《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 12.2 - El problema de los estrella

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Aquel era un cansancio similar a cuando preparaba magia. Uno positivo, pues había logrado sobrepasar sus límites e intentar algo nuevo, daba igual cuanta ansiedad sintiera por algo así.

Habían participado en tres juegos más de Fuego Rápido, con todas sus implicaciones. Se había caído de los postes en varias ocasiones, pasando por la misma tradición que otros jugadores experimentaron, aunque sin darse un golpe tan fuerte como imaginó en un principio. ¿El motivo? Aunque los postes eran de madera sólida, sobre todo allí donde pisaban, una vez que se caían amortiguaban su caída. Cualquier golpe que pudieran darse con ellos podría ser contundente, y en concreto estando en una escuela para pequeños, la seguridad era algo que no pasarían por alto.

Tras una mañana de lo más activa, comieron allí debido a que los pequeños insistieron para que no se marcharan. No obstante, las clases de por la tarde iban a empezar, y ellos tendrían que continuar con sus tareas.

—Un poco de tranquilidad no me vendría mal —admitió Finnian, pasándose la mano por la nuca.

—No para dormir, ¿verdad? —dijo Ead, casi usado un tono que pasaría por reproche.

El libro que le dio Ailfryd ofrecía información muy variada, tanta que no sabía lo que encontraría en él cuando lo abriera otra vez. Sí ahora se estaba esforzando por mejorar y hacerse más fuerte, era el momento de encerrar su cabeza entre aquellas páginas. Al fin y al cabo, no tendría la capacidad de caminar y leer una vez abandonaran Galya, no si continuaban siendo perseguidos como había sucedido hasta ahora.

—Quizás aquí nadie nos molesten, pero eso no impedirá que fuera retomen su actividad, ¿no? —señaló Leith.

La dragona no estaba mal encaminada. Cualquiera que les rastreara se habría topado con la barrera de allí, protegiéndoles de cualquier ataque. Tranquila, pero igual de activa. No obstante, bastaría con que salieran para tomarse con una sorpresa. Se trataba de un asunto que ya hablaron, y aunque no contaban con una estrategia para marcharse de allí, por no hablar de que tampoco estuvieron pasado su tiempo durmiendo, trataron de centrarse en lo que sí podían cambiar.

—Aprenderás sobre la marcha, aunque está bien que te lo tomes en serio —dijo Ead.

—¿Por qué no hacer un descanso? ¿No queríais ver nuestra escuela? —dijo Aer.

Lo que resultaba una perspectiva bastante más interesante. La zona superior contaba con un ambiente diferente a lo que percibía cerca de la tierra. Puede que se debiera a las alturas, a que todo se observaba con otra perspectiva al estar tan alto, pero también porque las vistas resultaban impactantes. Las construcciones del Galya, siempre respetando el bosque, habían permitido crear un nuevo ecosistema allí arriba, más que un mero lugar que utilizaban como protección.

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Tres eran las escuelas para adolescentes y jóvenes adultos, como Aer y Rune, y aunque en impartieran un temario similar, existían asignaturas que les permitían seguir un camino u otro.

—Los Bermellones suelen ser elthean que pertenecen al aire, como yo —dijo Rune, hinchándose de orgullo.

No todos tenían aspecto de aves, pero sí contaban con una afinidad con aquel elemento que aprovechaban en su favor. Su espíritu aventurero les hacía salir fuera del Galya en algún momento, pues exploraban otros lugares y luego regresaban para impartir los conocimientos que habían adquirido. Eso les fortalecía, aunque otros decidían quedarse, siempre observando el mundo a su alrededor y protegiendo el hogar que les daba cobijo.

—Los Esmeraldas son más afines con la Tierra, mientras que los Ámbar con el Fuego y los Zafiro con el agua —continuó su compañera.

Dividían sus enseñanzas según las fuerzas primordiales, aunque Ead no tardó en añadir que existían convergencias entre ellas. Allá donde había luz, también había vida, pues sin fuego y sin tierra no se podría crear comida, ni tampoco si no hubiera agua.

—Todo gira alrededor del equilibrio —asintió Finnian.

El mismo que debían devolver. En el interior del libro encontró un mapa bastante detallado de donde se encontraban. La región de Hawell era amplia, aunque no poder ver cómo de grande era ese mundo le hacía querer explorarlo aún más, daba igual el tiempo que estuviera allí. Localizó Alta Espada, el Bosque de Ellery y otros lugares desconocidos por ahora del continente de Mithra. No obstante, no se trataba de un libro de geografía y tampoco explicaba nada de los Signos que no supiera ya.

—¿Por qué no pone más cosas? Además de la evolución y el vínculo, seguro que habrá otras formas con las que pueda ayudaros —murmuró Finnian.

—Este libro no tiene todas las respuestas, o no hasta que las averiguas —dijo Ead—. Además, tiene una manera de instruirte para que entiendas bien su conocimiento, en lugar de solo memorizarlo.

Era la manera que tenía el colibrí de recordarle que no se mostrara tan ansioso por avanzar, que disfrutara de momento.

—Y por último, están los Cuarzos con estrella —dijo Rune sin ocultar su tono de burla en la voz.

—No empieces otra vez, Rune —le advirtió Aer, tan serio como en pocas veces le había visto.

—¿Qué me estoy perdiendo? —inquirió Finnian.

—Es por su fuerza primordial —dijo Leith, poniendo los ojos en blanco.

Ya conocía las cinco, aunque no entendía muy bien el por qué de aquel tono. Es entonces cuando le explicaron que, si bien nacían con una llamada “Elemento Primordial”, como Leith con fuego y Rune con aire, aquellos que tenían la estrella resultaban un motivo de discusión. Al fin y al cabo, el de Aer era considerado como una fuerza “comodín”. No destacaban en ninguna, pero podían conectar con otras.

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—Pero se ha demostrado que Estrella cuenta con tanto potencial como los demás, abarcando fuerzas que van más allá de las cinco —dijo Ead—. Es con el que nací yo también, aunque el aire sea mi Elemento Latente, el cual permite usar habilidades poco comunes.

Por eso tenía tanta facilidad para conectar y manipular otros, como le había visto usando aire o agua.

—Y aunque un frionach no sea de los que lucha en primera línea, no me dirás que los estrella son combatientes en general, ¿no? —dijo Rune.

—Que seamos diferentes a la mayoría no nos hace más débiles —exclamó Aer con enfado—. Ya me has visto luchar y hasta evolucionar como tú. ¿Por qué llegas a ser tan terca de miras?

No sería la primera vez que les viera estar en desacuerdo, pero aquel momento derivó en una discusión que hubiera preferido evitar. Ambos fueron a replicar, dispuestos a continuar con aquello, hasta que la propia Leith se interpuso entre ambos.

—¿Queréis parar? —dijo la dragona, dejando escapar humo por su nariz—. Lo has hecho para provocarle, Rune. Sabes que esa mentalidad de que estrella sea más débil es una tontería.

—Si no fuera tan sensible, quizás se molestaría con menos facilidad —añadió Rune.

—Me sorprende que no seáis capaces de ver lo importante de esto —intervino Finnian, logrando captar la atención de los presentes.

—¿A qué te refieres? —dijo Ead.

—Lo habéis dicho antes, ¿no? Todo forma parte del equilibrio, de la vida.

Daba igual donde mirara, allí había un elemento con una forma distinta a la que ellos podrían tener en sus cabezas. El metal venía de la tierra o el hielo siendo agua solidificada eran los primeros ejemplos que se le ocurrieron. Aquel mundo o cualquiera podría tener unos pilares en los que estuviera basado, pero no era por hacer diferencias, sino por enriquecerlo y ofrecer nuevos colores.

—Los elementos forman parte hasta de nosotros, cada fibra de nuestro ser —dijo Finnian—. Y las estrellas, igual que los Signos, siempre están ahí aunque no se vean. Quizás por eso podemos conectar con la magia de otro modo.

Porque habían nacido con ese propósito, el de ver el mundo de una forma que otros pasaban por alto.

—Así que dejemos de pensar cual es el elemento de cada uno, y miremos que todos formamos parte del mismo —dijo Finnian, acercando su mano a la de ellos—. Magia.

Sin añadir nada, los tres elthean intercambiaron miradas silenciosas, puede que por lo que habría sucedido de no haber intervenido. Entonces, sin que él se lo pidiera, juntaron sus extremidades en una sola. Daba igual cualquier otro detalle como su apariencia o cualidades. Todos estaban vivos y formaban parte del mismo mundo. No iba a ser él quien animara disputas de aquel tipo.

Así, tras salir del ascensor, los tres elthean intercambiaron disculpas, queriendo dejar aquel asunto atrás.

—Has estado magnífico —le susurró Ead, consciente que solo él podía escucharle en aquel momento.

—No ha sido nada. Odio cuando la gente se trata así —admitió Finnian con una mueca en los labios.

—Es más que eso —admitió el colibrí—. Sé que estás cansado de escucharlo, pero lo que has conseguido hará que Elthea cambie la manera que tiene de ver a los Signos.

Su magia, su capacidad, todo aquello que él encarnaba estaba dando de qué hablar. Nunca se había visto como un modelo a seguir, no con los años que tenía, pero el sabio elthean apreció ver un cambio inspirador en sus actos.

—Despertarás la envidia de muchos, eso te lo aseguro —dijo Ead—. No obstante, en lugar aclamar el poder que tengas, debes pensar en lo que puedas hacer con él. Y eso es algo que, aunque no seas consciente, ya has estado haciendo, ¿verdad?

No se sentía superior ni con derechos especiales por ser un Signo o por las capacidades que tenía. En todo caso, continuaba viéndose como Finnian, alguien que quería disfrutar de ese nuevo mundo que se abría a cada día que pasaba. ¿Era mucho pedir?

—Eso es lo que pasa cuando alguien tiene auténtico poder —dijo Ead, rebajando su voz en un tono de pena—. Se creen que están por encima de todo.

—Supongo que por eso el destino nos ha juntado, ¿no? —dijo Finnian, viendo como el resto volvían a acercarse a ellos— Para evitar que algo así continue sucediendo.

Y entonces apareció su siguiente pregunta. ¿Qué sucedería cuando regresara a la Tierra?

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