《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 9.2 - El hada de la rabia
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Aer evitó que acabara en el suelo, aunque también miraba a su alrededor. Después de aquel espectáculo de luces, a ninguno se le pasó por la cabeza que un elthean buscara pelea a la hora de dormir. Aunque su sorpresa no fue solo esa, sino que por su tamaño no debía de ser más grande que el propio Aer. O eso es lo que pudieron ver en esas condiciones.
Las luces empezaron a moverse de forma errática, resintiéndose por el cambio que se había dado tan repentino. Así vieron a un elthean que levitaba en el aire. Aquella especie de hada de una doble cola no daba la impresión de tener la fuerza con la que se habían movido, menos aún con esos brazos y piernas tan cortos, pero nada de eso le frenó. Volvió a lanzarse contra Aer a una rapidez imposible de seguir a esas horas, aunque su compañero parecía ser capaz de percibir sus movimientos, esquivándolo cada vez que atacaba Allí donde impactaba creaba tremendos boquetes en el suelo, ahuyentando a las luces e impidiéndoles ver igual que antes. Mareado ante la rapidez de la pelea, pudo apreciar cómo ambos elthean colisionaban con sus ataques, para ser Aer quien perdiera en aquel pulso de fuerza.
Era demasiada la diferencia de poder entre ambos, por no decir su nivel.
Finnian corrió hacia Aer justo cuando este se levantaba. El coraje del pequeño resultaba envidiable, pero ahora todo su miedo le gritaba que se escondieran, que no se pusieran más en peligro, incluso cuando also así no fuera posible. El hada levitó hacia ellos, pero sin desprender ningún arranque de energía, pues no le hacía falta. Su mera presencia emitía tal presión que hasta las luciérnagas se esfumaron, huyendo del creciente campo de batalla. El elthean tampoco habló, siendo muy similar a los otros elthean contra los que se habían enfrentado.
—¡Atrás! —gritó Aer, extendiendo sus brazos frente a Finnian—. ¡No dejaré que le hagas daño!
Lanzó con toda su rabia una esfera que parecía más una bomba para ver cómo su rival lo neutralizaba con un golpe de su cola, haciendo una floritura en el aire. ¿Es que en ese mundo no preferían saludar antes de atacar? Los ojos del hada se iluminaron, primero de un tono blanquecino para luego tornarse en rosa. Una esfera roja muy similar a la que había lanzado Aer se dirigió hacia ambos, dispuesta a hacerles desaparecer. Entonces surgió frente a ellos un escudo fantasmal que absorbió el ataque, algo que no venía de su su compañero, pero que les protegió. Entonces Aer brilló, cambiando de forma.
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Dejó atrás su aspecto perruno para adquirir una apariencia humana de alguien que sacaba un par de cabezas en altura. De brazos y piernas largas y fuertes, tenía una melena castaño clara y los mismos ojos verdes que tanto le caracterizaban. Llevaba sobre el pecho una armadura liviana de plata, dejando ambos brazos al descubierto donde una malla oscura le llegaba hasta los codos y le cubría el resto del cuerpo. Sobre su cuello tenía un pañuelo azul y en sus antebrazos brillaban diversas pulseras y brazaletes. Pero lo que más le asombró no fue el cambio tan radical, sino las alas de plumas blancas que le elevaban en el aire, impidiendo que sus botas negras tocaran el suelo.
Entonces el hada dejó de fijarse en él y volvió a centrarse en el nuevo Aer. Este juntó ambos puños cerrados y, segundos después, al abrirlos apareciera una espada mágica. Mirándole de refilón, Aer le sonrió con orgullo. Daba igual el aspecto que tuviera, siempre iba a ser el mismo elthean risueño que nunca se rendiría ni se daría por vencido, no importaba la situación en la que se encontraran. Con sus brazaletes brillando, la magia se reunió en su espada, lanzando un tajo que impactó de lleno en el hada. Aunque eso no fue lo único que sucedió y algo más apareció en forma de llamarada y lluvia de plumas. Dieron en el blanco, pero esta se mostró impasible además de ilesa.
—¿Quieres pelea? —gritó Rune.
—¡Entonces te la daremos! —exclamó Leith.
Su colgante brilló como en las otras veces, ambas elthean cambiaron al unísono. Podía estar acostumbrado a la forma Campeón de Rune y Leith, pero el panorama actual era diferente a cualquiera anterior. Los tres habían cambiado, creciendo ante las dificultades. Se le erizó el vello de la nuca al sentirles tan cerca de aquella manera.
—¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? —exclamó Ead al acercarse a él.
—Nos atacó de la nada.
Se esfumaron en cuanto apareció. ¿Era un espectáculo nocturno o puede que se tratara de algo más? Rune agitó sus alas, alzando el vuelo. Desde el aire lanzó círculos de energía roja, siendo esquivados con soltura por aquella hada tan peleona, elevándose aún más en el aire. Leith lanzó una bocanada de fuego que desapareció del mismo modo que el ataque anterior. Aer pasó el filo de su hoja por uno de sus brazaletes, haciendo que esta brillara con un tono azulado y se encaró contra el hada, moviendo la espada como si hubiera llevado años practicando.
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No solo su enemigo esquivaba todos sus ataques, sino que su reducido tamaño le convertían también en una amenaza a tener en cuenta, sobre todo de noche. Las tres elthean continuaron en el aire donde fallar era habitual y que ellas encajaran los golpes parecía inevitable. Parpadeó varias veces, sintiendo que su vista se nublaba y que de pronto veía lo que él tenía delante, pero también la batalla desde el cielo. Era como si estuviera participando en ella y no al mismo tiempo.
—Es demasiado rápido —murmuró Finnian, frotándose los ojos—. Apenas puedo ver al enemigo.
—¿Qué… ¿Lo estás viendo? —dijo Ead, sin ser capaz de ocultar la sorpresa de sus palabras.
Algo estaba sucediendo más allá de la pelea, y le pasaba a él. No solo veía a través de los ojos de sus compañeros, sino que sentía cada golpe que recibían o la fricción del aire cuando se movían. ¿Era bueno? ¿Malo? Desde que había puesto los pies allí ya no sabía la diferencia, pero su vista cambiaba demasiado como para centrarse. Primero veía la espada de Aer realizar florituras y justo cuando el hada contraatacaba, cambió a Rune, sintiendo una décima parte de lo que su compañera sufrió al ser estampada en el suelo. Después se vio dentro de Leith quien la protegió al ponerse en medio, lanzando fuego contra el hada.
—No… ¡No os acerquéis aquí! —dijo Rune en cuanto fueron a socorrerla— Es muy poderoso.
—¿Finnian? ¡Estás bien! —dijo Ead, volando muy cerca de él.
No lo estaba. Su garganta ardía y no era capaz de decir ni una palabra. En lugar de hacer alguna señal, volvió a ver la batalla desde la perspectiva de Aer. Entonces reparó en un detalle que había pasado por alto.
—Rune, ¡ven aquí! Aer, entretén a la Hadita Furiosa como puedas. Leith, atácala en cuanto la tengas a tiro —gritó Finnian.
Actuó sin pensar y sin que ni una palabra saliera de sus labios, pero la respuesta afirmativa de sus elthean fue suficiente para que se lanzara corriendo hacia la águila. Rune le recogió, dejando que trepara sobre su lomo igual que en otras ocasiones.
¿Por qué había evolucionado Aer si no servía para marcar ninguna diferencia? ¿Por qué estaba viendo la pelea en primera persona? No tenía todas las respuestas, pero estaba seguro de lo que podía hacer ahora.
—Atácala, debemos llamar su atención —dijo Finnian, sorprendido porque ahora sí que usó su voz, y no tenía una ronca por el fuego que tampoco había lanzado.
—¿Hablas en serio? —exclamó Rune.
—¡Confía en mí! —respondió Finnian.
Sin rechistar, Rune embistió con sus cuernos a la Hadita Furiosa, apartándola de la trayectoria de Aer. Entonces Leith lanzó la llamarada más fuerte que había visto hasta ahora, iluminando el cielo. Si bien el fuego se extinguió con rapidez, fue suficiente para que recibiera algunas heridas.
—Es tu turno Aer. ¡Desde abajo! —dijo Finnian.
Nunca se había peleado, pero si luchaban juntos, fuera del modo que fuera, podrían lograr lo que se propusieran. O eso quería creer. Agarrándose a Rune a la velocidad a la que volaba, ahora veía mejor que nunca. Aer se había lanzado contra el elthean, propinándole un puñetazo envuelto en luz dorada que no solo contenía su fuerza, sino la de todos los presentes.
—No importa lo fuerte que seas. ¡Nunca nos rendiremos! —gritó Finnian, aún subido sobre Rune—. ¿Crees que podrás derrotarnos con tanta facilidad?
—¿Por qué nos has atacado? —dijo Rune, justo después del rugido que lanzó Leith. —¿Dónde está Ailfryd?
—¿Ailfryd? Ailfryd soy yo. ¡Intrusos! —gritó el hada.
—¿Es que no nos reconoces? Somos Aer y Rune.
Sus palabras tuvieron un mayor efecto que cualquiera de los ataques desatados. La elthean parecía estar dispuesta a continuar con la pelea, pero en lugar de ello les observó con más detenimiento. El poder tan amenazante que emanó antes pasó a convertirse en una sensación de familiaridad. O eso fue lo que Aer y Rune sentían.
—¿Sois vosotros de verdad? —dijo el hada—. ¿Habéis evolucionado también?
—Ailfryd, ¿qué ha pasado? —inquirió Rune al aterrizar.
Finnian se tambaleó en cuanto puso los pies en la tierra. Sus piernas le fallaban, las fuerzas estaban desapareciendo por segundos. Se apoyó en la pata de Rune, comprobando que su colgante no había dejado de brillar en ningún instante. Esta gritó su nombre, los brazos de Aer le recogieron antes de que acabara en el suelo, rodeándole sin entender qué le estaba pasando, hasta que dejó de verlos.
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