《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 13.1 - Sonidos de la magia

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El fin de semana, al menos en el Galya, resultaba parecido y distinto al que él conocía. En efecto, las clases normales terminaron, lo que permitía que aquellos elthean más jóvenes salieran, alteraran su rutina y aprovecharan de dos días para hacer algo más que dormir. Los adultos continuaban trabajando, y aunque el ritmo cambió de manera considerable, aquello fue lo más reseñable. Al fin y al cabo, sus clases particulares no se veían alteradas por ello, daba igual cómo de ocupados estuvieran Lunaluz.

Esta continuaba instruyéndole en el control de su propia energía, cada día haciendo nuevos progresos que le dejaban con algo más que un dolor de cabeza. No es que le agotara, pero sí era una presión constante que drenaría la capacidad mental de cualquiera, incluso del mago o bruja más preparado del mundo. De las comidas se encargaban ellos, haciendo algo más que biadhe, pero siempre probándole para comprobar que podría sobrevivir más allá de los límites del bosque. Y había mucho más.

—¿Conocéis el concepto de “descansar”? —repitió Finnian después de la comida del sábado—. Porque hasta yo tengo límites.

Pero Elthea no, ni sus enemigos tampoco. El tiempo que permaneciera allí debía de servir para algo, marcar una diferencia en cuanto retomara su misión. No se encontraba de vacaciones de verano, por mucho que Finnian quisiera, y no lo estaría hasta que sobreviviera a lo que estaba por venir.

Sin embargo, aquel domingo fue distinto desde que se despertó. Lunaluz no apareció a primera hora para continuar instruyéndole, ni tampoco Ailfryd, aunque tardó poco en averiguar qué ocurría.

—Pensamos que un cambio te vendría bien —comenzó a decir Rune.

—¿Qué te parecería probar la escalada? —dijo Aer.

Con la mirada iluminada, presa de la emoción ante una nueva posibilidad, su compañero se mostraba entusiasmado con aquel plan. Al fin y al cabo, hasta ellos estaban teniendo entrenamientos extras, todo por aclimatar sus capacidades actuales. Finnian trató de no poner mala cara, en especial porque en los últimos días había hecho cosas que iban en contra de lo que siempre creyó. No es que fuera terrible en los deportes, porque en Fuego Rápido empezó a desenvolverse bastante bien tras practicar, pero todo aquello le encantaría tanto a su padre que se cerraba en banda, aunque ponerse a ello no es que fuera a darle la razón.

—Supongo que hay un motivo para esto, ¿no? —terminó manifestando Finnian, forzando una sonrisa.

Al igual que en aquel deporte mágico, la escalada era para aclimatarle, pero también para darle confianza en sus capacidades. En el Galya contaban con campos donde poner a pruebas sus habilidades sin tener que salir de allí, y aunque no encontró una pared gigante de piedra, sí tenían montado algo al nivel del suelo que lograría abrirle la boca hasta el más valiente.

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—¿Por qué no me sorprende que siempre hagáis las cosas a lo grande? —murmuró Finnian.

Era un campo de entrenamiento, pero uno muy específico. Aprovechaba los troncos de los árboles, pero también había grandes plataformas de madera, paredes móviles, lianas, toboganes y todo aquello que pudiera imaginar con lo que prepararse para algo más que la escalada.

—La agilidad es fundamental en cualquier escenario —dijo Ead, observando el panorama a su lado—. Sea un contrincante o la naturaleza, hay que saber adaptarse.

—Esto viene a otro nivel si lo comparas con Fuego Rápido —admitió Finnian, incapaz de ocultar cierto temor ante aquellas alturas.

Porque aquel juego le obligaba a algo más que mantener el equilibrio, si no a saber dónde colocarse y cuando moverse. Era un lugar diseñado para algo muy concreto, pero aquel sitio palidecía en comparación con el patio de la escuela. Allí, varios elthean competían y hacían carreras, para ver quién terminaba el recorrido antes o no se caía en el proceso. Lejos de contar con cuerdas de seguridad, todo el suelo estaba hechizado para amortiguar su caída, evitando así lesiones más grandes, aunque el peligro no dejara de ser igual de real.

—Empezaremos por lo más básico, prometido —dijo Aer.

Y por la confianza que tenía, su instinto le susurraba que había sido su idea, además de que tendría ayuda. Al margen de Rune y Leith, nuevos elthean se unieron a su grupo. En este caso eran Keahi, quien no dudó en estrujar a los presentes en cuanto les vio, y la tan famosa Lizzie. A simple vista se asemejaba a Aer en tamaño y en apariencia. Con unas orejas caídas y un pelaje verde selva, cualquier otro habría pensado que un tono así solo encajaría en las plantas, pero aquella elthean resultaba encantadora, en especial por las grandes gafas que llevaba puestas.

—Ella se encargará de observarlo todo con Ead —dijo Aer, dándole una palmada en la espalda a su amiga—, aunque siempre puedes unirte si quieres.

—Prefiero comprobar si aún sigues siendo tan ágil como de costumbre —respondió Lizzie, sacándole la lengua.

Porque sus ojos la permitían ver más allá de lo que estos recibían en un principio. No solo poseía una vista sin igual, lo que la hacía captar hasta los movimientos más leves, sino que rara vez se le escapaba algo. Y aunque Aer le aseguró que era muy buena en los terrenos de escalada, sus capacidades estaban a un nivel distinto al que habían visto hasta ahora.

—Incluso nosotras nos apuntaremos —dijo Rune, chocando los cinco con Leith.

—Que sepamos cómo volar no hace que lo tengamos más sencillo. Nunca está de más saber cómo actuar si nuestras alas están heridas —dijo Leith.

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Lo que sería algo más que una posibilidad. Un roce, una ataque malintencionado, y su capacidad de vuelo se vería afectada, haciendo que estuvieran tan indefensas como él mismo. Así pues, tras acordar ciertos términos con uno de los monitores, empezaron a prepararse.

—Deberías de ponerte los guantes, al menos por el momento —dijo Aer, mientras Ead se encargaba de la dificultad.

Los limitadores eran, expresado de otro modo, los obstáculos a los que podrían enfrentarse. Instalaban hechizos para restar habilidades, como mermar la capacidad de volar o impedir que pudieran aprovecharse de sus alas para ello, aunque no para planear. Existían otros, más allá del movimiento de ciertas paredes, pero que no probarían por el momento. Al fin y al cabo, sí él estaba allí para mejorar sus capacidades físicas como saltar o correr, entre otras, lo peor que podrían hacer era asustarle desde el principio.

Con Rune y Leith, junto a Keahi, iniciaron el primer recorrido, aquel más básico con el menor número de obstáculos. Sin detenerse en aquella carrera, los tres avanzaban con decisión, saltando de plataforma en plataforma para dirigirse hacia la meta. En un principio resultaba simple, hasta sencillo se atrevió a decir Finnian. Entonces, en cuanto Leith puso las patas sobre una de las últimas, esta desapareció, mostrando que en realidad se encontraba un par de centímetros por debajo de lo que pensaban.

—¿Una ilusión? —murmuró Finnian.

—Claro. El propósito es no confiarte de manera ciega y prepararte por lo que pueda suceder —dijo Aer.

Porque saltar de un lado a otro podría debilitar al terreno, una mal pisada haría que resbalara, cualquier mínimo detalle significaría la diferencia entre caerse o no.

—¿Cómo se supone que tienes que avanzar? —dijo Finnian.

—Analizando tu entorno —dijo Lizzie con rapidez.

—Y usando tus habilidades para salvar el obstáculo —añadió Aer.

No era el hecho de saltar o de emplear magia para avanzar sin tener que hacer frente a ningún problema, sino saber cuando emplear cada uno sin detenerte a cada paso que dabas. La vida, igual que aquel terreno de escalada, podía sorprenderte de muchas maneras. Salvo aquellos que pudieran anticiparse a los acontecimientos, algo que ni sus capacidades le ofrecían, deberían de saber adaptarse a lo que se encontraran.

Su turno llegó en cuanto el primer grupo terminó, y aunque él solo iría con Aer mientras el resto observaban con cautela, una nota de nerviosismo no le abandonaba.

—Sabes que podemos sentir tu ansiedad, ¿verdad? —repuso Aer, pronunciando una genuina sonrisa.

—Lo intento controlar, créeme —admitió Finnian, mordiéndose el labio—. Pero las alturas me dan mucho respeto.

Por no decir otra cosa. Los sueños recurrentes donde se caía, junto a un par de experiencias desde que llegó allí, no habían hecho nada más que alimentar aquel temor. Y eso que disfrutaba las montañas rusas, aunque en su justa medida.

—También hay algo más que has aprendido desde que viniste a Elthea —le recordó Aer—, y es que con nosotros cerca, podrás hacer algo más que volar.

Asintiendo sin añadir ninguna palabra, el cómo acabara aquel campo de obstáculos le venía a su mente cuál tormenta eléctrica. La realidad era que nunca podría controlar lo que pasara a su alrededor, daba igual cuánto se esforzaba o todo lo que aprendiera. Al final, lo que importaba era el cómo se desenvolviera, y eso era algo que estaba cultivando en su día a día en Elthea.

Tras superar su primer recorrido y sin caerse o dar un traspié, el resto le preguntaron cómo se sentía al respecto.

—Bueno, ya sabía que algo podría suceder, así que no di nada por sentado —dijo Finnian mientras recuperaba el aliento.

—Es el más sencillo, ya verás cuando aumentemos la dificultad —dijo Rune, soltando una ligera carcajada.

—¿Por qué tengo la sensación que disfrutas viéndome sufrir?

—No hables tan alto, Rune. ¿Recuerdas la última vez que intentaste esto? —repuso Aer, esta vez logrando que su compañera retrocediera.

—No te atreverás, ¿verdad?

Aquello era digno de ser contado, incluso cuando ni Leith, ni Ead o él entendieran qué estaba sucediendo. Pero la gran Rune, la misma que rara vez rehuía un desafío, no era tan infalible como aparentaba, aunque Aer no concretó detalles para que dejara de incordiarles.

—Os comportáis como hermanos. Lo sabéis, ¿verdad? —dijo Leith, logrando que más de uno soltara una carcajada ante aquel momento.

—Es una hermana mayor demasiado presumida —dijo Aer.

—Y tú uno de los pequeños más molestos que he tenido —admitió ella.

Incordiarse, rememorar otros momentos, todos aquellos detalles formaban parte del cariño que se tenían los unos a los otros. Quizás no hubieran estado juntos durante mucho tiempo, pero esperaba que aquellos vínculos que estaban formando no desaparecieran ni aunque estuvieran a mundos de distancia.

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