《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 10.3 - Explorando el Galya

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Pasar el resto del día en el Galya fue intenso, pero no del mismo modo que los anteriores. Finnian salió de la casa de Ailfryd con fuerzas renovadas, aunque con un peso extra sobre sus hombros. Al menos pudieron hacer la visita turística que Aer le había prometido, lo que era un cambio agradable después de todo. La única pega era el furor que causaban los nuevos visitantes.

Cerca de la casa de Ailfryd, justo a los pies del gran árbol, había una entrada a lo que podría ser el tronco, pero en lugar parecía un jardín de infancia en un entorno ampliado con magia, igual que su tienda de campaña. De aspecto circular, diversos elthean se encargaban de que los huevos permanecieran en su sitio, comprobando si estaban por abrirse, y otros detalles que se le escaparon de los llamados “Cuidadores”. De diferentes tamaños, colores y hasta dibujos, aquellos huevos ovalados radiaban vida con su mira presencia, emergiendo del propio suelo como si de flores se trataran. Sin embargo, lo más impresionante no fue eso, sino ver nacer a un elthean.

—¿Ves cómo se mueve? —dijo Rune en cuanto se acercaron a uno de los huevos.

—¡A este le queda poquísimo para salir! —exclamó Aer.

—¿Por qué no os tranquilizáis? No querréis que se asuste nada más nacer, ¿verdad? —les reprendió Ailfryd.

El huevo se balanceaba en el sitio, resquebrajando la cáscara desde el interior. Pero, en lugar de romperse, emitió un flash en cuanto se abrió del todo, dejando ver un pequeño elthean muy similar a una nube de azúcar de peluche de ojos marrones metido en una cuna donde antes estaba el huevo.

—Así tienen donde dormir y estar cuidados —explicó Ead, tan atento como siempre.

—¿Quieres cogerlo? —le propuso Ailfryd.

No sabía qué era más curioso, si ver a un elthean bebé, que Ailfryd lo sostuviera con sus bracitos o que se lo acercara sin esperar a su respuesta. El tacto de la criatura era tan suave y delicado como daba a entender su aspecto, haciendo tuviera más cuidado que antes. Nunca había cogido a alguien tan pequeño en brazos, fuera humano o elthean. Este le miró con unos ojos adormilados, pero manteniendo el semblante durante un breve instante. Puede que estuviera pensando si le caía bien o no, hasta que entonces soltó un gorgorito, riéndose junto a él para después escuchar un murmullo en lo que debía de ser la tripa.

—Si te cansas de ser un Signo siempre podrías ayudar por aquí —comentó Ailfryd, soltando una carcajada.

Las obligaciones de Ailfryd iban más allá de cuidar de los bebés. Tenía mucha ayuda de los cuidadores y de su segunda al mando, Lunaluz, quien estaba atendiendo otras obligaciones mientras ellos estaban allí.

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Una vez terminaron, siguieron el camino hasta el Área Intermedia, allá donde las viviendas y negocios tenían lugar. Algunas estaban fabricadas con piedra, pero otras respetaban los árboles y vivían en el interior de ellos, siempre en armonía con la naturaleza. Había escuelas, negocios de diferentes tipos, sanadores, librerías y mucho movimiento, aunque no se detuvieron. En el Área Exterior, las granjas con sus cultivos actuales (que iban más allá de bayas y hortalizas), también existían lagos donde sacaban agua e incluso alimento. Y eso era solo una pequeña parte de lo que formaba parte de Galya como ciudad.

—Podemos subir en otro momento en el que no nos observen tanto —sugirió Aer, señalando lo evidente.

Tenían un grupito que les seguía. Siempre iban a una distancia prudencial, pero esos elthean estaban tan interesados en ellos que ni siquiera aparentaron lo contrario. Hasta Ailfryd insistió que durmieran en la cabaña donde él se despertó, pues nadie les molestaría. Después de todo, estaba al lado de la del Guardián y lejos del bullicio de la plaza.

—Estás muy callado. Demasiado para ti. ¿Te pasa algo? —dijo Aer.

—Es gracioso que digas eso, sobre todo tú —admitió Finnian sin ocultar una sonrisa.

Tras regresar a su alojamiento temporal, el expresivo elthean le recomendó que no se durmiera demasiado pronto. Después de todo, sería le mejor momento para ver lugares memorables del Galya. Mientras subían la escalera del gran tronco, Finnian se dio cuenta que había otras similares a lo largo del bosque, y mucho más.

Puentes de madera y lianas conectaban grandes superficies de madera con viviendas, siempre respetando las ramas y copas de los árboles. Sin embargo, con la noche ya entrada, los únicos que veían ahí eran vigilantes, eltheanque patrullaban tanto el interior como el exterior. Ahora más que nunca debían de ser cuidados, incluso con el silencio que reinaba.

Tras subir más escaleras, demasiadas como para ser contadas, pronto llegaron al Gran mirador. Fabricado en madera, era un observatorio circular en la zona más alta del Galya que no contaba con un trabajado destacable, pero tampoco es que hiciera falta. Allí arriba podían ver por encima de los árboles, percibiendo otros similares y pudiendo ver el exterior con mayor facilidad.

Las luces, las mismas que vieron al llegar la noche anterior, pululaban por los alrededores del Galya, como si las estrellas hubieran quedado estancadas en la tierra.

—Eres más observador que los demás. ¿Te lo habían dicho? —murmuró Finnian con una medio sonrisa en cuanto su compañero volvió a preguntarle.

—O que eres fácil de leer cuando te preocupa algo —dijo Aer.

Las vistas de allí arriba podían quitar las palabras a cualquiera. Al contrario que al tener los pies en la tierra, la frondosidad de los árboles daba lugar a un mar de naturaleza distinto a lo que cualquier superficie de agua pudiera ofrecer. Los límites del Galya marcados por un muro de zarzas, previniendo que cualquier elthean con malas intenciones pudiera entrar, ¡qué menos que ser cuidadosos! Aquel lugar era como un nuevo mundo con mucho que explorar en su interior.

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—No tengo suficientes palabras para describir todo esto.. ¿No hay nadie que vigile aquí a estas horas? ¿Un elthean de ojos grandes con unos prismáticos enormes? —dijo Finnian, ayudándose de las manos.

—Ya conocerás a Lizzie, pero no te metas con ella. Es muy sensible con su aspecto —dijo Aer, soltando una carcajada—. ¿Qué? ¿Pensabas que no sabía lo que eran unos prismáticos?

—Ahora tengo más ganas de conocerla —admitió Finnian, lleno de curiosidad.

—Nadie puede ver estos observatorios, no desde fuera del perímetro —le aseguró Aer con su habitual optimismo—. Además, aquí estamos más seguros que nunca.

Entendía por qué Aer y Rune habían preferido que vieran el Galya por el mismo: para que lo disfrutara sin crearse expectativas. De todos modos, después de un bosque con arañas y una bruja malvada, esto era mil veces más acogedor.

—¿Por qué crees que te he subido aquí arriba? —inquirió Aer, rodando la mirada al ver que Finnian no seguía hablando.

—¿Por las vistas? —dijo Finnian, frunciendo las cejas—. Ahora me has dejado con la duda.

—En parte. ¿A que son preciosas? Y el amanecer es increíble, pero hoy te toca descansar —dijo Aer, consiguiendo arrancarle una sonrisa a Finnian.—. Hay algo que te pasa. Rune y Leith también se han dado cuenta, pero no queremos presionarte. Aunque sabemos que no nos has contado todo.

—Os confiaría mi vida sin dudarlo. Es solo que…

Hasta ahora no había tenido tiempo para asimilar todo lo que sucedía, pero le resultaba extraño contar con amistades de esa manera. En su mundo la mayoría preferían molestarle que hacerse su amigo, todo porque no le gustaba lo que hacían los demás. Pero allí era distinto, estaba siempre en el foco de la atención y una parte de él le encantaría contar con una capa de invisibilidad y desaparecer un rato. Para su sorpresa, Aer le entendía demasiado bien.

—Ya has visto a Rune. Es… Siempre cuida de los demás, es fuerte. Cuando nos hicimos amigos no era así. Los otros elthean me daban de lado por ser diferente también —dijo Aer con seriedad, mirando primero hacia el horizonte para después fijarse en él—. Pero nos hemos encontrado. No estás solo ni volverás a estarlo.

—Anoche sentí que me perdía. Estuve más unido que nunca a ti, a Rune y a Leith —explicó Finnian, arrastrando las palabras—. Y aun así me caí. Me hundí en un pozo del que no podía salir.

Luego soñaba cosas tan reales que ya ni sabía si eran de verdad o su imaginación. Le asustaba cerrar los ojos y no ser capaz de volver a abrirlos, pero también lo que pudiera encontrarse allá donde fuera. Y a pesar de eso, algo le hacía querer quedarse allí. Todo lo que no tenía en su casa, en su mundo, estaba en Elthea.

—¿Cómo se supone que debo cumplir “mi misión” si tengo miedo? Hay algo oscuro allí fuera, hasta yo lo percibo —admitió Finnian—. Pero al mismo tiempo me aterra lo que sucederá cuando nos encuentre, lo que os pueda hacer. No quiero que os pase nada malo. ¿Qué sería de mí sin ti, sin Rune y sin Leith?

Su voz se quebró y entonces rompió a llorar. Lloraba por miedo a lo desconocido, por ese elthean que los buscaba. Por Ariel y a lo que fuera capaz de hacer. Por sus pesadillas y que se hicieran realidad todo lo que veía en ellas.

Aquello fue suficiente para que Aer también se emocionara. El pequeño elthean comenzó a llorar, abrazándole con fuerza. Podía ser mucho más fácil ahora que estaban los dos así, y hasta parecería ridículo si no fuera reconfortante ver que no era el único con las emociones a flor de piel.

—Nunca te vas a quedar solo. ¿Es que no te has enterado aún? —exclamó Aer, con la voz fallándole un poco por el llanto—. No esperamos que sepas todas las respuestas. ¡Las averiguaremos juntos! ¿Por qué crees que evolucioné ayer? Porque creías en mí y me diste el poder para que lo consiguiera. Unidos podremos desvelar cualquier misterio.

—¿Y si quisiera una solución distinta? ¿Y si prefiriera que no se luchara? —dijo Finnian.

—Pero Finn… A veces no queda otra opción que hacerlo —dijo Aer—. Así están las cosas en Elthea y por lo que me has dicho, hasta en tu mundo hay dificultades.

Elthea y la Tierra podían ser sitios bastante distintos, pero también tenían sus similitudes. En ambos había que luchar, esforzarse incluso cuando uno estuviera asustado y cansado. Pero igual que en su hogar, allí tenía gente que creían en él y le apoyaban.

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