《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 20.3 - El aviso de lo inevitable

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Su tienda de campaña contaba con una cualidad que fue añadida antes de su partida del Galya. Si bien en el pasado tenía una especie de camuflaje, haciendo que se fundiera con el entorno en el que estuviera, aunque no por completo, también poseía un hechizo disruptor. Cualquiera que intentara escuchar lo que hablaran en su interior, fuera por el medio que fuera, lo tendría complicado. No era un remedio infalible, y por ese motivo contaban con una alarma silenciosa para enterarse, sin llamar la atención, si algo así sucedía.

Aquella noche no fue activada ninguna de esas capacidades, aunque eso no tranquilizaba a sus compañeros. Todos pensaban lo mismo, y era que no debían de ser ingenuos y confiar al completo en la manada, en especial cuando apenas habían esperado un día en sugerirle que les diera su poder.

—Como si fuera tan sencillo con solo pedirlo —bufó Finnian, poniendo los ojos en blanco.

—¿Nunca os habéis preguntado por qué sois sus compañeros? —dijo Blanche.

¿Casualidad? ¿Por qué Ark era el compañero de ella? Ignoraban cómo sucedía ese proceso o si alguna fuerza superior se encargaba de ello, aunque tampoco es que fuera a resolver el dilema que tenían delante. ¿Cómo deshacerse de unos lobos que pretendían tomar el control de la lucha sin salir malparados?

—Por el momento, lo único que podemos hacer es seguirles el juego —admitió Rune.

—Sí tienen tanta convicción como para quitarnos nuestro trabajo —continuó hablando Leith.

—Debemos vigilar nuestras espaldas. Es probable que hagan algo para forzarnos a actuar —dijo Aer.

Demasiadas posibilidades como para descubrirlas en aquel instante. Una visión que arrojara algo de luz le hubiera venido de perlas, pero no contaban con eso ni con ningún otro modo de averiguar lo que el futuro les estaba preparando. Dormir y recuperar sus fuerzas era lo mínimo que podían hacer, algo a lo que ninguno tuvo queja alguna. El cansancio de la pelea y del trabajo realizado les pasaba factura, aunque su sueño nunca fuera a ser profundo, no por completo.

Finnian se despertó cuando aún no había amanecido, una vez más sin recordar lo que había soñado. Extrañaba esos días donde se frotaba los ojos para intentar escribir lo que recordaba, todo antes de que aquella fantasía acabara convirtiéndose en su nueva realidad.

—¿Estás preparado? —dijo Aer.

—Tanto como tú —dijo Finnian mientras procedía con sus estiramientos.

Aunque apenas había luz para que se pusieran en funcionamiento, tampoco es que hubieran madrugado para preparar el desayuno. Aún les quedaba un poco de tiempo que pretendían aprovecharlo de otra manera. Tras salir al exterior, dejando que el resto descansaran un rato más, Finnian desplegó su bastón mientras Aer hacía aparecer uno de energía que sujetaba con una de sus manos.

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Quizás su compañero no fuera un maestro de las armas, pero el entrenamiento extra no fue solo enfocado a saber utilizar el poder de la evolución con mayor profundidad. Cada uno de los elthean contaban con capacidades distintas, y por ese mismo motivo, lo que a unos les servía no funcionaba con otros. Aer era el que poseía un aspecto más humano, por lo que podía guiarle sobre la manera con la que debía de sostener el bastón o como colocar su cuerpo para realizar movimientos.

Su práctica apenas llevaba la mitad del tiempo acordado cuando alguien se les acercó. Nero, el mismo lobo de pelaje azul y blanco que vio la noche anterior, el que le observaba con esos grandes ojos carmesí. Era el único de la manada que se encontraba a su alcance, aunque al contrario que cualquiera de esos elthean, no articuló ninguna palabra. En lugar de ello hizo una especie de reverencia, poniendo la cabeza en el suelo sin romper el contacto visual.

Aer le miró, incrédulo ante una acción así. Sin embargo, bastó con que continuara en aquella posición para que le entendieran. Pretendía que le imitaran, por el motivo que fuera. Conteniendo el aliento para después soltarlo, Finnian dejó a su alcance el bastón para hacer una reverencia, poniendo una mano en el suelo.

—Deberíais centraros en algo más que practicar con lo que están preparando —les advirtió Nero.

Su voz era clara, concisa, ni muy grave ni aguda, ofreciendo un equilibrio que muchos ansiarían por conseguir. El vínculo que había iniciado aquel elthean iba más allá del que poseía con la Tierra. Su instinto le decía que era una presencia amiga, alguien a quien debía conocer, aunque aún estuviera por decidir su papel en todo ello.

—¿A qué te refieres? —dijo Finnian.

—Hablaste con mi madre. Sabes a lo que me corresponde en el fondo, aunque prefirieras ignorarlo.

Sus intenciones, el experimento de convertirle en una herramienta para fortalecer a la manada. No le sorprendía ni le asustaba, aunque lo que otros intentaban podría poner en riesgo el camino que debían seguir.

—¿Por qué nos avisas? —dijo Aer, sumándose al vínculo que el lobo había comenzado.

—Sus intenciones son buenas, soy el primero en defender su nobleza —dijo Nero—, pero el daño que otros han acarreado deja heridas que no sanan con rapidez.

No se refería solo a lo que el Señor de la Calamidad o el Erosionador hubieran causado. Su manada había sufrido pérdidas, igual que cualquiera, pero desde la aparición de ambos el peligro se vio incrementado. Bandidos, elthean enloquecidos y consumidos por el caos hasta el punto de atacar a cualquiera que estuviera cerca. La manada tuvo que poner fin a muchos de estos con el propósito de evitar que otras vidas se perdieran, pero eso les había acercado cada vez más a un peligroso precipicio.

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—Eres un Signo, apenas sabes cosas de Elthea, pero eso no impide que afectes con tus actos —continuó Nero, sin parpadear—. Tu poder es tuyo, que tus acciones no condenen a esta manada.

—Hablan de ti como si fueras un solitario —dijo Aer, logrando que el lobo se centrara en él por primera vez desde que iniciaron aquella conversación—. Cualquiera que te escuchara podría corroborarlo o ponerlo en duda.

—Lo que opinen sobre mí me es indiferente —dijo Nero—. Sé quien soy.

Si bien sus palabras sonaron tajantes, que se incorporara parecía dar por terminada su charla. Consciente del peligro al que se estaban exponiendo si tomaban ciertas decisiones, su pulso se le aceleraba por momentos.

El corazón aún lo tenía acelerado, consciente del peligro al que se estaban exponiendo si tomaban ciertas decisiones. Sin embargo, todo aquello parecía secundario en cuanto vio a Nero girarse para marcharse.

—Te he visto en una visión.

El vínculo aún no había sido cortado, y aunque su primer instinto fue dar un paso al frente y acercarse al lobo, mantuvo la posición, evitando así que cualquier otro sacara las conclusiones erróneas.

—No sé si es porque eres mi compañero, si estás destinado a formar parte de nuestro grupo —dijo Finnian—, pero tengo claro que debíamos encontrarnos.

—¿Piensas separar a un lobo de su manada? ¿A un hijo de sus madres? —dijo Nero con tono neutro.

—En absoluto, pero estás aquí porque en el fondo, sabes que debías de buscarme —dijo Finnian, acercándose una mano al corazón—. Quizás nuestras vidas tenían que cruzarse porque es la única posibilidad de la que disponemos.

—¿Para qué? —dijo Nero.

—Para que nuestros temores no se hagan realidad —dijo Aer.

Su compañero le lanzó una rápida mirada y asintió. Finnian no necesitaba de palabras u otros gestos para entender a lo que se refería. Entonces se centró en Nero, trasmitiéndole la misma visión que tuvo al llegar a Elthea, el sueño que le atormentó en su mundo. Aquel donde la destrucción les perseguía hasta que les daba caza, logrando llevarles a una encrucijada en la que luchar solo sería la única opción.

—El destino lo forjamos cada uno de nosotros —dijo Nero.

—Por eso mismo serán nuestras acciones las que dicten el futuro —dijo Finnian.

No era convicción, ni fe en que una fuerza superior le diera el poder necesario para cumplir aquella misión, sino en los que estaban a su alrededor. Juntos habían logrado conquistar peligros y enemigos, y hazañas que parecían imposibles. Por mucho que se hubiera complicado todo, encontrarían la forma de superarlo. Porque si ellos no lograban, nadie más sería capaz de ello.

Tras unos segundos de silencio, por fin Nero se dio la vuelta y desapareció de allí, dejándoles a ambos con un nudo en la garganta. Quizás el encuentro con la manada no hubiera sido del todo fortuito, aunque ya no sabían qué hacer para salir de esta sin que nadie más acabara herido.

—Venga, has practicado suficiente como para desayunar —dijo Aer.

—¿Ya te has cansado? —dijo Finnian, pronunciando una ligera sonrisa.

—Para nada.

Pero no quería malgastar fuerzas, no si tendrían que acabar luchando una vez más contra enemigos que les superaran. Percibía su preocupación porque formaba parte de él, porque no le abandonaba por mucho que lograran avanzar. Entonces, cuando entraron en su tienda y vieron al resto empezar a despertarse, una pregunta surgió de Aer tan clara como el cielo que comenzaba a cobrar importancia.

—¿Por qué Blanche no apareció en tu visión?

—No he tenido ninguna desde hace bastante. Quizás cambie si vuelve a suceder —admitió Finnian.

El futuro era posibilidades, decisiones, alternativas. Lo que él vio en su momento podía no corresponder con lo que fuera a pasarles. Aquella era una magia que no se encontraba al alcance de muchos, por lo imprecisa y por todas las interpretaciones que tenían. Sin embargo, estaban llegando a un punto en el camino en el que eso mismo que ignoraban podían suponer la diferencia entre acabar de llenos en una trampa o no.

Entonces vieron a Rune levantarse y salir fuera, logrando arrancarles una sonrisa.

—¿Por qué ha salido corriendo así? —dijo Blanche, todavía dormida para entender lo que sucedía.

—Rune no es tan madrugadora como hace creer —dijo Aer, soltando una carcajada.

Aunque eso no la impedía despertarse con buen pie, ellos también tendrían que aprender de su tozuda compañera e ir paso a paso. Intentar averiguar lo que sucedería mañana o pasado solo les retrasaría, y eso no podían permitirlo.

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