《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 14.3 - Tres trolls con peinados increíbles

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A simple vista sus ojos no le trasmitían información nueva. No era capaz de detectar en el suelo las pisadas, ni tampoco seguir un rastro. Sin embargo, existían detalla que permanecían ahí, presentes solo para aquellos que se centraran. El silencio de su alrededor era distinto, carente de los sonidos que envolvían el bosque. El aire también había cambiado, trasportando el aroma de una tierra desconocida que ni él ni Leith eran capaces de describir.

De todos modos, ya se habían metido de lleno en peligros y continuaban saliendo de ellos. Aquel momento, daba igual de qué se tratara, no sería diferente a los otros, ¿no? Aunque ahora podrían hacer algo distinto si lo comparaban con sus inicios. La dragona removió la tierra que pisaba con sus garras, hundiéndolas en ella después de lanzar una mirada silenciosa a Finnian.

Tenía que empezar de alguna manera, ¿no?

Metió los dedos en la tierra, sintiendo algo más que su frío tacto. Hubo una vibración, una que no le hizo temblar sino que les trasmitía que aquella presencia estaba cerca, más de lo que Finnian se habría esperado. De esa manera, por fin encontraron al elthean oso junto a alguien más. Y era enorme.

En realidad eran tres bultos de grandes proporciones. Más altos que cualquier humano adulto y con la mitad superior del cuerpo tan musculosa que no parecían reales. Brazos, pectorales, cuello… ¡Ni que se hubieran pasado una vida entera en el gimnasio! Y aunque sus cabezas eran de un tamaño similar, sus pequeñas y desproporcionadas piernas debían de poseer una fuerza sobrenatural para sostener una mole así. Su nariz destacaba también, pareciendo un pimiento por el tamaño, aunque la piel de estos elthean era de un tono terroso con tatuajes blancos. Iban desnudos salvo por unos pantalones que podían pasar por taparrabos. Ni siquiera repararon en su presencia, pues se veían entretenidos en un elthean inmóvil por el miedo.

Antes de que pudieran organizarse, Katsumi saltó para socorrer a su amigo, consiguiendo que la siguieran. Leith se puso delante de ellos, dejándole tiempo a Finnian para comprobar si Meir estaba bien o no. Les superaban en número, pero igual podrían hacer frente a esos trolls (o una especie parecida con más músculos) sin llegar a pelearse.

—¡Mirad qué tenemos aquí! —dijo el primero de ellos, el del tupé tan desastroso que ni siquiera Elvis se habría dejado ver con él. Sabía quién era el rey del rock por sus abuelos y estaba seguro de ello.

—Ese… ¿Es un humano? —dijo el segundo, el de pelo de punta que parecía salido de una banda de heavy metal.

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—Pues claro que sí, ¿no lo notais? Esos dos apestan a magia de Signo —dijo la tercera con un gran pelo rizado mientras le observaba con atención—. Esto no te concierte, Signo. Llévate a tu dragona y desaparece.

—¿De verdad creéis que vamos a marcharnos sin más, Trío Pacotilla? —exclamó Finnian.

Tampoco es que quisiera enfadarles, sobre todo por la diferencia de tamaño tan exagerada. ¡Quizás servirían para trabajos de demolición! Y aunque Leith pudiera enfrentarse a ellos, Finnian tenía fe que siempre había otra salida. Los tres trolls se miraron, confundidos ante una respuesta que no esperaban.

—Os convertiremos en papilla si no os marcháis —dijo la tercera, soltando un breve gruñido.

—Vale, os voy a poner nombres porque así no hay quien os hable —dijo Finnian con un fingido suspiro—. La del pelo largo será Olivia, el del tupé será Elvis y tú, el erizo, serás Spike.

—¿Y qué te hace pensar que no los tenemos? —dijo Olivia, dando un golpe en el suelo con su gran puño, consiguiendo que temblara todo. Katsumi y Meir se refugiaron detrás de sus piernas sin quitarles los ojos de encima. Bonita forma de usarle como escudo humano, ¿verdad?

—Porque no os habéis presentado. Yo soy Finnian, el Signo. Aunque eso ya debéis de saberlo.

Si algo le enseñaron en los últimos días es que el término de “Signo” lo conocían la mayoría. No obstante, los tres trolls apenas se inmutaron, por lo que aquello no fue suficiente para que huyeran o cambiaran esa actitud.

—Estos son nuestros amigos. Cada uno puede seguir su camino sin ningún problema —intervino Leith más seria que nunca.

—¿Y si no lo hacemos? —dijo Elvis.

—¿Lo vas a impedir tú y esa lagartija con alas? —dijo Olivia.

—Tenemos montones de aliados por los árboles que esperan a mi señal para lanzarse a atacaros. ¿De verdad queréis arriesgaros? —dijo Finnian.

¿Se darían cuenta de su farol? Los trolls se juntaron, cabeza con cabeza, cuchicheando entre ellos.

—Finnian —dijo Leith—. Han pasado la entrada del Galya.

—Entonces… ¿Significa que no son malos? —dijo Finnian.

—Eso o que las protecciones que puso Ailfryd no han durado tanto como él creía —dijo Leith, nerviosa ante una situación donde no tenían toda la información.

¿Iban a esperar para averiguar cuál de esas teorías es cierta?

—Pero antes… —dijo Finnian, alzando la voz y moviendo ambos brazos, logrando que se fijaran en él—. ¿Podéis contestarme a una duda?

—¿Qué más quieres, Signo? ¿O es que te has cansado de amenazarnos? —dijo Olivia con dureza, incluso cuando fueran los que empezaron.

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—¿Por qué estáis aquí? ¿Qué es lo que queréis hacer?

El trío le observó sin articular palabra, hasta Leith movió la cabeza durante un brevísimo instante, tan confundida como sus nuevos visitantes. Ni siquiera los trolls replicaron, lo que era un alivio teniendo en cuenta lo bravucones que estuvieron desde el principio. Katsumi y Meir le apretaban la pierna y, aunque su corazón latía con fuerza, no era por miedo, sino porque había dado en el clavo. Entonces, Olivia dio un paso hacia adelante que podía ser comparado con el movimiento de una grúa.

—Venimos de avanzadilla. Unos pequeñines están de camino y quería que avisáramos de su llegada —dijo Olivia.

—¿Pequeñines? —repitió Leith, tan extrañada como los demás.

—Nos atacó un enano muy fuerte y de no ser por ellos no habríamos sobrevivido —dijo Elvis, recibiendo un golpe de la troll.

—¡Has contado demasiado! —dijo Spike.

—¡Si ese enano nos hubiera dicho dónde está el Guardián, nada de esto habría sucedido! —exclamó Elvis.

—Aparecieron de la nada y me asustaron —admitió Meir.

El pequeño oso los observaba con cautela, aunque su relato no se alejaba mucho de la realidad. Estuvo demasiado concentrado en el juego como para pensar que algo malo pudiera sucederle allí. Lógico, pues el mal no podría entrar, no importaba cuánto lo intentara. La magia de la dorean prevenía de algo así, aunque necesitaban de un líder para mantener el buen clima en su civilización. Aquellos elthean usaron una de las entradas secundarias, por lo que no dudaban que alguien más estaría allí pare recibirles pronto.

Sin embargo, aquellos trolls que en su momento le parecieron grotescos, sus rostros mostraban incomodidad por la situación. Las apariencias engañaban, pero siempre había maneras de compensar lo sucedido. Avanzando unos pasos y con cuidado, no quería que le consideraran una amenaza, pero tampoco continuar juzgándoles por una mala primera impresión.

—Yo puedo ayudaros. Sé donde está el Guardián —dijo Finnian, pronunciando una sonrisa y tendiéndoles una mano.

—¿Así de sencillo? —dijo Olivia.

—No hay ninguna pega. En el Galya no puede entrar la malicia. Ni vosotros ni nosotros formamos parte de ese bando —dijo Finnian.

—Dejad que os ayudemos —dijo Leith.

—Aunque antes me gustaría saber otra cosa… ¿Pequeñines? —dijo Finnian, alzando ambas cejas—. ¿No serían alasdair?

Aún recelosos por su comportamiento, los tres trolls no tardaron en contestarles. Lejos de ser comparados con las criaturas horribles que comían cualquier ser vivo que se encontraban, aquellos podían caminar a la luz del sol sin convertirse en piedra. Así le narraron que estuvieron en el Bosque de Ellery hacía apenas una semana, atrapados por el dominio de una bruja, hasta que su influjo desapareció. Al marcharse de allí, decididos alejarse todo lo posible, un nuevo elthean de terrible poder les atacó, aunque fueron rescatados por los guerreros enanos.

—¿Pequeños Guerreros? —repitieron los trolls al mismo tiempo.

—Theri y sus guerreros. ¿Están cerca por lo que comentáis? —dijo Finnian.

No lo suficiente. Ellos se adelantaron para buscar ayuda, pues la tierra era su elemento y podrían desplazarse mucho más rápido si no iban acompañados. Al fin y al cabo, el tiempo era necesario para hacer frente a una poderosa presencia que rondaba los alrededores del Galya.

—Tenemos que ayudarles.

—Y debemos movernos cuanto antes.

Las voces de Rune y Aer surgieron a sus espaldas, aunque el resto de pequeños no estuvieran acompañándoles. Ambos sabían lo vital que era ayudar a los alasdair, sobre todo por el esfuerzo que pusieron para protegerles, poniendo sus vidas en peligro. Sí habían sobrevivido, no podrían dejarles atrás.

—Nosotros nos adelantaremos —dijo Finnian con determinación—. Ead, acompaña a este trío para que vean a Ailfryd. Cuéntale todo lo que ha sucedido. Nosotros iremos en busca de Theri y su grupo.

—¿Estás seguro? —dijo Ead, incapaz de ocultar la preocupación en su voz—. No sabemos quién puede estar fuera.

Quizás se tratara del Erosionador, o puede que Ariel pretendiera terminar lo que no hizo en su momento. También cabía la posibilidad que se tratara de cualquier elthean desatado por el caos. Ignoraban la respuesta, pero si había un momento en el que debían de actuar, era ese.

—¿Y qué hay de nosotros? —exclamó Katsumi.

—Vosotros tenéis una tarea igual de importante —dijo Leith—. Acompañadles hasta que vean a Ailfryd.

—Quizás den un poco de miedo, pero son buenos —dijo Finnian—. ¿Entendido?

Acercó su mano a ellos y chocar los cinco, un gesto que si bien era simbólico para muchos, pero que podía infundir confianza en cualquiera. Para su sorpresa, los tres trolls hicieron algo similar. Alzaron sus puños cerrados hacia él, esperando a que él reaccionara. Sus extremidades eran tres veces más grandes que él, aunque aquello no le atemorizó. Con una ligera sonrisa en los labios, les imitó, siendo seguido por sus compañeros.

—Traedlos a salvo. Nos ayudaron cuando nadie más lo hubiera hecho —dijo Olivia.— Nadie bueno se merece sufrir, no por ese elthean.

—Dejádnoslo a nosotros —asintió Finnian.

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