《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 13.2 - ¡Aquí llegan los terrenos de escalada!

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Algo más de dos horas después, aquel campo de escalada podría ser comparado con uno de minas por todas las trampas que activó en la mayoría de sus intentos. Sí, logró superar el primero, aunque el resto era un asunto demasiado distinto como para poder compararlos. Incluso cuando la mayoría de los suyos implicaran saltar, trepar, deslizarse por alguna plataforma al más estilo tobogán o usar cuerdas para pasar de un lado a otro, aquello era lo fácil, y eso era decir palabras mayores para Finnian.

En una ocasión, una de las cuerdas cedió ante su peso en cuanto tardó en saltar. En otra, las paredes comenzaron a juntarse, reduciendo aún más su espacio de acción. Y en la última permaneció demasiado tiempo en una plataforma y esta desapareció, haciendo que saliera del recorriendo al caerse. ¿Por qué la dificultad había aumentado de manera tan radical?

—Se os olvida una cosa —dijo Finnian, recuperando el aliento tras aquel recorrido—. No puedo hacer lo mismo que vosotros.

—Eso lo dices bastante, pero… —comenzó a intervenir Ead.

—Sigo siendo humano, y nunca he destacado en las actividades deportivas, menos aún en algo como esto —respondió Finnian, haciéndose escuchar entre los presentes.

Desconocía del todo cuál había sido su rutina hasta ahora, pero continuaba siendo un chico de apenas once años. No era fuerte, ni alto, ni con una capacidad innata para correr o con una coordinación de pies asombrosa. Se había pasado más tiempo de su vida con la cabeza entre un libro o un videojuego que en el exterior, y algo así no iba a solucionarse en cuestión de días llenos de actividades físicas.

—¿Por qué no descansas y nos observas a nosotros? —sugirió Leith—. Quizás sea diferente, pero siempre puedes aprender algo de ello.

Lo que resultaba casi tan buena idea como rendirse, pero ellos estaban pasando una tarde más que agradable como para fastidiarles aquello. Así pues, sentándose junto a Lizzie, vio como los cuatro restantes salían corriendo en uno de los recorridos más complicados que había visto ahora. La altura, por no hablar del reto que supondría sortear todo aquello iba más allá de sus capacidades, o eso se repetía Finnian.

—Quizás los humanos no tengáis la misma fuerza que un elthean, pero eso no os hace inferiores, solo distintos —dijo Ead, usando un tono motivador.

—Creo que pocos humanos lograrían terminar ilesos tras algo así —dijo Finnian, señalando con las manos a cómo Rune había hecho una cabriola en el aire tras emplear una de las paredes para potenciar su salto.

—Tampoco pensaste que podías hacer magia. Sin embargo, haces progreso cada día —dijo Ead—. Hay ciertos límites que existen para recordarnos que no somos invencible, pero eso no implica que dejemos de intentar mejorar, ¿no crees?

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Hechizos, pociones, comida mágica que reponía las fuerzas con un bocado y monstruos. Había tenido cientos de sueños, hecho dibujos o escrito hechizos por crear un mundo donde sus fantasías se hicieran realidad. Encontrarse en Elthea atentaba con todo lo que aprendió durante su corta vida, y aunque ciertas reglas fueran similares a la Tierra, muchas no coincidían.

Habiendo alcanzado casi la mitad de aquella tortura, los elthean corrían menos y se enfrentaban a problemas mayores. La escalada, los saltos que debía de efectuar para continuar la subida se le hacía mil veces más complejo que una clase de educación física. Sin embargo, recorrían las paredes como si se tratara del propio suelo, moviéndose con una naturalidad que hasta él envidiaba. Sintiendo un hormigueo en las manos e incluso los pies, la conexión entre sus compañeros y él, aunque no estuviera activa al completo, le permitía percibir el entusiasmo y la emoción que estaban experimentando. Incluso cuando las trampas y obstáculos se activaran, complicándoselo aún más, ninguno se paraba a entender el cómo ni el por qué, pues se centraban en continuar avanzando.

—No será para simular la realidad, ¿no? —murmuró Finnian.

—Es una manera que tienen de ponerse a prueba frente a problemas similares que sucederían en el exterior. No siempre habrá señales de que algo va mal como para poder impedirlo —dijo Ead.

A su lado, Lizzie observaba con atención casi milimétrica sin murmurar ni una palabra. Fue ella quien dijo que analizara su entorno, aunque no para lo que Finnian pensó en un principio.

—Era para que comprendiera las posibilidades de lo que puedo hacer, no lo que sucede.

—Por supuesto —dijo Lizzie, hablando por primera vez tras un prolongado silencio—. Salvo que puedas ver el futuro, puede suceder cualquier cosa. Controlar el entorno es imposible, pero lo que hagas tú es un asunto distinto.

Aquella tarde no era para mejorar su cuerpo, sino para recordarle que no importaba su fuerza o tamaño, pues siempre habría algo que pudiera aportar. Solo bastaría con que abriera los ojos y escuchara con el resto de sus sentidos. La curiosidad de usar magia y conectar con sus compañeros estaba allí. Al fin y al cabo, había practicado los últimos días para habituarse a ese vínculo que con tanta facilidad le superaba, aunque siguiendo lo que había sugerido su nueva amiga.

De los cuatro que participaban, tres de ellos poseían una clara ventaja en el aire por el mero hecho de tener alas, aunque ninguno estuviera empleándolas en aquel instante. Si en la distancia veía a Keahi saltar con rapidez, al verlo más cerca a través de sus compañeros comprobó lo ágil que era incluso para su tamaño. Aprovechándose de las alas de sus brazos, quizás no volaba, pero si le ayudaban a mantenerse en el aire mientras se movía entre las plataformas. No obstante, sus compañeros eran los que le ofrecían una visión distinta.

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Rune era la más parecida al otro elthean por la manera que tenían de moverse. Corría, sin ir demasiado deprisa ni tampoco lenta, manteniendo el ritmo y acelerando cuando la convenía. No dudaba en saltar, aprovechando sus alas para ofrecerse un impulso extra y ganar velocidad de un lado a otro. No luchaba contra el aire, ni tampoco contra los obstáculos, pues se abría paso como mejor sabía.

—Esa dragona sabe moverse, incluso cuando sea de las primeras veces que participa —señaló Lizzie.

Sí, Leith también poseía alas, pero rara vez las utilizaba en un entorno así, salvo para darse más impulso. La agilidad de la dragona resultaba envidiable, moviéndose con una elegancia que pocos le otorgarían a alguien de su especie, pero lo más impresionante era el cómo aprovechaba sus extremidades. A veces, usaba sus garras para engancharse a las paredes y evitar caerse, o se limitaba a realizar aquel gesto para continuar avanzando sin apenas alterar su entorno. En otras, daba golpes con su cola para potenciar sus saltos, igual que cuando participaban en Fuego Rápido. Leith no se detuvo por las dificultades, permitiéndola ir al mismo ritmo que los demás.

—Observaba a Aer —le recomendó Ead— y no solo con tus ojos.

Al fin y al cabo, era en quien más debería de fijarse porque ninguno tenía alas ni nada que les favoreciera en el aire. Sin embargo, el elthean se desplazaba de una manera similar a la de la dragona, con movimientos gráciles cada vez que avanzaba entre paredes, saltos y lianas. No obstante, al prestar atención era cuando apreciaba aquello que a simple vista no se reflejaba.

Conectando con ellos, empezó a recorrer el campo de obstáculos, sintiendo algo más que la adrenalina por su cuerpo. Tal y como dijo Lizzie antes, no era cuestión de controlar su entorno, sino de aprender de él y utilizarlo a su favor. Sintiendo cada pisada que daba Aer, un escalofrío le recorrió la espalda en cuanto le contempló correr sobre una pared, para después acumular magia en sus pies y darse más potencia en el salto. El efecto, sin embargo, era mínimo al igual que la energía empleada, pero no implicaba que aquella no fuera una lección importante. Porque allí donde pisaban o pasaban, captaba los sonidos que dejaba su magia, unas marcas como la aurora boreal que sus amigos creaban para que él las percibiera, conscientes que solo él podría captarla, desvelándole la verdad en la que no siempre había reparado.

Los elthean, al igual que los humanos, también se esforzaban por hacer frente a sus debilidades. Sus compañeros poseían un talento natural para aquello, pero también tenían sus propias desventajas, algo que él compartía como humano.

La carrera terminó, y por primera vez desde que llegaron allí, quiso volver a intentarlo. Sin embargo, el tiempo invertido y las caídas recibidas harían que cualquiera estuviera agotado tras tanto movimiento.

—Mañana será otro día —le prometió Rune, dándole un toquecito en el brazo.

Y aunque no les quitaría razón con que debía saber cuándo descansar, aquel había sido todo un descubrimiento. Estaba entrenando para controlar de una forma eficaz su magia y quizás en el futuro lograra hacer cosas similares a las de sus compañeros a la hora de moverse.

—Ha merecido la pena —murmuró Finnian mientras regresaban a su cabaña.

—¿Al final te ha gustado? —exclamó Aer, tan entusiasmado como cuando llegaron.

—En un principio no —admitió el Signo—, pero me habéis mostrado una visión nueva.

—En ocasiones, aunque nuestro mundo parezca inmóvil y cerrado, nos sorprende cuando se nos abren nuevas posibilidades —dijo Leith.

Un mundo que explorar, amigos que ni consideraron que tendrían, por no hablar de todo aquello que estaban logrando hacer. La gente puede imponer una visión, incluso impedirte que mejores porque se sientan amenazados ante tanto cambio. Conocía a alguien así, alguien a quien incluso llamó amiga en varias ocasiones, comprendiendo que no era nada más que una compañera de clase. Pero los que allí estaba haciendo, cada elthean que pasaba por su vida y estuvieran o no cerca, continuaban a su lado por los lazos creados. Esos vínculos resultaba tan poderosos como los que tenía con su familia, aunque a simple vista no se pudieran ver.

—¿En serio querrás que volvamos? —dijo Aer, aún sin creerse sus palabras.

—Tanta caída inicial no me ha entusiasmado, pero me gusta ser sincero —sonrió Finnian, encogiéndose de hombros—. Y ante un reto así no voy a quedarme atrás.

Siempre existía espacio para seguir aprendiendo, siendo algo que le inculcaba Ailfryd y que incluso él continuaba descubriendo nuevas cosas con cada día que pasaba. Ahora que veía la realidad con otros ojos, solo necesitaría no olvidar aquello para continuar hacia adelante. Sin embargo, no le abandonaba la sensación de que algo le faltaba, una pieza en el puzzle de su status como Signo. En el Galya arrojaba luz ante mucha de sus incógnitas, pero solo lograría disipar aquella niebla una vez se marcharan de allí.

Por eso pensaba aprovechar su tiempo todo lo posible, tanto para mejorar como para seguir experimentando lo que era vivir en Elthea.

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