《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 21.1 - No es solo poder, sino actitud

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Mantener el semblante del día anterior no fue complicado, aunque la conversación con Nero había cambiado el cómo veían a la manada. Fue sencillo informar al resto de sus compañeros, pero no con Blanche. Resultaba evidente que ninguno de ellos pretendía compartir el vínculo mental que tenían con sus compañeros, o al menos para hablar en momentos como aquel. Que tuvieran una herramienta así entre todos habría facilitado mucho su tarea, aunque resultaba evidente que no iban a dar ese paso.

—Creo que es mejor dejar las cosas tal y como están —dijo Blanche, forzando una sonrisa—. Me basta con mis pensamientos y los de Ark o Kali. Dudo que pudiera aguantar el escuchar a cinco voces más.

Expresado con esas palabras la impresión que era una locura, aunque ni Finnian ni el resto forzarían algo así. Bien sabían que solo funcionaba si las otras mentes estaban receptivas, y aunque no es que pudieran leerse los pensamientos, sino mandar aquello que quisieran compartir, suponían que era demasiado para ella. Por eso, al final se limitaron a advertirla que fuera cuidadosa con la manada hasta que vieran qué acción tomaba su interacción.

Se despidieron de Themis y el resto de replantadores al poco de desayunar y deshacer su campamento. Aún quedaba trabajo en aquella zona, uno que no les correspondía. Que se hubieran detenido el día anterior para ayudar en lo que pudieran era una cosa, pero había extremos que ni ellos iban a sobrepasar. Por mucho que hubieran disfrutado de su compañía, no podían olvidar que cada uno de los presentes tenían objetivos diferentes, lo que les llevaba a seguir por caminos separados.

Su travesía por el llamado Mar de Hierba continuó igual que empezó. Habían dejado atrás las montañas que protegían el Galya, y aunque la silueta del gran árbol se veía cada vez más lejana, mirar hacia atrás era lo peor que podían hacer en aquel instante. Al fin y al cabo, desconocían lo que aparecería en ese nuevo camino que estaban recorriendo. Y justo eso fue lo que les llevó al siguiente cambio.

—Si hasta ahora hemos pasado desapercibidos ha sido por obra tuya.

Aunque Finnian se dirigió a Braunah con respeto, aquella frase no podía estar más lejos del reproche. Decidieron, al contrario del día anterior, ir al mismo ritmo que la alfa. Si bien ninguno de los presentes se lo impidió, tampoco añadieron nada al respecto, ni siquiera un comentario.

La gran loba le miró, manteniendo el contacto mientras continuaban con su camino, quizás disfrutando del espectáculo pues por cada pisada que daba ella, Finnian debía de dar varios más para poder permanecer a su altura, y no era el único.

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—Te ha tomado un día.

—Menos, pero no iba a ser una conversación que mantuviéramos por la noche —recalcó Finnian.

Según Ead les explicó, el liderazgo de Braunah hacía algo más que guiar al resto de la manada. Su posición como jefa lograba que funcionaban en conjunto, a pesar de que cada elthean poseyera sus características propias. No era una mente colmena, pero cuando se trataba de avanzar y protegerse, aquel manto lupino hacía que cualquier perseguidor se lo pensara dos veces antes de atacarles.

—Es algo más que una demostración de poder, si no de actitud —dijo Braunah—. Aprendéis rápido, eso te lo concedo.

Y aunque un cumplido como aquel no parecía mal intencionado, daba la impresión que ninguno de los presentes tenía mucho más que añadir. Resultaba evidente que su encuentro con Flicka no había sido ignorado por la manada, pero no sería él quien sacara el tema. Ni era de los aficionados a charlar sobre el tiempo con tal de mantener una conversación, ni tampoco le ofrecería una oportunidad para que le usaran como una mera marioneta.

—Me sorprendéis. Habría esperado que prefirierais quedaros con los replantadores —dijo Braunah.

La loba continuaba caminando mientras mantenía aquella charla que podía pasar como casual, aunque ambos estuvieran tanteando lo que el otro pudiera estar pensando.

—Por mucho que nos hubiera gustado ayudarles —comenzó a decir Rune.

—Hay asuntos que debemos resolver lejos de aquí —añadió Leith.

—¿Algún detalle que os gustaría compartir? —dijo Braunah.

—Para nada, nunca se sabe quién puede estar escuchando —dijo Aer.

No era un asunto personal contra su grupo, y ella lo sabía. ¿Les había desvelado los motivos para que estuvieran cerca del Galya? ¿O por qué decidieron acompañarles? ¡En absoluto! Igual que la confianza entre Blanche y él debía de fomentarse, lo mismo sucedería con sus aliados, sí es que podían llamarlos como tal. Porque su encuentro, por muy fortuito que hubiera sido, dejaba lugar a demasiadas dudas como para pasarlo por alto.

—Entonces aprovecharé el tiempo, no vayáis a cambiar de opinión cuando menos me lo espere —dijo Braunah—. Hay muchos a los que podemos ayudar si continuamos hasta Alder.

Se trataba de un territorio que el Señor de la Calamidad había sumado a sus dominios. Lo tenían marcado en su mapa, pues era un buen sitio en el que conseguir nueva información. Podían desviarse y evitar todo lo que pudieran las ciudades o pueblos, para así no desvelar su localización ante cualquiera. Sin embargo, la loba no iba a permitir algo así, por mucho que aquella “sugerencia” sonara más a una imposición.

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—Calamidad no está allí. Ha dejado una pequeña fuerza para asegurar el asentamiento. Por eso es nuestra oportunidad de recuperarlo —prosiguió Braunah.

—¿Desde cuándo lo sabéis? —inquirió Finnian.

—Fue ayer, ¿verdad? —dijo Blanche—. No le habríais intentado reclutar de no contar con esa información.

Frunciendo las cejas, Finnian contuvo las ganas de mirar a su compañera. ¿Dónde estaba ella cuando acordaron tener cuidado con la manada? A pesar de que decidieron no comentar nada sobre la noche anterior, una vez más, Blanche accedía a una cosa y luego hacía lo que quería. No obstante, su intervención causó efecto en la loba, logrando que no la contestara de inmediato, gesto que imitó él, aguardando a ver cómo actuaba.

—Tras vuestra reacción con los replantadores, esperaba que fuerais más receptivo, aunque Flicka piense lo contrario.

—Una conversación puede marcar o no el curso de una historia —dijo Finnian con tal seriedad que hasta él mismo se sorprendió de su actitud—. Sí hubiéramos hablado de verdad, estaríamos teniendo una conversación distinta, en vez de por qué no se hizo esto de otra forma.

Alde era un lugar más que estratégico. Su localización y estructura le convertía en un buen sitio de reunión para todo tipo de elthean. El comercio fluía, la vida también lo hacía, pues pocos contaban con el poder necesario para conquistarlo. No era equiparable a una dorean, pero aquel pueblo era un activo valioso. Hasta ellos lo sabían incluso cuando aún no habían tenido la oportunidad de visitarlo.

La marcha se detuvo del mismo modo que su conversación se vio iniciada. Varios lobos observaban el cómo se comportaban, hasta que sus compañeros se mantenían atentos por si alguno decidiera intervenir de la manera que fuera.

—Entonces, ¿he de trasmitirle al resto que preferís no intervenir en la lucha contra el Señor de la Calamidad —dijo Braunah?

—¿Sería necesario, viendo que todos nos escuchan? —señaló Rune.

—Ayudaremos, haremos lo que podamos —dijo Aer.

—Aunque vamos a dejar clara una cosa —dijo Leith—. No vuelvas a manipularnos para que te hagamos el trabajo sucio.

Se trataba de algo más que eso. Dos días de camino no les hicieron desconfiar, sino la manera que tenían de comportarse los unos con los otros. Que su mundo estuviera en crisis no podía considerarse como una excusa. Al fin y al cabo, ¿cuándo no había un problema que solucionar y un incendio que sofocar? Ni en la Tierra estarían libres de ello, ni en ningún otro lugar.

—Me pedisteis mi poder, y lo único que conseguiréis será a nosotros —dijo Finnian, abriendo los brazos para referirse a sus compañeros—. No te atrevas a convertirme en solo una herramienta. Te sorprenderías de lo mal que pueden acabar las cosas.

—¿Es una amenaza?

—Al contrario, es una advertencia —dijo Finnian—. Ayer expusisteis con claridad que no pensáis rehuir la batalla contra Calamidad o el Erosionador. Bien por vosotras, de verdad, pero somos dueños de nuestras propias decisiones y de cómo usar nuestro poder. No eres nuestra alfa, no nos digas cómo actuar y no haremos lo mismo contigo.

Ignoraba si aquello era lo que suponía ser un líder y tomar las decisiones. En la Tierra estaba acostumbrado a una vida tranquila, alejada de los peligros y de las decisiones que tuvo que tomar allí. Pero las enseñanzas de Ailfryd, Lunaluz y otros tantos, junto a las esperanzas de muchos, estaban depositadas sobre sus hombros. ¿De verdad iba a olvidar lo que le trasmitieron porque unos lobos le obligaran a hacer las cosas a su manera? Más bien no.

—Está todo dicho, pues —susurró la líder—. Hay asuntos que debemos de discutir, en especial sobre tú… forma de actuar ante los obstáculos.

Tendrían que prepararse, eso era tan evidente como el propio respirar. De todos modos, dudaba que Braunah estuviera con las patas vacías como para lanzarse a ciegas en una misión así. Sin embargo, un susurro llegó a su mente tan claro como la luz del día.

—Esperaba una reacción así —dijo Ead.

—¿Hay algo que esta loba no vea venir? —intervino Aer.

—Va dos pasos por delante, hagamos lo que hagamos —dijo Rune.

—No os equivoquéis —dijo Leith—. Es todo una fachada. Solo había dos opciones para terminar esta conversación, y éramos conscientes desde el principio.

Podían negarse o aceptar, pudiendo limitar en dos también el cómo reaccionaban. Cada grupo tendría la posibilidad de continuar por su camino, o de enfrentarse para poner a prueba sus convicciones. No obstante, la realidad era que bastante destrucción se estaba dando como para pelear con los pocos aliados que uno se encontraba en el camino. Quizás tuvieran dificultades para comunicarse, pero la inteligencia de ambos no era para ser infravalorada.

—Supongo que nuestro camino necesita detenerse —dijo Finnian—. Habladnos de Alder. Todo lo que sepáis.

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