《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 20.2 - En sintonía con la tierra

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Como buenos elthean de la Tierra, los replantadores solo necesitaban un par de gestos para obrar su magia. Se asemejaba a lo que aprendió en el Galya de Lunaluz, pues por lo que sus ojos captaban, les bastaba con moverse para conectar con aquel elemento, aunque Finnian intuía que había más de lo que sus sentidos eran capaces de captar.

Themis se llamaba la gran tortuga, y aunque avanzaba con lentitud, allá por donde sus grandes patas pasaban, removían el suelo de manera minuciosa, dejando espacio al resto para que comenzaran el proceso de recuperación. En lugar de apartar lo que se había perdido, permitía que la tierra fuera sanándolo de forma progresiva. En un principio no se apreciaba con exactitud, pues no brillaba, pero bastaba con prestar atención para comprobar que la vida regresaba incluso en un paraje inhóspito como aquel.

Aunque parecía sencillo, la energía empleada resultaba tan grande que un error podría hacer más daño que bien, pero eso no impedía que ninguno de los presentes, fuera o no parte de aquel particular grupo, acelerara el proceso. Los lobos ayudaban en mover aquello que hiciera más complejo el terreno, mientras que el resto formaron equipo con los dinosaurio-elthean. Estos les mostraron, con un par de gestos, cómo plantar semillas y darles un toquecito de magia para hacerlas brotar.

—Por un momento pensé que podrían hacer que la naturaleza creciera en cuestión de minutos —dijo Finnian.

—Sería un espectáculo digno de ver —admitió Leith.

—Aunque este es un buen inicio. Ayudan a la tierra a que pueda recuperar el brillo de antes —dijo Aer.

Tan concentrado como sus nuevos profesores, torció una sonrisa para imitarle y poner una mano sobre el suelo. Si bien era cierto que en Elthea percibía la vida y magia con mayor intensidad, lo de aquella zona resultaba distinto, similar a como cuando alguien estaba preparando la comida y llevaba un tiempo cocinándolo. Ignorabas el aspecto que tendría al final, pero en el fondo sabías que el trabajo merecía la pena.

—Deberíais descansar un poco, agotaros no hará que esto avance más rápido.

Las palabras de Blanche, si bien eran ciertas, resultaron inusuales después de varias horas trabajando sin articular palabra. Tampoco es que fuera a desvelarle el entrenamiento recibido o la resistencia que había ganado, por lo que Finnian se limitó a encogerse de hombros.

—¿Cómo está Ark? —dijo Aer, señalando con la cabeza al pequeño elthean.

—Comer y dormir sin interrupciones no pueden venirle mal —dijo Blanche, pronunciando una ligera sonrisa—. No sé cuánto tiempo necesitará para ser como antes, aunque supongo que sobrevivirá.

—Es comprensible su estado —intervino Ead—. Al recibir muchos daños cualquier elthean puede retroceder de nivel. Es la manera que tenemos de soportar el dolor en casos extremos.

Quizás en su nivel Básico no desprendiera tanto poder como Aer, Rune o Leith, pero ya averiguarían de lo que era capaz de hacer el nuevo integrante de su equipo. Hasta Blanche admitió que no pudo ser más afortunada: habían sobrevivido y encima estaba allí con un conocido.

—Sé que no he puesto mucho de mi parte —dijo Blanche, apretando los labios—. Aquí todo cambia a tal velocidad que aún me cuesta acostumbrarme.

—Entiendo eso demasiado bien —dijo Finnian.

—Tampoco pensé que fuera a encontrar a otro de los míos —admitió ella.

Mientras él opinaba que dos Signos eran mejor que uno, pues podrían compartir la carga de su misión, había un detalle que Blanche expresó y que no se alejaba mucho de su experiencia. Llegó a Elthea y todos les observaban como si fueran únicos, unos salvadores, pero el camino que atravesaban era uno demasiado solitario para que cualquiera les comprendiera.

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—Eso no es malo —dijo Finnian, quitándose la arena de los pantalones—. Aunque esto no es nada como… madrugar, ir a la escuela, hacer deberes…

—¿Estamos en verano y piensas en estudiar? —dijo Blanche, alzando ambas cejas, sorprendida por la comparación.

—Acabamos de empezar las vacaciones, ¿qué te esperabas? —se defendió Finnian.

Sin embargo, aquel mundo y todo lo que se desvelaba allá por donde iban alteraba por completo esa rutina a la que tanto les habían acostumbrado.

—Supongo que no podría tener mejor compañero —dijo Blanche, dándole un rápido codazo.

—¿Vas en serio? En el colegio no es que se nos diera bien trabajar en equipo —admitió Finnian.

—Las cosas son distintas. Aquí no es que vayan a ponernos exámenes o recibir notas, ¿no? —dijo Blanche—. Además, conociéndote como te conozco, estoy segura de que ya sabes mucho más de este mundo de lo que dejas ver.

—Para nada, aprendo sobre la marcha, igual que los demás.

—Pero no lo eres —dijo Blanche—. ¿Has averiguado por qué tienes más de un compañero?

—Solo sé lo mismo que la mayoría —dijo Finnian—. Sí puedo hacer algo así, es porque Elthea lo necesita ahora más que nunca.

Una respuesta que no pareció complacerla, pero no le impediría descansar de noche por no compartirlo todo con ella. Había demasiadas cosas que ignoraba como para empezar a numerarlas o sacar teorías sin sentido, y aunque podría charlar durante horas, no es que fueran a quedarse de pie mientras observaban al resto trabajar.

Tras una comida sencilla y un descanso merecido, la tarde pasó casi tan rápido como las horas anteriores, aunque con un clima distinto. Aer, Rune y Leith interactuaban con la manada y el resto de elthean, mientras que los demás hacían lo mismo, casi olvidando la manera en la que sus caminos se cruzaron.

—¿Sabes dónde se ha ido Kali? —dijo Finnian, a lo que Blanche negó.

—Solo sé que volvería al terminar de ayudar a otros elthean —explicó Blanche—. Regresará. Siempre lo hace.

—¿Se ha marchado así otras veces?

—Pocas, pero es porque no le gusta quedarse de brazos cruzados. Dice que estará conmigo cuando la necesite y que debo ser yo quien tome las decisiones. —dijo Blanche, perdida en sus pensamientos—. La extraño a veces, sin ella no habríamos llegado tan lejos, pero supongo que todos necesitan ayuda.

—Al menos ahora ya no estás sola —sonrió Finnian.

La cena, en cambio, fue diferente a la que hubieran imaginado. Al margen de sacar su tienda de campaña, hicieron una hoguera para que cualquiera, tanto de los presentes como si hubiera otros que necesitaban ayuda, pudieran sumarse. Los replantadores se instalaron cerca de ellos y de Themis, quien parecía disfrutar de la calma que les rodeaba y del merecido descanso que todos se habían ganado. Los lobos, en cambio, eran distintos. Algunos dormían y recuperaban fuerzas, mientras que otros vigilaban para que el resto pudiera hacer lo mismo.

—¿Por qué siento que has tenido más suerte que yo? —dijo Blanche, saliendo de la tienda de campaña para sentarse cerca de él.

—Depende de lo que consideres ser afortunado —dijo Finnian, mordiéndose el labio para evitar soltar todo lo que se le pasaba por la cabeza.

Sus primeros días no pudieron estar llenos de menos peligros, pero habían logrado enderezarse con el tiempo. Quizás ella estaba en lo cierto y la suerte les acompañó desde que escaparon por segunda vez del Erosionador, aunque no se sintiera así. Ni siquiera Blanche, quien admitió que había visitado menos lugares y conocido a muchos menos elthean, parecía complacida por cómo les fue todo.

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—Quizás Ark necesite otra poción —dijo Finnian—. He estado pensando que a lo mejor eso acelera su recuperación.

—No creo que sea necesario, pero prefiero que se cure por él mismo —dijo Blanche—. Es fuerte y no podemos descuidarnos si queremos estar a vuestro nivel.

—No estamos compitiendo. Lo recuerdas, ¿verdad? —dijo Finnian, soltando una carcajada.

Era consciente de ello, pero eso también le hizo ver que en el fondo, la Blanche que conocía continuaba allí. Competitiva, implacable aunque no lo demostrara desde un principio. Él no sería quien le dijera cómo actuar, pero solo esperaba que su orgullo no se convirtiera en un obstáculo incluso cuando cada uno tuviera modos diferentes de hacer las cosas. ¿De qué sería capaz? ¿Kali la habría enseñado a usar magia?

—Tiene mucho carácter, aunque no lo parezca —admitió Blanche—. Antes de marcharse me recordó de “no mostrar de lo que somos capaces si no es necesario”. Y para ella eso solo implica peligro mortal.

—Debe tomarse su trabajo en serio, aunque no es la única —dijo Finnian.

Si bien la hada terminaría por regresar, él tenía la seguridad que Ead no les abandonaría. Podría estar descansando con el resto, pero en lugar de ello aprendía todo lo posible de aquellos que estaban a su alrededor. Por el momento, sus destinos se encontraban unidos, al contrario que la silenciosa acompañante de Blanche.

—¿Es que los Signos no necesitáis descansar?

Había hablado un nuevo lobo, uno que apareció cerca de ellos y que hasta ahora pasó desapercibido. Algo más pequeño al resto de la manada, su pelaje azul y blanco estaba revuelto como si lo hubiera querido que tuviera ese aspecto.

—Recuperamos fuerzas cerca del fuego. Dormir está sobrevalorado —respondió Finnian, tratando de mantener el semblante serio para romper a reirse, liberando la tensión del momento.

Los grandes ojos carmesí del animal se centraron en él, puede que ignorando su intento de bromear, logrando causarle algo similar a un escalofrío. La sensación de haberle visto en otra ocasión no desaparecía, aunque no se mostrara tan comunicativo como el resto de su manada. Entonces, el mismo lobo se centró en otro que se acercaba hacia ellos. Braunah le miró y, sin que tuvieran que decir nada, este negó con la cabeza para no tardar en seguir su camino, marchándose de allí.

—Parece que todo estará tranquilo por ahora —les aseguró la loba.

—¿Quién es ese? —inquirió Finnian.

—Es Nero, uno de nuestros rastreadores. Aunque no tiene información de utilidad por el momento.

La respuesta vino de una nueva loba que apareció junto a Braunah. Al contrario que la mayoría de lobos, cuyos colores bailaban entre los blancos, grises, marrones y negros, el pelaje de esta era de un azul-blanquecino muy particular. Sus ojos color ámbar le sonrieron sin añadir ni una palabra más, consiguiendo que Finnian e incluso Blanche la correspondieran con el gesto.

—Es Flicka, mi pareja —dijo Braunah.

—Encantado —repuso Finnian, para después señalar hacia Nero y añadir—. ¿Sois familia?

—Muy observador —concedió la alfa.

—¿Por qué se marcha? —dijo Finnian.

—No te preocupes, siempre está más cerca de lo que creemos —comenzó a decir Flicka.

—Nuestro hijo prefiere no juntarse con el resto de la manada la mayoría del tiempo —puntualizó Braunah.

Por un instante parecía que Braunah fuera a añadir algo, intrigándole aún más por dicho intento. Sin embargo, la loba terminó por alejarse, dejando a Flicka junto a ellos. Con suavidad y sigilo, esta se acercó a su lado, dándole un toquecito con la nariz en su cabeza. Esta se alejó, invitándole a que la acompañara, aunque antes de que pudiera decirle nada, Blanche se internó en la tienda. Puede que tanta multitud le estuviera agobiando.

Cerca había un riachuelo donde el agua fluía con tranquilidad, el mismo que les permitió refrescarse. La calma del ambiente resultaba reconfortante y aunque en el fondo no estuvieran solos, había algo en la mente de la elthean que terminaría por averiguar pronto.

—Supongo que venir hasta aquí era una excusa para algo más que separarnos, ¿no? —dijo Finnian, señalando lo evidente.

—Ni que fuera a comerte, pequeñajo.

—No serías la primera en intentarlo, créeme, aunque sigo pensando que no tengo aspecto de delicioso —exclamó Finnian, justo en el instante en el que Flicka le dio un largo lametazo en la cara, haciendo que se le escapara una risa nerviosa.

—Mantengo lo mismo de antes —bromeó Flicka—. Quería hablarte de algo, aunque es complicado encontrarte sin hacer nada.

—Bueno, me gusta aprovechar el tiempo —dijo Finnian, mojándose la cara.

—La vida de los Signos es así, ¿no te lo habían dicho?

—Vine aquí sin saber nada, pero aprendo deprisa.

Encogiéndose de hombros, intuía a qué iba todo aquello.

—Es comprensible. Incluso tú eres un misterio que ha cobrado forma —dijo Flicka, sentándose a su lado—. Pero ya hemos comprobado que estás bien acompañado.

—Son bastante impresionantes todos —asintió Finnian.

—¿Y la chica? ¿Por qué se muestra tan cerrada?

¿Estaba sacándole información? Y aunque así fuera, aquel parecía el momento oportuno para conseguir él respuestas. Por eso no dudó en contarle lo que había vivido Blanche u otros detalles que parecían de su interés, como su llegada a Elthea, pero nada demasiado concreto.

—Las cosas están empeorando —asintió Flicka.

—Por eso queríais “acompañarnos” —dijo Finnian.

—En parte. Te preguntaría sobre cuál de ellos es tu compañero, aunque… ¿Importaría? Todos parecen reaccionar a tu poder. O contigo más bien —dijo la loba.

—No estoy seguro de por qué sucede, pero no es algo que funcione con cualquiera.

—¿Lo has intentado?

—Solo con ellos, aunque tampoco creo que haya que forzar esto —repuso Finnian.

¿Vio decepción en sus ojos? Puede, pero empezaba a acostumbrarse de reacciones así. Ya le avisó Ailfryd que cuando otros se enteraran (porque lo harían), intentarían aprovecharse de él. Por eso fue crucial que aprencieran a defenderse, para evitar convertirse en la herramienta de otros. Él era la prueba viva de que el cambio en Elthea, en esta ocasión, era mayor que nunca.

—Habrías sido de gran ayuda. Si hubiéramos unido fuerzas, ni el Erosionador o el Señor de la Calamidad podrían pararnos.

—¿Queréis luchar contra ellos? —inquirió Finnian.

—Ese es el plan, aunque al teneros aquí ahora, quizás debamos modificarlo.

—Disculpa Flicka. ¿Por qué hablamos de esto? ¿No se supone que Braunah es la líder de la manada? —dijo Finnian.

—Estoy aquí por ella, pero… —Flicka miró hacia atrás, justo de donde provenían ellos— Preferíamos tantearte antes de que cualquier otro lo hiciera.

—Y que estemos nosotros aquí cambia el equilibrio de poder, ¿me equivoco? —murmuró Finnian.

—Tenemos los mismos objetivos. Colaborar podría beneficiarnos. Incluso cuando no sea de esa manera.

Finnian regresó al campamento, igual que hizo Flicka, aunque cada uno siguiendo caminos separados, rememorando las palabras que habían compartido. Era una oferta interesante, de eso no había ninguna duda, pero algo le decía que debía de involucrarse con ellos nada más que lo necesario.

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