《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 8.2 - En el lugar indicado

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Su tercer día sin peligros mortales (y las calabazas no contaban) terminó de forma abrupta. Apenas encontraron elthean por el camino, y los pocos que vieron se mostraron tranquilos aunque recelosos. Suponía que eso sucedía cuando se estaba lejos de los núcleos de población, en especial ahora que sus dos enemigos actuaban con más frecuencia. A los hechos se remitía.

Las heridas de Leith y Rune eran superficiales en su mayoría, pero el esfuerzo por evolucionar les pasaba factura. Después de todo, se trataba de algo nuevo y a lo que se estaban acostumbrando. Ambas, tras la cena, terminaron dormidas antes de lo que se dieron cuenta. ¡Ojalá hubiera tenido una cámara para inmortalizar el momento!

—Cuéntanos algo más sobre la evolución, venga —le pidió Finnian a Ead—. ¿Los elthean se pueden combinar como hicieron las calabazas?

—Es bastante raro que se fusionen, pero al ser tan parecidos es algo que tendrían a su favor —admitió el pensativo colibrí.

—¡Eran idénticos! —exclamó Aer, negando con la cabeza.

—¿Y podríamos hacer algo así? —sugirió Finnian.

—¿Aún no controlas la evolución normal y te interesas por esa? —dijo Ead con severidad.

—Ey, ¡solo estoy preguntando! —se defendió Finnian, alzando ambos brazos en señal de paz.

—El proceso de evolución en los elthean va dependiendo de su habilidad y desarrollo, pero el que los Signos provocan es distinto. Compartes tu poder con ellos y eso puede desbordarles, sobre todo en tu caso —dijo Ead.

Suspirando tras escuchar lo mismo otra vez, decidió no continuar con preguntas, en parte porque sabía la respuesta que le daría el Sensible y prefería evitar contestarle. Que reaccionaran a él era un detalle relevante, pero el cómo era algo que se cansaba de no saber. Su paciencia se agotaba cada vez que le indicaban que en él estaban las respuestas. ¡Ni que fuera un libro de texto!

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Salió de la tienda, respirando el aire fresco nocturno. Ni siquiera escuchó lo que hablaban dentro de ella. Lo que menos necesitaba es que continuaran presionándole.

—Ese enano puede ser un aguafiestas cuando se lo propone —la voz de Aer surgió a sus espaldas.

—¿A que sí? —sonrió Finnian.

—No te enfades. Es normal que esté preocupado —dijo Aer, sentándose a su lado en el suelo.

En aquella ocasión no tenían unas vistas impresionantes a su disposición. Como su camino atravesaba dos montañas, habían acampado en el exterior de este, refugiándose bajo el manto rocoso para tenerlo a sus espaldas. Al menos así tendrían cierta protección, y no les venía mal dadas las circunstancias.

—¿Qué más quieres saber del Galya? —dijo Aer.

—¿No preferías que lo viera con mis propios ojos? —inquirió Finnian, reclinándose sobre el elthean.

—Siempre puedo hacerme el interesante, emocionarte para que tengas más ganas de llegar… —se burló Aer, soltando una alegre carcajada.

Ya le habían explicado que allí aparecían huevos de elthean, aunque no el cómo. Todas las zonas Dorean estaban bendecidas para que la vida surgiera de ellas, y a pesar de que Aer no entendía muy bien del todo ese concepto, en la práctica hacía que allí aparecieran los huevos.

—Luego está lo que llamamos “Unión” —continuó explicando Aer—. Que es cuando dos elthean crean juntos a uno. Aunque no me preguntes en qué consiste, ¡nunca he llegado a eso!

—No iba a hacerlo —dijo Finnian—. Entonces en Galya aparecen huevos así sin más. ¿Crees que podré verlos?

—Claro que sí. Quizás tengamos suerte y veamos alguno abrirse y todo —dijo Aer con entusiasmo.

Merecería la pena ir allí, y no solo para recibir ayuda, sino porque Aer tenía fe que encontraría lo que necesitaba.

—Quiero preguntarte una cosa —murmuró Aer con cierta timidez. Finnian mantuvo el silencio, esperando a que continuara hablando—. ¿Qué es lo que sientes cuando ellas evolucionan?

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—No lo sé —dijo Finnian, rápido y veloz. Aer frunció los ojos verdes, no muy convencido con la respuesta—. Lo digo en serio. Es tan de repente que me cuesta centrarme, aunque…

Siempre era cuando estaban luchando, pero no en cualquier momento, sino aquellos donde todo parecía complicarse más de la cuenta. Rune, Leith e incluso Aer llegaban hasta él, pero en lugar de usar palabras, era algo distinto.

—Quieres luchar y no sabes cómo —dijo Aer, a lo que Finnian asintió.

—Y vosotros hacéis que sea posible.

La noche era plácida y tranquila, el susurro de la naturaleza parecía ser su canción para dormir. La única luz que tenían a su alrededor era la de las lunas y las estrellas. Tanto había pasado y en muy poco tiempo. ¿Habrían percibido algo similar los Signos anteriores a él?

—Me suelo sentir así en mi mundo, no poder ser yo mismo —comenzó a decir Finnian, hablando con calma—. Mi madre es periodista, al igual que mi padre. Aunque él antes jugaba al fútbol, quería dedicarse a ello y lo habría hecho de no lesionarse.

—¿Y eso qué tiene que ver contigo? —dijo Aer.

—Expectativas —dijo Finnian, alzando ambas cejas.

Distintas en Elthea, pero seguían definiéndose por la misma palabra.

—No soy rápido ni fuerte como otros chicos de mi edad, y tampoco me gustan los deportes —explicó Finnian—. “Sigue jugando y mejorarás, hijo” o “No he criado a alguien que se rinda” son cosas que suele decirme. El caso es… Siempre parece que soy débil por no conseguir lo que quiere que haga, o que soy diferente a los demás.

—Ser distinto no es malo. ¿Te imaginas un mundo donde todos fueran idénticos al resto? —le preguntó Aer.

Sería uno aburrido, para empezar.

—Por eso te preguntabas por qué habías sido elegido —dijo Aer.

—No creo que sea tan especial —admitió Finnian.

—En realidad te equivocas —dijo Aer, poniendo una de sus patas en su hombro—. No hay más humanos como tú por aquí. Si llegaste a Elthea, es que lo eres.

—Y luego está lo que dice Ead, ¿no?

—Claro, pero dejemos eso para otro momento, ¿te parece?

Finnian sonrió, incluso cuando bajo el manto nocturno no ofreciera mucha nitidez. El círculo de protección, un hechizo creado por sus compañeros, les avisaría si hubiera alguna amenaza cerca. Al menos ellos sabían lo que hacían, y aunque fuera él quien tendría que tomar el liderazgo en algún momento, llevar tres días allí no implicaba que debiera saberlo todo, ¿no?

—Deberías descansar. Apenas lo has hecho.

—Mira quien habla —dijo Finnian—. Estoy cansado, pero sé que me costaría conciliar el sueño. La oscuridad y yo no somos muy buenos amigos últimamente.

—Nunca se está a oscuras por completo, ¿no te lo habían dicho? —dijo Aer.

—¿Lo dices por las estrellas? —dijo Finnian, señalando al cielo.

—En parte. En Elthea hay todo tipo de fuerzas y muchos piensan que la luz y oscuridad no son solo opuestas.

—Si no “la buena” y “la mala”, ¿no? —le interrumpió Finnian—. En mi mundo también pasa eso.

—Pero aquí depende del elthean, no de su energía primordial —dijo Aer—. Es parte del equilibrio de este mundo que existan ambas fuerzas.

—¿Y cuál es el Señor de la Calamidad?

—No lo sé, pero supongo que lo averiguaremos tarde o temprano —admitió Aer.

“Juntos”, terminó de añadir, dándole un par de golpecitos cariñosos en el brazo. Porque por ahora no podían hacer mucho más. Tras regresar a la tienda, los ronquidos de Rune les hicieron sonreír. Harían bien en aprovechar aquella tranquilidad, pues tarde o temprano la tormenta volvería a alcanzarles.

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