《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 14.2 - Trolls jugando al escondite

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Tras dos nuevos recorridos, Finnian dio por terminada cualquier actividad donde pierda el aliento. Que Ailfryd estuviera atento de sus progresos significaba algo, aunque hasta él necesitaba descansar, ¿y qué mejor momento para hacerlo que por la tarde? Tras regresar a su cabaña para reponer fuerzas, la tranquilidad del Galya era más que contagiosa. Bastó terminar de comer para percibir un descenso en su movimiento, o al menos comparado con la mañana. Quizás no fueran los únicos que necesitaban recuperar el aliento, y hasta se agradecía.

Al contrario que en los días anteriores, donde terminaban saliendo fuera para seguir entrenando, o le ayudaban a que conociera el Galya mejor, decidieron permanecer en el patio trasero, descansando en la sombra. Se encontraban en ese punto en el que la temperatura no era ni alta ni baja, perfecta para que estuvieran tranquilos e incluso le entrara sueño. Sin embargo, en lugar de imitar a sus compañeros, decidió aprovechar la luz solar para continuar con su lectura.

La sección de magia de aquel libro, por ejemplo, se había visto ampliada. En ella explicaba que no solo se podían iniciar con gestos, tal y como él estuvo realizando, sino con todo tipo de palabras o símbolos, e incluso los pensamientos. Los objetos también influían, algunos ayudando a la concentración, mientras que otros podían fortalecerle. No es que entre sus páginas hubiera un catálogo de armas mágicas de Elthea, pero sí explicó el cómo funcionaban y lo que podrían lograr, aunque igual que los elthean, esto variaba casi tanto como aquello que su imaginación pudiera crear.

—Por eso te han estado inculcando tanto sobre el control —le recordó Ead—. No importa lo fuerte que sea uno. Si no tiene cierta estabilidad, hasta el elthean más poderoso caerá presa de su propio poder.

—No suena muy reconfortante —admitió Finnian.

—Y no menos cierto. Igual que la naturaleza, hay que respetarla.

En su caso, si no era cuidadoso, su magia podría actuar cuando menos se lo esperaba. No es que se tratara de un ente extraño, sino una fuerza de la vida similar a su respiración o sus sentimientos. Encontrarse demasiado enfadado o frustrado podría perjudicarle, o incluso darle fuerza extra, a cambio de precisión. Sin importar cómo de complejo o intrigante fuera aquello, permanecer allí sin tener que forzarse a practicar resultaba refrescante. Sí sus primeros días en Elthea estuvieron llenos de desafíos y peligros, allí al menos podía obtener cierta perspectiva.

—¡Finnian!

O eso esperó en un principio. La voz aguda de un elthean familiar llamaba su atención, el mismo gatito de pelaje dorado y alas blancas conocido como Katsumi. Sus ojos amarillos brillaban de la emoción, e incluso él no negaría las ganas que tendría de darle un abrazo si se lo pidiera. A su lado, el osito cobrizo Meir sonreía al unirse a ellos.

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—¿Qué tal estáis? ¿Os han dejado salir a jugar? —dijo Finnian, pronunciando una sonrisa aún sentado en el suelo.

—Por supuesto, ¡hay que aprovechar los días libres! —exclamó Katsumi.

Sin embargo, su visita no era para ver cómo se encontraban, ni siquiera enviarles ningún mensaje. En lugar de ello era para hablar sobre su participación en los Terrenos de Escalada.

—La próxima vez que volváis, avisadnos. ¿Entendido? —dijo Katsumi con una convicción inusual para alguien de su tamaño— Aunque sea para animaros.

—Eso está hecho —dijo Finnian, pero al apreciar cómo intercambiaban ambos las miradas, añadió—. ¿Ocurre algo más?

—¿Os apuntarías a jugar al escondite?

Las palabras de Meir, si bien titubearon al principio, surgieron del pequeñín como la misma energía que trasmitía su amiga. De todos los pequeños que había conocido, aquella pareja consiguieron conquistarle. La mayoría de los “enanos” iban detrás de Rune, pero un número más reducido parecía estar enamoraditos de Aer y buscaban su atención para intentar impresionarle. Esa dinámica no cambió, aunque al menos ellos dos eran tan encantadores que no podría negarles lo que le pidieran. Por esa misma razón atendió al elthean “En desarrollo” con su corta petición: su grupo de amigos había decidido jugar al escondite, y necesitaban unos cuantos más para hacer más divertido aquello.

—¿Dónde están los demás? —dijo Finnian, a sabiendas de que no había otros elthean cerca.

—Pues… Le daba reparos preguntártelo —dijo Meir.

—¡Pero a nosotros no! —exclamó Katsumi, volando unos centímetros por encima del suelo—. Dudan que quieras apuntarte.

—Pinta interesante. ¿Por qué no jugamos también?

La voz de Aer y la seguridad que desprendía la hacía inconfundible. Teniendo tanto a Rune como a Leith a cada uno de sus lados, y a Ead revoloteando sobre ellos, los cuatro elthean estaban allí, más despiertos de lo que les vio hacía unos minutos. No es que le entusiasmara pasar así la tarde, pero no sería él quien les decepcionara. De esta manera averiguó que, en ocasiones, Aer se los llevaba a la zona exterior, lugar en el que jugaban y donde no molestarían a nadie.

—Por regla general, al estar tan lejos de los adultos, lo tienen prohibido sin alguien mayor que les vigile.

Eran cuidadosos, incluso teniendo protecciones en la dorean. Así pues, Aer y Rune serían los encargados de buscarles, mientras ellos se ocultaban donde pudieran y sin subirse a los árboles. Al fin y al cabo, debían de hacer aquel juego alcanzable, ¿no? Cada uno llevaba un pañuelo, uno que cambiaría de color en cuanto les capturaran. La única opción que tendrían para salir de esa era que algún valiente lograra escabullirse y robarles el pañuelo, aunque no sería una tarea fácil para él, teniendo en cuenta su tamaño.

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—Por eso no te preocupes. Solo mantén agachada esa cabeza tan grande cuando te escondas y no deberías de tener problemas —le recomendó Rune tras soltar una carcajada.

¿Por qué todo tenía que limitarse a una broma con ella? ¿Es que no sabía demostrarlo de otra manera?

En cuanto se marcharon hacia la zona exterior, acompañado por Leith, esta le aseguró que cada elthean era un mundo, algo que él también vio que sucedía en los humanos. No todos eran capaces de mostrar sus sentimientos de la misma manera u forma, aunque eso no implicaba que fueran inexistentes.

—Los pequeños gestos ayudan, pero la sinceridad en estos casos siempre es bien recibida —dijo la dragona.

Algo más que tenían en común, aunque no serían ellos quienes intentaran cambiar a su compañera. Después de todo, cada uno tenía una personalidad distinta, pero habían logrado encajar en su dinámica de grupo como para empezar a molestarse con algo que no resultaba importante. Además, ¿cómo podrían evitar que les vieran? Al fin y al cabo, ¡eran los que más destacaban de los que se escondían!

Los grandes árboles del interior dejaron de ser tan numerosos en el exterior, aunque eso no les hacía menos imponentes. El Galya poseía división de zonas y defensas para proteger a la población, aunque estando tan lejos del núcleo no les pondría en un aprieto de ningún tipo. Los puentes superiores eran utilizados por los que patrullaban, aunque no fueran a emplearlos en su beneficio.

—Me sorprende que decidieras venir conmigo —dijo Leith mientras caminaban, alzando su cabeza para mirarle— ¿No hubiera sido más sencillo para ti ser el que busca?

—Puede, pero ya que estoy haciendo las cosas distintas, ¿por qué no esto? —dijo Finnian, encogiéndose de hombros. Al comprobar que la dragona no contestaba, añadió—. Además, ni tú ni yo conocemos el Galya tan bien como los demás. Pensé que sería un buen momento para nosotros.

—Ahora lo importante es escondernos. ¡No lo olvidéis! —exclamó Katsumi desde su hombro, pegando un salto para subirse encima de la dragona y después a los de él. ¿Es que todos los del Galya eran tan enérgicos?

Además, la tranquilidad de su compañera era reconfortante, más aún con lo activos que solían ser tanto Aer como Rune, aunque se mostraran serios cuando la situación lo requería. Al final, notando como el tiempo se les acababa y al observar a Meir y Katsumi escabullirse de donde estaban, decidió hacer lo que menos se esperarían de él.

—¿La base secreta? ¿No sería el primer sitio en el que mirarían? —dijo Leith.

—Es posible, pero igual por eso podrían ignorarlo —dijo Finnian.

Varios minutos más tarde, guardaron silencio con la esperanza que su teoría fuera correcta y no llamaran la atención de nadie. Cualquier acto mágico por su parte les delataría, y por eso mismo solo les quedaba la opción de mantenerse de brazos cruzados. La paciencia nunca había sido su fuerte, y allí la estaba poniendo a prueba con cada día que pasaba. Entonces, sin que dijera nada, Leith le agarró de la pierna, llamando su atención.

—Hay elthean cerca —le susurró Leith al oído, consiguiendo que asintiera.

Hasta él mismo lo percibía, y eso que sus sentidos no estaban tan desarrollados como los de ella. Al margen de lo complejo que sería encontrar alguien allí, pues todos poseían una esencia similar o demasiado parecida, cualquier nuevo jugador en aquel bosque no pasaba inadvertido.

Salieron de la base secreta sin dudarlo, ignorando que aún estaban jugando. Su instinto le expresaba que no podía permanecer al margen, jugando como un niño más. Se encontraba allí por un motivo, y no sería el mirar a otro lado para seguir pasando una tarde de domingo tranquila. En ese instante apareció Katsumi, corriendo hacia ellos como si hubiera visto algo grotesco. Trepó sobre su hombro, llegando al extremo de esconderse entre sus brazos, dejándole sentir cómo su corazón a un ritmo frenético.

—Meir necesita ayuda —dijo Katsumi con un hilillo de voz.

No precisaron de ningún otro aviso. Signo y compañero avanzaron con decisión. Al margen de quién vigilara la zona, no dejarían que alguien indefenso sufriera, no si podían evitarlo.

—Ojalá estuviera Ead aquí —dijo Leith—, al menos así podríamos avisar a los demás.

—Tranquila, nos encargaremos de esto —dijo Finnian.

Porque, sí no estaban muy lejos, y ambos podían sentirles, tarde o temprano notarían lo que sucedía. Lo más seguro es que no fuera nada, pero con las sorpresas que habían tenido, prefería no confiarse y actuar antes de que tuviera que arrepentirse.

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