《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 15.3 - La misteriosa bruja de Myrd

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Reunirse en la cabaña de Ailfryd era, visto lo visto, lo único que podían hacer dadas las circunstancias. Sus nuevos invitados se encontraban agotados de la travesía que emprendieron hasta llegar allí, aunque estaban más que dispuestos para echarle los puños o las espadas a la bruja.

—Todo estará bien —les prometió Finnian—. Lo importante es que descanséis ahora, ¿entendido?

—Ten cuidado con ella —intervino Olivia—. No todas las brujas son dignas de confianza.

Al fin y al cabo, ellos sí acabaron bajo su influjo cuando se coronó como reina del bosque como para que recelara. Tampoco es que fuera a poner en la mano en el fuego por ella, aunque su instinto le recordara que no desprendía la malicia de su momento. A los hechos se remitía. De continuar con sus planes de dominación, ni siquiera hubiera logrado pasarse por allí a decir hola.

—¡Eres más mono de lo que recordaba! ¿Todos los Signos habrían sido como tú? —exclamó Lelile en cuanto se quedaron a solas con Ailfryd y sus compañeros.

Sin embargo, en el mismo instante en el que intentó acercarse a él también retrocedió, pues no se le había olvidado lo que sucedió en cuanto redujo la distancia entre ambos. No hablaron de ello, y aunque seguía siendo una elthean con sus poderes y debilidades, su fortaleza no era conocida al completo por Finnian y sus compañeros. Al fin y al cabo, dudaban que empleara todo su poder en Ellery, pues se habría visto debilitada al perder la llave, pero eso no la hacía menos peligrosa. Sin embargo, Lelile aprovechó el silencio para hacer justo lo que había pedido: hablar.

La bruja provenía de Myrd, un lugar que no se encontraba dentro de Mithra, aunque tampoco fuera un sitio que todos hubieran visitado.

—Es una isla flotante, ¿no? —dijo Aer, para después encogerse de hombros y añadir—. Es lo que hemos estudiado en clase.

—Vuestros profesores están en lo cierto —sonrió Lelile, complacida.

Myrd estaba siempre en movimiento, por lo que encontrarla era una tarea bastante más complicada que pasarse volando allá por donde quisieran. Al tratarse con una sociedad mágica muy avanzada, poseían métodos para evitar visitantes no esperados, y aunque no era del todo infalible, podían enfrentarse a quien tratara de buscar pelea contra ellos.

—¿Es una dorean? —dijo Finnian, muerto de curiosidad por un lugar lleno de brujas y magos similares a él.

—En absoluto, aunque eso no nos impide que nuestra población crezca —dijo Lelile.

Sin embargo, no quiso perderse en detalles sobre su sociedad o cómo había sido criada, aunque a Finnian no le habría importado que se extendiera. ¿Tendrían una escuela de magia, similar a la del Galya? ¿Cómo sería su día a día? ¿Se parecería Myrd en cualquier detalle a la Tierra? No obstante, se centró en algo igual de interesante. Lelile formaba parte de un grupo especial llamado Vórtice, un equipo de respuesta contra crisis. Eran de los elthean más fuertes, cuya preparación iba para proteger a su ciudad ante cualquier peligro donde sus fuerzas de seguridad no pudieran hacer frente.

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—Erais como superhéroes —dijo Finnian.

—Algo así, aunque nos pasábamos más tiempo en el cuartel general de la academia entrenando o enseñando a los más jóvenes —explicó Lelile

Sin embargo, ni toda su fuerza ni avances mágicos lograron frenar una amenaza que se coló entre sus defensas. Un elthean que a simple vista no parecía gran cosa, pero pronto demostró que tenía poder suficiente para destruir su isla si no le detenían.

—¿El Señor de la Calamidad? —dijo Rune, a lo que ella negó.

—Al Erosionador —dijo Lelile—. No sabíamos mucho de su identidad, pero allí por donde pasaba arrasaba con todo.

—¿Fuisteis tú quien le puso ese nombre? —intervino Aer.

—Ahora llegaré a eso, tranquilos.

Lucharon contra esa criatura, incluso a sabiendas de que podrían caer en combate. Al fin y al cabo, había arrasado ciudades de Myrd sin apenas salir herido, por lo que ignoraban el auténtico poder de aquel elthean hasta que tuvieron que enfrentarse a él.

—Hay batallas que no ganamos, nos guste admitirlo o no —dijo Ailfryd.

—Esto fue distinto —intervino Lelile con brusquedad—. Su poder no era normal. Tanto nuestro líder, el Caballero Carmesí, como mis otros compañeros no tuvieron la más mínima oportunidad.

—¿Acabó con ellos? —dijo Finnian, frunciendo ambas cejas.

—Con todos no, pero el resto desaparecieron sin dejar rastro. Por eso le llamamos el Erosionador —dijo Lelile, algo a lo que llegaron a la misma conclusión el resto de Elthea.

Guardó silencio y no añadió nada más, puede que pensando en sus compañeros perdidos. Había muchos misterios relacionados con la bruja de Myrd y dudaba que fueran a resolverlos en tan poco tiempo.

—¿Por qué el Erosionador atacó Myrd? —intervino Ead, quitándole las palabras a los presentes—. Hasta ahora, lo único que sabemos con certeza es que busca objetivos claros.

Después de todo, la manera que tenía de acosarlos denotaba cierto nivel de inteligencia, aunque ignoraban hasta qué punto. Tampoco es que fuera alguien con quien pudieran hablar, no cuando llovían cuchillas de energía en cuanto se descuidaban. Entonces, con una sonrisa triste en los labios, Lelile le señaló con la mirada, los presentes intuyendo su respuesta.

—Buscaba la llave. ¿Por qué? —dijo Finnian.

—¿Por su poder? —sugirió Lelile.

—Más bien por lo que pueda abrir —intervino Aer—. Después de todo es una llave, ¿no?

Aquella historia iba más allá de lo que habían vivido. El artefacto acabó en Myrd por algo más que el destino, pues fue otorgado por los anteriores Signos, para que pudieran ocultarla y protegerla del gran mal que la buscara.

—Desconozco sus orígenes, me temo —dijo Lelile—. El Caballero Carmesí, Auren, era el único que sabía su auténtica historia.

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Pero al perder su líder frente a ese mismo enemigo, los restantes miembros de Vórtex tenían que actuar. Estos decidieron abandonar Myrd y separarse, esperando encontrar a alguien que pudiera custodiar el artefacto, a su auténtico dueño. Sí los Signos anteriores fueron los que se la entregaron, solo uno en concreto podría hacerse con la llave sin caer bajo su influjo.

—Además, queríamos intentar encontrar a los desaparecidos. Existían pocas posibilidades, pero…

—Nunca hay que perder la esperanza, ¿no? —dijo Finnian, forzando una ligera sonrisa.

Algo difícil en tiempos de crisis. Abandonar Myrd fue más sencillo que lo siguiente. Los miembros de Vórtice son más fuertes que la mayoría de su nivel, o al menos si trabajan como equipo.

—Vuestro poder colectivo se vio mermado —dijo Ailfryd—. ¿No considerasteis incluir a más miembros? Seguro que en Myrd habría otros elthean aptos para cubrir las bajas.

—Pasamos años estudiando y entrenando. No teníamos el tiempo a nuestro favor —dijo Lelile.

—Por eso usaste la llave, ¿no? —dijo Leith.

—¿Y, en el proceso, te volviste loca y te coronaste como dueña del Bosque de Ellery? —dijo Aer.

—¿Y quisiste matarme porque perdiste el control de la llave? —dijo Finnian.

—Sois incorregibles —murmuró Rune, poniendo los ojos en blanco.

—Ahora iba a esa parte —dijo Lelile con amabilidad, lo que le hizo sonreír a Finnian.

Ella era su protectora, o al menos una vez que su jefe cayera en combate, recibiendo esa misión poco después de que Auren desapareciera por la intervención del Erosionador. Debido a la cantidad de energía que la llave poseía, el artefacto estaba contenido en una esfera de cristal, encantada por los mejores hechiceros para que nadie saliera herido.

—La esfera fue dañada durante la lucha y fue a más una vez salí de Myrd —dijo Lelile—. Traté de repararla, pero iba más allá de mis capacidades. Por eso la protegí mientras fui capaz, esperando encontrar a su legítimo dueño.

—Hasta que te convirtió en… bueno —balbuceó Aer.

—Una versión retorcida de mí, lo sé —dijo Lelile—. Su poder me consumió y me hizo pensar… Creía que podría lograr cualquier cosa, sin que nada más importara.

—Hasta que perdiste el norte —puntualizó Finnian—. ¿Eso es lo que me va a pasar ahora?

Lelile mantuvo la mirada, observándole con sus enormes ojos azules. Dudaba que pudiera ver a través de ellos, o puede que estuviera ganando tiempo para responderle. Entonces frunció la mirada, observándole con cuidado, para después inspirar hondo y preguntarle algo que volvió a pillarle desprevenido:

—¿Nos hemos visto en otra ocasión?

—No antes del Bosque de Ellery —replicó Finnian, incómodo ante su constante mirada.

—¿Estás seguro de ello? —insistió Lelile, acercándose un poco más a él.

—Finn lleva un par de días aquí —intervino Aer.

—Solo te vio en Ellery, igual que nosotras —añadió Rune.

—A todo esto… ¿Cómo sabías que estaríamos aquí? —dijo Finnian.

Sonriéndoles, Lelile señaló algo que no era del todo desconocido. Rastreó su esencia, eso que le hacía tan especial y que le permitía percibir la magia a Finnian. Ya le habían dicho que desprendía un olor diferente y si en un principio no le dio tanta importancia, después de ver lo fácil que fue para Lelile seguirles le hizo sentirse más expuesto que nunca.

—Detecté tu rastro poco tiempo después de nuestro encuentro en el Ellery, pero estaba tan exhausta que apenas podía moverme —admitió ella.

La llave por poco acaba con su vida, aunque su intervención, incluso sin hacer nada para salvarla, logró evitar el peor de los escenarios.

—Intenté encontrar al Erosionador, pero parece que os está siguiendo también —dijo Lelile, para después acercarse a él y cogerle de las manos—. Perdí vuestro rastro mágico hace días, aunque dejabais una estela que para un rastreador experto no sería un problema.

—¿Incluso sin que hiciera magia? —replicó Finnian.

—Sigues desprendiendo poder, y aunque no lo utilices, eres distinto a los elthean de por aquí —le recordó Ailfryd.

Les perdió el rastro en cuanto llegaron al Galya, y aunque resultaba evidente dónde se habían metido, tampoco es que supiera con certeza si estaba allí o no.

—De todos modos, no te pasará lo mismo que a mí, Finnian. Esperaba a que un Signo llegara, a ti en concreto para que se hiciera cargo de la llave.

—¿No crees? —dijo Finnian, poco convencido.

—Hay algo que debes aprender y a lo que yo puedo ayudarte —dijo Lelile.

—Además —les interrumpió Ead—, si quieres solucionar esta crisis que azota a Elthea como nunca…

—Deberás de hacer lo que no hicieron tus predecesores —terminó por añadir Ailfryd.

Y sí quería tener la más mínima oportunidad, necesitaba aprender a ocultarse. Hacer que su olor y esencia no fueran detectables ante cualquiera que estuviera buscándolos. De no ser así, bastaría con que pusieran un pie fuera para que todos sus enemigos, conocieran su ubicación. Bonita forma para terminar la semana, ¿verdad?

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