《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 5.2 - Haciendo frente al Centinela

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Aquel fue el viaje más extraño que había vivido hasta ahora, y mira que los últimos días le estaban dando anécdotas para escribir un libro. La esfera descendió, llevándoles a una cueva subterránea que podría abarcar una buena porción del bosque.

Con un suelo firme por el caminar, había pequeños caudales de agua oscura y turbia que no animaba a que se dieran un baño, menos aún beberla. Sin importar lo que fuera aquello que les condujo hasta allí, debía de controlar Ellery desde allí abajo. Unas extrañas plantas generaban luz verde impropia de lugares así, haciendo que aquel lugar resultara un poco acogedor, aunque no demasiado.

Sin embargo, vio algo que destacaba frente a todo esto y era un trono hecho con rocas, aunque no uno fabricado a lo bruto, sino pulido y estilizado. Y sentado sobre este se encontraba la Centinela.

Con una túnica morado oscuro, casi confundiéndose con el negro, llevaba un cinturón del mismo color con bolsitas colgadas de este. Aquella elthean tenía forma humana, aunque su aspecto era bastante distinto al de Finnian. De piel bronceada, su pelo era de un azul eléctrico, siendo una mujer adulta que emanaba poder con su mera respiración. Tenía una pequeña vara entre sus manos y les observaba con interés enfermizo.

—Eres la que nos tiene atrapados —dijo Finnian.

—Soy Lelile, la Reina de este bosque.

Su voz se escuchó como si pasara por un altavoz distorsionado. Fuerte, pero ante todo deshumanizada. Ni siquiera movió los labios al decir aquellas dos palabras, y al ver el asombro de ellos al comprender lo que acababa de suceder, una mueca se dibujó en su rostro, casi como si sonriera. ¿Es que podía hablarles a sus mentes?

—Dime, Signo —volvió a escuchar en su cabeza—. ¿Cómo lo has conseguido?

—¿El qué? ¿Llegar hasta aquí? —dijo Finnian.

—Nos has preparado el camino. ¿Querías ponerlo más difícil? —dijo Aer.

—¡Cómo has conseguido que me desobedezca!

¿Alguien se esperaría que la villana de turno le dejara entrar en su casa para pedirle explicaciones? Al no responderla, un eco con aquel grito volvió a sonar en sus cabezas, aunque el doble de fuerte que el anterior, consiguiendo que se tambalearan.

—¡No sé de qué estás hablando! —exclamó Finnian.

—¡Mientes!

Sin que ellos se movieran, la bruja del bosque apareció frente a él en un segundo, mirándole con unos ojos morados hundidos en la oscuridad. Por un instante parecía que iba a agarrarle, pero se contuvo.

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—¡Mi llave! —gritó Lelile—. Ella me eligió. ¡Siempre ha estado conmigo hasta que tú llegaste!

—¡No he hecho nada! Tú nos atrapaste aquí —dijo Finnian.

—Mentiroso. ¡Me la has quitado!

Con una creciente presión en su cabeza, la presencia de la bruja trataba de penetrar su mente, averiguar lo que pensaba que había hecho. Al no abrirle la puerta y dejarla pasar, volvió a arremeter con fuerza en lo que a Finnian le pareció una eternidad, incluso cuando apenas fueran unos segundos.

—¡Sal de mi cabeza!

Gritó con todas sus fuerzas, justo cuando algo más sucedió. Una ráfaga de aire inundó la cueva, logrando que Lelile se apartara de ellos.

—¿Es que pensabas que los Signos eran tan débiles? —exclamó Aer.

Leith dio un paso hacia adelante y Rune también, uniéndose Aer sin dudarlo. Lelile los miró con desprecio desde su trono, acariciando una llave antigua que no parecía nada mágica, más bien oxidada, que colgaba de su cuello.

—Tú nos atrapaste aquí —dijo Rune, preparándose para luchar.

—Queremos marcharnos, no importa lo que pienses o quieras —dijo Leith, soltando humo por su nariz.

—¿Creéis que podéis conmigo? ¡Contra la que ha doblegado este bosque y a todos sus habitantes! —dijo Lelile alzando los brazos y añadir con una mueca de desprecio en su rostro—. No sois rivales para mi poder.

—Eso aún está por ver. ¿Crees que nos hemos metido aquí sin ganas de luchar? —dijo Aer.

—Acabaré con vosotros y recuperaré mi preciada llave.

—¡Ni que la necesitaras para volver a tu casa! —resopló Finnian con ironía, cansado de perder tanto tiempo.

Se alzó en el aire, levitando sin despeinarse, dando por comienzo a lo que sería la furia de la bruja. La vara que antes estaba en el suelo ahora brillaba en su mano de forma amenazadora, lista para atacar. Atrapó el agua oscura de su entorno creando dos aros alrededor de ella. Trazando un círculo en el aire, de este brotaron látigos de agua que se movían como los tentáculos de un pulpo. Cada vez que impactaban en el suelo, no solo temblaba, sino que lo quemaban al entrar en contacto con este.

—¡No dejéis que os toque! —gritó Ead desde su lado.

—Rune, ¿no va siendo hora que evoluciones de una vez? —dijo Aer, usando una esfera de viento para protegerles de los ataques de la bruja.

—Como si fuera tan fácil —dijo Rune, lanzando sus plumas-boomerang y cortando dos látigos de agua—. ¿Por qué no lo intentas tú?

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—¿Podéis concentraros y dejar de hablar? —exclamó Leith.

—Tienes que ayudarles —dijo Ead, revoloteando frente a sus ojos—. ¡Haz algo!

¿Qué más esperaba que hiciera? ¿Es que existían magos que en su segundo día ya sabían usar hechizos? Pero la lucha continuaba, y no es que pintara bien. Lelile se encontraba a otro nivel incluso cuando no estuviera mostrando el máximo de su poder.

—¿No quería destruirnos? ¿Por qué no lo estaba haciendo? —murmuró Finnian.

Su instinto trabajaba a otro ritmo. Ni siquiera le puso una mano encima incluso cuando hubiera podido hacerlo.

—Seguid presionándola —gritó Finnian—, no podrá continuar mucho más así, no contra nosotros.

No comprendía todo, pero había algo que solo podía hacer él. Debía de creer en los elthean, creer en que lo imposible era posible. Su colgante brilló con más fuerza que en la última ocasión, inundando con su luz la cueva subterránea. Lelile retrocedió hacia su trono, momento en el que algo más sucedió.

Rune desprendía luz propia, igual que al huir de Alta Espada. La elthean se transformó, convirtiéndose en el águila de plumas marrones y cuernos negros que los llevó allí volando. Sin embargo, no fue la única en hacerlo, pues Leith también pasó por lo mismo. La pequeña dragona dejó de serlo, adquiriendo un cuerpo más grande, similar al de Rune, pero conservando el mismo color de escamas y siendo una versión más madura de ella.

—No puede acabar con nosotros —murmuró Finnian.

—¿Cómo dices? —dijo Ead, volando con nerviosismo a su lado.

—Pensé que el bosque nos atrapó porque ella lo quiso, pero también porque perdió el control de la llave —dijo Finnian.

—¡Es un artefacto! Reaccionó a tu llegada, por eso dejó de obedecerla —dijo Ead, brillando de la emoción.

—Seguid luchando, ¡podéis derrotarla!

Con su nuevo aspecto y poderes, águila y dragona ni alzaron el vuelo. Rune lanzó sus círculos de energía, Leith soltó una llamarada, impactando ambas contra Lelile. O es creyeron. Un campo de fuerza surgió, fragmentándose en el mismo instante en el que recibió ambos ataques. Fue entonces cuando la cadena se rompió y la llave se separó de la bruja.

—¡Vuelve! ¡Eres mía! ¡Te necesito! —gritó Lelile, intentando atraparla con sus manos.

La llave permaneció en el aire, cada vez más lejos de la que antes fue su poseedora. Emitió una luz que en un principio era blanquecina para después adquirir otros tonos. Del amarillo al rojo, seguido del azul, paso por todo el arcoíris hasta llegar al negro. La oscuridad de su alrededor comenzó a concentrarse en la llave, absorbiéndola. Esa presencia maligna también empezó a salir del cuerpo de Lelile mientras gritaba.

—¿Qué está pasando? —exclamó Finnian.

—Es el artefacto quien logró todo esto. ¡Nunca debió caer en sus manos! —dijo Ead.

—Ya tendremos otro momento para las explicaciones —dijo Aer.

Si salían de allí. El lugar estaba cambiando, la cueva subterránea comenzaba a derrumbarse. Lelile permanecía frente la llave mientras esta tomaba su energía. Su aspecto hasta cambiaba, pero no tuvieron tiempo para ayudarla antes de que se desvaneciera. La llave dejó de emitir esa fuerza y también de absorberla, acabando justo en las manos de Finnian. Ya no estaba desbordada por la oscuridad y trasmitía una calidez inusual. No obstante, el tiempo iba en su contra. El agua había cambiado, volviéndose salvaje tras recuperar su color normal, inundando la caverna y amenazándoles con ahogarles.

Aer y Finnian subieron al lomo de Rune, siendo acompañados por Ead, quien se ocultó en la capucha de su ropa. Águila y dragona dieron una patada al suelo, saliendo de allí siendo perseguidos por el nivel creciente de agua. Rune volaba con fuerza, pero habían descendido más de lo que se imaginaron, aunque lo peor no era eso.

—¡Esto se va a estrechar! —exclamó Rune.

Y tanto que sí. ¿Cómo iban a mantener la compostura mientras huían de ser arrasados por agua o ser aplastados por ella? Casi alcanzándoles, algo hizo que se detuviera. Aer gruñía mientras sus ojos brillaban, concentrándose en evitar que fueran engullidos por el fluido elemento.

—Venga, ¡seguid volando! —gruñó Aer.

—¡Agarrame! —gritó Finnian.

Una oleada de energía fluía entre ellos, aunque no solo con Aer. Leith usaba su fuerza bruta para abrirles paso mientras Rune la seguía a corta distancia. Entonces sucedió lo que más temieron.

Por segunda vez, la evolución de Rune se anuló, recuperando su tamaño anterior y haciéndoles caer en el vacío. O así pensó hasta que Leith apareció, cogiéndole a él con una de sus garras y a Aer y Rune con la otra. El agua les engulló, haciendo que salieran expulsados de la misma tierra y devolviéndoles al dulce y amplio exterior.

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