque lo intentara, no mientras él estuviera cerca. Tenía suficientes razones para gritarle, pero, ¿serviría de algo en aquel momento? Ariel se giró, frunció la mirada, casi esperando a que le contestara, para después poner los ojos en blanco, consciente de lo que se había olvidado. Tras acercarse a él, chasqueó los dedos frente a su nariz, liberándole de su magia. Sin embargo, por muchas preguntas que quisiera formular, aquella era una oportunidad que no desperdiciaría.

Inspirando hondo, simulando que la parálisis le había perjudicado, concentró su energía para crear una corriente de aire que expulsara a Calamidad de allí, o al menos que impactara contra el techo. Sin embargo, solo fue capaz de soplarle con ganas, como si le intentara quitar algo de entre los bigotes.

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—Adorable —dijo Ariel tras una carcajada—. ¿Pensabas que te liberaría sin ninguna garantía? Esas ataduras evitan que hagas cualquier hechizo.

En lugar de cuerdas, había empleado unas esposas de una aleación desconocida para él. Duras cuando intentaba deshacerse de ellas, el solo contacto con su piel hacía que liberar su energía fuera más complicado. Sin embargo, por mucho que Calamidad le tuviera a su merced, no estaba del todo indefenso. El vínculo con sus compañeros permanecía activo, ofreciéndoles su poder para que la evolución no desapareciera incluso sin estar a su lado. Aquellas esposas no eran infalibles, aunque ignoraba cuándo tiempo podría continuar dándoles su energía, sobre todo porque se alejaban cada vez más en cuestión de segundos.

—¿Te ha comido la lengua el gato?

—Tiene gracia escuchar eso viniendo de ti —repuso Finnian, rodando la mirada—. ¿Satisfecho con tu obra? ¿O tu Dulce Serenata debió de dejarme inconsciente?

Señaló con su cabeza a Blanche, quien no había abierto los ojos todavía, aunque si realizara movimientos esporádicos. Ark, a su lado, estaba metido en una jaula, mostrando un aspecto similar al de su compañera, aunque sin unas heridas pronunciadas.

—Eso es lo que piensan la mayoría —Ariel enmascaró su carcajada con su sonrisa, una donde mostró todos sus dientes— pero Dulce Serenata solo impide que mis enemigos se escapen. Me gusta apreciar el terror en sus ojos cuando entienden lo indefensos que están. Una lástima que nadie sepa apreciarla.

—Menos mal que estoy aquí para aplaudirte por tu gran actuación —dijo Finnian alzando las manos con una fingida sonrisa—. Podrías desatarme ya de paso. No me vendría nada mal comer algo. ¿O es que vas a matarme de hambre?

—Eres raro —dijo Ariel segundos después de observarle con detenimiento para hacer justo lo que le había pedido—. ¿Te acabo de secuestrar y solo se te ocurre eso?

Tenía más comentarios, pero se perdieron en sus pensamientos con la adrenalina y cansancio de una noche que no terminaba. Era demasiado civilizado, aunque en el fondo no pudiera fiarse de alguien así, no después de orquestar toda aquello para secuestrarle.

—Me has soltado, eso es buen presagio.

—Tampoco es que tengas dónde huir —se mofó Ariel.

—Ahora solo te falta que liberes a Blanche —continuó Finnian, frotándose las manos y muñecas.

—No seas ingenuo. Sabes que ella es mi garantía. Harás todo lo que te ordene mientras la tenga bien controlada —dijo Ariel.

¡Como si no fuera evidente! ¿Es que la noche también le había afectado? ¿O quizás no había cenado para tener un humor tan volátil?

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—Eres raro para ser un Señor de la Calamidad —repitió Finnian—. ¿No se supone que debemos pelear hasta que solo quede uno? ¿Tanto nos temes?

—¿Crees que hace falta que luchemos? ¿Justo ahora que no tienes a tus elthean para ayudarte? —dijo Ariel— Antes no supusieron una gran diferencia, pero te prometo algo. Dame tu poder y ninguno de ellos saldrán heridos.

—No eres el primero con eso, deberías de comprar una entrada —dijo Finnian, alzando ambas cejas—. ¿Qué necesitáis para entender que no es tan fácil como pedirlo?

—Aprenderás a que así sea. Tienes motivos para ello, ¿no te parece?

Puede que estuviera indefenso frente a él, pero aún contaba con recursos que Calamidad desconocía. La conversación cesó, quizás porque Ariel esperara que “recapacitara” y ver que no tenía más alternativas le haría entrar en razón. Pero ni esos minutos los utilizó para encogerse en un rincón ni pensaba ceder, no cuando la otra Signo abría los ojos.

—¿Cómo te encuentras? —le preguntó a Blanche mientras ayudaba a que se incorporara—. ¿Está bien Ark?

—Ni siquiera le han tocado, saben que no es rival para ellos —admitió su compañera, lanzándole una rápida mirada sin separarse lo más mínimo de él—. ¿Qué vamos a hacer, Finnian?

—Aguantar. Los demás no se darán por vencidos —contestó él, pronunciando una sonrisa.

—¿Cómo puedes estar tan tranquilo? —dijo Blanche, frunciendo ambas cejas.

¿Por qué la esperanza era lo último que se perdía? No estaba seguro lo que debía de hacer en una situación así, en especial cuando siempre estuvieron a su lado para solucionar los problemas que aparecían en su camino. Les conocía, tenía fe en que les alcanzarían, y ahora más que nunca les confiaría su vida.

—Saldremos de esta, encontraremos una salida. Confía en mí —susurró Finnian.

—Lo dudo mucho. ¿Crees que os quitaré los ojos de encima? —dijo Ariel.

Tenía buen oído, eso tampoco lo pondría en duda. El tráiler donde se encontraban se asemejaba mucho a un autobús de su mundo en lo que se refería a su tamaño y forma alargada, además del constante temblor causado por el movimiento. No había asientos, pero si una gran variedad de aparatos electrónicos por las paredes. Estos eran utilizados por los secuaces de Ariel, una mezcla de humanos-hiena de piel marrón oscura con motas claras.

Si bien el resto de Elthea que había visto no parecía tan avanzado, aquel Señor de la Calamidad debía de estar equipado con la tecnología más moderna. Entonces, al moverse, una de las más alejadas que no estaba conectada al resto se iluminó por un instante.

—Eres demasiado curioso para lo que te conviene —repuso Ariel, soltando un resoplido al revisar dicha máquina. ¿Es que no se le escapaba nada?

—No he hecho nada —dijo Finnian, sintiéndose como si hubiera estropeado algo que no debía de tocar.

—Ya, claro —gruñó Ariel.

—¿Qué están haciendo los otros? ¿Rastreando?

—Muy agudo, pequeño Signo.

—No es tan difícil leer una pantalla —dijo Blanche, poniendo los ojos en blanco.

—Dudo que sepáis hacer funcionar mis máquinas —dijo Ariel sin que el tono de desafío desapareciera de su voz, puede que incluso de frustración.

Estaban buscando al Erosionador. Del mismo modo que ellos como Signos o Ariel desprendían un aura que les diferenciaba de los demás, su perseguidor no era distinto. Sin embargo, sus similitudes con Calamidad y lo rápido que se movía, les estaba siendo complicado encontrarlo.

—¿Alguna sugerencia, parejita? ¿Un truco de Signo que me haga la vida más fácil? —Ariel alzó ambas cejas, casi como si supiera algo más que ellos.

—¿Es que no puedes hacerlo tú solito? Si te crees tan poderoso, claro —dijo Blanche, fulminándole con la mirada—. ¿O es que eres un inútil?

—Cuida tus palabras, pequeña. Puede que me sirvas de baza con él, pero tú no eres imprescindible.

—¿Seguro? —dijo ella.

—No compliques más todo —intervino Finnian.

¿Es que no le había dicho que confiara en él? No era la primera vez que hacía algo así y terminarían pagándolo caro. ¿A qué estaba jugando Blanche?

—La última vez que nos encontramos buscabas detenerle. ¿Piensas “obligarlo” a que trabaje para ti, igual que nosotros? —dijo Finnian, cruzándose de brazos.

—¿Obligarlo? —repitió Ariel, quitándose el sombrero y pasándose una de sus garras por la melena— Más bien hacer que desaparezca para siempre. Nunca creí que encontraría a un elthean tan peligroso.

—¿Más que tú? —dijo Finnian.

Tardó lo suyo en contestar, pero su “Puede” hablaba más de él que de cualquier otro. ¿Calamidad admitiendo que alguien podía suponer una amenaza mayor que la suya propia? Eso si era una novedad.

—Hagamos un trato. Yo te cuento lo que sabemos sobre el Erosionador y tú haces lo mismo.

—Oh, ¿harás los honores? —dijo Ariel.

—¿Por qué no dejas de burlarte de nosotros? Estamos cooperando, ¿no? —dijo Blanche, consiguiendo que Finnian se pusiera delante de ella.

—Además, tenemos un enemigo en común.

—Eso no nos hace aliados —contestó Calamidad.

—No, pero si está cambiando su manera de actuar, nosotros también —puntualizó Finnian.

Además, estarían ganando tiempo, aunque todos fueran conscientes de ello.

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