《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 11.1 - El corazón del Galya
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Puede que fuera la calma que experimentó con las vistas del mirador, o quizás se debiera a las palabras de Aer, pero aquella mañana se levantó renovado.
Para su sorpresa, no volvió a tener sueños extraños y ni siquiera tardó en cerrar los ojos. El agotamiento de los últimos días, una vorágine de emociones, junto con las caminatas y carreras le habían dejado derrotado en demasiados sentidos. De hecho, no fue hasta que se despertó cuando vio que tenía compañía. La casa donde se estaba alojando era tan grande como la de Ailfryd, permitiendo que todos tuvieran su propia habitación en la que descansar
La voz de Ailfryd surgió en su cabeza con suavidad, tratando de no asustarle y pidiéndole que saliera fuera.
Debía de ser bastante pronto porque apenas había luz en el exterior. Se incorporó con delicadeza, rogando a su ninja interior que no se comiera ningún mueble por accidente y que les despertara. Quería que descansaran todo lo que pudieran, pues nunca se sabía cuándo tendrían que marcharse de allí.
Siguió al Guardián hacia al interior del árbol, allí donde vio los huevos el día anterior, aunque no entraron.
—Lentorro —le reprochó Ailfryd.
—Me has hecho subir esto muy pronto. ¿Qué te esperabas? —se defendió Finnian, cruzándose de brazos.
—Al menos fuiste silencioso, eso te lo concedo —asintió Ailfryd con su habitual calma—. ¿Por qué crees que te he pedido que vinieras?
—Hay algo de lo que quieres hablarme sin interrupciones. O enseñarme —dijo Finnian, alzando ambas cejas.
No debían estar allí para encargarse de los huevos, tampoco por las vistas. Lanzándole una mirada de curiosidad, casi como si Ailfryd leyera sus pensamiento, no dijo nada por un momento.
—Sé que Aer te enseñó anoche esto, y me encantaría mostrarte la parte superior —comenzó a decir Ailfryd—. Pero hay algo que solo nos concierne a ti como Signo y a mí como Protector del Galya.
Parándose frente a la entrada, un pequeño símbolo apareció sobre su superficie que desapareció casi al instante, dejando ver una puerta conectada con magia al Galya. ¿Quién se habría imaginado que acabaría dentro de un árbol por segunda vez? Lejos de ser un lugar oscuro, el interior era todo lo contrario a lo que vio en Ellery.
Con un suelo invisible donde pasaba una luz dorada, el contacto con sus pisadas hacía que adquiriera un tono blanquecino. En lugar del habitual color marrón de la madera, con sus surcos y líneas, la pared allí estaba lisa por completo en ocre. Y justo sobre esta destacaban inscripciones de un idioma desconocido para Finnian que brillaban con un suave resplandor verdoso.
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—Aquí no puede entrar cualquiera. Estamos en… ¿el corazón del Galya? —dijo Finnian.
—¿Por qué crees eso?
—Se parece a lo que vimos en Ellery, pero es distinto a la vez.
—Es más que eso. No estás equivocado —comentó Ailfryd.
Subieron por unos escalones invisibles, llegando a una superficie rectangular, similar al observatorio, pero con un orbe en el centro que emitía los mismos colores que todo su alrededor. El Guardián, con su magia, hizo que la esfera se acercara a él, regulando la luz de dentro para que las marcas de las paredes cobraran vida. Las letras aumentaron de tamaño y se agruparon en filas de textos que no comprendía, para después combinarse y mostrar imágenes de otros humanos. ¡Casi parecía una versión mágica del cine!
—Es tu historia —comenzó a decir Ailfryd— o más bien parte parte del mito de los Signos.
—¿Cuenta por qué somos elegidos? ¿O cómo? —dijo Finnian, sin apartar la vista de las imágenes que iban y venían.
Humanos como él, con diferentes ropas y compañeros elthean, luchando codo con codo. A veces eran en solitario, como en su caso, pero en otros había más Signos los que compartían la misión. Ni siquiera sabía de qué épocas debían ser, aunque tampoco es que importara.
Ailfryd no le contestó y en lugar de ello dejó que continuara atendiendo lo que el árbol le mostraba. Los símbolos empezaron a cobrar forma, pudiendo leerlos incluso cuando no se parecían lo más mínimo al castellano, su idioma natal. Narraban su historia, su misión. Se trataba de una especie de resumen y al mismo tiempo le ofrecía una visión de lo que siempre habían hecho los Signos.
La vida en Elthea no era sencilla, ya se lo habían dicho en demasiadas ocasiones. Había civilización, orden. Elthean con apariencia humana y otros con características animales que vivían en muchos lugares. Y en algún momento, todo estaba en peligro. La historia se repetía de distintas formas, con nombres diferentes, pero lo básico rara vez cambiaba. El Guardián se aclaró la garganta explicando lo que él ya había experimentado.
—Tú eres la clave para devolver el equilibrio a Elthea, aunque no tengas control de tus poderes aún—dijo Ailfryd.
—Eso ya lo sé, pero… —comenzó a decir Finnian.
—No te impacientes y escucha.
La relación entre humano y elthean era más compleja de lo que en un principio. En él estaba la capacidad de potenciarles para que alcancen nuevos niveles de poder. Esa unión tan intensa no solo se activa con el peligro, sino por los propios sentimientos del Signo.
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—Nosotros no escogemos el aspecto que tendremos al evolucionar, aunque hay un par factores que influyen.
Desde la educación que ha recibido y el lugar en el que ha sido criado el elthean. Pero también era fundamental su personalidad, la situación en la que se encontraran y cómo la afrontaban.
—Los Señores de la Calamidad buscas causar caos y destrucción. Eso afecta a todos los elthean, al entorno…
—Y también a los dominios, ¿no? —inquirió Finnian, forzando una sonrisa— Perdón, sigue.
—Los elthean somos muy sensibles a los cambios. ¡Mírame! Hasta hace unos días yo no era así —dijo Ailfryd, abriendo mucho más los ojos—. Tu poder es distinto y toca a aquellos que están a tu lado con los que tienes una conexión fuerte. Por eso mismo pudisteis enfrentaros a mí la otra noche y sobrevivir.
—Me estás diciendo que… ¿tenga cuidado? —Finnian frunció las cejas, cruzándose de brazos.
Si los Signos son los que vienen a Elthea para restaurar el equilibrio, si sus compañeros canalizan su energía… Su influencia podía ser bastante grande, más que eso en realidad. Finnian lanzó un suspiro cuando terminó de hablar. Incluso allí dentro, lejos de cualquier curioso que pudiera interrumpirles (o atacarles), la realidad era brutal.
—Eadward está en lo cierto: el peligro es mayor que nunca. Por eso debes tener cuidado con lo que hagas. Pueden darse consecuencias peores de las que te imaginas si no tomas las decisiones apropiadas —dijo Ailfryd con rotundidad.
Ambos, frionach y guardián, se parecían en lo que a tacto se refería. Al menos no le ocultaban la realidad, lo que era un avance.
—Pero si algo tengo claro es que contigo estamos a salvo —dijo Ailfryd, dándole un toquecito en el hombro—. Te preocupas por nosotros. Tu conexión es más profunda que nunca, puede que por eso tus poderes sean distintos.
—Rune creía que tú entenderías de donde provienen —murmuró Finnian.
—Hasta yo tengo mis límites, pero quizás no necesites una respuesta. Provienen tu magia, de tu corazón, y es lo que necesitamos ahora —dijo Ailfryd, señalándole a su pecho—. Hay algo que quiero mostrarte que te ayudará, o eso espero.
Le pidió que sostuviera su colgante, la Marca de los Signos, en la palma de su mano. Una vez lo hizo, Ailfryd volvió al orbe. Las gemas de su doble cola brillaban, además de sus ojos. Entonces, con una voz clara y firme, pronunció una frase que consiguió ponerle la piel de gallina:
—Ailfryd, como Guardián del Gran Árbol Galya, reconozco a Finnian como Signo digno de su posición y expreso mi deseo para ayudarle a él y a sus compañeras en todo lo que pueda.
No le interrumpió. Cada fibra de su ser le pedían que no lo hicieran y aguardara. La luz se extinguió, los símbolos dejaron de brillar para que dos columnas de luz les rodearan a Ailfryd y a él. El orbe emitió un fogonazo justo hacia Finnian, haciendo que algo apareciera frente a sus manos. Entonces, ante sus ojos, un libro de tapa negra con el dibujo de un árbol fue justo hacia él. Su colgante reaccionó a aquella ceremonia donde le estaban entregando algo de valor.
—Si tienes dudas, este libro debería de responderlas —explicó Ailfryd—. Su conocimiento no es ilimitado, pero tendrás lo necesario para averiguar lo que necesitas. De ti depende cómo lo utilices.
—Esto es… ¿una Eltheaclopedia? —inquirió Finnian
—¿Qué tienes con los nombres? —resopló Ailfryd.
—Nada, pero así son más fáciles de recordar —admitió Finnian, encogiéndose de hombros.
—Tienes mi apoyo, Finn. Aquí siempre serás bien recibido, no quiero que lo olvides.
Gracias a aquello, aprovechó el momento para sacar de su bolsillo la llave que obtuvo de Lelile. Le hablaron de ella el día anterior, pero no tuvo la oportunidad de mostrársela. Aquel artefacto ponía de los nervios al resto de elthean, por lo que procuraba no mantenerla a la vista. El Guardián la observó con detenimiento hasta que, con sus ojos púrpuras brillando, la movió hacia el orbe que antes había manipulado.
—Esto es un artefacto, uno que debía estar custodiado —dijo Ailfryd con voz ronca, incómodo ante su mera presencia.
—No es una coincidencia lo que ocurrió en el Bosque de Ellery, ¿me equivoco, Ailfryd?
—Me temo que no. Sin embargo, si es cierto lo que dices, llave te buscó a ti por un motivo —dijo Ailfryd—. Tiene poder más allá que el de abrir puertas, pero fue creada para una en concreto.
—¿Es la de mis visiones? —dijo Finnian—. ¿Sabes por qué me vienen esas imágenes?
—Eso tendréis que averiguarlo por vosotros mismos, aunque creo conocer cuál es vuestro próximo destino.
¡Ni que estuviera metido en un libro de misterio!
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