《El aficionado [Español] [Completo]》12. Nuevo hogar, nuevo trabajo

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Ya conocían la Av. Las palomas, así que al ingresar Génesis esperó unos 15 segundos, que el semáforo se ponga en verde y dobló hacia la izquierda. A recorrer la zona oeste. En la cuadra siguiente, intercepción “Campana” ya se notaba que había disminuido la locura. Ya en todas las otras cuadras por su tranquilidad, daban la impresión de que se estuviese en un barrio privado. Las casas eran grandes, la gran mayoría superaba los 250 metros cuadrados y no se superaban las veintidós casas por manzana. Había muy pocos negocios, a tal punto que les pareció extraño ver un kiosko o un bar en medio de esas casas inmensas que muchos anhelaban poseer. Vieron casas en alquiler, pero sabían que los precios eran altísimos y el solo hecho de preguntar y ver la casa sería una gran pérdida de tiempo. En toda la zona oeste del barrio “La Costa”, no había edificios. No era nada inusual ya que por más lujosos que podrían ser los edificios, destruirían la estética armoniosa que brindaban esas hermosas casas, destruirían la tranquilidad. A diferencia de las zonas lujosas típicas, la belleza la otorgaban los diversos tipos de arquitectura. Se podían ver casas modernas de 2 pisos, casas con estilo colonial, casas con estilo europeo, mansiones excéntricas.

Ya eran las 12:10, era temprano para almorzar, pero si esperaban más tiempo los comercios gastronómicos se iban a llenar. Fueron a un local entre la avenida y la calles 5 y 6, a una hamburguesería. Antes de entrar, pasaron por el puesto de diarios y revistas ubicado en la esquina a unos pocos metros del local de comida. Leo compró un diario. Al ingresar, pidieron 2 hamburguesas dobles con queso y panceta, eligiendo el combo de las papas y gaseosa grandes. Cambiaron las gaseosas tradicionales sabor cola que venían en el combo por defecto, por las de sabor uva, que les costó en total catorce pesos más. Se sentaron en el sector al aire libre.

—¿Qué te parece? ¿Te adaptarías?

—No sé. Es tan distinto a nuestro pueblo.

—Ahora te parece distinto. Te vas a terminar acostumbrando.

—A todo el lio de gente, no creo.

Se quedó con los clasificados y el deportivo, las otras secciones del diario las tiró al basurero. A su novia tampoco les interesaban. Había casi 5 páginas llenas de anuncios de alquileres. Con rapidez tachó todas las opciones que no eran de departamentos. Su idea era vivir en barrio “La Costa” por lo que lo tomó como referencia para ir descartando. En unos minutos marcó 20 opciones. 5 tenían precios publicados. 4 de ellos tenían precios muy elevados, ya que eran muy lujosos y se encontraban sobre la calle “Bella vista”, la última calle en el barrio que tenía vista exclusiva hacia el rio. La otra opción, ya la había visto antes de entrar a la hamburguesería, ya que se encontraba unos 50 metros delante de donde almorzaban, en la esquina de la intercepción de la avenida y la calle 6.

—Ese edificio, está en alquiler.

—Parece lindo, hay que ver cómo es por dentro.

—Piden Seis mil quinientos.

—Está en la esquina, por eso vale menos.

Un edificio de 3 estrellas, con diseño moderno y tenía un precio acorde a lo que pretendía pagar. Hasta se encontraba a pocas cuadras del gimnasio. Lo que no les terminaba de gustar, era la ubicación. Prefería que el gimnasio le quede lejos, pero vivir tranquilo, a vivir a 4 cuadras y media del gimnasio y tener que soportar el transito constante de los autos, el ir y venir de las personas y todos los locales comerciales que rodeaban el edificio.

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—Si, hay que descartarlo. Mirá las otras opciones —le dijo mientras le entregaba el clasificado.

Ella suspiró y bebió un sorbo de gaseosa.

—Desde ya, esto no me termina de convencer.

—Yo ya tomé mi decisión. No voy a retroceder. ¿No me vas a acompañar?

Esperó medio minuto para hablar.

—Esto, es, tan repentino. No sé, cómo vamos a hacer, sin trabajo.

—No tenés porque preocuparte. Yo tengo setenta mil pesos ahorrados, y los voy a utilizar para subsistir hasta que consiga trabajo y me acomode —le dijo con completa seguridad.

—No estoy segura si es una buena idea, pero, te amo. Te amo y te apoyo, voy, voy a luchar junto a vos —dijo mientras lagrimeaba.

—Gracias. Sabés que sos la razón de mi felicidad —le dijo emocionado y se besaron con tal magnitud, que los comensales cercanos aplaudieron cómo si se tratase de un pedido de casamiento—. Digo que probemos, nada tiene porque salir mal.

Cuando finalizaron el almuerzo, evaluaron las opciones restantes. Quedaron en ver un departamento a las 15 horas y otro a las 16:30.

Estaba ubicado dos cuadras hacia adentro de la avenida, entre las calles 6 y 7. Era un edificio modernizado y tenía la ventaja de no estar superpoblado. Tres departamentos en la planta baja. Al costado izquierdo estaba el ascensor y dos metros delante de él las escaleras. El ascensor estaba bien. Tenía una capacidad máxima de 400 kilos. El departamento era de 50 m² en el octavo piso. Octavo A. Al ingresar estaba la sala de estar, con la cocina incluida. Yendo hacia delante, un lindo balcón que mostraba desde muy lejos la avenida. A la izquierda de la sala de estar, una gran habitación, que podrían compartir 2 personas sin problema. Al final, el baño. El cual parecía a estrenar. En cada uno de los quince pisos, había A, B y C. Decidieron tenerlo en cuenta.

El otro departamento, estaba entre las calles 13 y 14, una cuadra hacia adentro, con vista al norte. Era pequeño, de 35m². No contaba con terraza y el piso era de una madera que parecía tener mala calidad. La habitación era muy pequeña y ni siquiera contaba con puerta. Cada uno de los treinta pisos del edificio, contaba con A, B, C, D, E y en los últimos, también se agregaba el departamento F. El precio era muy económico, pero esperaban vivir mejor. Lo descartaron.

Regresaron. Intentaron no desesperarse y a la mañana siguiente comenzaron a planificar vivir en La capital.

—Yo tengo que trabajar hasta fin del mes que viene.

—Si. Me acuerdo del contrato.

—Si renuncio no tengo otro trabajo, vos tampoco. No sé cómo vamos a subsistir.

—Ya te dije, tengo setenta mil pesos ahorrados. Podemos mantenernos cuatro meses, hasta que consigamos trabajo.

Génesis se quedó pensativa, unos segundos.

—Esos setenta mil, ¿no los ahorrabas para comprar la moto deportiva?

—A la mierda la moto deportiva. Yo tengo que invertir a futuro. En nuestro futuro.

—Yo presento la renuncia, pero no sé cómo se lo va a tomar tu familia.

—No importa cómo ellos lo tomen, vamos a estar bien.

—Tengo que pagar el alquiler, por seis meses más. Van a ser cómo quince mil, o veinte mil. Es el dinero que tenia ahorrado.

—Guardalo. Es tu dinero y la decisión fue mía. Si tengo que pagar veinte mil, todavía me quedan cincuenta. 3 meses podemos vivir bien.

Una hora antes del entrenamiento, pasó por los locales de la avenida a dejar curriculum. En la esquina, al comienzo de la segunda cuadra, había una gran fiambrería. Parecían tener productos de la mejor calidad, por lo que lo relacionó con que le pagarían bien. Cuando se acercó para ingresar, se dio cuenta que estaba lleno de gente. No contó cuantas personas había, pero le pareció que eran más de siete.

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«Cuando vuelva paso»

A mitad de cuadra, había una linda heladería.

—Buen día. Estoy buscando trabajo y te quiero dejar mi curriculum, por si les hace falta un empleado —le dijo mostrándoselo.

—Si, pero no estamos necesitando empleados —le respondió la encargada de tomar el pedido.

—Ok.

Salió del local y siguió recorriendo. En la cuadra siguiente, entró a un local de videojuegos.

«Si me pagan por comisión, vendo un par de consolas y me doy la buena vida»

—Hola, buen día.

—Buen día, ¿estás buscando algún juego en particular?

—Vine a dejar curriculum.

—Yo soy el dueño, soy Javi.

—Leo, un gusto —le dijo al darle la mano.

—Por ahora tengo un empleado que está en la mañana y estamos bien.

—Entiendo.

—Te tengo en cuenta, por si algún día se enferma o no puede venir, vos lo reemplazás.

—Necesito un trabajo que me permita subsistir.

—Mirá, no quiero ser mala onda, pero, está difícil. Dejame el curriculum y si conozco alguien que necesite un empleado, le digo que te llame.

—Gracias.

—¡Que tengás suerte flaco!

En el local siguiente, vendían componentes de PC. Le aceptaron el curriculum, aunque la respuesta no era muy distinta a la anterior.

En la cuadra siguiente, entró a la hamburguesería en la que había almorzado el día anterior.

—Hola, estoy buscando trabajo. Les dejo un curriculum —le dijo a la empleada cuando le preguntó cuál era su pedido.

—Esperá, lo voy a llamar al gerente.

A los pocos segundos, regresó con un hombre que, con verle la cara, ya sabía la respuesta.

—No, loco. Por ahora no necesitamos más personal.

—Se los dejo, por si más adelante …

—No, llevalo —le dijo sin dejarlo terminar—. Ya tengo muchas personas en lista de espera.

Fue al puesto de diarios.

—Hola, estoy dejando curriculum.

—Lo voy a guardar, aunque no estamos necesitando —le dijo el vendedor.

—Ok. Gracias.

En la cuadra próxima, había dos locales de ropa. Del primero lo echaron, diciendo que por tratarse de ropa femenina necesitaban vendedora. Del segundo solo le dijeron: Lo lamento. No estamos buscando empleados.

Siguió hasta la última cuadra, en donde solo se decidió a tirar curriculum en la estación de servicio.

—Hola, te dejo un curriculum por si necesitan algún empleado.

—Genial. Lo voy a guardar.

Leo compró una gaseosa.

—Son 15 pesos.

Le pagó justo.

—No te quiero desilusionar, pero por cómo está la economía, todas las semanas nos llega un curriculum —le dijo la vendedora.

—Si. A cada lugar que voy me dicen que no.

—Suerte.

—Gracias.

Cruzó la avenida y observó la inmensa librería. Tenían dos empleados, contando la persona en caja.

«No les vendría mal otro vendedor»

La respuesta fue la misma. Desilusionado, quiso volver a cruzar para quedarse en el gimnasio. La gran cantidad de autos se lo impidió, por lo que siguió caminando y mientras buscaba llegar a la altura para cruzar, vio en una golosinería el cartel que estaba esperando.

Se busca vendedor/a para el turno mañana.

Por favor, traer C.V.

Entró esperanzado.

—Hola, buen día. Vengo a dejar curriculum para el puesto de vendedor —dijo sonriente.

—Buenísimo —le dijo mientras guardaba el curriculum.

—¿Vos sos el dueño? —le preguntó porque le parecía raro que un joven que no tenía ni dos años más que el fuese dueño de esa gran empresa.

—No —dijo riendo—. El dueño está en Arabia, con la guita que genera este negocio. Soy un empleado, Ricky.

—Soy Leo —le dijo al estrechar su mano.

—Acá tengo todos los curriculum —le dijo tras sacarlos del cajón.

—Son un montón.

—Si, hay cómo 100.

—Estuve tirando curriculum por toda la avenida y ni bola que me dieron.

—Está jodido conseguir laburo. ¿Sos peleador? —le dijo tras notar el bolso y el logo de su remera.

—Empecé hace poco. Yo vivo en un pueblo que está un poco lejos, y quiero conseguir trabajo acá así ya me quedo a vivir y puedo dedicarme a la MMA.

—Entiendo tu situación Leo. Yo no elijo al empleado, de eso se encarga el dueño; pero cómo me caes bien, le voy a decir que sos de confianza.

—Gracias —le dijo y se retiró un poco más animado.

Durante su recorrido, había pasado por varios bares y una parrillada, pero no quería volver a su antiguo trabajo. Fue al gimnasio. Cómo faltaba un rato para la clase, fue a entrenar a la dorsalera.

—Llegás temprano —le dijo el entrenador.

—Si, estuve tirando curriculum. Fue un desastre.

—Hay muchos que están buscando laburo y hay pocos puestos de trabajo.

—Voy a tener que seguir tirando.

—¿No pensaste en vender pastas?

—No, no puedo instalar un restaurante.

—No es necesario. Vender viandas. La idea que tienen en el restaurante de agregar un montón de salsas distintas, es única.

—Yo tuve esa idea.

—Si podés vender, los mismos Capeletinis que yo probé, no vas a parar de vender.

Los alumnos fueron llegando y empezaron el precalentamiento con saltos. La primer media hora, consistió en lograr tumbar al rival y buscar la sumisión en no más de 30 segundos. Para que el ejercicio no se volviera violento, solo se permitía buscar las piernas o brazos del rival y los golpes, simulados. Leo tuvo que entrenar con un joven que desconocía, pero por las pocas clases en que lo vio entrenar, parecía muy bueno.

En el primer intento, tumbó a Leo sin esfuerzo amagando un golpe para lanzarse a su pierna y que caiga. Finalizó con una llave al brazo antes del tiempo. Leo todavía no tenía gran dominio para tumbar, por lo que le quiso copiar. Mientras buscaba la pierna, el joven lanzó dos golpes simulados muy rápidos con su izquierda. Un Jab, seguido de un gancho.

—No, muy lento. Ya te hubiese noqueado. Vamos de nuevo —le dijo al caer.

A Leo no le gustó su actitud. Al sonar la alarma, volvió a intentarlo, esta vez fue más rápido en tumbarlo y apenas cayó, buscó agarrar su brazo derecho, pero el joven logró correrlo y moverlo de forma que no pudiese agarrárselo y la alarma de finalizado el tiempo.

—Mi turno.

Leo se preparó con la misma guardia, pero no estaba estático. No dejaba de moverse y con su pierna derecha cambiaba la pisaba.

—Es buena idea —dijo el joven.

Se acercó y Leo le tiró un Jab. Le agarró el antebrazo cuando estaba por terminar el movimiento y le enganchó la pierna delantera antes de que intentase lanzar un golpe con su izquierda. Leo cayó. El joven buscó y consiguió realizar la llave antes del tiempo.

Los 30 minutos restantes fueron destinados a un ejercicio en donde Ulises lanzaba cuatro golpes aleatorios con los focos. Debian esquivar o cubrirse y al finalizar, golpear el muñeco en los focos de nocaut. Leo logró superar los ataques y al golpear, buscó el mentón. En su segunda ronda, repitió el golpe y en la tercera, un gancho a la mandíbula.

—Bien —le dijo el entrenador luego del último golpe.

El jueves a la tarde, ella consumió una pastilla calmante.

—Confía en mí, vamos a estar mejor.

Respiró hondo y se bajaron del auto. Leo tocó el timbre y su hermana abrió la puerta.

—¿Está papa?

Si —respondió sin entender —. Pasen.

Leo ingresó primero. Ella, con la cabeza agachada.

Sus padres estaban mirando el televisor, en el living.

—Volviste, veo que reflexionaste.

—Si, reflexionamos. Génesis ya no va a trabajar más en el restaurante le dijo y entregó el papel que traía en sus manos.

—¿Qué estás diciendo?

Su padre leyó el contenido.

—¿No vas a trabajar más? No hay juicio, no hay demanda. Esto termina acá.

—Si respondió —atemorizada.

—No sé en qué mierda estás pensando, pero esto no tiene sentido. ¿Cómo se van a mantener si no tienen trabajo?

—Tu trabajo no es el único en el mundo. Nos vamos a vivir a la capital.

Su madre rompió el silencio que perduró durante casi un cuarto de minuto.

—Somos tu familia, te queremos proteger.

—Son mi familia, pero no apoyan en mis decisiones, nunca la hicieron. Eso debería hacer una familia.

—Perdón —dijo su hermana.

—Cuando te desfiguren yo no voy a ir al sanatorio.

—No vengás, no necesito que estés ahí.

—Génesis, no te parece que está arriesgando su vida para nada. Todo esto que está haciendo —le dijo su madre angustiada.

—Es su decisión y tiene mi apoyo.

—Vamos, no hay nada más por hablar.

A la mañana siguiente, fueron a ver un departamento entre las calles 2 y 3. Dos cuadras hacia adentro, con vista hacia una linda plaza. El departamento era de 45m² sin contar el balcón, el cual era espacioso y contaba con un cercado manual, lo que le dio más seguridad a ella. El departamento estaba nuevo a estrenar, pintado de verde aguamarina. Un living espacioso, una cocina aceptable con buena tecnología, una gran habitación y el baño impecable. Tres departamentos por piso: A, B, y C, pero en el suyo, el sexto de dieciocho, no había vecinos al ser nuevo. La entrada era muy linda, la puerta contaba con llave magnética y estaba monitoreada con una cámara que filmaba la entrada, para brindar más seguridad.

—Son ocho mil pesos, quinientos más que el otro.

—¿Cual te gusta más, este o el otro?

—Está más lindo y es más tranquilo.

—Está decidido —le dijo antes de abrazarla y besarla.

Por la tarde, definieron el nombre de la nueva empresa.

—¿Leo y Genesis food?

—No, es muy malo. ¿Las pastas ricas?

—No. Hay que pensarlo con tiempo, si el nombre es malo no van a comprar.

—Ya se cual puede funcionar —dijo luego de tres minutos—. Las pastas de tu sueño.

—Si, y cuando pregunten ¿porqué de tus sueños? Les voy a decir, porque le podés incluir cualquiera de todas estas salsas.

—Si, se van a asombrar.

—¿Cómo te parece que sea el logo?

—Un fideo soñando

—¿Un fideo soñando?

—Así —lo dibujó soñando con distintas salsas.

—Y el nombre abajo.

Le agregó el nombre en cursiva.

—¿Qué te parece?

—Me encanta. Lo más difícil ya está, ahora hay que crear la página, los folletos y las remeras.

El lunes de la semana siguiente, se mudaron al nuevo departamento.

—¿Cómo te sentís?

—Bien. Un poco ansiosa porque todo salga bien.

—Ya tenemos todo listo. Praparate, porque mañana voy a vender un montón de viandas. Mi temor es que tengamos tantos pedidos que nos quedemos sin stock.

—¡No exageres! —dijo riendo.

—No exagero. Espero que los clientes puedan entender que es nuestro primer día y nunca pensamos vender tanto.

A las diez y media de la mañana se dirigió a los locales de la avenida. No quería ir muy tarde porque puede que algunos tuviesen cómo prioridad comer antes de las 12:30. Tampoco le parecía una buena idea ofertar a las nueve de la mañana, ya que, si recién desayunaron, no pensarían en que almorzar y no les comprarían. Al llegar a la avenida, decidió ir hasta el inicio, para no olvidarse de pasar por esos locales. Entró a la fiambrería, en la cual había una solo un cliente. En la fiambrería atendían dos personas por lo que el otro empleado, lo atendió a Leo.

—Hola, ¿qué vas a llevar?

—Hola, soy de la pasta de tus sueños y estamos preparando distintas variedades de pastas que se pueden combinar con distintas salsas.

Se quedó unos cuantos segundos mirándolo.

—Están vendiendo pastas para el mediodía, ¿dónde está el restaurante? No los conozco.

—No contamos con un restaurante, estamos vendiendo viandas —le dijo mientras le ofreció un folleto.

—¿Tienen todas las salsas? ¿O es por día?

—Tenemos todas. Preparamos la porción con la salsa que me pidas.

—Mirá esto. Venden pastas y las podés combinar con un montón de salsas —le dijo dando el folleto.

—Tengo más —dijo Leo dándole otro.

—¿Ya vienen cocinadas? —dijo el hombre que estaba esperando.

—Si, ya están listas para comer.

—Yo quiero dos porciones de ñoquis. Una con queso azul y otra, cuatro quesos —le dijo el vendedor.

—¿Me podés hacer dos porciones de sorrentinos? Una con salsa cheddar y otra con salsa de la casa.

—Si, lo único que estamos enviando solo por esta zona.

—Estoy a dos cuadras.

—Yo quiero una porción de ravioles con barbacoa.

Leo anotó la dirección y los otros dos pedidos.

«Empecé bien»

Al salir, siguió camino y pasó por la heladería. No tenía mucho interés en ofertarles, ya que les resultaron mal llevados. Ingresó y vendió una porción. Fue al local de videojuegos y el empleado le compró una porción.

Al regresar, prepararon un total de 26 pedidos. Al tener que preparar tantos pedidos, sonrió, ya que esperaba vender poco y nada. De costo por cada vianda, tenían 13 pesos. Agregando el costo por si alguna vianda se volcaba o una porción se quemaba, eran 18. A ella le parecía caro vender a 50 pesos, pero a él le parecía bien, ya que en la capital las personas generaban mucho más dinero y no les estaban cobrando nada por llevárselos hasta el local. Leo volvió de repartir a la una y cuarto pasadas. Antes de sentarse a comer, contó el dinero.

—Ganamos ochocientos pesos, vamos bien. Voy a empezar a repartir folletos por todo el barrio, así aumentamos las ventas.

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