《Brujas de la Noche》Capítulo 17 - Fuegos fatuos

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Al igual que la anterior, esta investigación comenzó en un foro en línea que hablaba del avistamiento de extrañas luces, esta vez en la Citania de Briteiros; sin embargo, también estaba asociada con las brujas y el diario que había encontrado, ya que una de sus entradas reunía varias historias de segunda mano que contaban que brujas poderosas habitaban ocultas entre las ruinas. Mi predecesor, tímido como era, nunca intentó confirmar estas historias, pero su existencia y el aparecimiento de las luces parecían más que una coincidencia y yo tenía que investigar.

Una noche, después del trabajo, llamé a mi esposa para decirle que iba a trabajar hasta tarde y, después, me dirigí hacia la citania. No quedaba lejos de mi trabajo, pero parte de la carretera era muy exigua, con muchas curvas con poca visibilidad, por lo que requería una conducción cuidadosa. Como tal, me llevó más de media hora llegar allá.

Aparqué en un pequeño espacio de tierra junto a la carretera, frente a la entrada de la citania. Aunque aún no era de noche, ya había empezado a anochecer, y las ruinas se encontraban cerradas. Decidí aprovechar el poco de luz que quedaba para buscar otra forma de entrar.

Recorrí casi todo el perímetro de las ruinas adyacente a la carretera. Finalmente, un centenar de metros abajo de donde dejé el coche, encontré un espacio entre la red y el suelo lo suficientemente grande como para pasar. Arrastrándome de espaldas en el suelo y empujando la red hacia arriba, logré entrar.

Estaba, ahora, junto a las ruinas de unos baños situados en el punto más bajo de la citania. Incluso con la creciente oscuridad y mi desesperación por descubrir los orígenes de las luces, no pude dejar de admirar la llamada Piedra Formosa de los baños, grabada con motivos celtas.

Empecé a subir una ancestral calle, la misma que los habitantes de la edad del hierro usaban en su día-a-día, flanqueada por una conducta que llevaba agua a los baños. La subida no fue fácil, ya que la acera era irregular y bastante empinada, pero, por fin, llegué a la zona donde se concentraba la mayor parte de las ruinas de casas.

Después de descansar un poco, decidí seguir subiendo hasta la cima de la acrópolis. Siendo el punto más alto de la citania, era el lugar ideal para quedar de vigía y ver las luces que allí fui a buscar.

Subí por otro de los caminos originales. Este serpenteaba por entre las ruinas de los varios complejos familiares, en los cuales casas circulares construidas alrededor de un patio central se encontraban rodeadas por una pared más alta que yo.

Pasé, también, junto a la muralla interior y su puerta norte. A pesar de que, en la oscuridad, no las podía ver, sabía, gracias a mi visita anterior, que había otras dos murallas además de aquella.

Finalmente, llegué a la cima de la acrópolis. Además de dos casas reconstruidas, allí quedaban las ruinas de un gran edificio circular con bancos de piedra en la pared. Según las lecturas que hice antes de mi visita anterior, los arqueólogos pensaban que se trataba de la casa donde los gobernantes o los ancianos se reunían para discutir y resolver los problemas de la población.

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Desde allí, podía ver toda la citania, pero no vi ninguna señal de las luces que los rumores mencionaban. Sin embargo, aún era temprano, por lo que me apoyé en una de las casas reconstruidas y esperé. Sólo esperaba que aquella no fuera una de las pocas noches sin ocurrencias de ese mes.

La primera señal de que algo iba a suceder, sin embargo, no fue la aparición de luces, sino de formas que se movían más abajo, en la oscuridad. Estas surgieron de un punto casi opuesto a aquel por donde yo había entrado, por lo que me pregunté cómo habían cruzado la red.

Poco a poco, se acercaron a un pequeño patio situado entre los complejos familiares debajo. Fue entonces que, gracias a la luz de la luna y de las estrellas, me di cuenta de que se trataba de cinco mujeres vestidas de negro. La idea de que podían ser las Brujas de la Noche me pasó por la cabeza, pero pronto la descarté. Estas mujeres no tenían las caras cubiertas ni la envergadura de las criaturas que yo buscaba.

Entonces, las luces que buscaba aparecieron. Surgieron, primero, como pequeñas esferas de llamas verdes en un pequeño bosque junto al exterior del perímetro de la citania. Sin embargo, rápidamente se acercaron, al mismo tiempo que aumentaban de tamaño e intensidad.

Al verlas, las cinco mujeres buscaron inmediatamente refugio entre las ruinas. Esperaron que los fuegos fatuos se acercasen un poco más, y, entonces, comenzaron a recitar extraños y elaborados cantos. Para mi sorpresa, instantes después, un torrente de granizo se abatió sobre las llamas vivientes, a pesar de que el cielo estuviera limpio. En pocos segundos, ellas y el terreno alrededor estaban cubiertos por un montón de hielo.

Hasta el momento, no había visto tal demostración de poder por parte de ninguna bruja, por lo que, por un momentos, me pregunté si aquellas cinco mujeres realmente no eran las Brujas de la Noche.

Las atacantes esperaron un poco para asegurarse que tenían neutralizando su objetivo. El monte de hielo no se movió y, entonces, ellas salieron de sus escondites.

- Lo logramos - dijo una de ellas. - Ahora somos las brujas más poderosas del norte de Portugal.

- Parece que sí - respondió otra, con una sonrisa en los labios.

- ¿Seguras? - preguntó una tercera mirando, desconfiada y amedrentada, hacia la pila de granizo. - Ellas ya han sobrevivido cosas peores.

- Estoy segura - dijo la primera. - Esta vez encontramos su debilidad.

En ese instante, el monte de hielo empezó a temblar. Unos segundos después, con una explosión, los fuegos fatuos emergieron del granizo.

Las invasoras corrieron de vuelta a sus refugios y comenzaron un nuevo cántico. Sin embargo, esta vez, sus oponentes entraron en acción.

Con una rapidez increíble, uno de ellos impactó contra una de las brujas, tirándola varios metros hacia atrás. Otro disparó un extraño relámpago verdoso que bordeó la cobertura y alcanzó a la atacante que estaba detrás. Después, los tres se unieron y comenzaron a moverse rápidamente en un círculo. Una lluvia de pequeñas esferas de llamas verdes cayó, entonces, sobre las tres invasoras aún en combate. Apenas tocaban sus ropas, las incendiaban. Extrañamente, las que fallaron y dieron en el suelo, se apagaron al instante sin siquiera quemar la vegetación.

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Las atacantes se tiraron al suelo para apagar las llamas. Cuando se volvieron a levantar, decidieron aceptar la derrota y, después de coger a sus dos amigas inconscientes (o tal vez muertas), huyeron hasta desaparecer en la oscuridad de donde habían surgido.

Los fuegos fatuos permanecieron inmóviles durante unos minutos. Yo me quedé donde estaba, observándolos, esperando que, al irse, me llevasen a algo que indicara su origen. Después de todo, las mujeres que habían enfrentado eran claramente brujas. ¿Será que ellas tienen alguna relación con las Brujas de la Noche?

La verdad pronto se reveló y me cogió completamente de sorpresa.

Las llamas de los fuegos fatuos empezaron a crecer y a cambiar su forma. De repente, desaparecieron por completo, revelando tres personas: dos mujeres y un hombre.

- Espero que este sea el último de estos ataques - dijo el hombre. - Luchar con estas brujas de segunda categoría se está tornando aburrido.

- Es el precio de la fama - respondió una de las mujeres.

- ¿Qué pretenden ellas con esto? - preguntó la otra mujer. - ¿Ocupar nuestro lugar? ¿Creen que si nos derrotan van a ganar nuestro poder?

Claramente, aquellas personas eran brujas poderosas; sin embargo, no tenían el tamaño ni las vestimentas de las Brujas de la Noche, por lo que asumí que no eran ellas; además, estas últimas difícilmente podían ser llamadas famosas, pero tal vez estas tres sabían algo que me pudiera ayudar.

Respiré profundo para reunir coraje antes de, una vez más, hablar con un grupo de brujas.

Me levanté y llamé por ellas. Sin una palabra, se convirtieron de nuevo en fuegos fatuos y volaron hasta la acrópolis, donde me cercaron. Después, volvieron a su forma humana.

- ¿Quién eres tú? - preguntó el hombre. - No me digas que eres algún brujo que también nos quiere enfrentar.

- No, no - respondí de inmediato.

Les conté, entonces, sobre mi búsqueda por las Brujas de la Noche y lo que me había llevado allí.

- Sabes, nosotros también estamos muy interesados en las Brujas de la Noche. Nadie sabe quiénes son, qué quieren o de dónde vinieron. Esto las convierte en un peligro para nosotros.

- ¿Saben dónde puedo encontrarlas?

- Desgraciadamente, no - respondió la otra mujer. - Si lo supiéramos, ya habríamos hablado con ellas. Siempre intentamos convencer a todas las brujas y usuarios de la magia del Norte de unirse a nuestro Gran Conventículo.

- Ven con nosotros - dijo la primera mujer. - Vamos a mostrarte la información que tenemos sobre las Brujas de la Noche. Tal vez, si combinamos nuestros conocimientos, podamos descubrir algo.

- ¿Creen que deberíamos mostrarle nuestro escondite? - preguntó el hombre.

- Él ya ha lidiado con brujas antes. Sabe que, si dice algo a alguien, podemos poner una maldición sobre él y todos los que ama - dijo la primera mujer. - Además, todo el mundo sabe que estamos aquí en la citania y que nuestro escondite no debe quedar lejos.

Ellas me llevaron, entonces, hasta una de las casas castrenses reconstruidas. El hombre sacó una llave del bolsillo, que utilizó para abrir la puerta, y entramos. Dentro estaba oscuro, la única luz era la pálida luminiscencia de la luna y de las estrellas que entraba por la puerta, sin embargo, era suficiente para darme cuenta de que el lugar se encontraba vacío.

Mientras me preguntaba por qué me habían llevado allí, una de las mujeres apartó un poco de la paja que cubría el suelo y levantó una pequeña losa de piedra. Para mi sorpresa, debajo de esta, se encontraba un pequeño teclado retro iluminado. La bruja introdujo un código numérico y el suelo empezó a temblar.

- Retrocede un poco - dijo el hombre, tirándome hacia atrás suavemente por el hombro.

Una parte del suelo bajó y se deslizó hacia un lado, revelando unas escaleras metálicas que bajaban verticalmente hasta un túnel de concreto. La mujer que abrió la trampilla descendió primero, seguida por el hombre. Yo entré en tercero, mientras que la última bruja se quedó atrás para cerrar la trampilla.

El túnel estaba bien iluminado y era corto, desembocando menos de dos metros después en una sala mucho más amplia que la casa reconstruida en la superficie.

Era un lugar extraño. Como el túnel, tenía paredes de cemento, dándole un aspecto de búnker. Mesas de trabajo con ordenadores y tabletas se mezclaban con bancas de trabajo donde reposaban morteros, cuchillos, hoces, botellas y vasijas con varios líquidos de diferentes colores. Manojos de hierbas colgaban del techo, así como patas de gallinas y bolsas tejidas llenas de huesos. En las paredes, se veían recortes de prensa y fotos de personas, algunas de las cuales reconocí como actores de la política nacional e internacional.

Exactamente lo que aquellas brujas hacían allí, no sé decir, pero era obvio que eran más poderosas que las de cualquier otro conventículo que había encontrado antes.

Una de las mujeres me llamó a uno de los ordenadores y comenzó a mostrarme videos donde figuraban las Brujas de la Noche. Confieso que quedé sorprendido, asustado incluso, con todos los lugares donde aquellas brujas tenían ojos. Vi imágenes de las Brujas de la Noche en las montañas del Gerês, en las calles de Porto, sobrevolando el río Lima, hasta en los túneles ocultos debajo de Braga. Incluso, me mostraron un video de mi encuentro con una de las Brujas de la Noche, cuando perseguí a uno de los trolls bajo su mando. Eran imágenes tomadas desde el exterior de la casa abandonada donde encontré la criatura, seguramente por un dron. Por desgracia, la máquina no fue suficientemente rápida para seguir la bruja encapuchada hasta su escondite.

A pesar de que los vídeos mostraban varios sitios donde las Brujas de la Noche habían estado, incluso sumados al conocimiento que había obtenido durante mi búsqueda, no ayudaban a descortinar sus motivos o paradero; de hecho, crearon aún más preguntas.

Sin nada más que hacer allí, me despedí de las brujas. Después de repetir sus amenazas de lo que me pasaría si revelara a alguien su escondite, me dejaron ir.

En el regreso a casa, no pude dejar de pensar que estaba cada vez más confundido. Cuanto más sabía sobre las Brujas de la Noche, menos comprendía. ¿Alguna vez iba a encontrarlas y hacerlas responder por las muertes que habían causado?

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