《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 7.1 - Magia Explosiva
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Nadie te cuenta lo agotador que es ir de excursión. Puede que te den ciertos consejos, como llevar ropa y calzado adecuado, junto a una mochila con agua, alimentos y aquello que pudieras necesitar en el camino. Lógico, ¿verdad? Incluso en un mundo extraño y nuevo como Elthea, la promesa de una caminata significaba cansancio, uno que no había conocido hasta que puso los pies allí.
Aprovecharon la luz del día para avanzar lo que pudieron, y eso significaba caminar a buen ritmo, escuchando a Rune de vez en cuando recordarles que el tiempo era vital en su caso. Y aunque un grupo como el suyo, tan variopinto y diverso, podría llamar la atención, ¿quién habría en medio de unas colinas como aquellas?
—Te sorprenderías —resopló Rune, con su habitual tono de preocupación.
Su camino les llevaba hacia unas montañas conocidas como el Círculo de Belpin, y a la ciudad de Valifall. Ese sería su tercer desafío, pues aunque no era un lugar hostil, sí se trataba del camino más rápido para llegar hasta Galya y un sitio con muchos elthean fijándose en ellos. Allí, en lo más alto, tendrían un paso seguro con sus nubes voladoras.
—Aunque hay otras montañas que rodean nuestro hogar, no tienes de qué preocuparte —dijo Aer, ensanchando su sonrisa—. Hay caminos que nos llevarán directos hacia allí.
Lo que, resumido en el mapa que les habían dado los alasdair, podía significar quitarse días de caminata, dependiendo del ritmo al que fueran. ¿El lado bueno? Que todo parecía ir sobre ruedas. Calamidad y el Erosionador debían de estar entretenidos dándose caza, por lo que pudieron caminar sin sentir que su cuello peligrara. Pero, lo más importante, unas lecciones prácticas de cómo hacer magia ocuparon su tiempo.
—Necesitas concentrarte —dijo Rune con un chasquido.
—Eso hago, pero tampoco es que sea algo sencillo para mí —se defendió Finnian, cruzándose de brazos.
Manipular el aire, eso era lo que le habían pedido. Después de todo, su encuentro con la bruja dejó claro que debía de tener cierta afinidad con aquel elemento. Sin embargo, que cada uno describiera el cómo canalizaba su magia le confundía, pues no era algo que hubiera intentado en su casa. Hasta apenas dos días pensó que era alguien como los demás, por lo que dudaba que con un par de directrices lograra hacer lo que le pedían. Y es que habían pasado de crear una pequeña esfera, igual que Aer, a generar una brisa. Sí no podían contar las del propio clima (uno seco, con viento en aquellas colinas que rara vez les incomodaba), no lograba ningún avance.
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—Quizás necesitas otro enfoque —sugirió Leith, después de pararse a comer.
—O alguien que deje de incordiarte con que estás haciendo ningún progreso —dijo Aer, mirando a Rune con descaro.
—Soy todo oídos —suspiró Finnian.
Los dragones, tal como explicó Leith, no eran distintos al resto de elthean. No nacían sabiendo expulsar fuego, si es que era así su tipo de aliento. En la mayoría de los casos salía humo, chispas o intentos que distaban mucho de ser una auténtica llamarada.
—Mantener un fuego constante puede ser complicado al principio, pero debes sacarlo de tu interior —dijo Leith, dándose unas palmaditas en el torso.
—En el sentido más literal, ¿no? —dijo Finnian, frunciendo las cejas mientras se imaginaba escupiendo llamas como su compañera
—Claro. La magia está dentro de ti, aunque la hayas descubierto hace poco —le recordó Aer.
—Solo necesitas aprender a sacarla, sin que estés siempre en peligro, claro —dijo Ead, volando alrededor de su grupo.
—Sin presiones, ¿no? —dijo Finnian.
—Para nada. No tenemos enemigos a nuestra espalda, ni mucho menos —se mofó Rune, justo cuando el resto se detuvieron a mirarla—. ¿Qué?
Sí es que le gustaba ir por el camino difícil, y aunque avanzaran sin tantas preocupaciones, dejando al margen sus intentos fallidos de iniciar cualquier acto mágico, todo era como un día más. Sin peligros, sin nadie que estuviera persiguiéndole. Solo Finnian en un mundo extraño con nuevos amigos. La fantasía de cualquiera, ¿no?
No se detuvieron mucho, no si no era necesario, pues la luz era lo que marcaría cuánto podrían avanzar. Y mientras más se acercaban a las Belpin, siguiendo el camino que les llevaría a Valifall, la ciudad en medio de una cascada, Finnian se preguntaba si sería igual que en Alta Espada.
—¿Preferirías ir por otro camino? —dijo Ead.
—Estamos a tiempo. Eso evitaría que supieran donde nos encontramos—admitió Aer.
—Aunque un lugar tranquilo en el que descansar no nos vendría mal —añadió Rune.
Al fin y al cabo, no es que en su mapa aparecieran todos los santuarios por los que pudieran pasar, por no hablar de que no tenían nada con lo que poder pagar la noche en una posada o similar. Sin embargo, se alejaba bastante a lo que él se refería. Después de todo, ¿y si alguien les seguía hasta allí?
—No puedes pensar así. Ni mucho menos eres como una enfermedad —dijo Aer.
—Ni tampoco atraes a la destrucción —dijo Rune.
Aunque por su tono de voz, uno que se alejaba mucho de su habitual burla, no estaba del todo segura. Los Signos debían luchar contra el “Gran Malo”, y eso implicaba destrucción, daños. Rememoró la misma imagen del castillo, pero ahora repetida en otros lugares.
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—De verdad, ¿dónde está vuestro positivismo? —dijo Leith, soltando un resoplido.
—Valifall es una ciudad grande —dijo Aer—. Tendrán buenas defensas, eso por lo menos.
—Además, ¿cómo se supone que vas a ser de ayuda si no puedes vivir un poco? —dijo Ead.
Ahí había dado en el clavo, o eso pensó al ver que no pudo hacer nada más que asentir. ¿Cómo debía de ser de ayuda en Elthea si no podía ver ni una pizca de un mundo así? ¿Tendría que llegar, aprender a usar su magia y acabar con Calamidad y Erosionador, para después marcharse sin más? Con un cambio más positivo, avanzaron la tarde igual que la mañana, sin apenas ningún percance mientras caminaban y él practicaba, mucho más relajado de lo que Finnian hubiera imaginado. Entonces, cuando se disponían a montar su campamento, sucedió lo que llevaba todo el día esperando.
Una llama, o más bien una explosión. La calidez que nació en su mano cambió en un instante, creando un estruendo tan grande como si dos coches hubieran colisionado. La fuerza le tiró al suelo, dejándole aturdido y hasta algo dolorido. Que no tuviera árboles cerca fue de lo más oportuno, pero la hierba y vegetación de su alrededor fue la que más sufrió. Las llamas comenzaron a extenderse, aunque sus compañeros elthean impidieron que fueran a más. Aer saltaba, manipulando el aire para remover la tierra y evitar el peor de los escenarios con la ayuda de Rune y Leith.
Los daños no fueron grandes, ni mucho menos, pero el susto que se llevó jamás lo olvidaría.
—¿Qué ha sido eso? —masculló Finnian, frotándose la palma de las manos. Allí donde nació aquella explosión no había dejado marca más allá de los rasguños por su caída.
—Me temía que podría pasar algo así —suspiró Ead.
—Es tu magia, Finnian —dijo Aer, calmado mientras se acercaba a él y le daba un toquecito en el pecho—. Tienes mucha energía, tanta que, después de esforzarte, ha salido de golpe y sin apenas control.
Al no tener experiencia no era consciente de todo su potencial. Y aunque Ead le confirmó que nunca se terminaba de aprender, pues formaba parte de la vida, presionarle había sido un tanto contraproducente.
—No os hice daño, ¿verdad? —murmuró Finnian, no tan entusiasmado como hacía unas horas—. En Ellery, me refiero.
—Para nada —dijo Leith, negando con convicción.
—Ni una pizca —le aseguró Rune.
—¿Por qué?
—Quizás porque estamos acostumbrados a ese tipo de cambio —admitió Aer—, y tú acabas de empezar.
¿Podía ser como montar en bicicleta? ¿Cuántas veces se había caído hasta que aprendió a moverse con ella? ¡O incluso andar! Estaba manejando algo que formaba parte de él y de lo que no tuvo ni idea en casi doce años. Tardaría un tiempo en aprender a dejarse llevar, ¿no? No obstante, aunque le encantaría ver aquello como una victoria explosiva, algo logró llamar su atención.
Un grito o un rugido, no estaba del todo claro con la excepción de lo potente que era. Tanto que ignoraban de dónde procedía. Entonces Ead, tras unos segundos, parpadeó con más fuerza mientras “escaneaba” el terreno con su magia. Lo llevaban haciendo de vez en cuando para ver si alguien les seguía.
—Esto no es bueno, nada bueno —murmuró el colibrí, todavía sin mirarles.
Una presión creció en su interior, y no por la sorpresa de su explosión, sino porque algo estaba desprendiendo un alto poder mágico que se asemejaba a una gran amenaza acechándoles por la espalda. Hasta Finnian lo percibía, y eso que no estaba tan acostumbrado como los demás.
—¿Calamidad? —dijo Leith, no del todo convencida.
Aer y Rune se miraron sin añadir nada, y hasta Finnian comprendió de qué se trataba.
—La explosión. ¿La habrá podido sentir desde tan lejos? —murmuró Ead.
—No es Calamidad —dijo Finnian.
—Es el Erosionador, estuviera donde estuviera, nos ha encontrado —dijo Rune.
—Tenemos que apresurarnos. Valifall está muy cerca —dijo Leith.
—No, debemos de ir hacia el río Esendil —dijo Aer.
—Está más lejos, Aer —dijo Rune, tan nerviosa como el resto—. Nos estaríamos arriesgando demasiado.
—Confiad en mí, tengo un plan. Solo debemos llegar allí.
El otro camino, el mismo que consideraron tomar si preferían no pasar por la ciudad. La protección que pudiera ofrecerles la civilización resultaba tentadora, pero la mirada esmeralda de su compañero se mostraba segura. Esperaba que aceptara su propuesta, incluso cuando no supiera los detalles, pero confiaría en ellos las veces que fueran necesarias, sobre todo en momentos así. Porque ese era el mundo en el que vivía ahora, uno con magia y peligros que podrían aparecer en cualquier esquina, daba igual que su mente estuviera minutos antes pensando en la cena.
Ahora tocaba huir y tener fe en que aquel elthean sacado del mismísimo infierno no lograra alcanzarles a tiempo, y por la manera que Ead empezó a azuzarles, se movía decidido para darles caza. ¡Y no se lo pondrían fácil!
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The Merchant Prince Book 1: Returning Home
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