《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 8.1 - Calabazas con ganas de jugar
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Un nuevo día en Elthea supuso una buena caminata. Su desvío por Ellery y su encuentro con el Erosionador les había dejado más cansados que de costumbre, pero tampoco es que pudieran tomárselo con demasiada calma. El Gran Árbol Galya estaba detrás de un conjunto montañoso, aunque no iban a irse de escalada. Por suerte para ellos, había caminos que seguir sin tener que congelarse el culo y donde Finnian podía expandir su conocimiento más allá de la geografía de Elthea.
—¿Y estas cositas se llaman mandrágoras? ¿En serio? —exclamó Finnian, sonriendo por la sorpresa.
Por el camino empezó a leer el recetario de su mochila, lo que le ayudaba a centrarse en algo más que en cualquier otro elthean que pudieran encontrarse. En él halló un resumen de lo que eran esas pequeñas hortalizas con patas que intentaban liberarse de sus dedos, junto a otras plantas que servían el arte de hacer pociones, además de unas fórmulas rápidas.
—Sabes que muerden, ¿verdad? —dijo Rune con su habitual tono de burla.
—Al menos que vayas a cocinarla. ¿Tienes alguna poción en mente? —dijo Aer.
Por el momento ninguna, no cuando empezaba a aprender que las mandrágoras se usaban sobre todo sí estaban escasos de ingredientes por la alta concentración mágica que poseían. El libro hablaba de las más comunes e importantes que Aer y los demás no tardaron en resumirle: las picantes servían para crear explosiones, las frías para congelar y las más deliciosas tanto para curar como para cocinar.
—Fácil, ¿no? —sonrió Aer.
—Si, hasta que hay muchas más y te las tienes que aprender para un examen —murmuró Rune, poniendo los ojos en blanco.
Incluso los elthean se aburren en el colegio. Al menos no era el único que le pasaba eso, aunque la magia se alejara mucho de sus asignaturas. Aquel día fue tan tranquilo que se les costó creérselo. Al margen de sus encuentros con Ariel o el Erosionador, avanzaron bastante sin problemas ni ataques repentinos. Sin embargo, fue a media tarde cuando vieron algo para lo que no estaban preparados. Calabazas andantes.
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—Esto tiene que ser una broma —dijo Finnian mientras observaba el panorama.
Eso o que alguien estaba metido en su cabeza, analizando sus pensamientos para ver si había algo que pudiera usar en su contra. Desde que llegó a Elthea aprendió que debía de ser cuidadoso, sobre todo cuando encontraron en su camino a un trío de calabazas con brazos y piernas con ganas de pelear contra ellos.
—No parecen muy amistosos que digamos —dijo Ead sin separarse de él.
—No son nada que no podamos hacer frente —dijo Aer, uniéndose a sus amigas.
Y que, de buenas a primeras, habían enredado a Rune y a Leith entre sus zarzas, impidiéndolas moverse gracias a aquella molesta atadura. Aer lanzó un grito al cielo, buscando llamar su atención y desviarla de sus compañeras, aunque igual no fue la mejor idea del mundo.
Concentrado ahora más que nunca al ver a sus amigas en peligro, el elthean de pelaje azul saltaba y esquivaba las zarzas y latigazos de las dos calabazas restantes. Juntando sus manos, un gran palo de energía verde surgió que utilizó para bloquear con bastante habilidad los ataques. Entonces Aer se lanzó de lleno contra la tercera calabaza, convirtiendo su bastón en una esfera de energía, casi como si se tratara de un Kamehameha de Goku. Esta impactó de lleno en la calabaza, haciéndola retroceder y aflojando su atadura sobre la dragona. Con una corta llamarada bastó para liberarlas a ambas, siendo su enemigo quien rodó para apagar el fuego que se extendía por su cuerpo. Estaba seguro de que no se olvidaría de ellas la próxima vez que comiera esta hortaliza, aunque más por lo absurdo de la situación.
—¡Se reagrupan! —exclamó Ead mientras las tres calabazas retrocedían.
—Al menos no son tan tontos como parecían —dijo Finnian.
¡Ni siquiera hablaban! Se habían lanzado al ataque casi sin que se dieran cuenta, lo que dejaba claro que no todos los elthean eran tan inteligentes como los que viajaban con Finnian.
—¿Por qué no os marcháis de aquí antes de que os convirtamos en puré de calabaza? —dijo Aer, chocando sus dos puños con fuerza.
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—Lo he probado y no está nada mal. Aunque no sé si ellos tendrían un buen sabor —dijo Finnian con una mueca de disgusto en el rostro.
Las tres calabazas se miraron, casi como si hablaran con la mente y estuvieran pensando si seguían atacándolos o no. Pero lo siguiente que vieron fue aún más sobrecogedor. Los elthean entrelazaron sus brazos de enredadera y comenzaron a girar, como si bailaran “Al corro de la patata”. Se habría reído de no ser porque a raíz de esa danza macabra empezaron a brillar hasta el punto en el que se vieron envueltos por completo. Cuando esta luz cesó, fue una versión monstruosa y bastante más grande de las calabacitas lo que encontraron frente a ellos, aunque ahora solo hubiera una.
—Y aquí tenemos el Hermano Mayor Calabaza. ¿En serio pueden hacer eso? —dijo Finnian mientras les señalaba.
—¡Claro que sí! Han evolucionado —repuso Ead, sin dar crédito también a todo aquello.
La Gran Calabaza abrió su boca para lanzar lo que no parecían ser simples proyectiles de semillas, sino enormes bolas que dejaron boquetes en la tierra y tiró árboles donde impactó. Aer reacción más rápido y les empujó al suelo antes de que les diera uno de los proyectiles. No pudo venirles peor que se fortaleciera en ese momento, menos aún cuando las zarzas del elthean comenzaron a cercarles, evitando que huyeran.
—Para la próxima no haré ningún comentario —masculló Finnian, mordiéndose el labio.
—No sé si eso es positivo o desalentador —dijo Ead.
—Puede que un poco de ambos —admitió él, encogiéndose de hombros.
Pero merecería la pena si no se repetía lo de la fusión. No obstante, una nueva luz nació de su colgante, ese mismo que no le había abandonado desde que llegó allí. La evolución de Rune y Leith fue tan rápida como antes, cambiando de nivel en el momento más oportuno para hacer frente a aquella amenaza. El águila y dragona sacudieron sus alas, levantando aire por todo su alrededor. Leith pegó un potente rugido antes de lanzar una bola de fuego contra la Gran Calabaza.
—¡Finnian! Yo también quiero luchar —exclamó Aer a su lado.
Quería evolucionar igual que las demás, aunque no sabía hacer que sucediera. Puede que ellas lo hubieran logrado en más de una ocasión, pero para él resultaba un proceso tan misterioso que no sabía por dónde empezar. Era algo más que estar en peligro o la voluntad para luchar, y quizás ese factor mágico era la pieza que le faltaba a Finnian. Había algo más que se le escapaba, aunque se le iban las ideas por segundos cuando un elthean intentaba hacerles daño.
La batalla continuó en cuanto las plumas de Rune bailaban a su alrededor. Chocando contra las cepas, estas eran cortadas al impactar en ellas. Entonces, después de una llamarada de la dragona, se formó un círculo de fuego que pronto se extendió hacia la calabaza. Aer trepó sobre Leith, corriendo con todas sus ganas, para lanzar un golpe de viento que logró tumbar al elthean. Sí antes tuvo la ventaja, acababan de darle la vuelta a todo, y viendo la manera en la que brilló y se dividió en las tres originales, se vio corroborada esa teoría.
A la desesperada, sabiendo que no ganaría, crearon una pantalla de humo naranja. Tras rodearse de viento, pronto vieron como aquel trío se alejaba de allí demasiado rápido para alguien de su tamaño.
—Me lo pensaré dos veces antes de atacar a vegetales otra vez —dijo Leith, entre aturdida y cansada, regresando a su aspecto de Principante.
—Se nos lanzaron sin provocación. Para que luego digan que los elthean de los bosques son de los más amables —repuso Rune, volviendo a su nivel anterior.
—Si son todos como tú, ¡estamos apañados! —se burló Aer, huyendo de su amiga antes de que le pillara.
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