《LA PATRULLA ANTICORRUPTOS: En un país corrupto, la única justicia es por mano propia [Español] [Completo]》3: Dos locos

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Abraham se despertó con ayuda del despertador. No tenía novedades.

«Tony no va a aparecer. Espero no tener que volverlo a ver. El jefe no dijo nada ¿Será posible que no se haya enterado? Ya todos se tienen que haber enterado»

Mientras preparaba el desayuno, le sonó el celular. Colocó en mínimo la perilla y atendió. Activó el altavoz.

—Hola Abraham.

—Hola Elena.

—¿Estás enterado de lo que ocurre?

—Si, estoy enterado.

—Es que no dijiste nada. Ni tu ni Carlos. Creí que no estaban enterados.

—Yo estoy enterado. No se Carlos, no hablé con él.

—¿Quién crees que los contrató?

—No tengo idea.

—Yo sospecho que pueden ser los del otro turno.

—No los conozco. Puede ser.

—Espero que se solucione pronto. Ya quiero que enseñen las ventas y ver quien ganó ¿Estás? —le preguntó luego de unos cuantos segundos de silencio.

—Si. Estoy cocinando panqueques. No quiero que se quemen.

—Bueno, te llamaba por si no estabas enterado de lo ocurrido ¡No pensé que el jefe sería tan mierda!

—Si. Parecía una buena persona.

—Por cómo está todo, parece que vamos a tener un día de trabajo normal. El jefe va a tener que aclarar todo.

—¿Qué dice Ana? —le preguntó con inquietud.

—También está impactada por todo esto. Bueno, voy a seguir llamando a las demás compañeras. Pao y Agos no dijeron nada. No deben haber abierto el correo.

—Chau.

—Chau.

Cuando fue a buscar al otro patrullero, se llevó la sorpresa de que ya estaba esperándolo.

—¡Va a ser una locura! Hoy explota todo —le dijo al subir.

—¿Crees que el jefe aún no se enteró? —le preguntó después de arrancar.

—Creo que está enterado. Lo más probable es que vayamos y no aparezca. Si la empresa no abre no trabajamos, pero no podemos faltar. Si no vamos quedamos como sospechosos. Tenemos que llegar temprano, para poder presenciar todo el show.

—Me llamó Elena —le dijo al acordarse.

—A mí también. No le atendí.

—Yo sí.

—¿Qué le dijiste? —le preguntó preocupado.

—Nada. Me preguntó si estaba enterado y le dije que sí. Si le decía que no estaba enterado sería un poco raro. Le dije que estaba enterado, pero no sé quién puede ser.

—Es lo mismo. Tampoco sirve decir que no estas enterado y que se den cuenta que mientes —le dijo tras analizarlo unos segundos.

—Ella sospecha que son los del otro turno.

—Por como contestaron el mensaje algunos de ellos, provocaron esa sospecha. Mejor para nosotros, nos lavamos las manos.

Cuando estaban a mitad de camino, recibieron un mensaje del dueño de la empresa.

—Hay un correo del dueño —le dijo Carlos luego de enterarse mediante la barra de notificaciones.

—¿Qué dice? —le preguntó con intriga.

—Hay una introducción y después nos dice, me disculpo por lo ocurrido. Yo desconocía completamente este acto corruptivo y al igual que ustedes, me siento muy decepcionado por esta noticia. Les pido paciencia, ahora no me encuentro en el país, pero para el viernes voy a estar con ustedes. Voy a llevar los registros, vamos a ver entre todos las ventas y elegiremos a la persona que se merezca ocupar el cargo. Hasta el día viernes, la empresa permanecerá cerrada funcionando automáticamente. Saludos.

—Hay que esperar hasta el viernes —dijo Abraham triste.

—El tiempo pasa rápido, en un abrir y cerrar de ojos ya es viernes.

Decidieron volver. Aprovechó la mañana para seguir durmiendo. Por la tarde fue al gimnasio, aunque no se encontró con el otro patrullero, ya que este había entrenado a la mañana.

El relajo le duró poco, hasta el día jueves. Como se despertó tarde, no desayunó. Miró un capítulo de la serie de superhéroes, el penúltimo de la temporada y preparó la mesa para almorzar. Le arrojó aceite a la sartén hasta cubrir una capa y fue por el encendedor, guardado en un pequeño cajón del estante. Encendió el mismo y giró la perilla. Mientras lo acercaba, el timbre sonó. Apagó la llama del encendedor y cerró la perilla.

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«¿Quién me molesta ahora?» pensó mientras daba unos pasos para atender el portero eléctrico.

—¿Quién es? —preguntó con mala gana.

—¿Qué estás haciendo?

—Estoy por cocinar.

—No quería interrumpirte. Después de comer, ¿puedes venir? Es importante.

—¿Qué pasó? —preguntó atemorizado.

—Cuando termines de comer, ven a mi departamento y te explico.

—Ahora voy. Espera un minuto.

—Te espero.

Abraham dejó todo como estaba y bajó. Abrió la puerta del edificio y saludó a Carlos.

—¡Vamos! —le dijo caminando hacia su departamento.

—¿Qué ocurre? —le preguntó mientras le seguía el paso.

—El periódico publicó el video.

—¡¿Cómo que lo tiene el periódico?! —preguntó alterado.

—Si, alguien se los envió.

Abraham lo miró directo a los ojos, esperando una respuesta.

—Ahora te explico —concluyó al fin.

Ingresaron al departamento.

—Búscate una silla —le pidió mientras se dirigía al refrigerador—. ¿Quieres una cerveza?

—Si, tráeme una —le respondió luego de acomodarse.

Carlos retiró del refrigerador dos latas de cerveza. Le lanzó una a Abraham y abrió la otra. Se sentó y buscó la noticia.

—Aquí está.

—¿Qué necesidad tenían de ensuciarnos así? —dijo Abraham empecinado después de leer la noticia.

—¡Está súper claro que hubo corrupción! —gritó Carlos enojado—. No es coherente que digan que es inocente y que lo extorsionamos. Qué somos dos locos que estamos buscando fama desprestigiando a la justicia.

—¿Quién habrá sido el imbécil que se los envió? —preguntó retóricamente Abraham mientras se agarraba la cara con la mano derecha—. Para colmo con todos los detalles. Por si alguien veía el video y se equivocaba diciendo que es otra empresa.

—Si —respondió el otro patrullero y bebió un poco de cerveza.

—¿Estás seguro que se lo enviaron directo a ellos? Puede que lo haya difundido y esté en un montón de sitios de internet.

—No —dijo después de buscar unos minutos—. Al parecer no está en ningún otro sitio.

—Esto significa que la persona que lo envió fue directo al periódico. Para mí también denunció —dijo Abraham con temor—. ¿Cuándo publicaron la noticia?

—Hoy a las nueve. Se lo tienen que haber enviado ayer.

—¿Leíste los comentarios?

—No. No quise leer nada. Como me impactó la noticia, la cerré y te fui a buscar.

Carlos buscó la sección de comentarios y los leyeron.

—Por lo menos los comentarios son positivos, se dan cuenta que no está armado y que Tony es un corrupto hijo de puta.

—También hay comentarios negativos —remarcó Carlos.

—No importa. Son ignorantes —dijo Abraham y bebió lo que le quedaba de cerveza.

—Son los mismos que piden que la policía salga a reprimir, no les importa si los empleados se quedan sin trabajo o están en situación de calle —reconoció Carlos con tristeza.

—Los mismos que como les sobra el dinero se piensan que a todos nos sobra. No salen del VIP y se piensan que todos la estamos pasando bien —Abraham hizo una pausa y lo miró confundido—. Todavía hay algo que no entiendo ¿Desde cuándo lees el periódico?

—Que no crea en lo que dice, no quiere decir que no lo lea.

—Hasta ahora, ¿no hay forma que nos descubran? Si la policía empieza a investigar.

—No —respondió luego de pensar en cada posible evidencia.

—El problema lo va a tener la persona que sea ascendida.

—¿Me estás diciendo que no vas a ser el nuevo jefe? —le preguntó anonadado—. ¡Con todo lo que te esforzaste!

—No lo sé. Capaz que me estoy haciendo toda la ilusión de ser el jefe y mañana nombran a otra persona.

—¿Por qué pierdes las esperanzas?

—¿Recuerdas cuando llegamos a la empresa, el día del ascenso? Elena dijo que sería la nueva jefa. Pudo haber vendido más que yo, quien sabe. O los del otro turno. Nunca los vi trabajar y por todo lo que dijeron cuando contestaron el correo, ellos también querían el puesto; me pueden haber superado.

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—No pienses así. Llevo dos años viéndote trabajar y viendo cómo trabajan los demás, y te mereces el puesto. Hasta antes del ascenso, no tuviste ni una falta en todo el año ¡Ni una! Mientras que Elena si faltó varias veces. Los otros empleados usaron sus faltas y tu no.

No respondió. Se levantó de la silla, arrojó la lata en el cesto de basura y fue hacia la puerta. Carlos le abrió.

—¿Mañana te busco a las siete y media? —le dijo antes de darle la mano.

—Pasa un poco más temprano. Quiero que seamos los primeros en llegar, hay que presenciar todo el show.

Abraham regresó a su domicilio caminando sin prisa. Por más que salieron antes, el tráfico del viernes impidió que llegasen entre los primeros. Se llevaron la sorpresa de que la puerta estaba cerrada y el dueño, fue quien abrió. Abraham ya lo conocía, pero Carlos y algunos empleados nunca lo habían visto en persona. Era de estatura media. Esperaban verlo en traje, pero llevaba la ropa de trabajo de la empresa, como un empleado más. Su cabello era castaño, de la misma tonalidad que Abraham. No tenía arrugas. Algunos creyeron que invertía miles de novenas en cremas humectantes y cuidado de la piel y otros, cuestionaban si era viejo como para tenerlas.

—Siéntensen —les pidió mostrando con su mano las sillas libres—. En unos minutos ya empezamos y voy a responder a todas sus preguntas.

El escenario era el mismo que el día del ascenso, la diferencia la marcaba un proyector que apuntaba a la pared.

—Falta un empleado —dijo el dueño tras contarlos con el índice derecho.

—Elena no vendrá. No se sentía bien.

—Ok ¿Tú le avisas cómo le fue?

—Si, ¿ella gano? —le preguntó Ana con temor.

—Ahora lo vamos a ver. No se desesperen —encendió el proyector y prosiguió—. Ya que no tenemos que esperar a nadie más. Voy a escuchar sus preguntas.

—¿No sabias nada de todo lo que pasó? —Le preguntó una empleada del otro turno.

—No. Yo confié en Luis. Desde que inicie la empresa siete años atrás, lo nombré como jefe. En ese entonces me dio la impresión de ser una persona honesta. Nunca pensé que iba a actuar de esta forma.

—¿Cuántos años tienes? —le preguntó un empleado del mismo turno que la mujer desconfiada.

—No me parece una pregunta que aporte a lo que estamos hablando, pero la voy a responder igual. Tengo veinticinco, en una semana cumpliré los veintiséis.

—¿Cómo alguien tan joven cómo tú puede ser dueño de esta gran empresa? Quiero que expliques eso —le pidió el mismo hombre.

—¿Se supone que debo ser viejo para crear una empresa? ¿Hay alguna ley que impida que un menor de treinta sea empresario?

—Entonces lo heredaste todo. Si no fue por herencia, creo que estás metido en cosas raras —lo volvió a acusar.

—No me faltes el respeto. Yo no heredé nada y no estoy metido en cosas raras. Se los puedo demostrar cobro por cobro, les puedo enseñar como gané legalmente cada novena que tengo.

—¿Por qué no apareciste en el ascenso? —preguntó Estela.

—Tenía planeado venir, pero tuve que viajar por negocios en última instancia. Les pido disculpas por no haber asistido.

—¿Cómo podemos saber que no tienes nada que ver con lo que ocurrió? —preguntó con inseguridad Jazmín.

—Muy fácil —respondió dejando asombrado a todos.

Desbloqueó su celular con el pulgar derecho, presionó varias veces la pantalla y se lo entregó.

—Aquí tienes todos los mensajes con Luis. Ustedes mismos pueden comprobar que no sabía nada al respecto.

—Te creo —le dijo tras mirar la conversación.

—Yo también —dijo la compañera sentada a su derecha, mirando a los de su turno.

—Si alguien quiere revisar todo el chat, lo puede hacer —dijo mirando a cada uno de ellos. Jazmín se levantó para devolverle el celular, lo cual le molestó—. ¡No! Enséñales el chat a todos. No quiero que nadie siga desconfiando cuando no tuve nada que ver.

Los empleados se fueron turnando para ver el contenido. Abraham y Carlos leyeron la conversación queriendo encontrar un mensaje oculto o una prueba de que, si estaba enterado del arreglo, pero todo parecía verídico. Hasta los mensajes de voz.

—No les voy a pedir que me digan quien contrató a la patrulla anticorruptos —les dijo luego de guardar su celular—. Me da igual quien fue. Si mal no recuerdo, en el video dijeron que fueron contratados por varios trabajadores. Si fueron todos los de un turno o algunos, eso ya no importa.

Los empleados se quedaron callados por miedo a levantar sospechas.

—Ahora si vamos a ver cuántas ventas tiene cada uno. Los números van a ser exactos a los que tienen en sus cuentas. Antes que nada, les voy a decir que no hay un ganador. Hay dos ganadores.

—¿Cómo que hay dos ganadores? —preguntó Jazmín sorprendida.

—Si. Hay un empate. Antes de decir quiénes son estas dos personas y lo vamos a corroborar entre todos, se da que el empate es de uno de cada turno. Lo que…

—Ella es la ganadora de nuestro turno —lo interrumpió y miró a Jazmín la mujer sentada a su derecha.

—Del otro turno, ¿ya saben quién es?

—No —respondieron Ana, Agostina y Abraham.

—Ya lo van a saber. Lo que estuve pensando, que creo que es conveniente para ambos, es que cada uno sea el jefe de su turno.

—¿Cómo sería eso? —preguntó al instante Ana sintiendo que sería estafada.

—En vez de pagar ochenta mil novenas, que es el sueldo del jefe por las doce horas, pensé en pagarles a cada uno, por sus seis horas de trabajo desempeñando el rol de jefes, cincuenta mil novenas ¿Están de acuerdo?

—Si —respondieron Jazmín, Abraham y Ana.

—Se me ocurrió esta idea para organizar mejor la empresa y evitar un desempate. Por la cantidad de entradas que vendieron y como se esforzaron, ambos, se merecen el puesto de jefe —reconoció con seriedad.

Ingresó a la cuenta de la empresa y los resultados fueron visibles.

—Lo conseguiste —le dijo Carlos palmeándole el hombro.

Todos sus compañeros de turno le felicitaron y todos los presentes aplaudieron.

—Bien echo —había sido la felicitación de Ana, quién se alegró por él, pero en el fondo le dolió muchísimo.

Salió tercera, por una diferencia de noventa y tres entradas. Elena estaba en quinto lugar y como ya se esperaba, Tony era el último.

—¿Todos tienen sus celulares? Quiero que ingresen a sus cuentas y enseñen el número de ventas.

Todos los números coincidían.

—¡Suban al escenario y digan cómo se sienten! —pidió el dueño.

Se dirigieron sin pedir permiso, Abraham que estaba más cerca, decidió cederle el micrófono a ella.

—Estoy muy contenta de ser la nueva jefa del turno tarde —dijo sin pausarse ni un segundo—. Cuando fue el ascenso y nombraron a Tony, sentí que él se lo merecía, que me había superado y nos había superado a todos, y nunca creí, que tenía un acuerdo con el jefe. Ahora que se aclaró todo, me siento tranquila y quiero felicitar a todos los empleados, porque todos se esforzaron.

Todos aplaudieron. Jazmín le dio el micrófono y el, lo agarró con dudas.

—Al igual que Jazmín, también estoy muy contento —aún recordaba el discurso, pero por lo ocurrido con la patrulla, decidió cambiarlo después de unos segundos de silencio—. Esto de la patrulla y lo que pasó me sorprendió, porque no lo esperaba. Tampoco estaba muy seguro, si me iba a ascender. Yo no fui el único que peleó, Elena también vendió muchísimo y Ana estuvo a pocas ventas.

—¡Un aplauso para todos, porque todos se sacrificaron por la empresa! —gritó con tanta intensidad que dejó sorprendidos a los presentes.

Luego de los aplausos, los ganadores regresaban a sus asientos y el los frenó pidiéndoles que esperen.

—Lo último que les voy a decir y ya se pueden retirar. Como está sabido que Luis ya no forma parte de la empresa, —dejó de mirar a los empleados para dirigirse a los ganadores—. A partir del lunes ya ejercen como jefes.

El dueño retiró del bolsillo frontal de su mochila, dos pequeñas cajas de madera.

—Aquí tienen las llaves de la empresa —les indicó antes de entregarlas por si alguno no entendía de que se trataba.

Luego de que los empleados se retiraran, los patrulleros siguieron hacia el norte, donde estacionaron. Cuando ya estaban por cruzar, Carlos se dio vuelta y vio a Ana caminando en la misma dirección, unos quince metros detrás.

—Chau Ana —el saludo fue automático, pero pudo notar que le había clavado los ojos al nuevo jefe.

—Chau —le dijo Abraham, al darse vuelta luego de escuchar el saludo. Por un segundo pudo ver que tenía los ojos clavados en él.

—Chau —concluyó ella con una sonrisa forzada.

Se subieron al auto. Ana siguió caminando.

—Te clavó los ojos.

—Si, me di cuenta —dijo con sorpresa y arrancó el auto.

—No creo que piense que somos la patrulla o que los contratamos.

—Espero que no —cambió de marcha—. Salió tercera. Superando a Elena. Eso sí que no me lo esperaba.

—Si —le respondió luego de unos segundos—. Viste que no fue en vano

—Si, valió la pena. Siento que, si no hubiese ganado, también habría valido la pena. Ya quiero que sea domingo para decirle a mi familia que me ascendieron —comentó contento.

—Van a estar orgullosos. Pero, ¿les dijiste que perdiste el ascenso?

—Tengo que pensar bien que les digo —dijo tenso.

—No tienes que preocuparte. Tienes que celebrar ¡Eres el jefe!

Abraham sonrió y no perdió la sonrisa en todo el día. Ni en el gimnasio, cuando falló al intentar levantar el peso cargado.

El sábado por la tarde, jugaron un partido de futbol. Ya se acercaba el torneo. Todo el equipo lo felicitó por su logro.

El domingo fue temprano a visitar a sus padres. A las nueve y treinta pasadas. Su padre le abrió la puerta, y antes de que le dijera una palabra, le dio la noticia.

—Soy el jefe. Me ascendieron —le dijo demostrando tal entusiasmo que no parecía estar mintiendo.

—¿Eres el jefe? ¿Pero cómo? Si dijiste haber perdido.

—Porque la persona que ganó el puesto, no puede cumplir el horario de las doce horas —dijo luego ubicarse en la mesa, al lado de su hermana y de su madre—. Por eso el dueño, decidió que haya dos jefes y que cada uno trabaje en un turno.

—¿Y por qué te eligió a ti? —preguntó su hermana con dudas.

—Porque salí segundo ¿Por qué otra razón va a ser?

—Estoy orgullosa, hijo —dijo su madre que apagó el televisor y lo abrazó.

—¿No te van a pagar las ochenta mil novenas? ¿Cuánto te van a pagar? —preguntó su padre.

—Por las seis horas, me tendrían que pagar cuarenta mil, pero el dueño dijo que nos va a pagar cincuenta mil.

—Cincuenta mil es un buen sueldo —reconoció su madre.

—¿Cincuenta mil, y hay algún bonus? —preguntó su padre muy contento.

—Si, el bonus sigue igual. Es de diez mil novenas más si superan las ventas esperadas.

—¿Se superan? —su padre quería definir su paga total.

—Siempre se superan.

—Estamos muy orgullosos. Con ese sueldo vas a estar mucho mejor, y el rango es superior. Vas a ser jefe, ya no vas a ser más un simple empleado.

—Esto es muy raro —le dijo su hermana.

—¿Qué te parece raro?

—Que la persona que más entradas vendió no pueda cumplir con las doce horas, sabiendo que le van a pagar noventa mil novenas.

—No la conozco, pero tal vez tiene un hijo y le impide cumplir las doce horas.

—¿Se va a esforzar más que todos y va a desaprovechar la oportunidad? No le encuentro sentido, y tampoco que el dueño crea como conveniente que haya dos jefes.

—Te tendría que haber dado el puesto. Si ella no puede cumplir con las doce horas, y tu si puedes y eres el segundo, te corresponde —dijo su madre.

—¡¿No le pediste el puesto?! Deberías habérselo pedido —lo retó su padre como si fuese un niño.

—Si, se lo dije. Pero ella para no perder la oportunidad de ser jefa, le propuso está opción al dueño y a él le pareció algo bueno, así le empresa se organiza mejor.

—¿Por cuánto perdiste? —le preguntó su hermana.

«Si les digo que hubo un empate no me lo van a creer, se acuerdan que la última vez les dije que perdí»

—Ya se los había dicho —respondió luego de unos segundos.

—No —dijo su padre confundido.

—Yo no lo recuerdo —dijo su madre.

—No, no lo dijiste —dijo Agustina enojada.

—Por trece entradas —dijo al fin.

—Es muy poca cantidad, podrías haberle ganado —dijo su madre.

La abuela no tardó en llegar.

—Tenemos una buena noticia —le dijo su hija.

—¿Qué buena noticia?

—Conseguí el puesto de jefe —le dijo sonriendo.

—¡Que bueno Abraham! Había entendido que no tenías el puesto.

—No lo había conseguido, pero la persona que ganó el puesto no podía cumplir con las doce horas y como soy el segundo, me asignaron cómo jefe del primer turno.

—¡Muy bien! abu te va a hacer un regalo.

—Gracias.

—Traje el periódico por si no lo habían leído —dijo tras dejarlo en la mesa.

El padre de Abraham lo agarró y comenzó a hojear, hasta llegar a una noticia que le llamó la atención.

—Un hombre dijo ser testigo de un secuestro realizado por dos superhéroes. Estamos seguros que son, la patrulla anticorruptos.

—Son estupideces que publican, busca una noticia mejor —le pidió al instante de que su padre finalizara de leer el titular.

—Si, están publicando puros bochornos hoy en día —dijo y pasó la hoja.

«¡Mierda! Por suerte no leyó la noticia. El idiota que nos vio ya dio su declaración. Debe estar todo, con la noticia en linea»

—Dos nuevos robos.

Su madre se acercó para leer la noticia y Agustina encendió el televisor.

«¿Qué hago? No le puedo sacar el diario de repente. No tienen que leer la noticia, apenas lo termine de hojear lo voy a agarrar»

—Estamos viviendo con mucha inseguridad, ya me da miedo de salir a la calle —comentó la abuela.

—Está peligroso abu, tienes que salir poco —le dijo su nieta.

Su madre dejó el diario y se quedó mirando la televisión. El padre de Abraham cerró el diario y lo soltó. Cuando Abraham lo agarro, su madre le habló.

—Falta comprar los tomates para la salsa, ¿quieres ir?

—Voy —dijo.

—¿Te llevas el diario? —preguntó su madre a la que le parecía un poco extraño.

—Lo voy leyendo por el camino.

—Yo lo acompaño —dijo su hermana.

«Si me acompaña no voy a poder tirar la noticia»

—Compren un refresco que no hay —pidió el padre.

Se retiraron. Abraham abrió el periódico y lo miraba con lentitud, como si lo estuviese leyendo.

—¿Para qué trajiste el periódico?

—Para leerlo.

—Siempre nos dices que no tenemos que leerlo, que mienten. ¿Ya no miente? ¿Ahora dicen la verdad?

Abraham no respondió. Caminó un poco más rápido, para adelantarla.

—Dime que está pasando. Prometo no decírselo a nadie —le dijo siguiéndole el paso.

—No pasa nada.

—Dime que pasa. Todo el día actuaste muy extraño.

—Ya te dije que no pasa nada —le dijo elevando su tono de voz.

Su hermana esperó unos segundos y cuando bajó la guardia, aprovechó para quitárselo.

—¡Devuélvemelo! —gritó desesperado.

—No —dijo enfrentándolo.

—¡Dámelo! No armemos un papelón para que todos nos vean.

—Está bien —le dijo dándoselo—. Cuando volvamos lo voy a leer. Quiero leer la noticia del secuestro.

«Se dio cuenta que no quise que leyeran la noticia. No importa. Cuando pueda voy a tirar la hoja. No, se va a dar cuenta que falta. No importa, no va a comprar otro»

Ingresaron al mercado.

—Busca el refresco que quieras, yo voy por los tomates —le propuso.

—No. No nos separemos.

—Así compramos más rápido.

—No —dijo sabiendo que tramaba algo—. Si nos separamos, perderemos tiempo en volver a encontrarnos.

«Mierda. Tengo la sensación de que tarde o temprano, se van a terminar enterando. Espero que el periódico no siga publicando esta noticia, que no genere rating y se olviden»

—Busca rápido el refresco, y ve a la caja. Yo peso los tomates y en un minuto estoy allí —dijo mientras caminaba con prisa al sector de las verduras.

Su hermana notó la desesperación y decidió seguirlo.

—Haz como quieras —le dijo al fin.

Ella no le contestó. Luego de realizar la compra y regresar, no consiguió ningún momento para despistarla y poder tirar la hoja.

Al ingresar, Abraham dejó la bolsa con los productos y se dirigió al garaje. Retiró la hoja con mucha agilidad y cuando la estaba por hacer un bollo para guardarla en su bolsillo y luego tirarla, ella ingresó.

—¿Por qué estás quitando esa hoja? —le preguntó enojada—. ¡Dime de una vez que ocurre!

Abraham no respondió y volvió a incorporar la hoja. El grito trajo a la abuela.

—¿Qué pasó? —preguntó asustada por el grito.

—No me quiere dar el periódico. Estaba quitando una hoja.

—¿Por qué Abraham? —le preguntó sin entender la razón.

Abraham le entregó el periódico con fastidio y fue hacia la cocina. Se sentó en su lugar.

—¡Abraham quiso arrojar una hoja del periódico! Por eso se fue al garaje —les informó a sus padres lo sucedido.

—¿Por qué? ¿Qué tiene de malo? —preguntó su padre.

—Publicaron una noticia falsa.

—¿Una noticia falsa? ¿Qué dice la noticia? —preguntó su madre.

«Para que hablé»

—No Abraham. Las noticias no son falsas —dijo la abuela seria, como si hablara con un loco.

—Leamos la noticia. ¿Cuál es? —pidió el padre.

«Cuando pregunten les digo que no tengo nada que ver y no se quien los contrató»

Abraham abrió el periódico y buscó la noticia.

—Es esta.

—Léela en voz alta, que estoy preparando la salsa —le pidió su madre.

Abraham leyó la noticia. Se quedaron sorprendidos por lo que decía.

—¿Conseguiste el ascenso por esta extorsión? —preguntó aterrada su madre.

—¡No! No tengo nada que ver.

—Pero te ascendieron gracias a esto —dijo Agustina.

—¿Qué es lo falso? ¿El arreglo existió? —volvió a preguntar su madre al instante, sin dejarle tiempo a explicar.

—Si, existió ¡Tony es corrupto! El viernes vimos las ventas con el dueño de la empresa y salió último —explicó con desesperación.

—¿Cómo se llama el video? —preguntó su hermana quien ya tenía el celular en sus manos.

—Búscalo en su página.

—¿Cómo que vieron las ventas el viernes? ¿No controlaba el dueño a quien tenía que ascender? —preguntó su padre.

—No controló nada. Cómo tiene muchas empresas ni le importa esta, dejaba que el jefe se encargue de todo.

Se quedaron pensando a quien creerle.

—¡Aquí está el video! —dijo y dio tiempo a que su madre apague el fuego y se acomode para reproducirlo.

—Cómo le pegan —comentó su abuela indignada.

—¿No saben quién los contrató? —preguntó su hermana cuando finalizó el video.

—No. No sabemos.

—¿Sospechan de alguien? —preguntó su madre.

—De los del turno tarde —respondió rápido.

—¿No los contrataste? —preguntó su padre con temor a una respuesta afirmativa—. Somos tu familia, si fuiste tú puedes decirlo.

—¡Ya les dije que no!

—Pero eres el jefe. Por más que no fuiste, te van a culpar —volvió a hablar.

—Hay dos jefes, la puedan culpar a ella también. Además, ella me superó.

—¿Cómo fue que se enteraron de que había un arreglo? —preguntó su madre.

—Alguien sospechó que había un arreglo entre Tony y el jefe y no sé cómo consiguieron la información.

—Existe una patrulla que atrapa a los corruptos —dijo su abuela anunciando una novedad.

—Si, hay cada chiflado. Hubiesen presentado la denuncia y esto se resolvía ¡No tenían que armar este escándalo!

Tras decir esto, su padre se quedó mirándolo con una expresión que implicaba dudas.

—¿Por qué me miras así?

Su familia también percibió la mirada y se quedaron expectantes a lo que diría.

—La persona que te superó, tiene que haber sido, quien contrató a la patrulla anticorruptos.

—Creo que sí. Que fue ella. Los del otro turno ya sabían quién había ganado.

—Es lo más lógico —dijo su madre.

—Si ganó fue ella —dijo la abuela.

—Esto es bueno —dijo cambiando la expresión dudosa por una satisfactoria—. Cuando la descubran, la van a echar y puedes ser el jefe por la jornada completa.

—Si, si la echan puedo ser el jefe o al que salió tercero, le pueden decir que ocupe la jornada a la mañana.

—¡Insístele! Dile que tú puedes ocuparte de todo.

—No dejes pasar la oportunidad. Cuando la atrapen, haz buena letra y quédate con su jornada —le dijo su madre.

Almorzaron contentos, sin importarles que la salsa se había enfriado. Al finalizar, sus padres se fueron a dormir la siesta y su abuela se quedó dormida en el sillón. Él se quedó lavando y secando con Agustina. Lo miraba muy seria, lo cual era extraño en ella.

—¿Qué pasa?

—¿Contrataste a la patrulla, o tu eres uno de ellos? —le preguntó en voz baja.

«Se dio cuenta. Lo único que espero es que no les cuente a nuestros padres»

—Uno de los patrulleros, insulta igual que tú. Se parecen en muchas cosas —agregó con el mismo tono de voz.

—No tenía otra opción.

—Mentiste bastante bien. Lograste convencerlos.

—¿Les vas a decir? ¿Vas a pedir que me arresten? —dijo temblando, sintiendo que se le derrumbaba el mundo.

—No diré nada. No te culpo. Debe ser horrible que te roben el ascenso.

—Sentí que todo mi esfuerzo fue tiempo perdido.

—¿Pueden descubrirte?

—No. Creo que no. Espero que el periódico se olvide de esto y quede todo en la nada.

Abrir la empresa le implicaba llegar primero, razón por la que se despertó un cuarto de hora antes. Desayunó, se vistió con la ropa de trabajo tradicional, y fue por Carlos. A la brevedad salió.

—¿Qué se siente ser el jefe?

—Bien. Todavía no empecé como jefe.

—Pensé que te vería más contento.

—La noticia del periódico, sigue avanzando ¿No te enteraste?

—No —dijo extrañado—. ¿Qué están diciendo?

—El imbécil que nos vio secuestrar a Tony, presentó su declaración.

—¿Qué dijo? Que un par de superhéroes en una trafic blanca lo secuestraron, y colaboró con la patente falsa.

—No dijo demasiado, pero mis padres vieron la noticia.

—¿Pero no saben quién fue?

—No. Les expliqué todo, como me ascendieron y lo que decían en el periódico. Entendieron que fue Jazmín quien los contrató y que ella me superó.

—Entonces estamos bien. En una semana ya se van a olvidar de esto.

Abraham manejó calmado el resto del viaje. Llegaron dos minutos antes de tiempo. Ana y Elena ya estaban en la puerta.

—Pensé que seriamos los primeros —dijo Carlos cuando caminaban a menos de cien metros.

Abraham sintió que no era bueno.

—¿Tú contrataste a la patrulla? —le preguntó Ana luego de saludarlo.

—No —respondió rápido.

Ana y Elena los miraron con desconfianza.

—¿Qué ocurre? —preguntó Carlos sonriente mientras Abraham abría la puerta.

—Nada —dijo Ana apenada.

—No lo tomen a mal, pero todavía desconfiamos de quién pudo contratar a la patrulla —dijo Elena.

Ingresaron. Mientras Abraham encendía las luces, a Carlos se le ocurrió un truco.

—Yo también desconfió, Jazz… —pronunció muy lento.

—¡Jazmín! —dijo Ana al instante.

Finalizó con una expresión que afirmaba el nombre mencionado.

—Fue ella —afirmó Elena.

—Si, pero no olvides lo que dijo el dueño. Que ya no le importa quien los contrató.

—A mi si me importa, porque salí tercera. Si denuncio y se demuestra que Jazmín contrató a la patrulla, la arrestarán, y …

—Y le vas a pedir al dueño ser el reemplazo de Jazmín —la interrumpió Carlos un poco aburrido.

—Si —dijo molesta.

—¡Ya es hora de trabajar! —dijo al instante el jefe sorprendido.

Todos llegaron a horario. Su trabajo como jefe, no fue tan sencillo como anotar las asistencias y vigilar que trabajen. El teléfono le sonó cada cuarto de hora. La mayoría de las llamadas eran de clientes que querían comprar entradas para conciertos de fin de año. Podían comprar por la web, pero les parecía que por teléfono el servicio era más eficaz.

—¿Escuchaste lo que dijo Ana? —le preguntó el jefe a Carlos mientras regresaban.

—Si. No le digas nada. Si quiere denunciar, que lo haga. No tienen pruebas.

Abraham respiró hondo.

—No se lo tengo que impedir.

—No. Conseguimos que crean que fue Jazmín, no tienen que cambiar de opinión.

A la mañana siguiente, Ana y Elena ingresaron tarde, lo cual llamó la atención de los demás empleados.

—Tenemos que hablar entre todos —dijo Ana de forma imperativa sin siquiera saludar.

—No. Ahora vamos a trabajar, es la última semana —dijo el jefe imponiendo respeto.

—Es importante —dijo Elena.

—Está bien, ¿qué ocurre? —dijo Abraham dejando la computadora.

—Ayer fuimos a denunciar a la fiscalía, y nos llevamos la sorpresa de que otra persona ya realizó la denuncia —explicó Elena.

Carlos anticipó lo que podría ocurrir, y se acercó.

—Y, ¿quién es? —preguntó haciendo un esfuerzo por controlar sus emociones.

—No sabemos. No nos quisieron decir porque tienen que resguardar la identidad.

—¿Cómo andan? —preguntó Carlos contento.

—Mal —le respondió Ana—. ¿Podemos hablarlo? Consideramos que es importante resolver esto.

—Si —dijo al instante, buscando no llamarles la atención.

Se levantó y fue al centro de la empresa.

—¿Tienen un cliente?

—No —respondieron todas a excepción de Agostina.

—Yo sí, ya estoy por terminar la venta.

—Ok. Vamos a hablar sobre todo lo que pasó.

—Ayer fuimos a fiscalía y nos llevamos la sorpresa de que una persona que no sabemos quién es, ya denunció ¿Quién creen que pudo ser? —preguntó Elena.

Nadie dijo nada en quince segundos.

—Pao —le dijo Elena para que hablase.

—Primero, que es una situación difícil. No quiero ser una mala compañera, no quiero culpar a nadie, porque no estoy segura.

—No es solo quien realizó la denuncia, también es quien contrató a la patrulla. No creo que sea la misma persona —dijo Estela.

—¿Por qué no? —preguntó Abraham para pasar por atontado.

—Porque si hubiese denunciado, la justicia se encargaría y no tendría que haber contratado a la patrulla anticorruptos.

—Agostina, no te quiero incomodar, pero, tu opinión es importante —dijo Carlos.

Ella, se puso nerviosa y el silencio se apoderó de la empresa por ocho segundos.

—Yo, pienso igual que Pao. No quiero nombrar a nadie.

—Pero, ¿quién te parece que puede ser? —le preguntó Ana molesta.

—No la pongamos nerviosa —pidió Estela.

—No, está bien, que diga quien cree —volvió a hablar la empleada que salió tercera.

—Ustedes me dijeron que les parece que fue Jazmín quien los contrató —les dijo mirando con más atención a Ana.

—Si, es lo que hasta ahora nos parece —dijo la misma.

—Yo también creo que puede ser Jazmín —dijo Carlos.

—¿También, sientes que fue ella? —le preguntó Estela a Agostina.

—Es de quien más desconfió, pero tampoco voy a decir que fue ella —concluyó.

—Perfecto. Si Jazmín contrató a la patrulla y otra persona denuncio, ¿quién creen que pudo ser? —preguntó Elena.

—Tiene que haber una interna —dijo Carlos.

—¿Una interna? —preguntó Ana.

—Si. Un empleado o empleada que no la quiere, la denunció, para que pierda el puesto —dijo el zurdo a la brevedad.

—Tiene sentido —dijo Paola.

—Entonces, ¿decimos que hay una interna? —preguntó el jefe mirando a Ana, quien se dirigía a su computadora.

—En teoría hay una interna, lo vamos a averiguar cuando la denuncia avance —dijo Ana mientras encendía su computadora.

Por ese día no volvieron a hablar sobre el tema. La mañana siguiente, no lo resultó tan complicada, aunque a las 13 horas pasadas tuvo una visita inesperada. Todos dejaron de trabajar al ver ingresar a la oficial. Fue unos de los últimos en verla, ya que calculaba cuantas entradas quedaban disponibles para un recital. El jefe también se encargaba del marketing. Ella, al ingresar, se sentó en el lugar que había quedado vacío, el antiguo escritorio de Abraham.

—¿Qué ocurre? —le preguntó Paola, que la tenía enfrente, anticipando a Carlos.

—Vengo por el caso de los superhéroes. Ustedes no se preocupen, voy a hablar con el nuevo jefe.

—¿Qué necesita oficial? —dijo acercándose con prisa, escuchando la última frase.

—¿Eres el nuevo jefe?

—Si.

—Me presento —dijo mirándolos a todos—. Soy la detective Pilar, y junto a la fiscal vamos a estar trabajando en el caso que titulamos la patrulla anticorruptos.

Todos entendieron a lo que se refería.

—¿Qué va a pasar con Tony? —preguntó Paola.

—Tony ya fue arrestado. Estamos esperando que declare junto al jefe, para poder avanzar con el caso. También tenemos que averiguar quién de ustedes contrató a la patrulla anticorruptos, para poder llegar a ellos

Nadie comento, por lo que prosiguió.

—Como el caso lo tengo yo, les vengo a decir que los voy a investigar —dijo aclarando lo obvio—. ¿Les importa si mañana les hago unas preguntas?

—No —respondieron todos.

—¿Están todos los trabajadores?

—No. Hay más trabajadores, también están los del turno tarde —dijo Estela.

—Bien ¿Les pueden avisar?

—Si. Aunque ellos tienen su jefa. Yo les aviso —dijo Abraham.

—¿Hay dos jefes? —preguntó extrañada.

—Si, uno por turno.

—¿A qué hora vienen?

—A las tres.

—No los puedo esperar ¿Le puedes pedir que vengan todos mañana a las nueve?

—Si. Yo les aviso.

—Necesito ver las asistencias.

—Tengo las de hoy y ayer. El antiguo jefe las guardaba en el cajón de abajo —dijo mientras se dirigía, ella le seguía el paso—. Aquí están.

—Revisa si están las asistencias de todo el año.

—Si —dijo tras abrir la carpeta y hojearla—. De todos los trabajadores, de todo el año.

—Genial. Me las llevo.

Abraham se las dio y ella, las agarró con mucha calma.

—Nos vemos mañana, sean puntuales —les dijo y se retiró.

—Chau —saludó Carlos.

Al saludar, los demás saludaron.

—Sigamos trabajando, hasta cumplir el horario —dijo con incertidumbre.

—No entiendo esto de las preguntas ¿Para que le interesa saber quienes son la patrulla anticorruptos? Si el culpable fue Tony. Ellos deben ser una organización privada de anarquistas, y vaya uno a saber el porque Jazmín los contrató y no realizó la denuncia como una persona normal —dijo Paola.

—Yo vi la repercusión que tuvo en el periódico. Los consideran unos locos que quieren burlarse la justicia —dijo Agostina.

—Si, son capaces de utilizar un detector de mentiras para encontrar a la persona que los contrató —dijo Carlos relajado.

Abraham se asustó al escucharlo e intentó disimular con una sonrisa.

—Estas exagerando ¿Un detector de mentiras? —preguntó Estela extrañada—. Si nunca los usan.

—Es una opción que tienen.

—El mes pasado lo probaron en una denuncia de violación y dio resultado —dijo Agostina.

—No conozco mucho sobre el tema, pero lo que entendí es que no se puede engañar. Si mientes lo van a saber —dijo Elena.

—Yo escuché que es casi imposible superarlo —dijo Carlos.

«Si el caso queda sin resolver, le voy a pedir que proceda de esta forma» pensó Ana muy contenta.

—Dejemos todo ordenado para cuando vengan —dijo el jefe, dando por finalizada la conversación.

Acomodaron las sillas en su lugar y se retiraron.

«Esto no me puede estar pasando. Con el detector de mentiras me va a descubrir. Voy a perder el puesto. Me van a echar de la empresa. No sé si puedo ir preso, en el peor de los casos, puede ser que vaya a prisión» pensó mientras cerraba la empresa.

Todos se habían retirado y Carlos le dio una palmada en el hombro.

—Tranquilo, conozco el funcionamiento de esa máquina. Se que modelo utilizan.

—¿Se, se puede superar? —dijo aún muy nervioso.

Caminaron hacia el auto.

—Si. Se puede superar. Lo podemos superar.

Se subieron al auto. Abraham respiró hondo y comenzó a manejar.

—¿Cómo sabes que se puede superar?

—Cuando era más joven se me pasó por la cabeza ser detective. Investigué mucho sobre cómo trabajan, que métodos utilizan y se cómo superarlo.

—¿Cómo podemos saber que mañana va a traer el detector de mentiras?

—No podemos saberlo. Si llega a ocurrir, es muy poco tiempo el que tenemos, por eso hay que estar preparado.

—¿Cómo lo supero?

—Lo primero que tienes que entender, es que están utilizando un modelo que no es tan preciso como parece.

—Entonces, ¿se puede equivocar?

—Si. Cuando lleguemos te explico cómo superarlo.

—¿Es difícil superarlo? No estoy seguro tal…

—Ahora cálmate y conduce —le dijo interrumpiéndolo—. No vaya a ser que choquemos y nos demoremos.

Abraham volvió a respirar hondo y se enfocó en conducir. Aparcaron en la cochera que Abraham alquilaba mensualmente y fueron a lo de Carlos.

—Bajo ninguna circunstancia busques como pasar el detector de mentiras, ni nada relacionado por internet. La detective puede pedir las direcciones IP.

—Entendido.

—Lo más importante es que estés relajado. Si te notan nervioso, ya se van a dar cuenta.

—¿Cómo no me voy a poner nervioso? Si soy culpable. Somos culpables.

—Ahora vengo —le dijo y fue a su habitación.

—¿Una pastilla? —le dijo viendo lo que traía.

—Si. Una pastilla te puede ayudar mucho.

—Si la maquina detecta que soy culpable, ¿de qué me sirve la pastilla?

—No va a decir que eres culpable. Va a generar un informe y de acuerdo a cómo lo interprete la oficial, va a decir que eres culpable o inocente.

—Es lo mismo. Se va a dar cuenta.

—Esto es pura intimidación. La detective va a buscar que el culpable se ponga tan, pero tan nervioso, que se termine entregando.

—Entiendo lo que me quieres decir.

—Este modelo se basa en estímulos del cuerpo. Si puedes controlarte, puedes controlar esa máquina; y no podrán detectar nada que levante sospecha.

—Lo dices cómo si fuese fácil. No me puedo poner nervioso, pero a mí me cuesta mentir. Me pongo un poco nervioso cuando miento.

—Vas a tener que dominar tu mente, para poder mentir sin sentir culpa alguna ni mostrar cambios en tu cuerpo.

—¿Respondo rápido? Para que no figure que miento.

—Normal. Cómo estamos hablando ahora. Tienes que responder todas las preguntas a la misma velocidad. Todas con tranquilidad.

—Es fácil decirlo. Tomando la pastilla, ¿ya voy a estar tranquilo? Y, ¿no van a detectar que miento?

—La pastilla te va a relajar, pero depende de ti, pasar la prueba.

—No sé. No estoy seguro de poder lograrlo —dijo con gran temor.

—Ahí está el problema. No puedes pensar de esa forma. Hasta que no deposites el 100% de tus expectativas en que lo vas a superar, no lo vas a conseguir.

Carlos esperó que Abraham hable, pero no dijo nada, por lo que prosiguió.

—Cuando llegues a tu departamento, cierra los ojos e imagínate que te hacen la prueba. Imagina que respondes las preguntas con tranquilidad, y que, al finalizar, la detective te dice que eres inocente.

—Tus trucos de visualización —dijo de mala gana—. Sabes que yo no creo es eso.

—¡Vas a tener que creer! —gritó molesto—. O crees o vas a ir a prisión.

Abraham reaccionó.

—No puedo ir a prisión.

—No te voy a visitar a la prisión, ¿sabes por qué? Porque no vas a ir. Cuando regreses, quiero que estés todo el tiempo imaginando que pasas la prueba. Imaginando que la detective te dice: “Abraham, eres inocente, que tengas un buen día”

—Lo voy a hacer —dijo recuperando la confianza.

—No puedes imaginar que te arrestan. Si ocurre esto, abre los ojos y empieza de nuevo ¿A qué hora te vas a dormir?

—A las once.

—¿Te duermes rápido?

—Si.

—Te iras a dormir a las once menos cuarto, vas a tomar la pastilla y vas a repetir una frase hasta quedarte dormido.

—Si ¿Qué frase?

Carlos la anotó en un papel.

—Cuando te despiertas, mientras preparas el desayuno, vas a seguir repitiendo la frase.

—Voy, voy a superar esto —dijo más seguro.

—Yo confió en ti y sé que lo vas a superar. Apenas superes la prueba, vamos a comer una hamburguesa.

—Si, vamos a pasar estas preguntas y vamos a comer una hamburguesa.

—Vas a pasar la prueba. Recuerda que no hay dos opciones, hay una y es superarlo —le dijo al saludarlo.

Abraham fue a buscarlo a las 8:20.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó al ingresar.

—Bien. Voy a pasar estas preguntas, vamos a comer una hamburguesa, y nos vamos a preparar para el torneo de futbol. Tenemos que ganarlo.

—¡Así se habla! —le dijo Carlos muy contento, sintiendo que lo conseguiría—. Tómate otra —le dijo sacando del bolsillo otra pastilla y dándole una de las dos latas de refresco sabor Cherry que había traído.

Luego de consumir la pastilla, arrancó el auto y fueron a la empresa. La jefa ya estaba dentro.

—Ya quiero que se termine esto —les comentó contenta.

—Nosotros también —respondió el jefe.

—Nuestros compañeros están preocupados por saber quién de ustedes contrató a la patrulla —dijo Carlos.

Su risa fue forzosa.

—¿Quién de nosotros? Te aviso que ningún empleado ni empleada del turno tarde contrató a la patrulla. Fue alguien de tu turno. Alguien, que le fue bastante bien.

«Hija de su madre. Así que tu fuiste la que realizó la denuncia y envió el video al periódico. Encima que te ayudamos, nos pagas de esta forma. Intentas quitarme del medio»

Los empleados fueron llegando y la detective fue puntual. A sorpresa de muchos, acompañada con otra oficial, quien cargaba un maletín.

—Hola. Ella es Verónica, mi asistente. Espero que no le importe —le dijo mirando al jefe—, pero necesito que pasen de a uno para el cuestionario.

—No hay problema —le respondió—. Nos va a llamar de a uno, esperen afuera.

—Todos afuera —ordenó sin perder el liderazgo—. Soy Jazmín, la jefa del turno tarde —se presentó.

—Un gusto —le dijo la detective.

«Se piensan que soy estúpido, si ya se conocen. Esta actuación barata para lavarse las manos y que piense que otra persona la contrató»

—¿Quién es Abraham? —preguntó al mirar una hoja.

—Es el —respondió al instante.

—Vas primero.

Jazmín se retiró. A él no le pareció raro, ya que su apellido comenzaba con la misma inicial que su nombre. Se ubicaron en el puesto anterior de Abraham, el que había quedado libre. La asistente abrió el maletín. Retiró un portátil y un aparato un poco extraño, que era lo que él creía.

«No importa. Estoy preparado. Lo voy a conseguir»

—Responda con si o no. Si quiere decir algo más puede hacerlo. Le aviso que, en caso de que usted haya sido quien contrato a la patrulla anticorruptos, nos puede avisar y evitamos utilizar el detector de mentiras. No tiene de que preocuparse, yo me voy a encargar de que se le reduzca la sentencia. Nuestro objetivo es encontrar a estas porquerías que se están burlando de nuestra justicia —le dijo mientras la otra oficial le colocaba los cables.

Abraham la miró fijo tranquilo, sin demostrar miedo a sus palabras y omitió abrir la boca.

—Primera pregunta: ¿Se encuentra nervioso?

—No ¿Por qué debería estarlo?

—Es normal que las personas se pongan nerviosas cuando optamos por el detector de mentiras. Vamos con la siguiente pregunta.

—¿Es fumador?

—No.

—¿Usted —se quedó tres segundos mirándolo—, contrató a la patrulla anticorruptos?

—No —respondió con naturalidad, sabiendo que una pregunta tan directa cómo esa debía aparecer en el cuestionario para intimidar.

—¿Le temes a las arañas?

—No.

—¿Disfruta de ver películas?

—Si.

—¿Usted —volvió a repetir el procedimiento, el cual Abraham pudo captar—, tiene alguna relación con la patrulla anticorruptos?

—No.

—¿Le gustan las papas fritas?

—Si.

—¿Le gusta el futbol?

—Si.

—Si necesitara revisar su celular ¿Me daría la clave?

—Si.

Al instante, movió por instinto su mano derecha, queriendo alcanzarlo y recordando en última instancia que no debía moverse.

—Por favor no se mueva. Es solo una pregunta, no le pedí que me lo de.

—Disculpe.

—Siguiente pregunta. ¿Camina, cómo mínimo, 1 kilómetro al día?

—Si.

—¿Juega videojuegos?

—Si.

—¿Tiene mascota?

—No.

—Ultima pregunta ¿Jura haber respondido únicamente con la verdad?

—Si.

—Quiero escucharlo decir, si, lo juro.

—Si, lo juro.

Le sacaron los cables y Pilar le habló sin darte tiempo a que se levante.

—Ahora sí, le voy a pedir que me entregue el celular con la clave. No le vamos a tocar, ni borrar nada. Si es inocente y no tuvo nada que ver, no tiene que preocuparse por nada.

Entregó el celular de manera moderada, su mano no temblaba.

—Dibuje la clave —le pidió la asistente dándole una hoja en blanco y un marcador.

—Esta es la clave —le dijo al finalizar el dibujo.

La asistente verificó y pudo desbloquearlo.

—Es correcta.

—No terminamos. Le voy a pedir que me cuente su versión de la historia.

—¿Mi versión de la historia?

—Si. Nombraron a Tony como jefe, y luego…

—Luego, seguimos trabajando como siempre, porque Tony seguía siendo un empleado más, hasta el 15 de enero.

—La persona que contrató a la patrulla, ¿cómo se enteró del arreglo?

—Eso no lo sé.

—El video, ¿cómo les llega?

—Por un correo. Enviaron un correo y todos se desesperaron, por conocer el número de entradas vendidas. Cuanto vendió cada trabajador.

—¿De quién desconfía?

«No le puedo decir Jazmín. Ella denunció»

—Me preguntaron lo mismo ayer y respondí que no quiero mandar al frente a nadie.

—Un buen compañero —reconoció la asistente.

—Por apellido, ¿quién sigue?

—¿En mi turno o en total?

—Voy a empezar con tu turno y luego, seguiré con los otros.

«Claro, si Jazmín la contrató. Los va a pasar de largo»

—Sigue, Estela.

—Si —dijo la asistente al verificarlo.

—Ya puede ir. Dígale a Estela que es su turno.

—Chau —respondió sonriente.

—Chau —le respondieron con el mismo gesto.

Almorzaron en la hamburguesería y no hablaron sobre el tema. El dueño los conocía.

—¿Cómo sé que ya no me pueden arrestar? —le preguntó de regreso.

—¿Respondiste bien?

—Respondí perfecto.

—Entonces ya terminó esto. No van a encontrar nada en tu celular. Eres inocente. Somos inocentes.

—Si a nosotros no nos descubren, yo creo que el caso quedaría en la nada. ¿Crees que van a culpar a otro? A un inocente.

—No van a culpar a un inocente. No van a hacer eso. El caso se va a perder en el tiempo.

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