《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 11.3 - Cocinando con mágica
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Entrenar con Lunaluz fue agotador y exigente a niveles desiguales, y aunque la guardiana resultaba una profesora más paciente que Ead, no todo fue tan sencillo como materializar su propia energía. Al contrario que hacerles evolucionar, algo que logró en varias ocasiones sin apenas concentrarse, hacer magia requería un esfuerzo mayor en su caso. Al fin y al cabo, no solo debía de continuar dándoles fuerza a los elthean, sino centrarse en la magia que quisiera hacer por él mismo y controlar que su energía no les sobrecargara.
Porque, si había algo bueno en que le consideran como un generador mágico, era que no temía tanto agotarse como sobrecargarse. Por eso, las enseñanzas de la elthean se centraban en el control, la disciplina y el saber ser claro con sus intenciones. Después de todo, existían diversas maneras de hacer magia, algunas de las cuales encontró referencias en su libreta, pero no lograría avanzar en ninguna sí continuara en aquel estado.
Mientras él practicaba, el resto de los elthean hicieron lo mismo, acostumbrándose a sus nuevas capacidades, pues incluso en su nivel Principiante aún estaban averiguando sus límites. Al final, cuando llegó la hora de comer, comprobó que no eran tan diferentes los elthean y los humanos, al menos en aquello tan básico como practicar para fortalecerse.
—¿Es normal este dolor de la cabeza? —dijo Finnian, tratando de contener un resoplido.
—Bueno, eso implica que te has esforzado —dijo Lunaluz, pronunciando una ligera sonrisa—. Comer y descansar te ayudará a recuperarte.
Algo que estuvo esperando horas, en especial desde que desayunó tan pronto y con todo el trabajo extra. No obstante, tras llenarse el estómago, la siguiente revelación vino con algo más que recoger los platos, igual que hacía en su propia casa. La perspectiva de preparar la cena no le era desconocida, pues ayudaba lo que podía en su hogar, y desde que llegó a Elthea hizo lo mismo. Aprendió de sus compañeros y se adaptaba a las circunstancias, agradeciendo tener algo que llevarse al estómago. Las provisiones de los alasdair les duraron varios días, y junto a lo que adquirieron en el santuario y por el camino, tuvieron suficiente para llegar al Galya sin pasar hambre. No obstante, y tal como admitieron, una vez se marcharan igual no serían tan afortunados.
—Por eso debéis aprender a usar algo más de lo que tengáis a vuestro alrededor —dijo Lunaluz.
Y en esta ocasión hablaba de cocinar, aunque de algo más. En Elthea existía lo que llamaban Biadhe, que era considerado como comida, pero también al proceso de confeccionar unos alimentos que fueran nutritivos ante todo. Se trataba de algo habitual, aunque los métodos de preparar biadhe eran tan variados como los efectos sobre esto, pudiendo ser comparados con los diferentes estilos de cocina según los países.
La especialidad del Galya, por ejemplo, era crear panes y bollos con fruta, aunque también salsas y batidos que repondrían la energía de cualquiera con un trago.
—Esto es como aprender a cocinar de nuevo —balbuceó Finnian—, aunque empleando magia en esta ocasión.
Además de un ingrediente que podía pasar por un condimento, aunque solo lograrían completar el proceso de biadhe con unas palabras muy concretas. Este era el gran secreto que rara vez era desvelado, siendo considerado tan valioso como el oro, el agua o el poder. Aunque Finnian no conocía mucho sobre el arte de cocinar, suponía que era lo que implicaba buscar una receta y perfeccionarla hasta conseguir el efecto deseado. Ellos contarían con cierta ventaja en cuanto Lunaluz compartió este secreto del Galya, y no sería uno que desvelarían a nadie.
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De practicar magia a cocinar era un cambio bastante radical, aunque ninguno de los presentes estaba sorprendido. Después de todo, ya habían hablado sobre la confección de pociones y otros remedios similares, siendo algo que no tardaría en abordar mientras estuvieran por allí.
—Os he dejado una lista de lo que debéis traer de mercado. Ailfryd y yo ya hemos dado el aviso para que os lo faciliten, pero venid solo con lo que está apuntado —dijo Lunaluz.
Y esa era otra manera de hacer que se involucrara con este mundo, en lugar de darle todo hecho. Abandonando la cabaña, pronto experimentaron lo activa que estaba el área intermedia, igual que por la mañana. Su presencia levantó el interés de los elthean, haciendo que más de uno no dejara de observarles, saciando su curiosidad sobre ese Signo y sus tres compañeros. Sin embargo, no todos eran así, pues dos voces agudas llamaron su atención.
—¡Por fin habéis llegado!
—Aer, Rune, ¡Ailfryd nos pidió que os esperáramos!
Los dos elthean más diminutos que había visto hasta la fecha les estaban buscando, dando saltitos entre todos los que entraban en el mercado. El primero se asemejaba a un gatito de pelaje dorado, con unas alas blancas en su espalda de similar tamaño, que agitaba con fuerza para mantenerse suspendido en el aire. Katsumi se llamaba la elthean, desprendiendo tal energía que agotaría a cualquiera. A su lado estaba Meir, un osito de pelaje cobrizo agitaba una de sus patas, imitando a su compañero e ignorando a todos aquellos que les miraban.
—¡Cuánto habéis crecido! —exclamó Aer al acercarse a ellos.
—Por supuesto, ¿qué os esperabais? —respondió Meir.
—Queremos ser tan fuertes como Rune y como tú —añadió Katsumi.
Eran sus amigos, o algo así. Sus compañeros iban unos cuantos cursos por encima que aquellos pequeñines, y en ocasiones hasta hacían de canguros cuando los adultos tenían otras tareas de mayor importancia. La edad de los elthean fue un detalle que no se le pasó por alto hasta ahora, aunque tuviera mucho sentido. De ese modo averiguó que Rune era un año mayor que los presentes, con Aer y Leith teniendo la misma que él.
—Ailfryd nos pidió que os hiciéramos de guías por el mercado —dijo Katsumi, caminando con tanta gracia mientras habla como solo un felino podría hacer.
Y aunque lo llamó mercado, hubiera sido más acertado definirlo como zona comercial. También había viviendas, aquellos que usaban la parte inferior como tiendas de cara al público. Allí encontraron puestos y tiendas de lo más variadas. Vendían alimentos, desde luego, pero también tela, materiales para confeccionar prendas y mucho más. Por otro lado encontraron armerías, herboristerías, sanadores y otros negocios que daban vida al bosque. Solo apreció un par de librerías, lugares que hubiera adorado visitar en aquel instante de no tener otra tarea entre manos.
La fruta fue sencillo, aunque no tanto que fuera él quien tuviera que cargarlo. Órdenes de Ailfryd, dijeron sus diminutos guías, pero no tardó en intuir que toda aquella tarea tenía que ver con algo más que enseñarle a cocinar.
—¿De qué va esto? —murmuró Finnian.
—Fortalecerte, ¿qué otra cosa podría ser? —dijo Ead.
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Su esfuerzo no debía de ser solo mental, sino físico. Por mucha energía que albergara en su interior, si su cuerpo no poseía la fuerza necesaria, volvería a experimentar lo mismo que cuando hicieron frente a Ailfryd, o incluso peor. Y no es que tuviera todo el tiempo de mundo para aclimatarse al máximo.
Tras recoger lo que se convertiría en su cena, fueron derechos hacia la herboristería. Allí recibió un paquete de una elthean tan humana como él, pero con unos ojos verdes tan puros que le hacía preguntarse si eran obra de su magia o de ella.
—¿Un set de… —comenzó a decir Finnian, leyendo la etiqueta.
—Herborista y alquimia, sí —respondió ella.
Porque eran parecidos, pero no. Musidora (así se llamaba la elthean) abrió el paquete, dejando ver lo que incluía. Para un herborista, recoger plantas era casi tan importante como poder almacenarlas, por lo que encontró unos guantes reforzados, un cuchillo, tijeras, mortero, sal y agua purificada. Además, incluyó una bolsita para guardar las hierbas más comunes y un set de redomas, junto a un pequeño caldero y una varilla de cristal en la que preparar pociones.
—Este es el kit básico, el mismo que usamos en clase —le explicó Aer.
Lo que podría considerarse que habría más cosas a su disposición, aunque por empezar fuera lo más recomendable. Sí en el colegio sentía que se aburría, en parte porque sus asignaturas no terminaban de estimularle, pero tampoco eran demasiado complicadas, las cosas allí dieron un vuelco interesante. Y aunque Ead no quiso desvelarlo, habían preparado un resumen de aquello que debería de hacer mientras estuviera en el Galya. ¿Podría su cerebro almacenar esos conocimientos?
—No es tan complicado, sobre todo porque muchas de esas cosas nos las sabemos de memoria —añadió Rune.
—Y siempre hay algo nuevo que aprender —dijo Leith.
Al fin y al cabo, la dragona era casi tan forastera como él. Nunca había estado allí, pero no tardó en explicarles, con Katsumi y Meir subidos sobre su espalda, que en los clanes también tenían sus métodos de enseñanza, más allá de aprender a mantener una llama o a volar.
La última parada, sin embargo, sería no a pie del bosque del Galya, sino en sus alturas. Además de escaleras, contaban con ascensores, las cuales les permitieron llegar a los niveles superiores, allí donde la ciudad contaba con unas características bastante similares a las del suelo. Con grandes superficies de madera, iban desde las viviendas hasta escuelas, alguna que otra posada, los miradores, armerías utilizadas por los vigilantes e incluso grandes contenedores de agua que extraían de la lluvia.
—Sean pociones o para cocinar, mientras más pura sea, mejor —le aseguró Aer.
—¡En el sabor se nota! —añadió Katsumi, volando para subirse sobre su hombro.
—¿Por qué tengo la impresión de que os gusta las vistas que tenéis aquí? —dijo Finnian, señalando al descarado pequeñín.
—Para algo bueno tiene que servir tu altura, ¿no crees? —dijo Rune.
Aunque no iba del todo desencaminada, suponía que era su forma de recordarles que estaban allí. Elthea podía estar lleno de peligros, ¿pero qué otro mundo estaba exento de ellos? Además, estaba aprendiendo a moverse por este, incluso cuando ni una bola de cristal le aseguraba averiguar lo que encontrarían fuera de aquel mágico bosque. Así, tras una hora que le resultó eterna, regresaron a la cabaña, justo cuando Lunaluz les esperaba para continuar con su rápida instrucción.
Cocinar con magia era similar a hacer pociones. Aer, Rune e incluso Leith estaban más acostumbrados a ellos, lo que era un espectáculo digno de admiración. Ninguno de los presentes tenía manos como las suyas, pero se mostraron habilidosos a la hora de manipular la comida, igual que cuando estaban de acampada. A veces empleaban su magia, siendo en su caso una herramienta más a su disposición, pero por regla general era el talento que tenían cada uno de ellos.
—¿Por qué te sorprende tanto, cuando te hemos ido enseñando estos días? —dijo Rune, rodando la mirada.
Aquella noche tuvieron para cenar una empanada con relleno de carne y verdura, y como postre unos batido de frutas, todos con un toque de magia especial. El secreto de su biadhé era añadir el condimento en pequeña cantidad a la preparación, junto a la correcta pronunciación del hechizo con una intención muy concreta. La cena buscaba que fuera nutritiva para sus organismos y que les ayudarara a recuperarse por el esfuerzo de los últimos días. Por otro lado, el batido de postre, tan colorido como las frutas que usaron, buscaba ayudarles a descansar.
—Hay muchas maneras de iniciarla —dijo Ead, observando todo con atención.
Las palabras tenían poder, igual que los símbolos o incluso gestos, pero también lo que se buscara conseguir cambiaría todo. El conocimiento era poder, pero la capacidad mágica de uno influenciaba en muchos aspectos, incluso en la evolución.
—Existen elthean que pueden evolucionar de forma errónea al verse expuestos a cierta negatividad —añadió Lunaluz.
—Y ahora que tanto Calamidad como Erosionador están haciendo de las suyas, la discordia aumenta cada vez más —asintió Ailfryd.
Igual que en el Bosque de Ellery, o casi, pero ese era un asunto del que no podían preocuparse por el momento. Al margen de lo delicioso que le supuso cada plato, quizás por la participación que había tenido, en un principio, no percibió ninguna diferencia ni sus efectos. O así fue hasta que pudo relajarse, varios minutos después
—Aún así, es como una comida más —admitió Finnian.
—Con un empujoncito mágico —dijo Aer, haciendo un alzamiento de hombros—. Agradecerás cuando viajemos comer algo que te de energía sin perder mucho tiempo.
Porque, tal y como habían ido las cosas, era bastante probable que no tuvieran las cosas sencillas fuera de allí.
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