《LA PATRULLA ANTICORRUPTOS: En un país corrupto, la única justicia es por mano propia [Español] [Completo]》5: Un partido injusto
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—Juguemos a los pases, que el partido se gana —dijo Ernest, el capitán del equipo antes de ingresar.
Por el leve calentamiento que realizó el equipo contrario, demostraron ser ágiles. Dieron unos pocos pases y su capitán frenó la pelota para ir al círculo central.
—Cuando quieran empezamos.
—Estamos listos —dijo Ernest aproximándose con pasos firmes.
—Elijo cara.
—Que sea cruz —dijo el gambeteador.
El árbitro arrojó la moneda a una altura leve. Dio numerosas vueltas en un segundo. El capitán del otro equipo retrocedió para ir a su lugar, el arco. Ernest se ubicó detrás de Abraham.
El delantero adverso, comenzó con un pase corto al mediocampista. Abraham fue muy veloz al presionarlo, por lo que jugaron hacia atrás, al defensor por derecha. Este, le dio el pase al arquero, quien la jugó por la otra punta. El puntero izquierdo con rapidez avanzó, y dio un pase largo cruzado hacia el delantero; pero Carlos pudo intervenir, logrando que se pierda por el lateral.
El partido se mantuvo igualado hasta el minuto 15. Un pase veloz del arquero adverso al defensor por derecha, quien avanzó por su lateral sin que Abraham pueda detenerlo. Ernest salió a marcarlo, por lo que dio un pase cruzado, hacia su compañero que estaba en el centro de la cancha. Ernest estiró su pierna derecha, aunque no consiguió frenar el pase. Le devolvió el pase y antes de que Carlos pudiera llegar, pateó al arco. El disparo cruzado fue muy esquinado. Los patrulleros perdían por un gol.
—No es nada —le dijo Ernest al jefe de la empresa cuando volvían al círculo central.
A los 19 minutos, Abraham consiguió un córner luego de patear a rastrón a la derecha del arquero. Ernest lo pateó al punto penal. El arquero no salió con los puños. Abraham intentó cabecear, pero al no ser alto, el defensor le ganó en altura y la despejó. El cabezazo logró que pasara la mitad de cancha y le quedara perfecta al mediocampista. El delantero esprintó y el defensor por derecha decidió marcarlo. No le dio el pase, avanzó un metro y aun estando un poco lejos, pateó. El arquero dio revote, y le quedó cómoda al delantero, quien cruzándola anotó.
Achiquemos los espacios, indicó el capitán con una seña a sus compañeros.
—Toca y pica —le dijo en voz baja.
Cuando el mediocampista rival se acercó a quitársela, le amagó y metió un caño. Ganó la posición por su costado izquierdo y la picó. El disparo pasó por encima del defensor que marcaba al jefe y le quedó perfecta para definir cruzado. Luego de que picara y perdiera altura, la colocó en el ángulo derecho del arquero.
—Bien —le dijo Ernest.
—Sigamos así —le respondió.
A los 24 minutos, Carlos se anticipó a un pase y esprintó hasta pasar la mitad de cancha. Lo estaban marcando para que no juegue por adentro, por lo que Ernest apareció para que tocase por el estrecho lateral. Se la devolvió de taquito y Abraham estaba marcado. El zurdo apuntó y la cruzó. Fue a media altura, pero ejecutó el disparo con tanta agilidad que el arquero reaccionó tarde.
—Gol —celebró cerrando el puño.
A los 29 minutos, Abraham perdió la pelota luego de que el defensor por izquierda rival se la quite al intentar un caño. El defensor avanzó y el jefe lo pateó al botín levemente. El rival aprovechó para tirarse. El árbitro cobró la falta y sorprendió con la tarjeta.
—No es para amarilla. Apenas lo toqué.
—Le fue despacio —le dijo Ernest.
No les respondió.
Tres minutos más tarde, el arquero se la dio a Carlos, quien tocó con el otro lateral y este, la perdió al querer avanzar. El lateral intentó recuperarla, aunque no lo consiguió. Carlos tampoco logró llegar. Amagó a abrirla al segundo palo y definió rápido al primero.
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—Disculpa —le dijo a Carlos.
—Descuida, ahora lo empatamos.
Antes del minuto 40, Abraham consiguió un córner y no esperó que Ernest se dirigiera a patearlo. Decidió jugársela a él con un pase rápido. No era zurdo, pero uno de los defensores rivales le salió, por lo que pateó. La pelota ingresó esquinada, a una altura muy baja. No celebró el gol ya que estaban empatados.
El partido siguió igual hasta el suplementario, donde Ernest consiguió un córner por la derecha. Esta vez si lo pateó el y como Abraham no ganaría en altura, lo tiró con mucho efecto un poco atrás. Sin pararla, pateó de volea con su pierna hábil. El arquero se tiró y logró tocarla con la punta de tres dedos de su mano derecha. No fue suficiente para evitar que ingrese. 3 minutos más tarde, finalizó el primer tiempo.
—Quédate arriba, yo bajo si es necesario. Tenemos que mantener el resultado, y si hay una contra te encargas.
—Yo salgo, ¿quién entra? —preguntó el defensor por derecha.
—Yo entro —dijo uno de los dos suplentes.
—Quédate abajo Santi. No subas si no es necesario —le dijo Ernest.
—Falta todo el segundo tiempo, ¿no crees que es temprano para jugar abajo? —le preguntó el arquero.
—No. Esperemos que se queden sin piernas. Ahí subimos y lo ganamos —dijo el capitán.
Abraham sacó con un pase al capitán. Se la devolvió sin pararla con el puntín y el jefe sin dificultad pudo gambetear por su derecha. Esprintó y recibió el pase, pero adelantó demasiado la pelota y el arquero la agarró sin problemas.
11 minutos más tarde, el mediocampista adverso logró pasar a Ernest por el costado y sin estar muy bien parado, pateó fuerte al cuerpo del arquero. Dio rebote y le quedó al delantero rival quien no se equivocó, definiendo al medio cuando ya se había tirado al costado izquierdo.
A los 13 minutos, el mediocampista rival se acercaba con velocidad al sector de Carlos. Cuando jugó por adentro, Carlos aprovechó los centímetros que tenía libres y la pateó con fuerza. El rival al perderla, simuló una falta como si lo hubiesen quebrado. El árbitro se la concedió.
—¡Fui a la pelota! No lo toqué —le dijo con enojo.
—No. Yo te vi, le fuiste al pie.
—¡No lo tocó! —le dijo el arquero.
El rival seguía en el piso, simulando estar dolorido. Un tiro libre, que de un cabezazo cruzado del defensor terminó en gol.
Ernest le dio el pase al jefe y picó. Abraham logró devolvérsela con un caño y antes de que ingrese al área chica, el defensor por izquierda le fue con los tapones en punta. El golpe fue fuerte, por lo que se quedó en el piso.
—Sigan jugando —dijo el árbitro como si se tratase de un resbalón.
—Fue falta ¡Está en el piso! —le dijo Abraham mientras corría hacia la pelota.
Le negó con una seña, mientras corría hacia donde estaba la pelota. No quiso decir nada más porque ya estaba amonestado. La jugada finalizó con un disparo afuera.
—No puedo seguir. Entra Lucho —dijo el capitán.
Realizaron el cambio. Lucho era más distribuidor que definidor, pero estaba nuevo. Podía correr y presionar a los defensores, por lo que Abraham le pidió que juegue arriba.
3 minutos más tarde, el arquero la jugó con Carlos luego de un saque de meta. Avanzó unos metros, y miró a Santi, dándole indicio a que retroceda por si la jugada no salía de la manera esperada. Abraham se abrió por la derecha, por si el mediocampista rival intervenía. Cuando el delantero rival intentó quitársela a Carlos, la jugó hacia atrás sin cambiar de frente y con el taco izquierdo la golpeó para dirigirla desde su lateral al centro de la cancha. La alcanzó con la punta de su botín derecho y al dejarlo atrás, se volvió a acomodar por la punta. Amagó a dársela al mediocampista y le tiró un pase rápido a Lucho, quien se desmarcó y pudo definir cruzado.
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—Salió bien, pero no te arriesgues —le dijo Santi.
—Era para meter un gol, no subo más.
El equipo rival realizó dos modificaciones. Cambiaron los dos defensores.
Se estaban por cumplir los 25 minutos, Abraham pasó mitad de cancha y amagó a patear al arco, para darle un pase gol a Lucho. Cuando estaba por definir, el arquero lo barrió. La pelota se perdió por el lateral y cómo le revotó por último a Lucho, cobró saque de arco.
—¡Penal! —dijo Abraham.
—¡Me mató! —dijo Lucho.
Santi y Carlos fueron corriendo a protestar.
—¡Fue penal! —le dijo Santi
—¡Lo fue a matar! —le dijo Carlos.
—No fue penal. Le sacó la pelota limpia.
—¡¿Limpia?! Si no tocó la pelota —le recriminó Carlos.
El árbitro lo amonestó.
A los 32 minutos, el defensor rival izquierdo pasó mitad de cancha y dio un pase rápido al mediocampista que se desmarcó. Aprovechó que el arquero estaba adelantado y la picó. La pelota golpeó el travesaño y se fue afuera.
A los 40 minutos, Abraham perdió la pelota en los ¾ de cancha. El cansancio le impidió recuperarla. Santi no marcó con precisión y el mediocampista anotó.
Luego del gol, el equipo rival mandó a todos los jugadores a defender. Al cumplir el tiempo, el árbitro dio 2 minutos de tiempo adicional. No fueron suficientes para empatar. El equipo perdedor se retiró sin saludar.
—¡La concha de su madre! ¡Cómo nos cagó este hijo de puta! —expresó su malestar el arquero al salir de las instalaciones del club.
—Si, si nos hubiese tocado otro árbitro el partido lo ganábamos —dijo el capitán descontento.
—¿Estás bien? ¿No te quebró? —le preguntó Santi.
—Estoy bien. Por poco no me quebró. No cobró nada, que porquería.
—Tampoco te dio el penal —le dijo Abraham a Lucho.
—Tendríamos que presentar una denuncia —le respondió.
—Es en vano. No van a hacer nada —dijo el defensor por derecha del primer tiempo.
—No. No tiene sentido hacer una denuncia. La denuncia no avanza y va a ser peor para nosotros, porque va a figurar que lo denunciamos —dijo Carlos.
—Para la próxima, si vemos que el árbitro está comprado, frenamos el partido y dejamos de jugar. Si tenemos que salir en la televisión, vamos a salir, porque no podemos jugar así.
Volvieron de la misma forma que habían llegado. Los dos patrulleros con el capitán en el auto de Abraham y los demás caminando, ya que vivían mucho más cerca.
El miércoles siguiente fue a la hamburguesería. Al estar en verano, había más personas que de costumbre. Llegó a las 9 y las tres mesas que disponían estaban ocupadas. Pidió la misma hamburguesa de siempre y que se la envolvieran, para llevar. Mientras esperaba su pedido, la radio emitía una noticia que despertó el enojo del dueño de la hamburguesería.
—Es una vergüenza, es la justicia que tenemos en Nueve Puntas —dijo muy decepcionado.
—Si, en este país la justicia es una joda.
—Se tendría que pudrir en la cárcel. Violador hijo de puta ¿Cuánto habrá puesto para que el juez le dé la domiciliaria?
—No sé. Un millón, dos millones. Para él es un vuelto.
—Y nosotros nos matamos trabajando Abraham, ¿para qué? Para mantener a todas estas lacras.
Antes de que le conteste, un joven ubicado en una de las mesas, dio su opinión.
—Tiene que volver la patrulla anticorruptos, que hagan lo que el juez no pudo por corrupto.
—Si vuelven yo los apoyo. Que me llamen salvaje, que me llamen anarquista, que me llamen como quieran. Pero esto, no puede seguir así.
—Si, yo también los apoyo.
—Ya te ayudaron. No puedes no apoyarlos.
—¿Te ayudaron? —preguntó el joven de 17 años.
—¿Puedes creer la suerte que tuvo Abraham? Él trabaja para la empresa de Tickets y competía por el puesto de jefe. La otra persona que competía con él, contrató a la patrulla anticorruptos; y como se dieron cuenta que hubo un empate, hay dos jefes y el, es uno.
—Eres afortunado. El otro jefe los contrató y tú también saliste beneficiado.
—Si, fue muy inesperado.
Abraham pagó y agarró su pedido.
—Chau —dijo mientras se retiraba.
—Chau Abraham.
—Espera —le dijo levantándose de la mesa. Abraham se dio vuelta.
—¿Qué ocurre? —preguntó con temor a una acusación.
—¿No sabes cómo contactarlos?
—No.
—Es que, los necesitamos.
—Perdón que interrumpa. Si consigues su contacto, pídeles que vuelvan —le dijo otro cliente que escuchó la conversación.
—No creo que lo consiga, pero si ocurre, les pediré que vuelvan.
—Gracias.
Al día siguiente, fue a visitar a Carlos.
—¿Cómo andas? —le preguntó animado al bajar—. ¿Por qué estás triste?
—Debería estar feliz por ser el nuevo jefe, pero en cambio, estoy todo el día pensando en cómo nos robó el partido.
—Si, yo también pienso seguido en el partido. Con un árbitro decente ganábamos.
—Intento disfrutar los últimos días de vacaciones, pero todo se complica. Ayer en la hamburguesería, hablaron sobre la patrulla.
—Pasa —dijo Carlos al notar que había mucho movimiento.
Ingresaron al edificio. El ascensor estaba ocupado, por lo que caminaron.
—¿Qué dijeron? —preguntó con enojo al cerrar su puerta.
—En la radio hablaban sobre el violador este, que le van a dar domiciliaria, y Paco estuvo loco. Sacó el tema y un adolescente tuvo que dar su opinión. Le dijo que la patrulla me ayudó y le contó toda la historia. Tal vez, si se piensan que yo los contraté, debería dejar de ir a la hamburguesería.
—No. Sería raro que un cliente frecuente deje de ir sin previo aviso y lo último de lo que hablaron fue de la patrulla, quien lo ayudó. El adolescente, ¿se creyó la historia o cree que tú los contrataste?
—Hablamos poco. Puede que desconfíe, me preguntó si tenía el contacto. Dijo que los necesitamos y otro, que no conozco, pero debe tener nuestra edad, también. Si me puedo comunicar con ellos, que les pida que vuelvan.
—¿Qué crees de Paco? Por más que en un momento se entere, nos apoyaría. Estaría de nuestro lado.
—Pienso igual. No nos delataría.
—Entonces estamos a salvo. No hay de qué preocuparnos.
Carlos lo miró serio por unos segundos.
—Pensar que esta locura surgió para ayudarte. Nunca creí que podía tener tanta repercusión. Debería haber muerto todo en el correo.
—Lo que menos quiero es ir a prisión, perderlo todo, pero por otro lado pienso en cómo nos robó el partido.
—Cuando me dijiste lo de los superhéroes que atrapan los corruptos, hubo un silencio incómodo.
—Creí haber dicho una idiotez.
—Y yo creí haber escuchado la respuesta correcta.
—Si pudiésemos exponer al árbitro, por corrupto hijo de puta sin correr ningún tipo de riesgo, sería lo ideal.
—Si, pero no solo al árbitro, no solo a nuestras injusticias. La patrulla anticorruptos, debería ser más solidaria y ayudar al pueblo de Nueve Puntas.
—Si. Si es que podemos —dijo con poco interés.
Carlos se ubicó en la computadora.
—Conozco una manera de conseguir su información.
—¿Conoces su correo? ¿Lo vas a hackear?
—Por trescientas novenas podemos averiguarlo.
—¿Por 300? ¿Cómo es eso?
—Hay una página que está vendiendo información por ese precio. Con saber el nombre y apellido de una persona ya es suficiente.
—Esto es ilegal.
—No. Es tan legal como comprar un refresco en el mercado.
—¿Cómo va a ser legal? ¿Qué información dicen?
—Desde domicilio, hasta deudas. Toda la información comercial.
—¿También te dicen donde trabajan?
—Si.
—Esto es peligroso —dijo asustado—. Si alguien no me quiere, puede pagar 300 novenas y saber dónde vivo, donde trabajo, saberlo todo.
—Los empresarios lo ven de otra forma. Ven una gran oportunidad para los negocios. Si quiero hacer un negocio con una persona y no sé si es de fiar, lo busco y evalúo el historial de negocios, historial de deudas y me quito la duda.
—¿No hay leyes que prohíban esto?
—En Nueve Puntas no. No hay ninguna ley que lo prohíba.
—Es increíble, pero nos va a terminar jugando a nuestro favor.
—Esto es automático, una vez que se acredita el pago se envía la información.
—¡Espera! —le dijo al ver que estaba ingresando a la página—. Van a figurar tus datos reales, como solicitante, y los datos de tu tarjeta.
—No, no figura nada —le respondió sin dejar de teclear, mientras creaba la cuenta—. Debería ocurrir lo que dijiste. Se debería saber quién es la persona que solicita la información, pero no. Esto es capitalismo puro. Se permiten crear cuentas con nombres falsos y pedir información. También se permite que personas de cualquier país puedan acceder.
—¿Seguro que es él? Hay 3 personas que se llaman igual.
—Por el número. Este —dijo señalando con el puntero del ratón—, no supera los 20 años y este, debe tener cinco años más que tú, no puede ser él.
Efectuó el pago y de forma automática se le descargó una carpeta. Abraham se acercó.
—Busca su domicilio —le pidió luego de que abriera la carpeta.
—Vive en la segunda punta ¿Para qué hará tanto recorrido en venir hasta aquí?
—Le deben pagar bien, más el extra de la corrupción —dijo el jefe.
Carlos siguió buscando.
—Este es el correo. Voy a enviarle la misma aplicación que a Tony, cuando la instale en su móvil ya tendremos las evidencias de corrupción.
—¿Se lo vas a enviar a los organizadores del torneo? Tenemos que buscar la forma de que se vuelva a jugar —le dijo luego de levantarse.
—Es difícil. El torneo está por la mitad —le respondió antes de abrirle.
Dos días más tarde, el zurdo le dio la novedad.
—Ya le envié la aplicación muchísimas veces, pero no la instala.
—Entonces, ¿lo dejamos en la nada? No quiero que quede en la nada.
—Yo tampoco.
No hablaron por unos minutos, hasta que Carlos tuvo una idea.
—¿Ahora no tienes nada que hacer?
—No.
—Podemos visitarlo.
—¿Para qué lo vamos a visitar?
—Para ver donde vive, nunca vamos a la segunda punta.
—Dijimos que no nos íbamos a arriesgar más.
—Vayamos a ver, como dos turistas que están paseando.
—Pero no vamos a intentar nada, ni llamar la atención.
—Somos dos turistas que fueron a pasear a la segunda punta.
—Vamos, pero mantengamos distancia. No nos puede ver.
—Llevemos un par de gafas. En mi departamento tengo.
Luego de buscar las gafas, se dirigieron a la segunda punta. No había mucho tráfico, por lo que ingresar les demoró menos de una hora. Llegar hasta la zona en la que vivía, fueron unos 13 kilómetros más.
—Esa es su casa —dijo Abraham al localizarla.
—Es una casa común y corriente. El descapotable lo debe tener en el garaje, en la puerta está el sedán.
—Es un barrio muy tranquilo —reconoció el jefe.
—A la hora de la siesta es un pueblo. Nadie se enteraría de un secuestro.
«Tendríamos que secuestrarlo y hacerlo confesar, pero es riesgoso»
—Deja, es en vano. Podemos terminar presos.
—Mira alrededor, no hay nadie. Cuando lo secuestramos a Tony, el escenario era más difícil.
—Si, es más fácil. Aunque no deja de ser arriesgado —dijo observando con detenimiento—. Volvamos —dijo luego de encender el auto, dando por finalizada la visita.
Cuando lo fue a buscar el lunes, de vuelta al trabajo, cambió de opinión.
—¡Hagámoslo! Si todo sale bien, no nos pueden encontrar.
—Estás muy convencido —le dijo Carlos a medio sonreír.
—El caso anterior ya quedó en la nada, no lo van a vincular. Vi que trabaja y trabajó en muchas ligas. Si tienen que investigar quien contrató a la patrulla esta vez, van a tener que investigar a muchos equipos.
—Los trajes están guardados, impecables para su uso.
—¡Sabia que no los habías tirado!
—No sé si te va a entrar, ahora que estás entrenando estás más grande.
—Imbécil. Puedo conseguir de nuevo la trafic, ¿puedes conseguir las patentes?
—Si. Aunque me di cuenta que no podemos adormecerlo con el químico. Un método más practico es la pistola paralizante. Podemos disparar de lejos e impedir que salga corriendo.
—Es buena opción, pero creo que no son fáciles de conseguir.
—No. Hay que conseguirla en el mercado oculto.
—Yo voy a preparar un lanzallamas.
—¿Un lanzallamas? ¿No planeas quemarlo? —preguntó Carlos con incertidumbre.
—No, solo para asustarlo.
—¿Cómo lo vas a preparar? ¿Cómo cuando éramos niños?
—El desodorante con la llama del encendedor —dijo con nostalgia —. No, esta vez no voy a usar un desodorante. Tiene que ser más profesional, un lanzallamas con la pistola de agua.
—¡No lo vas a quemar!
—No, solo para intimidar.
—Así que esas van a ser nuestras armas. No tenemos súper poderes, pero estamos armados.
El jueves por la tarde, un niño de 11 años, dejó en el contenedor de basura elegido, una caja envuelta en papel metálico. Tras acomodarla en un sector visible, salió corriendo, gritando ¡RUN! ¡RUN! ¡RUN!, con los brazos levantados. Con su mano derecha, enseñó dos dedos, y con su izquierda, tres. El número 3 y el 2, eran la clave. Carlos buscó el paquete y lo revisó de reojo dentro del contenedor. Arrojó su mochila dentro del mismo, y guardó el contenido de la caja brillante. Retiró su mochila, y volvió a su domicilio.
El lunes fue el día elegido. Salieron de trabajar y se prepararon para ir a la Segunda Punta. No había controles de ingreso ni salida, por lo que fueron directo con la nueva patente falsa. Tras acercarse al domicilio, se colocaron los trajes y prepararon todo. Pasaron por la casa, y no solo vieron el sedán, pudieron notar que había movimiento en la misma por la luz que sobresalía de las persianas. Dio la vuelta y estacionó 100 metros detrás. En total había siete casas en la cuadra. La del árbitro, estaba casi llegando a la esquina. Era la penúltima casa. En la cuadra donde ellos habían estacionado, había 6 casas y en la posterior a la del objetivo, también. Eran las 15:30 pasadas, y tal como Carlos predijo, no había un alma. No tenían demasiado tiempo, ya que a las 17 horas abriría el mini mercado que se encontraba en diagonal a la casa del árbitro. A pocos metros delante de donde se encontraban estacionados. Ese era el local más cercano. El barrio se mantuvo como un pueblo fantasma hasta las 16:05, cuando un vecino dos casas antes a la del objetivo, salió a fumar un cigarrillo mientras hablaba por el móvil.
—¿Ahora tiene ganas de fumar? —dijo el conductor expresivo.
—Parece que se va a tomar su tiempo.
3 minutos más tarde, cuando estaba finalizando, un hombre se aproximaba al lugar a paso moderado. El fumador tras reconocerlo, lo saludó con un grito.
—Hoy no es el día —dijo Carlos.
—No.
Cuando el hombre estaba llegando, Abraham encendió el auto.
Si lo visitaban el día siguiente, les hubiese resultado extraño. Por lo que optaron por el miércoles. Llegaron un poco más temprano, a las 15:21. El ambiente estaba tranquilo, pero un auto estacionado frente a la casa, llamó la atención de Carlos.
—Ese auto —le dijo señalando—, puede ser de un invitado a la casa del árbitro.
—¿Tú crees?
—Si. Demos la vuelta y comprobémoslo.
Cuando pasaron por adelante, pudieron observar gracias a las persianas levantadas, que se encontraba conversando con otro hombre.
—¡Hoy tenía que estar con gente! —dijo el conductor golpeando el volante.
—Otro día perdido.
—Mañana no puedo venir, y el viernes tampoco. El lunes tiene que ser —dijo mirándolo.
—Si. Yo puedo.
—¡Me olvidé la pulsera! —dijo al darse cuenta—. La dejé guardada. Para el lunes la traigo sí o sí.
A los pocos minutos del regreso a la primera punta, Carlos tuvo una idea.
—Le envié una aplicación que no le interesaba, por eso no la descargó. Si le envió una aplicación relacionada con el futbol, es probable que la descargue.
—Es una gran idea —le respondió contento—. Si de nuevo no la descarga, hay que enviarle tantos correos como sea necesario.
—Tengo que pensar bien de que va la aplicación. Tampoco soy un excelente programador, tiene que tenerlo conectado, aunque sea un día, o dos. Lo suficiente para que pueda descargar su información.
El viernes por la mañana, cuando lo fue a buscar, le dio la noticia.
—Instaló la aplicación —le dijo al subir.
—¿Ya tienes su información? —le preguntó con sorpresa.
—Está muy jodido. No está preso porque tiene buenos contactos.
—¡Y ahora tenemos que ir al trabajo!
—Tranquilo. Cuando volvamos lo vemos.
Luego de comprar el almuerzo, ingresaron al departamento de Carlos.
—No tuve mucho tiempo para revisar el contenido, pero encontré el chat que necesitamos —le dijo al sentarse en la computadora.
—¡Corrupto de mierda! —fueron las tres palabras que pronunció luego de leer la conversación y escuchar los audios.
—Si no compraban a esta porquería, el partido lo ganábamos.
—Si, por uno o dos goles hubiésemos ganado.
—Estuve evaluando a los otros equipos ganadores, no son muy superiores a nosotros.
—¿Crees que podríamos haber ganado el torneo?
—Si, y nos tocaría jugar contra el ganador de la segunda punta. Con un poco de suerte, les ganábamos e ingresábamos al torneo con los profesionales.
—Solo Ernest creyó que podíamos llegar tan lejos.
—Yo tampoco descarté el sueño. El equipo de la preparatoria, jugando contra profesionales. Una joyita.
—¿Que más encontraste?
—Te dije que no tuve tiempo. Vamos a ver quienes son los ganadores de la segunda punta, y si alguno de estos ya se aseguró el torneo.
—¿Y el otro arbitro? ¿También lo pueden haber comprado?
—Puede ser. También deberíamos investigarlo, aunque no será necesario.
—¿Por que no?
—La repercusión que tendrá toda esta información cuando salga a la luz, será tan grande que todo lo que esconde la asociación quedará al descubierto.
Carlos consiguió ingresar a los resultados del primer y segundo partido.
—Estos son los que dirigió —dijo señalando con el puntero —. Tiene tantos chats, que nos llevaría horas ver todo.
—Utiliza palabras claves en los chats, así los vamos a encontrar.
—Gran idea. Si. Ya está comprado.
—Que imbécil, no eliminó los mensajes. Cualquiera que le quitara el celular se enteraría.
—Eliminó todas las conversaciones. Es corrupto, es astuto, aunque le faltan conocimientos de seguridad informática.
Abraham se quedó mirándolo un par de segundos, mientras Carlos sonreía.
—¿Son las copias de seguridad?
—Exacto. Se les deben haber habilitado automáticamente, y nunca fue consiente.
—El ganador del torneo de la segunda punta también lo compró. El que ofrezca más novenas será el ganador ¿Se lo enviamos a la asociación?
—Si. Esté de acuerdo o no con la corrupción, tiene que saber que la información estará al alcance de todo el país.
Crearon un video en el cual, recopilaron los chats y reprodujeron los audios, mientras que con una voz programada explicaban cada detalle. Lo subieron a la pagina de videos más famosa del país. Se tenían que asegurar la viralización, por lo que enviárselo a los periódicos y programas de noticias de la primera y segunda punta no seria suficiente. Se molestaron en publicar la información en cientos de foros. Cada nombre de usuario, era diferente. Por alguna extraña razón, los periódicos y programas de noticias no publicaron la información. No fue un problema, ya que la repercusión que tuvo en los foros, fue más que suficiente. En dos días, consiguieron llegar a los temas más vistos en la gran mayoría de los mismos, y un famoso reportero deportivo decidió hablar sobre el tema. A sorpresa de los patrulleros, tres días más tarde, encontraron que uno de los equipos perjudicados, creó una comunidad en donde pedía que todos los equipos perjudicados se unan y cuenten como fue que el árbitro les robó el partido. Se emocionaron por lo ocurrido, y luego de una semana, al no tener novedades, decidieron dejar de entrar en los foros. La comunidad, presentó la denuncia. Ellos ya conocían demasiado a la justicia de nueve puntas, por lo que no se hicieron ilusiones.
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