《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 18.1 - Nana del anochecer
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Tras la danza de la reunificación, aquel fin de semana tuvieron lugar algo más que festejos. Con el Gran Árbol Galya reforzado por el apoyo colectivo de todos los que participaron, la barrera de la dorean se vio fortalecida, haciendo que la tarea de los vigilantes y el resto de protectores de aquella ciudad pudieran respirar, aunque fuera un poco. Pero las novedades no se detenían, haciendo que toda esa seguridad se viera comprometida, o al menos en sus pensamientos.
El Señor de la Calamidad avanzaba. Conquistaba aquellos territorios que le resultaban vitales por su localización y recursos, o aquellos que le hiciera más sencillo ampliar su influencia allá por donde pasaba. Sus seguidores aumentaban, aquellos que decidían unirse a sus filas dejaban de ser unos simples elthean que solo miraban por su seguridad en un mundo que cada vez era más inestable. Sin embargo, aquellas poblaciones más poderosas, junto a las dorean, comenzaban a convertirse en auténticos focos de resistencia ante un mal que no conocía límites.
Alasdair, entre otros, estaban tomando la ofensiva para hacer frente a lo que tratara de poner en riesgo su territorio, aunque no podían hablar de todos aquellos que formaban el continente de Mithra. Además, indagar demasiado quizás haría que algunos averiguaran de su localización, y aunque fuera una posibilidad…
—No es lo mismo saber con certeza dónde se encuentra tu contrincante que tener una ligera idea —dijo Ailfryd.
Y aunque no le hubiera mantenido retenido o al margen de la población, sino entrenando y fortaleciéndose, todos los que estaban allí comprendían a lo que se enfrentaban como para complicárselo aún más. Pero tarde o temprano eso dejaría de ser eficaz, por eso no podía permanecer allí más tiempo. Quizás sus días en el Galya estuvieran llegando a su fin, puede que incluso hubieran estado posponiendo lo inevitable, aunque allí no podrían completar su misión.
Por eso mismo hasta su sueño se resintió en aquellos últimos días. ¿Por qué le era tan complejo descansar como siempre, ahora que continuaba teniendo una cama cómoda en la que dormir? ¿Era su mente, que le preparaba para lo que estaba por venir? Finnian ignoraba las respuestas, puede que tampoco quisiera averiguarlo, aunque no es que tuviera muchas opciones en ello.
—Necesitas descansar. Es la única manera que tendrás para continuar haciéndote fuerte —le recordó Ead.
Porque, aquel domingo después de cenar, la posibilidad de cerrar los ojos y quedarse inconsciente se veía demasiado lejana. Por eso mismo permanecía con la luz encendida, leyendo sus apuntes de magia, tanto aquello que el libro de Ailfryd y las anotaciones que Lelile o Lunaluz pudieran ofrecerle. No es que fuera a convertirse un auténtico maestro, pero al menos era una manera más eficaz de mantenerse ocupado y no sentir que perdía el tiempo. Entonces, sintiendo la presencia de Aer, pronto fue consciente que tenían una visita a unas horas poco habituales.
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Lizzie, la misma elthean de grandes gafas que observaba más de lo que desvelaba con sus palabras. No se mostraba preocupada, ni tampoco había sucedido ninguna otra novedad que les perturbara la noche. En lugar de ello fue hasta allí para darle un obsequio.
—No hace falta que lo uses si no quieres —dijo Lizzie.
Aunque no era algo que pudiera encontrar en cualquier tienda. Se trataba de unas gafas de aviador, similares a las que ella y otros observadores utilizaban para vigilar los exteriores del Galya. Con unas correas de cuero que podían ajustarse a su cabeza, bastó con probárselas para experimentar la magia que fluía por ellas.
—Recuerdo lo que me comentaste sobre la cantidad de información que recibías de Aer, Rune y Leith, por lo que esto debería de ayudarte un poquito.
Centrar su mente y permitirle observar su cercanía de una manera inteligente. A través de las gafas, en un principio, no apreció ningún cambio a su alrededor. Sin embargo, estaban conectadas a sus sentidos y le ofrecían datos de lo que sus ojos captaban y se encontraba cerca. Incluso podía enfocar y centrar su vista en cosas muy concretas, igual que si se tratara del objetivo de una cámara.
—Aunque no te recomiendo emplear su magia todo el rato —dijo Lizzie, esta vez con mayor seriedad—. Cualquier accesorio es útil hasta que no puedes hacer nada si no lo tienes a tu alcance.
Sus casos eran similares. La elthean llevaba gafas porque captaba demasiada información con el mero hecho de abrir los ojos, algo que incluso Finnian podía entender sin problemas. Sin ellas, Lizzie percibía todo de manera borrosa, pero eso era algo con lo que tendría que lidiar el resto de su vida, mientras que él debería de adaptarse a todos esos cambios.
—¿Por qué tengo la impresión que esta visita no era solo para traer regalos? —dijo Aer.
—Tened cuidado una vez estéis fuera —dijo Lizzie—. Sé que no hace tanto que llegasteis aquí, pero las cosas cambian a mucha velocidad por Elthea.
Porque sus intenciones de marcharse allí con calma parecían haberse esfumado. O al menos, así daba la impresión. Nuevos informes indicaban que los ataques se sucedían, y con ellos un pequeño grupo de refugiados iba directos hacia el Galya. El mundo no esperaba a que estuviera preparado para luchar, y por ese motivo tenían que seguir su camino. Le tomó a Finnian poco tiempo en llegar a esa conclusión, pero algo más en ponerse en movimiento.
—Se te ve cansado —dijo Aer en cuanto se quedaron solos.
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Puede que sus compañeros nunca estuvieran muy lejos de él cuando dormía, aunque no tenía inconveniente en irse a descansar. Sin embargo, el problema se lo encontraba al cerrar los ojos, temeroso que la oscuridad intentara devorarlo una vez más. Se suponía que la Nana del Anochecer podría ayudarle a descansar. Se trataba de una planta que, al convertirla en infusión, le permitiría relajarse por las noches para que recuperara fuerzas, aunque eso no le dejaría vulnerable. Contaban con trampas, hechizos que les cuidarían durante el sueño y que les despertarían si algún mal buscara dañarlos. Pero al igual que toda la tecnología de su mundo no era infalible, lo mismo sucedía con la magia.
—Tu salud es esencial —dijo Aer, animándole a que tomara la infusión.
—Piénsalo de este modo: les das tu energía para que se fortalezca, ¿no? —dijo Ead mientras volaba frente a él—. Compartes tu poder. Por esa misma razón debes cuidarte. Lo que te afecta a ti también puede llegarle a los demás.
—Por eso no queremos que te guardes las cosas. Somos tus compañeros y siempre vamos a estar de tu lado —dijo Aer.
Tenía su lógica que pudiera afectarles de un mal modo si no iba con cuidado. Soltando un ligero suspiro, se vio asintiendo mientras le daban su espacio y tomaba aquella infusión que, para su sorpresa, tenía un dulce equilibrio que le recordaba a la calidez del hogar.
—Tengo miedo lo que pueda pasar si cierro los ojos. Es la segunda vez que sucede algo así y no quiero averiguar si habrá una tercera —dijo Finnian con un hilillo de voz.
—No sabemos lo que era… eso —admitió Ead.
—Pero somos un equipo y nos cuidamos. Lo recuerdas, ¿no? —dijo Rune.
—Además, cada vez somos más fuertes. Igual quien intenta llegar hasta nosotros se lleva una sorpresa desagradable —dijo Leith con valentía.
O serían ellos quienes acabaran así. Después de todo, el miedo a lo desconocido era normal. Puede que allí tuviera medios para luchar contra los monstruos que habitaban sus sueños, pero eso no le quitaba el miedo, más bien lo ponía en otro sitio.
—No lo pongo en duda —dijo Finnian, pronunciando una ligera sonrisa—. Sin embargo, desde que llegamos al Galya siento que vamos de cabeza a un pozo sin fondo.
—¿Tan malos presentimientos tienes? —murmuró Ead.
—Estando juntos no. ¿Aunque no os parece que vamos a ciegas? El Erosionador está haciendo de las suyas, Ariel sigue aumentando su ejército, y nosotros buscando una puerta.
—Nadie dijo que fuera fácil. ¿Piensas que los anteriores Signos llegaron, lucharon contra Calamidad y vencieron? —dijo Rune.
—No, dejemos de suponer en lo que hicieron los anteriores Signos y sus compañeros —dijo Aer, negando con la cabeza—. Este es nuestro momento.
—Seguiremos nuestro camino y solucionaremos lo que se nos presente —dijo Finnian al instante.
—Entonces no pienses en nada más. Haremos frente a lo que se nos ponga por delante —dijo Ead.
—Lograremos llegar a la Orquídea Plateada —dijo Rune.
—Juntos, como equipo —añadió Leith.
—Y nadie habría logrado reunir a un grupo como este. Eso es algo que tenemos a nuestro favor —dijo Finnian, pasándose una mano por la nuca, tratando de contener las ganas de soltar una carcajada.
No sabían lo que podían hacer, ni tampoco lo que lograrían alcanzar. A la larga parecía una mejor opción que machacarse sin solucionar nada o continuar pensando de aquella manera. Además, tenía alguien a quien agarrarse si una nueva mano oscura intentaba atraparle, fuera quien fuera el que trataba de hacer algo tan macabro como secuestrarle. ¿Quién mejor que sus compañeros para derrotar a lo imposible? Porque si ese mundo le había enseñado no era solo que cualquier cosa podía suceder, sino que incluso él podría atentar contra el destino al esforzarse con todo lo que tenía. Y eso era más de lo que muchos lograban hacer, por no decir plantearse una pizca.
Así pues, con el estómago lleno de Nana del Anochecer, pronto terminó cediendo para marcharse a la cama. Al fin y al cabo, ignoraban cuando regresarían o el tiempo que tardarían en tener un descanso parecido como para desaprovecharlo.
Con el cuerpo pesado, el contacto con la almohada fue similar a rozar una nube. Una ligera sonrisa cruzó sus labios, consciente de que era algo que ahora podía experimentar con sus propias manos. Sus pensamientos se vieron difuminados como el aire, percibiendo que no estaba solo. Quizás cada uno permaneciera en sus respectivos dormitorios, pero sus compañeros, sus amigos, incluso la familia que dejó en la Tierra continuaban de su lado, protegiéndole cuando ni siquiera les viera.
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