《El aficionado [Español] [Completo]》7. Confusión

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La Dibujante acompañó a su novio hasta su casa. Al llegar, lo recostó en el sofá.

—¿Estás mejor?

—No, me parece que estoy jodido.

Pudo ver que el pómulo de su novia se había puesto morado.

—¿Que? —le preguntó al notar que la miraba con susto.

—La cocinera te la dio.

La Dibujante caminó ligero y se miró en el espejo.

—¡Qué conchuda! ¿Cómo vamos a seguir? ¡Saben a la escuela que vamos, saben que fuimos nosotros!

—Tranquila.

—¿En qué pensás?

—Acordate que cometimos dos delitos. El primero, fue inventar la historia de las hormigas y no pagar.

Ella lo pensó un par de segundos.

—No creo. El mozo nos acusó de haberle robado. Si la acusación fuese por no haberle pagado, nos hubiese dicho: Páguenme lo que me deben.

—Dudo que tengan pruebas. Yo vi a El Feli hacer su trabajo a la perfección.

—Ellos tampoco están limpios. Les pegaron a dos menores.

El Guapo hizo una mueca de dolor. Su novia le sacó la remera y pudo apreciar un moretón que estaba virando de color rojo a violeta, de unos 5 centímetros de diámetro.

—¡Mierda! —dijo preocupada.

Lo llevó en su moto al hospital.

—¿Qué pasó? —le preguntó su madre al verlo unas tres horas más tarde, luego de finalizar su jornada laboral.

—Cometí un error. Es todo.

—¿Quién fue?

—Fue uno de los mozos de Buenapasta.

—¿Por qué?

—Piensa que somos los que robaron su restaurante.

—Vos también estás golpeada ¿Tampoco respeta a las mujeres?

—Me pegó su novia.

La madre recordó que una amiga que cenaba seguido en ese restaurante, le contó que estaba cerrado porque seis personas habían robado y destruido con bombas los baños. Lo relacionó con la noche en la que su hijo se fue un poco preocupado con su novia y regresaron luego de la 1. Si se habían reunidos con las otras dos parejas, en total también eran seis.

—¿Tiene razón? —Le preguntó seria a los dos.

Ninguno respondió y decidió cachetear a su hijo.

—¿Por qué lo hicieron? —la mirada pasó a los ojos de La Dibujante.

—Necesitábamos el dinero para ver la semifinal.

Solo suspiró y de a poco, las lágrimas fueron cayendo de sus ojos marrones.

—Mama, no llorés —le pidió su hijo con gran culpa.

—¿Cómo no voy a llorar hijo? Lo que menos quiere una madre es esto. ¡Trabajo 8 horas al día y así me pagás!

—Perdón —dijo triste en voz baja.

Ingresó la médica con su compañera y le informaron que debería ser operado.

—¿Hay que pagar algo? —preguntó su madre preocupada, sintiendo que la operación podría costarle su salario mensual.

—No, no deben abonar nada. Pero hay un problema. Su corazón no está funcionando en su totalidad y es algo que nos preocupa.

—¿Qué me querés decir?

—Nosotros creemos que va a pasar la operación, aunque no estamos 100% seguros.

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Por la noche, los 5 amigos se encontraron en la casa de El Lokito. El clima se volvió tenso tras contar lo ocurrido.

—Tenemos que ir a verlo —propuso El Feli.

—Si nos ven a todos juntos, se van a dar cuenta —dijo La Dibujante.

—¿Qué prueba pueden tener? —preguntó La Rubiecita.

—Pueden haber relacionado algo que se acordaron, pero pruebas tangibles no creo que tengan —dijo El Lokito.

—Yo creo que nos pueden haber localizado porque nos fuimos sin pagar —dijo La Baby.

—6 personas se fueron sin pagar y 6 personas robaron. Fue un error estúpido —dijo El Lokito asumiendo la culpa.

Mientras ellos debatían, la madre de El Guapo rezaba pidiendo por la salud de su hijo; y al mismo tiempo, Leo y su novia disfrutaban de la película.

Esperaron hasta el lunes, a las 13:34 en la puerta del kiosko ubicado frente al colegio. Salieron unos 50 estudiantes. Las edades variaban entre 15 y 17 años.

—¡Ahí esta! —dijo la cocinera direccionando su mirada hacia dos chicas.

—Vamos a esperar que estén todos juntos.

Unos segundos más tarde, una parejita se quedó con ellas conversando. El joven, quien se encontraba en frente al kiosko, vio que lo estaba observando. Al oído, le dijo un mensaje a su novia. Leo y Génesis desviaron la mirada al ser descubiertos.

—Síganme la corriente —le propuso La Dibujante a sus amigos.

Cruzaron la calle y subieron la escalerita del kiosko, quedando cara a cara.

—¿Están contentos? —les dijo mostrando que todavía seguía un poco morado.

—No. ¿Ustedes? —dijo el mozo.

—Cometimos un error, no era para tanto.

—Destruyeron los baños, nos intoxicaron y nos robaron.

—También me tiraron aerosol en los ojos. Muchos errores.

—No, estás equivocado. Nosotros no robamos su restaurante —dijo La Rubiecita.

—Solo nos fuimos sin pagar —dijo La Baby.

Leo sacó de su bolsillo la foto que tenia de evidencia. No era el que estaba delante suyo. Sus físicos eran muy distintos. Tampoco pudo reconocerlo ya que luego de haber realizado el robo, decidió recortarse el pelo. Se quedaron callados un par de segundos.

—¿Qué hacías en la puerta del baño?

—¿Cuándo? —preguntó con cara de desentendida.

—La noche que se fueron sin pagar. Estabas en la puerta del baño con tu celular.

La Dibujante pensó por unos segundos que decir.

—El baño es chico. Estaba lleno. Tuve que esperar para entrar.

Se quedaron callados analizando todo.

—A vos te voy a denunciar por haberme pegado y a vos, por pegarle a mi novio, que está internado— le dijo tras unos segundos de silencio.

Se encontraba alterada. Mas allá de desvincularse del robo, guardaba gran rencor por el golpe que la cocinera le había dado.

La Baby se largó a llorar.

—Miren cómo terminó todo por una gilada —dijo El Lokito intermediando.

—¿No sienten culpa?

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—Vos y tu novio salieron corriendo.

—Nos asustamos. Podríamos haber hablado, pero decidieron ir a los golpes —dijo mientras se les caían las lágrimas.

Génesis se acercó y abrazó a La Dibujante.

—Perdoname.

—Fue mi idea. Estábamos sin plata y queríamos ir al restaurante —dijo La Rubiecita muy triste.

—¿Van a pagar? —preguntó Leo sin dar vueltas.

Se quedaron unos segundos callados. El Lokito estuvo a punto de decir que sí, pero La Dibujante suspiró y habló.

—Si ustedes se olvidan de la cena, yo y mi novio nos olvidamos que fuimos golpeados. En el hospital ya dijimos que fue un intento de robo.

—Está bien. —dijo al entender que golpear a menores les podría traer consecuencias.

—Gracias —dijo La Dibujante y luego, cada uno de los amigos.

—¿Qué pensás? —le preguntó Leo cuando ya se habían retirado.

—Me parece que no son ellos.

—Yo también. Suena ilógico pensar que las mismas personas que armaron lio, son las que nos robaron dos noches después.

—Si, serían muy estúpidos —la risa de Leo fue espontanea.

Miró su reloj, ya estaba por marcar las 14.

—Todavía nos queda algo por hacer —su sonrisa tenía esperanza.

Tres horas más tarde, apenas abrieron, fueron al cotillón de Mario. Se encontraba Aylén. Al verlo entrar a Leo, tembló. Quiso insultarlo, pero no le salieron las palabras.

—¡Quiero ver la grabación! —exigió sin subir el tono de voz.

Aylén miró a Génesis con miedo. Ella sostuvo la mirada desafiante. Sin decir nada, Aylén fue hacia la computadora y la siguieron. Cuando estaban por reproducir el video, Mario entró a su local y al verlo, quedó desconcertado.

—Le bajaste dos dientes a Alex —dijo con dificultad.

—Qué agradezca que no le bajé todos los dientes.

Nadie dijo nada y Aylén puso en play la filmación.

—Buen día. ¿Qué necesita?

—Buen día. Necesitaría caretas de payaso, sombreros y también una caja de globos.

—Lo tengo.

Mario dio 5 pasos hacia la izquierda y agarró una caja no muy grande. Retiró 3 distintos modelos de caretas de payaso.

—¿Cual te gusta?

—Este. Te llevo cuatro —dijo señalando con el dedo índice la misma careta que habían utilizado para robar el restaurante.

Mario separó las caretas y guardó la caja en su lugar. Al lado, se veían sobre una caja distintos sombreros plásticos en tres filas consecutivas (violeta, rosa y verde).

—¿Estos sombreros plásticos están bien? También tengo de tela que son un poco más caros.

—Están perfectos. 2 verdes y 2 violetas.

Leo miró la evidencia y vio que el payaso tenía un sombrero violeta.

—¡Frená! —le ordenó y les enseño la foto a los presentes.

—¿Te acordás de qué color eran el sombrero del otro payaso? —dijo Leo, que casi ni lo había visto a El Guapo.

—El que me empujó hacia el baño tenía un sombrero verde. Me parece que de la misma tonalidad que esos.

—Seguí —le pidió a Aylén.

Un cliente ingresó al local y Mario fue a atenderlo.

En la filmación, Mario seleccionó dos de cada color y los dejó en el mostrador.

—¿Me pediste algo más?

—Si. Una bolsa de globos.

La sacó de un estante cerca suyo y la coloco en el mostrador. Sin perder tiempo embolso todo el pedido.

—Son $225.

El hombre pago con $230.

—Gracias —le dijo y le devolvió los 5 pesos.

—De nada.

El hombre se retiró.

Leo en su bolsillo traía un pen drive. Lo colocó y entró una clienta al local y Aylén fue a atenderla.

—¿Qué necesitas?

—Estoy buscando disfraces para mis nietos.

Retiró el pen drive y se fue con su novia sin saludar. Leo le dio el dispositivo al detective y al día siguiente, localizaron al sospechoso de inmediato, ya que lo conocían del barrio. Lo citaron para interrogarlo el penúltimo día del mes. Leo estuvo presente, sentado a la izquierda de Tasca.

—Buen día, detective ¿Qué ocurrió?

—Buen día. Tenemos una filmación que confirma una compra el día miércoles 9 de este mes, en el cotillón de Mario.

—Si, ¿cuál es el problema?

—El domingo 13 a la noche, tres payasos entraron a mi restaurante y me robaron. Tenían los mismos gorros y las mismas caretas que compraste —le dijo mientras le enseñaba la foto.

—Que extraño.

—Por casualidad. ¿Usted no compró estos artículos para terceros?

—No. Los compré para el cumpleaños de mi hija. Les puedo enseñar las fotos.

Sacó su celular y les enseño distintas fotos, en donde le festejaban el cumpleaños a su hija.

—Está bien. Se puede ir. Disculpe las molestias.

Se retiró.

—¿Qué pensás?

—Tienen que ser de la capital.

—Es lo más probable. ¿Qué pensás de las bombas?

Tasca se quedó callado un par de segundos, mientras lo miraba serio.

—Te rompieron un poco el piso, no te derrumbaron los baños. Si te hubiesen metido una granada te dejaban sin baño.

—¿Bombas caseras?

—No sé, porque capaz que las activaron con algún sector. No te acordás si un rato antes de que suenen las bombas, escuchaste algún ruido o sentiste que pudieron haber entrado.

—Puede ser. Pero, ¿las bombas adormecedoras?

—Son profesionales y tienen mucho maneje. Si querés, ponés un petardo gigante para reventar la rejilla; pero la bomba adormecedora.

—Empezó a salir humo unos segundos después de la explosión.

—Cómo si hubiesen estado esperando que entren al baño.

—Se rompió el costado derecho, pero el izquierdo está intacto.

—¿Cuándo salía humo, no te fijaste de donde salía el humo?

—No, ya había demasiado humo.

—En el extremo derecho, pueden haber puesto la bomba explosiva y en izquierdo, la bomba adormecedora.

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