《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 21.2 - Mismo equipo, mismos intereses

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Alder era algo más que un puesto donde el comercio y la información fluía. También se trataba de un punto estratégico dentro del Mar de Hierba. Cualquiera en la aldea podía observar lo que sucedía en los alrededores, lo que haría que cualquier intento de acercarse, al menos durante el día, fuera tan inútil como llevar una armadura brillante. Donde Braunah veía una oportunidad para quitarle influencia a Calamidad, ellos no podían ser más escépticos al respecto y considerarlo como entrar en la guarida del león.

—No tenemos información precisa como para por deliberar si estáis en lo cierto o no. Todo lo que sabemos es que le da caza al Erosionador y no pensamos desaprovechar la situación —dijo Braunah.

Su relación había cambiado desde que “accedieron” a participar. La loba continuaba calmada, pero resultaba mucho más tajante que antes con sus respuestas. Supusieron que se debía a que llevaba difícil el no ser la única que diera las órdenes, pero hasta dentro de la manada contaba con otros lobos, como Flicka, que la aconsejaban y ayudaban. Sin embargo, dudaban que no hubieran colaborado con diversos grupos en el pasado y que se debía, una vez más, a lo que ellos representaban.

—Queremos que hagáis de distracción —explicó Braunah—. Sí os ven venir y os presentáis en su entrada, no dudarán ni un instante en ir a por vosotros. Nosotras nos encargaremos de atacar a su líder en cuanto aparezca.

Para alguien como Calamidad, mantener el liderazgo en tantas zonas y marcharse de ellas implicaba que debía delegar en alguien. Ignoraban si habría mantenido al que ya tenía Alder en el pasado o se trataba de un nuevo elthean de las fuerzas de Ariel, pero no sería complicado averiguarlo por la magia que desprendería. Al fin y al cabo, solo el de mayor fuerza podría salvaguardarla.

—¿Nosotros seremos la distracción? —dijo Blanche, tan poco satisfecha como él con aquella “idea”.

—Nos esperarían a nosotros, no a vosotros —comentó Flicka.

—Llevamos dos días juntos. Cualquiera puede saber compartimos camino y que estaremos planeando algo —dijo Finnian, mordiéndose el labio—. Debemos de ser la sorpresa, no la distracción. Y no es negociable.

Sí se iban a arriesgar casi tanto como los lobos, serían ellos también quienes tomaran las decisiones, les gustaran o no. Tampoco permitirían que Blanche se expusiera a un peligro innecesario. Puede que las heridas de Ark hubieran sanado y estuviera cerca de evolucionar, recuperando su aspecto normal, pero su compañera prefería ser precavida ante una situación que no habían buscado.

—Lucharemos si es necesario, pero creo que ahora necesitamos ser más sutiles —dijo Blanche.

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Por eso mismo se quedarían atrás, con un pequeño número de lobos bien ocultos. ¿Su objetivo? Asegurarse que no llegaban refuerzos o les atrapaban de tal modo que no podían escapar. En su mapa marcaron la zona alrededor de Arden, calculando el espacio necesario para que la manada pudiera comunicarse sin hacer ruido.

—Es probable que dentro del pueblo exista magia que impida la comunicación —dijo Braunah.

—Por eso debéis recurrir a vuestro aullido solo como último recurso —dijo Finnian.

—Algo así alertaría a cualquiera —añadió Ead.

Lo que daría comienzo a una batalla sin tregua. Encontrar al líder y recuperar la zona era la prioridad, pues el resto de sus tareas serían menos complicadas. Sin embargo, si fallaban en encontrarlo…

—No lo haremos —dijo Braunah—. Conseguiremos capturar esta zona.

—Pero en caso de necesitarlo, hay que replegarse —dijo Finnian—. ¿O prefieres ver caer a tu manada si todo se tuerce?

—Eres un cachorro —dijo Braunah, negando con la cabeza—. Uno con poder, pero no me conviertas en un elthean sin cerebro.

—Ambos hemos demostrado de lo que somos capaces —dijo Finnian.

—Aunque sigues sin dar tu brazo a torcer —dijo Braunah—. La Signo contará con una escolta, pero tú te niegas a luchar a nuestro lado.

—Dejó claro que no compartirá su poder con vosotros —intervino Aer, tan cansado como él con aquella situación.

—No puede hacerlo de la manera que esperáis —dijo Leith.

—Pero eso no nos impedirá que peleemos unidos —añadió Rune.

—Yo iré con ellos.

Reconocería la voz de Nero sin problemas, y aunque el joven lobo apenas había hecho acto de presencia desde su aviso, nunca estaba demasiado lejos. Las reservas que pudiera tener debieron de ser disipadas, pues no dudó en atravesar el círculo de lobos que les escuchaban y llegar hasta ellos.

Braunah miró a su hijo, para después observar a Flicka, ambas lobas sin articular ni una palabra. Nero negó con la cabeza y añadir:

—Soy de los más pequeños de la manada, mi tamaño me permitirá moverme sin los mismos problemas que el resto y acompañarlos —dijo Nero.

—Me refería a un escuadrón, tres lobos que pudieran equiparar su poder para equilibrar la balanza —dijo Braunah.

—¿Solo por eso? —dijo Nero, y por como alzaron las orejas los lobos, debía de ser una de esas raras ocasiones donde alguien contrariaba a su líder.

—La confianza se gana. Sí queremos triunfar, debemos dejar de tratarnos como si fuéramos enemigos —dijo Leith—. Además, no está equivocado. Es tan sigiloso como rápido.

—Encaja con nuestra forma de movernos —dijo Aer.

—Sí él quiere participar, no vemos por qué deberíamos negarnos —dijo Finnian.

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Quizás la mirada carmesí de Nero no se fijara en ninguno de ellos, sino que permanecía fija en su madre, la que decidía. Su aviso fue bastante contundente, pidiéndole que tomara las medidas apropiadas para que la manada no sufriera las consecuencias. No podían darles lo que ellos querían, pero sí aceptar en algo así para tener un trato más civilizado.

—Más os vale que no sucedan errores —dijo Braunah.

—No dejamos a los nuestros atrás. Si viene con nosotros, lo hará con todo lo bueno y todo lo malo —dijo Finnian.

Ni le tratarían como alguien prescindible, ni tampoco como una herramienta. No era su estilo, y desde luego, era la ocasión perfecta para darle en el hocico con un cambio de actitud. Sin embargo, quizás por una mezcla de frustración y por llevarle la contraria, hubo algo a lo que esta no pensaba renunciar: emplear el manto de la noche para su abordaje.

—Sí nosotros seremos los que ataquemos, lo haremos cuando más nos favorezca.

—No esperábamos que fuera distinto —dijo Aer, logrando que la gran loba soltara un resoplido.

¿Habían llegado a colmarle la paciencia a la jefa de la manada? No querían averiguarlo, aunque visto lo visto, suponían que no tardarían en saberlo.

—¿Os habéis parado a considerar por qué soy un rastreador? —dijo Nero.

—¿Por qué prefieres trabajar solo? —dijo Rune, tan rápido como el resto lo habían pensado.

Porque al ser hijo de la líder se esperaba ciertas cosas de él. No es que su manada tuviera líderes basados en su descendencia, sino en aquellos que pudieran protegerles y garantizar su supervivencia. Las expectativas que pusieron en Nero iban más allá de lo normal, en especial porque su tamaño o aspecto era tan diferentes a las del resto de lobos como sus capacidades.

—Hemos perdido a otros elthean en las últimas semanas y…

—No quiere que te pase lo mismo —terció Finnian.

Luchaban porque tenían que hacerlo. Era su mundo el que se encontraba al borde del colapso y entendía que no quisieran dejarle el trabajo a otro cuando ellas podían marcar una diferencia. Sin embargo, se encontraban a niveles distintos y eso era algo que resultaba complicado de asimilar.

—Estamos juntos en esto. Nos cuidamos los unos a los otros —intervino Aer.

—Contigo no será diferente —le aseguró Leith.

—Lo sé, por extraño que pueda sonar —dijo Nero.

Un sentimiento que no le era desconocido. Tendría que preguntarle en otra ocasión si todo aquello lo planeó desde el principio, pues su instinto le decía que ni Braunah ni Flicka tuvieron intenciones de exponerle a ellos de esa manera. Quizás su charla fue suficiente para que conectaran y el lobo quería comprobar por sí mismo qué era lo que le deparaba su destino. Al fin y al cabo, podían estar tomando las decisiones, pero había aspectos de la vida que escapaba de su control, no importaba qué edad tuvieran.

—¿Estaréis bien? —dijo Finnian.

—Puedo defenderme, no te preocupes —dijo Blanche, ensanchando su sonrisa al abrazar a Ark—. Me preocupa más lo que pueda suceder.

—Tú también lo sientes, ¿no? —dijo Finnian.

Era demasiada casualidad que justo fueran a pasar por Arden para que se tratara de un territorio conquistado sin la presencia de su amo. Lo habían comentado, y aunque coincidieron en que no podrían averiguar cómo de grande sería aquella trampa, malgastar una posibilidad así por temor a lo que Calamidad tuviera preparado le daría más influencia de la que ya poseía.

—De esta manera veremos cómo se comporta. Lo único que se es que conquista todo a su paso, junto a sus intentos por dar caza al Erosionador —dijo Blanche.

—Es… peculiar —admitió Finnian—, salvaje y civilizado al mismo tiempo. O lo que pudimos apreciar en nuestro último encuentro.

Por no olvidar que peligroso sería una gran manera para definir a aquel elthean. Sin embargo, desconocían cuáles eran sus métodos de lucha, qué acompañantes tenían y otros tantos datos. Su tiempo en el Galya les proporcionó rumores, pero nada concreto. Algunos decían que aparecía en cada territorio con su tráiler y su mera presencia lograba que todos se rindieran y se unieran a su causa. Otros hablaban que medía más de cuatro metros, cuando ellos le habían visto y no podía ser más alejada la realidad. ¿Qué era cierto y qué era una fantasía? Quizás fueran sus propios elthean quienes esparcieran rumores para confundir cada vez más, y de ser así, lo estaban logrando.

—Sea como sea, lo averiguaremos esta noche —dijo Aer.

—Sabéis lo que significa, ¿no? —dijo Ead.

—Habrá que descansar, ¡ahora que tenemos la oportunidad! —exclamó Leith, estirando su cuerpo y desplegando las alas.

Porque su noche podía ser larga o corta, dependiendo de cómo se desarrollaran los acontecimientos, y esa incertidumbre era la que le oprimía el pecho.

—En cuanto a eso… —balbuceó Nero, todavía con cierta reticencia para compartir información con ellos—. Hay algo que podemos hacer para infiltrarnos sin problemas.

—¿Un plan?

—Más bien una idea —replicó el lobo—, una que no he sido capaz de ponerla en práctica con nadie más.

¿Qué mejor momento para probarlo que en aquel ataque preventivo?

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