《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 19.3 - Braunah y la manada de lobos

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¡Ni siquiera un día o un par de horas habían tardado en encontrar problemas tras abandonar la protección del Galya! Tampoco es que los buscaran ni que aquello fuera intencionado, pero esperaran que algo así sucediera. Después de todo, que dejaran de pasearse por Elthea implicaba que debían de encontrarse seguros en algún lugar, y en la actualidad no es que hubiera muchos a su disposición.

Si en el Galya no pudieron relajarse, una vez fuera sería una tarea imposible. Ni por los fantasmas, tan mortíferos como los leopardos, ni por la manada que se había colocado en semicírculo, detrás de la llamada Braunah. No es que fueran un ejército ni nada comparado con los Pequeños Guerreros o con los habitantes del Galya, pero eso no impedía que le pusieran nervioso. La líder trasmitía más calma de la que otros de sus compañeros parecían tener y aunque les hubieran ayudado en momento de necesidad, aún no estaba del todo seguro si podrían confiar en ellos.

—¿Alguna idea de quien era esa figura encapuchada? —dijo Aer.

Aquel elthean, fuera cual fuera su identidad, había desaparecido en cuanto los lobos hicieron su aparición. La magia que convocaba a los fantasmas se esfumó, permitiendo que hasta el cielo recobrara su azul con el que iniciaron la mañana. Sin embargo, el aire continuaba cargado, mezclando un aroma dulce con el salvaje que los lobos trasmitían.

—Nuestros rastreadores le están dando caza, pronto sabremos algo —dijo Braunah con cierta simpatía.

—¿No acabarán rodeados por Fantasmas Golosina como nos ha pasado a nosotros? —dijo Finnian, cruzándose de brazos.

—Nuestra fuerza no solo radica en el número, Signo, aunque tú de eso pareces tener también —le respondió Braunah, mirando a sus compañeros.

Primero a Rune, después Leith y por último a Aer. Las tres mantenían su forma de Campeón, listas para cualquier contratiempo. Que les hubieran ayudado no implicaba que estuvieran en el mismo equipo, algo que se percibía sin problemas. Averiguar quien es tu aliado o amigo no es tan sencillo como mirarle a los ojos, sino por cómo se comportaba con los demás. La gran loba y los suyos eran tan cautelosos como ellos, aunque no tardarían en desvelar sus intenciones.

—Ese elthean invocó a otros con el fin de reduciros. Supongo que fuisteis conscientes de ello y pretendíais atacarle, aunque nosotras fuimos más rápidas —dijo Braunah, agachando la cabeza.

—Os agradecemos vuestra ayuda. Mejor teneros de nuestro lado que del suyo —dijo Finnian.

Aunque no era una indirecta, pero Braunah le miró con sus ojos ambarinos sin expresar, durante unos segundos, ni una palabra más. Aún permanecían en la misma llanura, bañada por la luz del sol. Ni siquiera consideraron acampar tan pronto, en especial con todo el terreno que debían de cubrir en poco tiempo. Sin embargo, por ahora necesitaban atender a sus salvadores y ver cómo avanzaban los acontecimientos.

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El resto de la manada estaba compuesta por lobos de lo más diversos tanto por su tamaño, edad o el aspecto tan variado como sus ojos, pero más tranquilos y atentos a lo que conversaban. Si le ponía nervioso hablar delante de toda su clase, ¡aquello era mil veces peor! Pero no iba a dejar que le vieran perder la compostura.

—¿Vais al Galya? —dijo Finnian.

—Eso mismo pensaba preguntaros —dijo Braunah.

—Solo estábamos de paso —añadió Leith.

—Tenemos otros lugares a los que acudir —dijo Rune.

—Como todos —respondió la loba.

Igual que ellos desvelaron su viaje hacia el este, Braunah y su manada formaban parte de un grupo que trataban de minar la influencia de Calamidad en la región de Hawell. Una tarea compleja, sobre todo con lo rápido que se movía, pero no iban a permitir que su hogar terminara en manos de alguien como él. Entonces, su conversación se vio interrumpida cuando uno de los rastreadores, un lobo de pelaje azul y blanco hizo su aparición. Su presa se había escapado, empleando magia que iba más allá de sus capacidades.

—No era el Erosionador —dijo Aer.

—Tampoco el Señor de la Calamidad —añadió Finnian.

—Aunque si ha logrado desaparecer de esa manera, un poder así no lo tiene cualquiera —dijo Rune.

—Además, intentó dominar esta zona en cuanto apareció… y la perdió al marcharse —intervino Ead—. Podría ser alguno de ellos, pero no se parece a su forma de actuar.

—¿Los habéis visto antes? ¿Por qué no los habéis derrotado?

Fue uno de los lobos cercanos a Braunah quien habló con tanta determinación que todos terminaron por observarle. Bastó una mirada de su líder para que se callara, aunque ni siquiera ella añadió nada al respecto, esperando a su respuesta.

—No tenía la fuerza necesaria, por eso vamos hacia el este, para fortalecernos —se limitó a responder Finnian.

—Un lugar curioso al que acudir —dijo Braunah—. ¿Qué se os ha perdido allí?

—Lo averiguaremos cuando lo veamos —dijo Finnian.

Su misión solo le pertenecía a ellos, a nadie más. Todos los elthean conocían el cometido de los Signos, pero los detalles era una información que preferían mantener en su pequeño círculo. Mientras menos supieran la localización exacta, mejor.

—¿Y qué hay de ella? —dijo Braunah.

—¿Blanche? —dijo Finnian, sintiendo a su compañera detrás de él—. Acaba de luchar contra el Erosionador y ha vivido para contarlo. Eso es más de lo que muchos han logrado.

—Una victoria vacía en un mundo que se tambalea.

Las palabras de Braunah, por muy ciertas que fueran, no podían llegar en peor momento. Quizás Calamidad había aprovechado para atacarles en un momento así, o puede que su viejo y letal enemigo estuviera adoptando otras tácticas para atacarles. Sin importar cuál fuera la respuesta, no estaban allí para que les dieran lecciones de lo que debían hacer o no.

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—Lo único que necesita este mundo es que cumpláis vuestra misión —dijo Braunah.

—Espera un momento, ¿quién es el Signo aquí? —dijo Finnian, dando un paso al frente.

Habló alto y claro con una seguridad que rara vez tenía, pero si en un principio pensó que no era buena idea molestar a aquella manada, ahora no debía permitir que fuera a más. Ailfryd ya le advirtió que, lejos del Galya, los elthean no serían tan apacibles o comprensivos. Todo dependía de la vida que hubieran tenido o cómo estuvieran ahora. Además, puede que la loba fuera el doble de grande que él, pero no estaba allí para que le explicaran cómo debía de hacer las cosas. La distancia entre ambos se redujo, la tensión en el ambiente se acentuó, aunque ninguno de los grupos tuviera intenciones de pelear.

—Entiendo que los problemas no conocen el descanso, pero somos nosotros quienes tenemos que encargarnos de ellos —intervino Aer.

—Y lo haremos a nuestra manera —dijo Rune.

Ambos estaban cerca, listos para protegerles si aquel grupo se convertía en uno hostil. Leith no precisó de palabras, pues bastaba con su aspecto para recordarles que necesitarían de muchos lobos para tumbarla, sí es que llegaban a algo así. Entonces, para sorpresa suya, Braunah agachó la cabeza a modo de leve reverencia.

—Os pido disculpas. Hemos sacado conclusiones demasiado rápido —dijo Braunah.

—No son necesarias —dijo Finnian, imitándola en el gesto—. Estoy… Estamos aquí por un motivo, pero no para que nos digáis lo que tenemos que hacer.

Eran seres inteligentes, no marionetas que solo servían para un único propósito, por lo que no se contentaría con obedecer a todo lo que le dijeran. Haría preguntas, averiguaría lo que sucedía y trataría resolverlo de la mejor manera que pudiera. Así le habían educado, y no daría la espalda a algo así, por mucho que no estuviera en su propio mundo.

—Comprensible —dijo Braunah—. Al menos durante los próximos días nos gustaría acompañaros. Espero que no os importe.

Ver a una loba sonreír distaba de ser inocente, pero no era la única que tenía curiosidad por verles en acción. La sensación de que todo aquello parecía un examen que no habían pedido no se marchaba, haciendo que la tensión se convirtiera en algo distinto a lo que acababan de presenciar.

—Creo que nuestros caminos se han cruzado por un motivo y espero averiguarlo —dijo ella.

Un sentimiento que hasta él compartía, incluso cuando no pudiera explicarlo, menos aún fuera a expresarlo en voz alta. Pero si durante los próximos días iban a estar juntos, lo terminaría averiguando.

—¿No os interrumpiremos en vuestras obligaciones? —dijo Aer.

—Hay más luchadores por la libertad que nosotras, y querrán saber cómo son los Signos que han llegado a nuestro mundo —dijo Braunah.

Tras un instante, Finnian soltó un suspiro de alivio en cuanto sus compañeros retrocedieron de nivel. Si bien podría mantener la evolución más tiempo que antes, aún quedaban muchas horas en el día y camino que recorrer como para agotarse. Además, no era el momento ni el lugar en mostrar debilidad.

—¿Puedes caminar? —dijo Finnian.

—No habrá problemas, aunque… —dijo Blanche, mirando al suelo para así añadir—. ¿Crees que es sensato ir con esos lobos?

—El enemigo de mi enemigo es mi amigo —dijo Leith.

Una frase que podría definir aquello, aunque las alianzas podían cambiar igual que el propio aire. Por el momento les beneficiaba, animándoles a aprender lo que pudieran de los lobos. No obstante, en cualquier momento podría convertirse en un auténtico problema si se oponía a ellos. Además, no tardarían en averiguar hacia donde se dirigían, y sería ese instante en el que comprobarían si de verdad eran de confianza o no.

—Quizás deberíamos de sumar a Blanche en esta conversación —dijo Finnian.

—No te adelantes tan rápido. ¿Crees que ella haría lo mismo? —señaló Aer.

—Seamos prudentes… Por ahora —dijo Rune.

—Hay demasiados frentes abiertos. No todas las personas o elthean son dignos de confianza —le recordó Leith.

Aunque no le entusiasmara compartir con ella aquel vínculo. Sin embargo, el ver una cara conocida le dio cierta tranquilidad, pero que no fueran amigos por aquel entonces se debía por un motivo. Sin embargo, similar a la sonrisa que apareció en sus labios mientras Blanche miraba a su compañero, lo que sucedió antes no tenía que determinar lo que eran ahora.

Ya no era el único Signo, y eso les unía ante un cometido que no todos comprenderían.

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