《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 18.2 - Hasta pronto, Galya

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Aquella noche hizo algo más que descansar. No soñó, o al menos no tuvo recuerdo de ello al abrir los ojos, aunque esa extraña sensación que le recorrió el cuerpo los días anteriores se reactivó junto a él. Incluso los habitantes del Galya conocían su partida, dicha información no saldría de los bordes, tal y como preferían tanto ellos como Ailfryd. Había cosas que era mejor no desvelar, no si podía evitarlo, y mantener allí la tranquilidad era indispensable. Que pudiera ocultar su presencia y la de sus compañeros era una ventaja que no podían desvelar, por eso le habían instruido en todo lo que pudiera aprender, aunque solo consiguiera iniciar la magia en su aspecto más básico. Y aunque Lelile le ayudó a que continuara practicando la magia de símbolos, tendría que practicar por el camino.

Se levantó cerca del amanecer más que dispuesto para despertar a sus compañeros. No obstante, la primera sorpresa se la llevó Finnian al comprobar que le esperaban. Podían hablar con sus mentes, pero no lo necesitaron para saber cuáles eran sus intenciones. El cielo empezaba a clarear, consiguiendo que su salida en solitario más difícil de lo que les habría gustado.

Sabían lo pronto que se movía la vida en el Galya, por lo que preferían evitar la atención de cualquiera que pudiera verles. Extrañaría los aromas del bosque, una mezcla de plantas y humedad, pero también de algo más que provenía del exterior. Vida, magia, aventuras, las actividades que tenían lugar allí no podían ser más variadas, y aunque tenía la sensación de que apenas había rascado la superficie de lo que el Gran Árbol Galya podía ofrecerle, no era todo lo que encontraría en Elthea.

Aunque su tiempo allí había llegado a su fin, prolongar lo inevitable solo haría más complicada su salida y que sufrieran otros, dos cosas que ni Finnian ni sus compañeros estaban dispuestos a permitir que continuaran sucediendo. Sin embargo, sus intentos por ser silenciosos y no llamar la atención fueron frustrados en cuanto escucharon la voz de alguien tras ellos.

—No te preocupes, tenéis tiempo de sobra para marcharos.

Sin embargo, ni siquiera algo así se le escapó a Ailfryd. Con su voz tranquila aunque seria, debió de comprender sus intenciones desde el mismo instante en el que se separaron el día anterior. ¿Quizás hubiera tenido una experiencia similar? O que, como buen guardián, sabía lo que alguien en su posición haría en un instante así.

—¿Tan previsibles hemos sido? —dijo Finnian.

—Para nada, aunque todos comprenden lo que debéis hacer ahora —admitió Ailfryd.

Por mucho que quisieran ayudarles, incluso sus amigos tenían límites en situaciones así. Su misión era solo suya, lo que cerraba su grupo aunque no lo pretendieran, pero eso no impedía pudieran serles de utilidad en cualquier otra ocasión. Flotando hacia ellos y sin apenas realizar ninguna perturbación, por un instante dio la impresión de estar allí por un motivo distinto al de despedirse de ellos.

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—Cuando llegasteis aquí esperaba daros la seguridad que necesitabais —comenzó a decir con calma Ailfryd—. Quería que os fuerais listos, y siento que no es así.

—Has hecho todo lo que has podido. No tienes por qué sentirte culpable —dijo Finnian.

Aunque no se refería solo a él, a todas las lecciones y prácticas, sino a dos de sus compañeros. Aer y Rune nacieron allí, lo que les ponía en una posición distinta a la suya, Leith o Ead. El Guardián les tenía un cariño especial, igual que a cualquier otro que hubiera estado bajo su cuidado.

—Desde que nacisteis supe que vuestro destino no era permanecer aquí. Hicierais lo que hicierais, solo podía prepararos lo mejor posible —prosiguió Ailfryd—. Estoy orgulloso de los elthean en los que os habéis convertido y no quiero que olvidéis que aquí siempre podréis regresar. Todos vosotros.

Ignoraba lo que pasaría una vez cumpliera su misión, sí es que eran capaces de algo así. Por mucho que él fuera el Signo y ellos sus compañeras, por mucho que Ead fuera una especie de consejero-guía, su misión no parecía estar al mismo nivel que sus predecesores. Ignoraba si sus abuelos estuvieron involucrados en Elthea, aunque esa era una incógnita que allí no podría resolver, o no por el momento.

—La Orquídea Plateada se encuentra al este de aquí —dijo Ailfryd.— Tardaréis bastante en llegar, pero he guardado en tu mochila suficientes provisiones para el viaje, aunque…

Que Ailfryd titubeara no era una buena señal. Hasta ahora siempre se mostró decidido incluso cuando no estaba seguro de algo. Pero aquello era distinto.

—Ignoro lo que encontraréis una vez lleguéis allí, pero no le desveléis a nadie vuestra misión. Quizás Calamidad aún no esté al tanto de lo sucedido, aunque no debéis de confiaros.

—Sí él no sabe cuál es nuestro objetivo, es posible que le aleje de nuestro camino —murmuró Aer.

—No estéis tan seguro —dijo Ailfryd, prosiguiendo con una revelación mayor de lo esperado.

Porque solo unos pocos sabían que el anterior guardián de la Orquídea Plateada fue asesinado, pero menos aún conocían la verdadera historia. Sus predecesores tuvieron que derrotar al Señor de la Calamidad, pero este logró lo que muchos otros habían intentado y fracasado en el proceso: casi conquistó la dorean.

—En circunstancias normales habría ganado, pero la intervención de los Signos evitó algo peor. El Guardián es quien podrá contároslos mejor.

—¿Por qué no nos lo contaste antes si ya lo sabías? —inquirió Leith.

—Porque este es un secreto a medias. Todo Elthea supo lo que sucedió y lo que cambió, pero solo los Guardianes e implicados conocen los detalles —dijo Ailfryd.

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—Por eso yo solo conocía donde surgió —dijo Lelile.

La bruja apareció de forma grácil junto al Guardián. La habitual sonrisa de la elthean había desaparecido, mostrando un semblante más serio en esta ocasión. Cada uno era una pieza clave de todo este puzzle y aún le faltaban algunas para lograr solucionarlo por completo.

—Tengo un regalo de partida, algo que espero os haga el viaje más tranquilo —dijo Lelile al acercarse a él.

—¿Me va a doler? —murmuró Finnian.

—Claro que no, bobalicón —suspiró Lelile, cogiéndole de la mano para darle una pulsera.

Era tan sencilla que no parecía mágica: con un cordel metálico que atravesaba tres piedras oscuras, en cuanto Lelile le dio un toquecito a la del centro vio un símbolo azul dibujarse en ella.

—Las gemas djinn son habituales en Myrd. Las encantamos para que cumplan diferentes propósitos. Te ayudará a tener algo con lo que practicar magia sin llamar tanto la atención.

—Es un alivio contar con algo así. Teniendo en cuenta lo mal que se me estaba dando… —murmuró Finnian.

—Tiempo al tiempo —sonrió Lelile—. Además, la magia, como todo en la vida, es un aprendizaje constante. Aunque no te alejes de tu objetivo, ¿de acuerdo?

No es que fuera a concederle deseos con tocarlas, pero al menos tenían algo con lo que contar, ¿no?

—Lo que dijo Ariel y mis visiones… —murmuró Finnian.

—Igual que tú, lo que haya dentro también forma parte de lo que está sucediendo. Encontrad allí las respuestas y no permitáis que nada ni nadie os retrase. El pasado puede que haya marcado lo que estamos viviendo, pero depende de vosotros el cómo vaya todo —dijo Ailfryd.

Tendrían que averiguarlo para entender bien lo que estaba sucediendo ahora para poder solucionarlo. Muchos de su curso detestaban leer o las clases de historia porque no les encontraban una utilidad tangible, aunque él las veía de manera distinta. Quizás se debiera a sus padres, a lo que se implicaban al escribir sus artículos o seguir sus historias, pero comprendía que la única manera de tener un futuro era aprendiendo del pasado.

—Sois más fuertes de lo que aparentáis —dijo Lelile, tras estrecharles con fuerza a los presentes.

—No lo olvidéis —añadió Ailfryd tras hacer lo mismo—, da igual lo que otros quieran haceros creer.

Desapareció de su casa sin tener la posibilidad de procesar lo que sucedía. Abandonar el Galya le trasmitía un sabor agridulce en el paladar, similar a las despedidas cuando ignorabas el momento en el que te reencontrarías con alguien. Odiaba tener que decir adiós, y si algo bueno le trasmitió su padre era una frase.

—Nos veremos pronto, antes de que os deis cuenta —dijo Finnian.

Adiós podía ser rotundo, indicar que no se verían otra vez. Sin embargo, aquellas tres palabras implicaban sus caminos volverían a cruzarse, aunque ignoraban el cuándo. La forma en la que uno expresara sus intenciones era igual de poderosa que sus actos, y ambos gestos cobraron mayor importancia desde que llegó a Elthea.

Se marcharon de allí en cuanto Rune evolucionó, volando y alejándose de una población que empezaba a activarse. El sol no tardaría mucho en iluminarles a todos para dar por comenzado el nuevo día. Pero mientras más avanzaron, más fueron conscientes de algo en el horizonte. Pudieron apreciar unas nubes oscuras, justo hacia donde ellos se dirigían, lo que podía tratarse de una tormenta o de algo más.

—Fue una decisión buena que nos marcháramos ahora, Finnian —dijo Ead—. Habríamos puesto al Galya en peligro, tarde o temprano.

—Era lo más lógico —admitió Finnian—. Además, si Ailfryd está en lo cierto, si mis visiones nos están guiando hasta allí…

—Significa que no ha terminado lo que sucedió en la Orquídea —dijo Aer.

—O que alguien intenta completar ese objetivo —dijo Leith.

Fuera cual fuera, ya no estarían de viaje por Elthea a ciegas. Contaban con nuevas herramientas a su disposición y una fortaleza con la que no contaron en un principio. ¿Conseguirían llegar antes de que Ariel les encontrara? ¿O El Señor de la Calamidad se habría entretenido dándole caña al Erosionador? Aún no sabía ninguna de esas respuestas, pero algo le decía que no tardarían en averiguarlas.

—No os preocupéis. Sea lo que sea, terminaremos solucionándolo —dijo Rune.

—Después de todo somos un equipo, ¿no? —dijo Aer.

—Uno con el apoyo de muchos elthean, aunque no estén aquí con nosotros ahora —señaló Ead.

Los lazos que habían formado no desaparecían. Quizás no se pudieran ver a simple vista, pero eran unas cadenas que les mantendrían unidos allá donde fueran. Porque su misión no había hecho nada más que empezar, y aún les quedaba mucho de Elthea por ver.

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